Abundan esta temporada por aquí dos tipos de personajes a los que, francamente, detesto. Uno es el partidista sin seso y otro el cagueta sin peso. El primero es el que no tiene más opinión que la de que en todo ha de llevar razón el partido de sus amores, sea porque en él milita o sea, más comúnmente, porque es el que vota cada vez como el que va a misa los domingos a la hora del vermú. Es un descerebrado muy fácil de desenmascarar, basta hacerle la prueba del vino. La prueba del Don Simón, ya saben. ¿Nunca la han hecho? Pues no lo duden, aplíquensela a uno de esos amigotes pelmazos que van de enólogos recién puestos y que le dan la paliza con sus recitados de marcas, bodegas y cosechas. Es fácil: rellene la botella de un reserva de renombre con un peleón de tetrabrik, sírvaselo sin que sospeche el cambiazo y luego pregúntele que tal. Verá qué loas a los taninos y a las barricas de roble francés.
Con el partidista de piñón fijo pasa igual. Cójalo un día en que sepa usted que no ha podido escuchar las noticias todavía e infórmelo de lo que dijeron ese día Rajoy y Zapatero, pero cambie los nombres, atribuya a cada uno lo que sostuvo el otro (que, por cierto, en los contenidos poco se notará, salvo que se hable de ETA o del 11-m). Verá cómo se indigna con lo que cree que afirmó el del PP y se embelesa con lo piensa que son exquisiteces del de León; o al revés.
El cagueta sin peso es el que tiene un discurso para los íntimos y otro para los poderosos. Se va a comer contigo, que eres su primo, su colega, su compañero o su viejo amigo, y te cuenta lo indignadísimo que está él con lo que sea: con el jefe, el partido, la política de los suyos o su matrimonio mismamente. Se recrea, te explica cómo lo arreglaría él, te insiste en que éste es un país de cabestros y delincuentes, señala las medidas mínimas imprescindibles para encauzarlo todo, la empresa, el Estado, el hogar... Cuando llega la hora del café y aparece por allí su jefe o su secretario general o su señora, nuestro hombre-caquilla se deshace en atenciones y requiebros y se vuelca en alabanzas de lo bien que marcha lo que del otro o de la otra dependa.
De estos últimos hay hoy en día dos variantes especialmente interesantes. Una, el militante o cargo del PP que te cuenta que está que trina con Rajoy por débil, con Acebes por burro y con Zaplana por corrupto, pero que nunca lo dice en público, y menos lo escribe, y que se pone en pompa en cuanto ve acercarse al jefe del partido en su parroquia. La otra es la del socialista crítico. Quiero decir el militante del PSOE que ve muy mal, muy mal, todo lo que hace y dice Zapatero, pero que sólo se lo cuenta a los íntimos y jamás se equivoca al votar lo que le conviene para llegar holgado a fin de mes. Unos y otros son artistas del trapecio, equilibristas que te hacen su numerito circense en voz baja y colocándose tres redes y un colchón para no romperse nada en las caídas.
Unos y otros, pequeños miserables, más preocupados por sus finales que por cualquiera de los principios que tanto magrean, pero sólo con la boca y en tu paciente oído.
Por eso me parecen cada vez más admirables los cuatro que por ahí quedan zumbando en libertad y sin reparar mayormente en gastos. Como Juan Manuel de Prada, de cuyo conservadurismo beato me siento tan lejano, pero que de vez en cuando atiza bien atizado a la COPE, al PP que saca con tres años de retraso y en vísperas electorales las chorradas del “artisto” extremeño de las foticos o a los obispos que van a la suya e imploran en euros. O como Rosa Díez, que no se corta por el día después.
Con el partidista de piñón fijo pasa igual. Cójalo un día en que sepa usted que no ha podido escuchar las noticias todavía e infórmelo de lo que dijeron ese día Rajoy y Zapatero, pero cambie los nombres, atribuya a cada uno lo que sostuvo el otro (que, por cierto, en los contenidos poco se notará, salvo que se hable de ETA o del 11-m). Verá cómo se indigna con lo que cree que afirmó el del PP y se embelesa con lo piensa que son exquisiteces del de León; o al revés.
El cagueta sin peso es el que tiene un discurso para los íntimos y otro para los poderosos. Se va a comer contigo, que eres su primo, su colega, su compañero o su viejo amigo, y te cuenta lo indignadísimo que está él con lo que sea: con el jefe, el partido, la política de los suyos o su matrimonio mismamente. Se recrea, te explica cómo lo arreglaría él, te insiste en que éste es un país de cabestros y delincuentes, señala las medidas mínimas imprescindibles para encauzarlo todo, la empresa, el Estado, el hogar... Cuando llega la hora del café y aparece por allí su jefe o su secretario general o su señora, nuestro hombre-caquilla se deshace en atenciones y requiebros y se vuelca en alabanzas de lo bien que marcha lo que del otro o de la otra dependa.
