Se nos queda cara de tontos cuando les ponen bombas a los soldados españoles en Líbano o cuando lanzan un coche con piloto suicida contra turistas en Yemen. Eso a los ciudadanos, que ya no sabemos a qué carta quedarnos ni si son galgos o son podencos. Gran parte de la culpa la tienen los políticos, los del mundo y los de aquí mismo, enzarzados en estériles debates conceptuales y poseídos por el eufemismo, haciéndose cruces unas veces porque las víctimas sean españolas, con lo pacíficos y pacifistas que somos aquí, y otras veces meneando el concepto de guerra para ver si sale que lo que pasa con el terrorismo islámico es cuestión bélica, no bélica o mediopensionista. Súmese a esto la mala conciencia de este Occidente, que ha decidido echarse sobre sus espaldas los pecados del mundo mundial y que cree que los principios de libertad y democracia valen poco más o menos para aquí y son causa, al tiempo, de todas las desdichas del planeta. Para colmo, tenemos la compasión desajustada y sentimos casi la misma lástima de las víctimas que de los verdugos. Que si son pobres, que si ignorantes, que si pelean por ideales que también merecen respeto. Mentira todo. Al fanático acabamos teniéndolo por idealista, al asesino por obnubilado, a los instigadores por resistentes, al nihilista por hombre de fe. Y ya se sabe que la fe va ganando día a día a la razón por puntos, y a veces por k.o. Somos como un boxeador sonado o como masocas empedernidos, nos pierde la admiración por lo primitivo, nos seduce la elementalidad de las almas más degradadas. Y así nos va. Y lo que te rondaré, morena.
Puestas así las cosas, ya no concebimos más alternativas que las extremas. Unos, los bienpensantes, las almas cándidas imbuidas de un pseudohumanismo decadente y dimisionario, no se apean del todo el mundo es bueno y del algo habremos hecho para merecer esto. Otros, nuestros propios primitivos, hacen la guerra por su cuenta y la hacen sucia, como el amigo americano. ¿Qué nos queda?
El País dedica hoy un editorial al atentado de Yemen y concluye con un párrafo que acaba en una frase enigmática, que subrayo: “El ataque de ayer parece cambiar radicalmente el guión. En una estrategia planetaria que parece tener raíces inequívocamente comunes, aunque se manifieste en escenarios y circunstancias diferentes, el coche bomba no aguarda ya solamente a tropas no combatientes, como en Líbano, o se estaciona en calles céntricas de Londres. Espera también a inofensivos turistas que acuden a visitar en Yemen el mítico reino de Saba. Sería suicida que los países democráticos en general y España en particular no sacaran las conclusiones pertinentes”. ¿Qué habrá querido decir el editorialista de este medio tan poco dado a creer –quizá por fortuna- en el choque de las culturas y tan poco crítico con la alianza de civilizaciones?
Si se trata de interpretar esa insinuación o de proponer, modestamente, nuevas estrategias para enfrentarse al animal sanguinario poseído de sagrado celo, ahí van algunas opiniones.
En el plano interno, el de los Estados y organizaciones internacionales de esto que llamamos el Occidente liberal, parece de cajón que va haciendo falta reforzar el empeño ideológico, ratificar con mayor esmero los principios en los que supuestamente creemos. Si creemos en las libertades, si creemos en la democracia, si creemos en la justicia social y los derechos sociales, ratifiquemos todo esto con la cabeza bien alta y sin complejos y vayamos culminando tales tareas en lugar de abandonarnos a la melancolía y la duda. Respeto a todos, justicia y equidad para todos, pero manos a la obra y basta de penitencias de fariseos. No puede ser que aquí nos empeñemos, con toda razón, para conseguir la igualdad entre los sexos y que, al tiempo, transijamos con el machismo de chilaba y alfanje. Si nos preocupa que todos los ciudadanos del mundo tengan de qué comer y con qué alimentar en libertad sus espíritus, no más concesiones a las cleptocracias de jeques, ayatolás y dictadores que se escudan en la religión para hacer de su capa un sayo y para mantener a sus poblaciones en la indigencia y la más cerrada ignorancia. Al pan, pan y al vino, vino y que ni el uno ni el otro le falten a nadie que los quiera.
