22 agosto, 2007

Debate interesante y respuesta a un amigo.

Miren por donde, el post de hace unos días a propósito de la calaña de un etarra que echó a correr y dejó a un niño perdido en el monte ha provocado un bonito debate entre unos cuantos amigos de este blog. Como creo que los comentarios de todos son sumamente interesantes y aleccionadores, me permito remitir de nuevo al lector a ellos, recojo aquí, en primera plana, la muy ponderada aportación última de "un amigo" y añado después un nuevo comentario de mi cosecha.
Esto nos dice últimamente "un amigo":
Estimados contertulios,
Me explicaré un poco, aunque no sé, veo indicios de que las pasiones se hayan apoderado de algunos comentarios. Pero por escrúpulo.
1) Sobre el fondo de mi comentario inicial. Reitero que no he equiparado a nadie con nadie; simplemente he señalado algunos datos objetivos que, a mi juicio, indican que el problema de la siniestralidad vial es demostrablemente mucho más grave para la sociedad española que el de la violencia criminal de ETA.
2) Sobre mis intenciones comunicativas, seguramente fallidas. Había por supuesto intenciones en mi observación; la más evidente era la de suscitar la reflexión sobre el hecho de que en este país se ganan o se pierden elecciones hablando de ETA, y que en cambio se considera un ¿éxito suficiente? -con la oposición de muchos- unas medidas que a lo mejor han ahorrado un 10% de muertos en carretera, permaneciendo de cualquier manera cifras absolutas que serían de vértigo en cualquier otro ámbito. No sólo eso, sino que un ex-presidente del gobierno se ha permitido eructar en público su desvergonzado apoyo al consumo de alcohol por parte de los conductores.
3) Sobre mi uso (errado) de términos coloquiales. Usé el término "hijueputas", sobre cuyo empleo "en serio" me he expresado críticamente más de una vez en estas páginas, de manera coloquial, y tomando pie del uso que se hacía en la entrada original en la bitácora. En (10) propongo un método para reparar mi desatino, que espero encuentre el favor de todos.
4) Sobre el significado real al que aludía con tales términos. Cuando coloquialmente hablo de nuestra hijueputez, característica evidentemente no medible, me estoy refiriendo a lo medible que hay debajo. A la alucinante estela de cadáveres, tetra- y parapléjicos, mutilados y lisiados varios que estamos dejando detrás de nosotros, año tras año, el colectivo de conductores españoles. Permítanme ver por consiguiente en las reacciones a la tal "hijueputez" un rechazo y una incomodidad enormes ante la idea de hablar de esta estela. Diré que no me ha sorprendido. Se vive probablemente mejor con la cabeza bajo la arena -hasta que alguien se salte el stop adonde nuestro vehículo está llegando incauto, claro está-.
5) Sobre mi condición personal. Soy yo también conductor español, aunque eso probablemente no calmará a quien se sienta ofendido por lo que prediqué con ligereza del colectivo. Pido perdón desde ya, y vuelvo a remitir a (10) para la solución concreta.
6) Sobre la "T-palabra". Ni la he usado para hablar del problema, ni la pienso usar, y aunque parezca mentira, no fue por un despiste, ni por timidez. Encuentro la última intervención de ATPDT, en el fondo, apropiada, porque viene a recordar lo mismo que ya considero, es decir que la pobre está casi vacía de significado desde hace tiempo.
7) Sobre algunos hechos técnicos. Enfatizar en la discusión las carreteras inadecuadas y las señales mal puestas me parece una aburrida figura de lenguaje, que a mi juicio persigue sólo un fin: desplazar la responsabilidad a otros. Pasar la patata caliente, vamos. La responsabilidad del conductor es llevar su vehículo a la velocidad adecuada a la carretera y a las condiciones de la misma, e interpretar prudentemente las señales, incluyendo en esa prudencia la posibilidad de que las señales estén equivocadas. Persiste una interpretación contractualística (que considero inane, o criminal, según lo que ocurra como consecuencia de ella) de las señales de tráfico, según la cual un signo de "prohibido circular a más de 80" se considera como compromiso vinculante de la Administración de Obras Públicas con la sociedad, garantizando el derecho de circular en ese punto a 80,0 kms/hora, y atribuyendo a la Administración cualquier desgracia que de ello derive. Cuando lo que dice realmente la señal es, "conduce como mucho a 80", expresión donde permanece intacta en cualquier circunstancia la responsabilidad que implica la palabra "conduce" -que es independiente de la velocidad, pues deriva de la acción de ponerse al volante, encender el motor y poner el vehículo en movimiento-.
Arreglar las carreteras y mejorar las señales es una ayuda a la responsabilidad del conductor, no un sustituto de la misma. Los criminalmente irresponsables sobre "buenas" carreteras con señales "correctas" seguirán siendo criminalmente irresponsables.