De estos últimos hay hoy en día dos variantes especialmente interesantes. Una, el militante o cargo del PP que te cuenta que está que trina con Rajoy por débil, con Acebes por burro y con Zaplana por corrupto, pero que nunca lo dice en público, y menos lo escribe, y que se pone en pompa en cuanto ve acercarse al jefe del partido en su parroquia. La otra es la del socialista crítico. Quiero decir el militante del PSOE que ve muy mal, muy mal, todo lo que hace y dice Zapatero, pero que sólo se lo cuenta a los íntimos y jamás se equivoca al votar lo que le conviene para llegar holgado a fin de mes. Unos y otros son artistas del trapecio, equilibristas que te hacen su numerito circense en voz baja y colocándose tres redes y un colchón para no romperse nada en las caídas.
Unos y otros, pequeños miserables, más preocupados por sus finales que por cualquiera de los principios que tanto magrean, pero sólo con la boca y en tu paciente oído.
Por eso me parecen cada vez más admirables los cuatro que por ahí quedan zumbando en libertad y sin reparar mayormente en gastos. Como Juan Manuel de Prada, de cuyo conservadurismo beato me siento tan lejano, pero que de vez en cuando atiza bien atizado a la COPE, al PP que saca con tres años de retraso y en vísperas electorales las chorradas del “artisto” extremeño de las foticos o a los obispos que van a la suya e imploran en euros. O como Rosa Díez, que no se corta por el día después.
Y todo esto era para indicar que olé el de hoy de De Prada en el mismo periódico, y el de Rosa Díez de ayer. Qué falta nos está haciendo esta gente a derecha e izquierda.
Y tampoco es para echar en saco roto la leña que Ignacio Camacho le atiza hoy mismo a Aznar, de paso que cuenta otras cosas que también son bien ciertas y preocupantes.
Un análisis muy certero y preciso. Es reconfortante ver que quedan personas, ciudadanos, que no comulgan con ruedas de molino, del molino de la derecha o del de la izquierda.
ResponderEliminarEl artículo de De Prada no he podido leerlo, debe haber un error en el enlace.
El de Ignacio Camacho si lo he leído. Si señor, caña a las derechas o a las izquierdas, según corresponda.
Ilmo sr catedrático
ResponderEliminarle diré : que yo soy yo pero no Dios, le diré que estoy aquí como que no estuviera escribiéndole a VI esdta próstata.
Respecto a lo que me dice VI de los gintonics que me sientan muy bien, quiero decirle en conciencia y sin que le parezca a VI mal, que los gintonics me sientan de maravilla, desde las diez de la noche hasta las seis de la mañana a excepción de que alguna vez que otra cambio de cubalibres y bebo ballantines con Cocacola.
Metaforicamente le diré como le pongo en las líneas de arriba, que yo soy yo, pero de todas las maneras tampoco tendría ningún inconveniente en tomarme unas docenas de cubalibres con VI para que vea VI lo bien que me sientan los gintonicis y asimismo los cubalibres de Ballantines. Si tiene VI a bien contestar a esta réplica quiero que me conteste en salir una noche a alternar conmigo en el supuesto que no tenga VI ningún problema familiar por salir hasta altas horas de la noche para tomarnos unos cubalibres y tener una buena charla amigablemente.
Sin más me despido de VI ya que estamos en Semana Santa y soy una persona muy respetuosa con estas fiestas por la muerte de Nuestro Sr Jesucristo. Hasta el domingo día de resurreccción que empezaré a tomar otra vez mis cubatas, ya que por respeto, en estos días como buen católico me vuelvo abstemio.
Sin más que decirle espero que pase VI una buena semana Santa con su señora, en lo que espero no ser muy repetitivo.
Bueno, Sr. VP, me alegro de que usted sea usted, a pesar de que me ande escribiendo próstatas. No lo tomaré como desarreglo ni como nuevo indicio de una identidad esquiva. Tampoco le voy a contestar a cambio con una hipófisis, pongamos por caso, pero sí le acepto esos cubalibres con nocturnidad en cuanto se pase la cuaresma y vuelva Vd. a ser el que es, quienquiera que sea.
ResponderEliminarSalúdeme también a su señora, si me permite la confianza.
Hay otro grupo, estimado profesor, aquel al que pertencen lo descritos en este viejo poema de Kavafis:
ResponderEliminarMURALLAS
Sin consideración, sin piedad, sin recato
grandes y altas murallas en torno mío construyeron.
Y ahora estoy aquí y me desespero.
Otra cosa no pienso: mi espíritu devora este destino;
porque afuera muchas cosas tenia yo que hacer.
Ah cuando los muros construían cómo no estuve atento.
Pero nunca escuché ruido ni rumor de constructores.
Imperceptiblemente fuera del mundo me encerraron.
Creo que éste es el artículo de De Prada:
ResponderEliminarhttp://www.abc.es/
20070331/opinion-firmas/
cancer-moral_200703310312.html