Aquí dentro hasta hacemos penalmente punible la negación del holocausto –asunto con el que no estoy de acuerdo, pero no es ése el tema ahora- o la incitación al odio racial, pero les reímos las gracias a gobiernos que elevan a doctrina oficial dicha negación o que ponen su principal objetivo en la eliminación completa de otro pueblo, otro Estado o la civilización occidental por entero. Aquí mantenemos a raya a la parte más retrógrada y antidemocrática de nuestro catolicismo –no todo él es retrógrado, pero una parte sí-, pero cuando el retrógrado va con turbante nos ponemos multiculturalistamente respetuosisimos. Aquí al que sueña con el retorno a teocracias y medievos lo llamamos facha y reaccionario, pero cuando otro se plantea lo mismo Corán en mano, invocamos la sacrosanta libertad de los creyentes. Cuando aquí una iglesia se rasga las vestiduras porque se admita el matrimonio homosexual o por todo lo que le parece una ola de libertinaje que nos invade, los ponemos en su sitio con cuatro frescas, invocamos la libertad de expresión y las otras y no dejamos que nos intimiden ni nos coarten, pero cuando los de Alá queman homosexuales o ahorcan actrices porno o no dejan que las señoras enseñen ni tanto así de la pantorrilla, nos da un ataque de relativismo cultural. ¿En qué quedamos? Si los principios de libertad que aquí consagran las constituciones y conquistan las sociedades día a día los estimamos buenos para nosotros, ¿a cuento de qué hemos de mostrarnos tolerantes con los que ni los quieren para los suyos ni nos los permitirían a nosotros si pudieran dominarnos?
Lo primero que hace falta es que coloquemos la religión –las religiones- en su lugar y que en ese tema dejemos de confundir el culo con las témporas. Mi condición de ateo tranquilo no me impide apreciar el componente poético, sublime, de la fe religiosa ni captar incluso los beneficios sociales que de ella pueden derivarse. Todo el respeto para cualquier confesión, por tanto, pero lo primero, el respeto para todos y cada uno de los seres humanos y para todos por igual. Y la libertad religiosa conviviendo con las otras, no suplantándolas ni arrinconándolas. Si se puede hacer caricatura de Cristo o de Buda, se puede hacer de Mahoma y no hay más tutía. Escrupuloso respeto a cada religión, pero en la medida precisa en que cada religión respete al que no cree o al que cree otra cosa. El principio de reciprocidad funcionando a pleno rendimiento. ¿Que usted considera que todos los que no comulguen con su credo son unos infieles que merecen el desprecio y hasta la muerte? Pues lo sentimos mucho, pero en ese caso aquí pierde usted, pues por encima de la fe trascendente de cada cual está la religión civil inmanente a esta sociedad, en la que se puede creer en libertad en cualquier libro sagrado y cualquier paraíso ultraterreno, con huríes o con angelitos asexuados, mas sin pisotear la vida y la libertad. Usted sálvese como quiera, coma cordero o marisco, beba güisqui o pepsi-cola, rece de cara a la Meca o peregrine a Lourdes, pero no le toque las narices al prójimo. Se acabaron las Cruzadas, las de ida y las de vuelta. Y contra el reticente, la legislación vigente. Ha costado sangre, mucha sangre, domesticar a nuestros profetas y abolir inquisiciones. Así que no vamos a volver a las andadas, ni nosotros ni nadie. Y el que no trague con estos mínimos, ya sabe donde está la puerta de salida. A predicar al desierto, que mola más y puntúa el doble.
Puestas así las cosas, ya no concebimos más alternativas que las extremas. Unos, los bienpensantes, las almas cándidas imbuidas de un pseudohumanismo decadente y dimisionario, no se apean del todo el mundo es bueno y del algo habremos hecho para merecer esto. Otros, nuestros propios primitivos, hacen la guerra por su cuenta y la hacen sucia, como el amigo americano. ¿Qué nos queda?
El País dedica hoy un editorial al atentado de Yemen y concluye con un párrafo que acaba en una frase enigmática, que subrayo: “El ataque de ayer parece cambiar radicalmente el guión. En una estrategia planetaria que parece tener raíces inequívocamente comunes, aunque se manifieste en escenarios y circunstancias diferentes, el coche bomba no aguarda ya solamente a tropas no combatientes, como en Líbano, o se estaciona en calles céntricas de Londres. Espera también a inofensivos turistas que acuden a visitar en Yemen el mítico reino de Saba. Sería suicida que los países democráticos en general y España en particular no sacaran las conclusiones pertinentes”. ¿Qué habrá querido decir el editorialista de este medio tan poco dado a creer –quizá por fortuna- en el choque de las culturas y tan poco crítico con la alianza de civilizaciones?