8) Sobre otros hechos técnicos, demasiado técnicos. La energía cinética de una masa en movimiento es proporcional al cuadrado de su velocidad. Los daños que recibe un cuerpo humano de un impacto son aproximadamente proporcionales, a igualdad de otras circunstancias, del cuadrado de la energía absorbida. De donde se sigue, como regla de andar por casa, que los daños recibidos por peatones y ocupantes de vehículos en accidentes de tráfico son más o menos proporcionales a la cuarta potencia de la velocidad. En un impacto a 80 km/h a hay un potencia de daño 16 veces mayor que en un impacto a 40 km/h. La responsabilidad de ese agravamiento del 1500% (en absoluto, de 15 veces, 16-1) reside íntegra en la persona que, libremente, había decidido aumentar la velocidad. [Nota supracultural: estos datos técnicos siguen siendo ciertos expresados en alemán, o en swahili].Para los peatones se conocen bastante bien las probabilidades de supervivencia en un atropello. Más allá de 30-35 km/h de velocidad, en el momento de impacto, comienzan a ser dolorosamente bajas. Por eso hay limitación de 50 km/h en los cascos urbanos, considerando (arriesgadamente) que en la mayor parte de los atropellos se suele reducir algo la velocidad de impacto, relativamente a la de circulación, gracias a un inicio de frenada.
9) Sobre casualidad y causalidad. La interpretación de los accidentes como hechos "casuales" es manifiestamente acientífica. La influencia de lo casual es ya baja para el accidente aislado -prueba palmaria de ello es que hay, o debería haber, una detallada investigación forense sobre cada accidente de tráfico-. Cuando se contempla el sistema, y se evalúa el impacto conjunto de las decenas y decenas de miles de accidentes graves de un año, con sus miles y miles de muertos, argumentar que ello se deba a la mala pata da las espaldas -obcecadamente- a la realidad. De esos números, y de todos los análisis científicos y judiciales que llevan años haciéndose, y que son archiconocidos, emerge un sistema de causas bien definido. Prepondera entre ellas, con mucho, la responsabilidad de los conductores.
10) Sobre las excusas que debo a todos los ofendidos, y el método de reparación que propongo. Cerrando el círculo de los adjetivos que mal usé. Pido perdón, los retiro, y voy a sustituirlos por los que ustedes exijan. Les pido sólo equidad y ponderación, y la garantía –me basta su palabra, faltaría más– de que habrán hecho el mejor esfuerzo por encontrar un adjetivo que describa adecuadamente los hechos que todos conocemos. Cuando tenemos un sistema que produce 3.000 muertos al año, amén de otros horrores innumerables, y donde sobresale la clara responsabilidad de un colectivo que, nos pese o no, es definible como el de los "conductores españoles" (si queremos ser más precisos, el de los conductores activos en España, mayoritariamente españoles), ¿qué adjetivo piensan ustedes aplicable, estimada Ariadna y estimados contertulios, para describir la responsabilidad ética de nuestro colectivo?
¿Nos autodenominamos "malandrines"? ¿"Pillines"? ¿"Traviesones"? ¿"Descocados"? ¿Nos tiramos de las orejitas, o nos privamos del postre esta noche?
Elija Vd., estimada; me apremiaré en ese momento a retirar públicamente lo de la "hijueputez", cubriéndome la cabeza de cenizas, y presentando mis más sentidas excusas a todos los ofendidos. Y reescribiré mi imprudente primera entrada de esta serie de comentarios con el término correcto de "malandrinez", o el que usted me señale.Cordiales saludos a todos.
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Mi comentario al hilo de éste y de los anteriores.
Muy estimado “Un amigo”:
Este último comentario suyo me parece absolutamente reconfortante y magnífico, y no hay en estas palabras ni la menor ironía. Gracias. Le haré algunas consideraciones rápidas, pues en este momento no me alcanza el tiempo para más y no quiero dejar pasar la ocasión.
Este tipo de comunicación cibernética que nos traemos se presta a malentendidos y equívocos abundantes. Confieso que yo mismo me he perdido en muchas de las amables obervaciones que unos y otros han venido haciendo a propósito de este post. Ni yo mismo debí de expresarme con una mínima claridad en mi comentario anterior. Tengo para mí que esta perplejidad de que no se nos interprete como quisiéramos la comparten y también usted –ya lo ha dicho-, ATCM o Ariadna.
Ahí van unas pocas ideas sueltas:
- Hace lo menos un año yo mismo escribí por aquí, creo, que la sociedad tiene problemas mucho más graves que el del terrorismo, problemas mensurables en muertes y dramas. Mencionaba precisamente los muertos en accidentes de tráfico y lo hacía con la intención de mostrar que el empeño de políticos y medios de comunicación para que consideremos el terrorismo la más grave de las lacras que padecemos tiene propósitos más manipuladores que otra cosa y se trata de jugar con las pasiones y los impulsos más primarios de los ciudadanos. No me atribuyo la paternidad de la idea, ni pretendo jugar al yo lo vi primero, sino expresar mi acuerdo de fondo con usted.
- Es verdad que yo mismo entro al trapo de lo del terrorismo muy a menudo. Me solivianto a veces cuando creo que veo trazas de razonamiento del siguiente tipo. Uno dice: los X son malos. Y otro responde: peor son los Y. Y tal respuesta puede darse con dos propósitos. Uno, afirmar que efectivamente los Y son aún más malos que los X, sin negar lo malos que éstos son; otro, diluir la maldad de los X mediante la mención de la de los Y o pedir que el mismo tratamiento que tienen o se demanda para los X se aplique también a los Y.
