10 julio, 2007

Sexo(s)

Leo en el ABC (estas cosas cada vez se leen más en el ABC: en este país nada está donde se supone) que aquel ciclista famoso hasta hace pocos años, Robert Millar, ahora es una señora y se llama Philippa York. El titular tiene guasa: “El rey de la montaña es reina”. Caramba, el día menos pensado al ganador de la etapa reina del Tour lo visten de señorita Pepis para subir al podio. No ganamos para sustos.
Uno se pone a imaginarse cosas de guasa, pero verosímiles, visto lo visto, y la cabeza se le pone como una moto. Ya veo a más de un colega, hoy varón, convertido en reina de las fiestas de su pueblo, y a alguna compañera de disciplina, con mostacho indisimulado y meando de pie tras la ponencia estelar de cualquier congreso. Y no me parece mal, al contrario: puede ser la manera de que tantos y tantas dejen de tocar las narices al personal y de sublimar su interno malestar a base de conspiraciones y zancadillas a porrillo. Qué gozada. ¿De dónde vienes tan tranquilo? le preguntarían a uno al verlo regresar a su casa. De un tribunal de acreditaciones a tanto el kilo. ¿Y esa cara? Es que han estado todos los miembros (¡?) de lo más ecuánime y justo. ¿Y eso? Pues, hija, que la mayoría de los que más picias armaban contra el principio de mérito y capacidad se han cambiado de sexo, nombre y apariencia y ahora van hechos unos adalides del justo merecimiento, qué descanso. Porque con los miembros de muchos tribunales y comisiones algo hay que hacer y puede que la solución pase por el sitio más insospechado: por ahí.
Bromas aparte (ah, ¿pero eran bromas?), uno está firmemente convencido de que, a nada que la ciencia progrese un poco más, lo del sexo y sus roles no lo va a reconocer ni la madre que lo parió. Es más, para entonces la madre ya será padre. De la misma forma que nuestros abuelos no habrían dado crédito hace cincuenta años a todos estos cambios de sexo y costumbres sexuales, lo que les tocará vivir a nuestros nietos ni lo podemos sospechar nosotros.
Yo apuesto porque en un futuro no muy lejano cada persona podrá vivir alternativamente y a voluntad al modo de varón y de hembra, experimentando las correspondientes vivencias y sensaciones. Hoy fulana sale de copas como fulano y como tal trajina con una señora. Mañana esa misma persona liga en la oficina con un señor y se lo hace con él en el papel de dama juguetona. Es más, en el seno de las parejas más o menos estables los roles sexuales se alternarán. Vida, hoy tengo el día un poco machote, dirá la esposa, ¿te importa que te eche un quiqui en plan varón impulsivo? Qué casualidad, cariño, hoy me siento yo bastante femenino, así que me encantará. Y otro día al revés y al siguiente en plan homo ambos, como dos tías o dos tíos. ¿Que no me creen? Tiempo al tiempo, y a nada que lleguemos los cuarentones y cincuentones de ahora a los noventa lo veremos, aunque ya no nos toque jugar a eso. O sí, pues quién sabe qué atracciones nos esperarán en las residencias de ancianos del futuro.
Tengo la impresión de que el cambio de mentalidades ha comenzado ya más que de sobra y que sólo falta que la ciencia avance otro poco, vaya usted a saber si a base de electrodos, cirugías, apósitos sensibles o qué. Y, como casi siempre, en la vanguardia están las mujeres. En el camino hacia la asunción generalizada de la bisexualidad, ellas llevan mucho más trecho recorrido y les cuesta cada vez menos reconocer que, aun sintiéndose heterosexuales y disfrutando del ayuntamiento con varón, también les atraen las de su género. Conversación típica de matrimonio de hoy (de clase media, eso sí), mientras contemplan la porno del viernes por la noche. Ella: ¿tú que estás mirando exactamente ahora, cielo? Él: lo buenorra que está esa señora, ¿y tú? Ella: lo mismo. Pues eso.
Creo que vamos hacia el género único bipolar. Salvo que las nuevas tecnologías consigan que uno pueda hacérselo consigo mismo sintiendo como si fuera dos, en cuyo caso sí que va a ser la risa. Supongo que esta última solución será la que más agradará a los obispos.
En todo lo que he escrito en los párrafos anteriores creo que no he hecho ni un juicio de valor, trato únicamente de jugar a adivinar el futuro. Sólo ahora me pronuncio, en el habitual tono liberalote: todo lo que aumente nuestro disfrute sin forzar a nadie a nada, es bueno. Y el vicio peor es la represión forzada. Que cada palo aguante su vela; y las velas al viento.

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