Si se trata de interpretar esa insinuación o de proponer, modestamente, nuevas estrategias para enfrentarse al animal sanguinario poseído de sagrado celo, ahí van algunas opiniones.
En el plano interno, el de los Estados y organizaciones internacionales de esto que llamamos el Occidente liberal, parece de cajón que va haciendo falta reforzar el empeño ideológico, ratificar con mayor esmero los principios en los que supuestamente creemos. Si creemos en las libertades, si creemos en la democracia, si creemos en la justicia social y los derechos sociales, ratifiquemos todo esto con la cabeza bien alta y sin complejos y vayamos culminando tales tareas en lugar de abandonarnos a la melancolía y la duda. Respeto a todos, justicia y equidad para todos, pero manos a la obra y basta de penitencias de fariseos. No puede ser que aquí nos empeñemos, con toda razón, para conseguir la igualdad entre los sexos y que, al tiempo, transijamos con el machismo de chilaba y alfanje. Si nos preocupa que todos los ciudadanos del mundo tengan de qué comer y con qué alimentar en libertad sus espíritus, no más concesiones a las cleptocracias de jeques, ayatolás y dictadores que se escudan en la religión para hacer de su capa un sayo y para mantener a sus poblaciones en la indigencia y la más cerrada ignorancia. Al pan, pan y al vino, vino y que ni el uno ni el otro le falten a nadie que los quiera.
Aquí dentro hasta hacemos penalmente punible la negación del holocausto –asunto con el que no estoy de acuerdo, pero no es ése el tema ahora- o la incitación al odio racial, pero les reímos las gracias a gobiernos que elevan a doctrina oficial dicha negación o que ponen su principal objetivo en la eliminación completa de otro pueblo, otro Estado o la civilización occidental por entero. Aquí mantenemos a raya a la parte más retrógrada y antidemocrática de nuestro catolicismo –no todo él es retrógrado, pero una parte sí-, pero cuando el retrógrado va con turbante nos ponemos multiculturalistamente respetuosisimos. Aquí al que sueña con el retorno a teocracias y medievos lo llamamos facha y reaccionario, pero cuando otro se plantea lo mismo Corán en mano, invocamos la sacrosanta libertad de los creyentes. Cuando aquí una iglesia se rasga las vestiduras porque se admita el matrimonio homosexual o por todo lo que le parece una ola de libertinaje que nos invade, los ponemos en su sitio con cuatro frescas, invocamos la libertad de expresión y las otras y no dejamos que nos intimiden ni nos coarten, pero cuando los de Alá queman homosexuales o ahorcan actrices porno o no dejan que las señoras enseñen ni tanto así de la pantorrilla, nos da un ataque de relativismo cultural. ¿En qué quedamos? Si los principios de libertad que aquí consagran las constituciones y conquistan las sociedades día a día los estimamos buenos para nosotros, ¿a cuento de qué hemos de mostrarnos tolerantes con los que ni los quieren para los suyos ni nos los permitirían a nosotros si pudieran dominarnos?
Lo primero que hace falta es que coloquemos la religión –las religiones- en su lugar y que en ese tema dejemos de confundir el culo con las témporas. Mi condición de ateo tranquilo no me impide apreciar el componente poético, sublime, de la fe religiosa ni captar incluso los beneficios sociales que de ella pueden derivarse. Todo el respeto para cualquier confesión, por tanto, pero lo primero, el respeto para todos y cada uno de los seres humanos y para todos por igual. Y la libertad religiosa conviviendo con las otras, no suplantándolas ni arrinconándolas. Si se puede hacer caricatura de Cristo o de Buda, se puede hacer de Mahoma y no hay más tutía. Escrupuloso respeto a cada religión, pero en la medida precisa en que cada religión respete al que no cree o al que cree otra cosa. El principio de reciprocidad funcionando a pleno rendimiento. ¿Que usted considera que todos los que no comulguen con su credo son unos infieles que merecen el desprecio y hasta la muerte? Pues lo sentimos mucho, pero en ese caso aquí pierde usted, pues por encima de la fe trascendente de cada cual está la religión civil inmanente a esta sociedad, en la que se puede creer en libertad en cualquier libro sagrado y cualquier paraíso ultraterreno, con huríes o con angelitos asexuados, mas sin pisotear la vida y la libertad. Usted sálvese como quiera, coma cordero o marisco, beba güisqui o pepsi-cola, rece de cara a la Meca o peregrine a Lourdes, pero no le toque las narices al prójimo. Se acabaron las Cruzadas, las de ida y las de vuelta. Y contra el reticente, la legislación vigente. Ha costado sangre, mucha sangre, domesticar a nuestros profetas y abolir inquisiciones. Así que no vamos a volver a las andadas, ni nosotros ni nadie. Y el que no trague con estos mínimos, ya sabe donde está la puerta de salida. A predicar al desierto, que mola más y puntúa el doble.