En esta comparación que nos ha salido estos días aquí entre terroristas de ETA y conductores que causan muertes, podemos poner el énfasis en el elemento subjetivo o en la índole objetiva del problema. En términos objetivos, me parece absolutamente cierto que es más grave el asunto de los muertos de la carretera, pues son muchas más las víctimas, muchísimas más, como bien ha señalado usted. De ahí que los políticos, que deben preocuparse ante todo de solucionar problemas objetivos de la sociedad, debieran ocuparse mucho más y más en serio de los accidentes de tráfico y no limitarse a medidas más o menos aparentes, legislación para la galería y campañas de publicidad dudosamente efectivas. Nos tienen pendientes del “coco” del terrorismo mientras seguimos matando y matándonos con los coches y las motos. Creo que en esto estaremos bien de acuerdo. Otro frecuentador de este blog mencionaba hace días a los muertos en el andamio, que también son bastantes más que los del terrorismo.
En cambio, si atendemos al elemento subjetivo, también acordaremos que la maldad o perversidad del terrorista que coloca una bomba o da un tiro en la nuca es de tal grado, que justifica la indignación, el más puro asco hacia su persona y sus móviles, llámense éstos autodeterminación de un pueblo o guerra santa. Hay mucho conductor irresponsable, loco y hasta “hijoeputa” (no nos asustemos de las palabras y sigamos hablando como solemos), pero es difícil imaginar un conductor que cause muertes con una deliberación tan fría, una demencia y una saña como la que a menudo los terroristas demuestran. Esto último es lo que hace que la indignación con la persona del terrorista sea mayor que la que aplicamos al que con su coche siega vidas, y por eso algunos pensamos que, aunque sea pertinente tildar de “hijoeputas” a unos y a otros, los unos lo son AÚN MÁS claramente que los otros. ¿Y el que ordena bombardear ciudades y masacrar a la población civil en Iraq o en cualquier otro lugar? Pues también y seguramente no menos que esos terroristas. El que quiera, que sustituya "hijoeputas" por "malandrines", "malones" o lo que su exquisita sensibilidad le permita.
Si nos fijamos en esas actitudes, en tales designios abiertamente asesinos, me parece que está justificado que la indignación MORAL que provocan los crímenes terroristas sea AÚN mayor que las que nos despiertan los conductores homicidas. Pero al decir moral nos estamos refiriendo al aprecio o desprecio que nos merecen las personas por sus actitudes y por las acciones consiguientes. Supongo que ese trasfondo de juicio moral sobre intenciones y actitudes es lo que explica, por ejemplo, que el delito doloso tenga mayor castigo que el culposo, pero que me corrijan los buenos amigos penalistas si estoy equivocado en esto.
Ahora bien, creo que los muy doctos penalistas también proclamarán de inmediato que la inmoralidad de una conducta no tiene que dar la pauta, o la pauta principal, a la hora de que el Derecho tipifique delitos y aplique penas. De ahí que alguien –yo mismo- pueda admitir sin problema que a todo asesino se lo trate por igual, sin necesidad de agravar las penas cuando ese asesino es tan indecente como un terrorista. Estamos moralizando en exceso el Derecho y, en particular, el Derecho penal, y eso, creo, es lo propio de sociedades crecientemente autoritarias.
Más aún, estoy perfectamente de acuerdo con tres cosas. Una, que el terrorismo no puede ser la excusa para que se conviertan en delito conductas que seguramente no deberían serlo, por mucho que sus autores nos susciten a muchos un juicio personal muy negativo. Me refiero a la exaltación del terrorismo y otros delitos de opinión similares. Otra, que no parece de recibo que se amplíe a lo loco la lista de acciones terroristas, hasta el punto de que parezca que todo el que no es un probo ciudadano de orden, obediente y sumiso, es un terrorista y debe ser castigado como tal. En esto creo que estoy de acuerdo con ATMC, si he entendido bien su irónico comentario. Ariadna (que sospecho que también ha sido mal interpretada aquí) nos daba ayer un magnífico ejemplo de esa desmesura de tratar como terrorista al que usa no sé qué palabra o simpatiza con este o aquel movimiento de protesta. Me refiero a lo que está ocurriendo en Alemania con Andrej Hola, profesor de Sociología. Y la tercera cosa es que no me parece mal que se aumenten los controles y los castigos para los conductores que proceden del modo que usted bien describe, con las consecuencias por usted señaladas y de todos conocidas. Dicho todo esto, si dejamos de hablar de lo que el Derecho hace o debería hacer, yo sigo pensando que difícil será encontrar hijoeputas más hijoeputas que los terroristas propiamente dichos. Como le digo una cosa, le digo la otra.
- Es muy común que nos enzarcemos en debates del tipo “o esto o lo otro”, cuando probablemente todos queremos decir (o deberíamos querer decir) “tanto esto como lo otro” o “tanto esto como lo otro, pero más de esto o de lo otro”. Me explico. El gran número de muertos que provoca el tráfico tiene dos causas, por lo menos: las actitudes y torpezas de los conductores y factores “objetivos” como el mal estado de algunas carreteras, deficiente señalización, escaso o mal orientado control del tráfico, etc. ¿Qué lo primero influye o determina más que lo segundo? Seguramente, pero no lo excluye, y los accidentes serán menos si se hace la política adecuada en los dos campos, en la proporción que corresponda. Usted ponía más hincapié en los conductores, Ariadna en las carreteras. Pero sospecho que el desacuerdo entre ustedes no será muy profundo, aunque tal vez discrepen algo en las proporciones.