¿Y qué hacemos desde la política internacional con esos estados corroídos por la más salvaje irracionalidad? Entrar a tiros ni se puede ni se debe, y bien demostrado ha quedado, por si algún cafre dudaba. Mientras tengan gobiernos que aún intenten someter a la bestia, se les apoya con todos los medios legales y desde el Derecho internacional. Cuando con alguno ya no quede esperanza, se cierran las puertas y ahí os las den todas. No pasa nada porque en el mundo haya unas cuantas reservas en las que vivan juntos los que prefieren hacer el indio. Imaginemos que son gigantescos conventos de clausura. Pues clausuramos, y listo. Y no les dejamos ni viajar a Suiza a dejar sus oros negros, blancos o amarillos. Eso sí, si nos atacan aquí, nos defendemos, aunque nos cueste volver a tener ejércitos en lugar de ONGs especializadas en cruzar la calle a los ancianos. Y si algún rey o algún bufón de Corte se empeña en seguir riéndoles las gracietas a los ceporros del turbante, mandémoslo para allá a dorarse al sol de los desiertos. Para que sepa lo que cuesta un peine. Y lo que vale la libertad.
A mi me da miedo tanta insistencia con recuperar Al Andalus y plantar mezquitas por todas partes.
ResponderEliminarEl otro dia un moro joven quería que yo( que también soy joven) le " cediera" mi asiento en el metro, porque solo soy una " perra mujer".
Le dije que si no le gustaba la democracia y la igualdad entre hombres y mujeres podía irse por donde habia venido, que aquí ya hay demasiada gentuza...
Luego me bajé, y corrí como nunca al ver que me seguían, hasta que decidí coger un taxi y desaparecer.
Me temblaron las piernas durante 4 horas.
Habrá moros pafícicos y normales, claro, pero a mi me da miedo.
Olvidaba decirle que leo su blog con frecuencia y me encanta.
ResponderEliminarLe he conocido a través de Achab.
Un saludo.
Criaturilla
ResponderEliminar¿y no había por allí algún hombre en el metro para defenderla?
No me extraña, la mayoría son unos capaos.
Me solidarizo con Vd.
Si no he entendido mal, considera usted que a gente como la que agredió a Criaturilla en el metro (porque se trató de una auténtica agresión intimidatoria) hemos de ponerla de immediato en la frontera (la "puerta de salida"). Pero ni tenemos instrumentos legales para ello, ni nuestros gobernantes, hoy por hoy, tienen intención de crearlos, ni creo los agresores que se dejaran expulsar, sin más.
ResponderEliminarPor otra parte, no creo que sea posible crear "reservas" de ninguna clase. Ni pueden ponerse puertas al campo en este mundo globalizado, ni las personas que viven sometidas en esos estados fanáticos se merecen ser tratados como leprosos por culpa de sus gobernantes iluminados por el Altísimo. Además, sus activistas ya están entre nosotros. Toman clases de vuelo en EE.UU, o son médicos en el Reino Unido, o frecuentan las mezquitas de nuestras ciudades.
Dice ud. que si nos atacan nos defenderemos. ¿Cómo? ¿Acaso nos hemos defendido del ataque del 11-M? Y el del Yemen, ¿fué un ataque? Y, de ser así, ¿como nos vamos a defender? ¿Vamos a esperar a que desembarquen en Tarifa? Nunca no harán. Es una guerra, pero no se trata de ese tipo de guerra.
La verdad es que no sabemos qué hacer, porque no hemos llevado a cabo un análisis serio de la situación. Y resulta necesario acometerlo. Por desgracia, no lo harán nuestros gobernantes, ni nuestros políticos (salvo algunos intentos parciales verdaderamente minoritarios). Sería urgente, al menos, una bibliografía básica. ¿Algún contertulio o visitante se anima, y la comentamos, aunque sea muy de tarde en tarde?. Siempre que esté conforme el anfitrión, of course.
Off topic:
ResponderEliminarÑA-ÑAÑAÑÁ-ÑÁ
SE HA QUEDAO SIN CHEEEQUEEE
DE LOS DE ZETAPÉEEE
¡Por un par de semanas! (y yo por dos puñeteros meses. Cagonelestaolanasión, hombreyá...).
Antón Lagunilla:
ResponderEliminar¿Contra quién querría usted dirigir usted la acción de defensa tras el 11-M? Le agradecería concreción.
Para ilustrar la cuestión le adjunto una magnífica entrevista con uno de los máximos expertos mundiales en terrorismo, Scott Atram, de la John Jay (y de veinte sitios más, Cambridge incluido). La entrevista se la hace Eduard Punset, y contra lo que es su costumbre, hasta le deja hablar un rato, el tío.
Parte 1ª: http://www.youtube.com/watch?v=MZTS1qi8PtI
Parte 2ª: http://www.youtube.com/watch?v=_UuTBd1wxFs
Parte 3ª: http://www.youtube.com/watch?v=zzXsZNuNhcA
Parte 4ª: http://www.youtube.com/watch?v=s5bX5PSRZtc
(Lo mejor, los doblajes que se hace el propio Punset).
¿Concrequé?
ResponderEliminarEl pensamiento autoritario necesita invocar el terrorismo, el enemigo misterioso y amenazante -y cuanto menos concreto, más misterioso y menos amenazante.
Casi lo de menos es usarlo para arrancar votos en las elecciones (aunque a nadie amarga un dulce).
Lo esencial es que el miedo se vaya difundiendo. Una vez que un numero suficiente de gente tenga miedo, se echarán en los brazos confortantes de la autoridad. Aceptarán cualquier restricción a cambio de ese consuelo.
Saludos a todos,
¿Quién dijo miedo habiendo hospitales?
ResponderEliminarDe verdad, echadle un ojo a la entrevista de Atram, que vale la pena.
ResponderEliminar----------------------------
Antón Lagunilla:
Disculpe mi insistencia, pero quisiera solicitarle ayuda para la definición política de mis problemas.
A mí todas las personas que alguna vez -en mayor o menor medida- me han querido joder la vida (con alguna excepción, cuando he vivido por ahí arriba, por las alemanias y los reinosunidos geyper) eran españolas. Quisiera saber si queda liberal pedir su expulsión del territorio nacional de la nación ésta de acá. ¿Cambia la cosa si son gitanos, murcianos, homosexuales o si su progenitor B era moro?
Salaam aleikum!
Apreciado Antetodo:
ResponderEliminarNo debe ud. etiquetar mis comentarios a las opiniones de demás como si fueran mis propias opiniones, por más que éstas, necesariamente, impregnen aquellos.
Me pide concreción sobre contra quien querría yo dirigir la acción de defensa tras el 11-M. Evidentemente, contra los autores materiales e intelectuales de los asesinatos, y contra todos aquellos que los apoyan, justifican, encubren o colaboran con ellos. Como es lógico, dicha acción de defensa no ha de ser(necesariamente, y por ahora) una acción militar, sino policial, judicial, política, ideológica, educativa, cultural, etc. etc. Si lee atentamente mi comentario, verá que ironizaba contra las soluciones militaristas puras y duras.
Pero, desde luego, creo necesaria una acción de defensa, y considero un error ignorar el problema (me refiero al terrorismo islamista), o minimizarlo, o pensar que nada tiene que ver con nosotros.
Lamento que le hayan querido joder la vida algunos conciudadanos, y celebro que no lo hayan conseguido, sin duda (estoy seguro) gracias a su buen hacer defensivo y al apoyo de sus amigos, y no porque que no le tuvieran ganas. Pero su irónica referencia a que eran españoles, y a si debían ser expulsados no es digna de ud., pues implica desviar la cuestión: si esos tales hubieran puesto precio públicamente a su cabeza, y no solo pudieran cumplir su amenaza sin mayores problemas, sino que en anteriores ocasiones hubieran cumplido amenazas similares, ¿que haría? Y no me refiero únicamente a una fatwua, sino, sin ir más lejos, a una carta firmada por el hacha y la serpiente (no vale como respuesta que eso nunca va a pasarle).
Le agradezco los enlaces a la entrevista de Atram, que veré con interés en la medida de lo posible, aunque mi inglés sea muy deficiente, como ya habrá observado. E insisto: no sabemos qué hacer porque no hemos analizado seriamente la cuestión del terrorismo (o, claro está, porque pensamos que no va con nosotros, o que es un mero espantajo utilizado por los políticos para que tengamos miedo y traguemos, paradigmas intelectuales ambos propios del avestruz).
Un cordial saludo
Estimado Antetodo:
ResponderEliminarUna vez repasada la –traducida- entrevista de Punset a Scott Atran (excepto la parte 2,que no he podido visualizar en YouTube) le adelanto una breve opinión.
1. Afirma Atran que los terroristas tienen una formación, por regla general, superior a la de su clase social, y que no se mueven por dinero, sino por una causa, lo que les da un enorme poder. Nada nuevo. Lástima que no nos explique cual es esa causa tan poderosa que les mueve, limitándose a decir que no es que se sientan humillados, sino que creen que los suyos están siendo atacados, y por eso atacan a su vez, aunque, puntualiza, lo hacen sobre objetivos equivocados, personas que no tienen nada que ver (equivocados según Atran: no hay declaración alguna del entorno yihadista en la que se consideren equivocados los objetivos del 11-S, el 11-M o de cualquier otro ataque).
2. Niega Atran que el terrorismo yihadista esté organizado, y que haya conexiones entre los diferentes grupos que cometen atentados. Es un argumento que oí también a James Petras poco después del 11-S, y que siempre me ha parecido fruto de un menosprecio intelectual hacia los terroristas, a los que se considera incapaces de organizarse, coordinar su acción, definir estrategias, objetivos, etc. Pongámonos en su lugar. ¿Qué haríamos si fuéramos ellos?. ¿No intentaríamos coordinarnos, planificar, crear una organización lo más estable y eficaz posible, y lo suficientemente dispersa y flexible como para dificultar su identificación por el enemigo? Claro que lo intentaríamos. ¿Pensamos que ellos no? ¿Porqué? ¿Porque son menos inteligentes? . La soberbia del intelectual “progresista” de occidente resulta risible.
3. El análisis que hace Atran del 11-M me parece, cuanto menos, enormemente superficial. La comparación de Jamal Amidah, (a) El Chino, con un pequeño Napoleón es para troncharse. ¿Creía Atran que los traficantes de droga –con excepción, quizás, de los pequeños distribuidores finales- no son gente práctica y dispuesta, con una logística y recursos financieros detrás?. Por otra parte, si se trataba de gente insignificante e inculta, ¿cómo explicar, entonces, que pudieran organizar y llevar a cabo un atentado de las dimensiones y la complejidad del 11-M?.
4. Es cierto que una de las consecuencias del terrorismo yihadista ha sido el incremento del control policial, y no solo en occidente (véanse los casos de Indonesia, o Malasia). Deberemos ser enormemente críticos con los excesos y abusos, y con los intentos de manipulación, pero siendo también conscientes de que las sociedades abiertas son vulnerables en grado sumo. En cualquier caso, no es cierto que el terrorismo sea un mero fantasma agitado por el poder para someter a los ciudadanos utilizando su miedo. Los fantasmas no suelen cometer atentados terroristas.
5. Concluye Atran afirmando que los tipos del 11-M "no son gigantes de tres metros”, sino héroes, pero no explica para quienes lo son, además de para los niños de Tetuán, ni, sobre todo, porqué lo son. Habla de “una batalla entre los sueños y los miedos incompatibles”, pero ni dice cuales son aquellos sueños (por cierto, ¿son irracionales, como todos los sueños?), ni explica nada sobre estos miedos, lo que, como resultado de una investigación supuestamente científica, es como vender humo. Y termina con estas palabras: “para respetar a las víctimas, tenemos el deber de entender el fenómeno y abordarlo de una manera más interesante, y que pueda resolverlo, en lugar de hacerlo con bombas y retórica”. De acuerdo, intentemos entenderlo, cosa que él no consigue, en mi opinión. Y abordémoslo de una manera no más “interesante” (¿cómo puede utilizar este adjetivo? ¿será cosa de la traducción?), sino más inteligente y, sobre todo, más eficaz. Y en cuanto a las bombas y la retórica, son precisamente la quintaesencia del yihadismo ¿o no?.
En fin, si esto es lo que piensa uno de los máximos especialistas sobre el tema, aviados estamos. Por cierto, después de ver los videos, me he quedado sin saber cómo se hace un terrorista, que era lo que preguntaba insistentemente Eduardo Punset.