8 comentarios:

  1. Meto el cuezo.

    El veto dialéctico a los juicios de intenciones en el debate no juega en la retórica. Ahí sí que tienen una gran relevancia, sin lugar a dudas, intenciones no explícitas, discordantes de la literalidad del mensaje, pero que insinúan lo no dicho.

    Quizá sea por hablar de tráfico vial, pero no puedo sino ver una "pasada de frenada" en la relación entre las intervenciones de UnAmigo y sus intenciones finalmente explicitadas (inicialmente insinuadas). Si se trata de denunciar la hiperbólica e hipócrita invocación a ETA por parte de AP y el olvido de la tragedia vial, equiparar la "hijoputez" o "malandrinez" de unos y otros es tan disparatado que sólo puede interpretarse como una sátira, como una farsa con intención crítica.

    Siendo así, fetén. Pero si se trata de sostenerlla, 'ta la cosa jodía. Primero, porque la razón que intenta usted establecer la hace entre "terroristas" y "conductores homicidas imprudentes". Y el terrorismo no es "producción de muertes". El terrorismo etarra, evidente problema de las últimas décadas en España, no lo es en virtud de su capacidad mortífera (cuántas cosas matan más: los accidentes laborales, los de tráfico, el tabaco, las chuletillas de cordero...), sino por otra cosa. Por ser propaganda fáctica coactiva, uso del terror como medio de forzar decisiones colectivas. Si una comunidad sufre una nueva muerte accidental, tiene un problema. Si sufre un nuevo atentado terrorista mortal, tiene dos. Uno, la muerte y su causa. Dos, la cadena comunicativa de terror que supone la propaganda por el hecho. En ella, cada nuevo atentado supone el perfeccionamiento de una amenaza pretérita y la renovación de esa amenaza hacia el futuro. El terrorismo es a veces muerte pero, siempre y sobre todo, es intimidación para forzar decisiones colectivas (cuestiones de legitimidad aparte).

    El cambio de hijoputez a malandrinez no resulta muy útil. De hijo[e]puta tenemos más pautas interpretativas. Parece que la diferencia es gradual (sobre todo, por las propuestas alternativas que formula usted). Como apunta GA, se trata de un juicio normativo. Y no conozco muchos cánones normativos modernos (arcaicos, alguno) que equiparen el delito cometido adrede y el cometido sin querer. Todo ello, sin mencionar el gastadísimo y ya casi vacío término "terrorismo".

    Si un terrorista mata a otro concejal; luego yo le pego un tiro en la sien al pesadísimo alumno del móvil con la batería baja, a continuación un trabajador deja caer la carga sobre otro matándolo y finalmente un rayo mata a una señora en un cámping, desde una perspectiva estrictamente biológica los cuatro hechos son parangonables. Desde una perspectiva axiológica (para los "axis" normativos más usuales, marcianadas aparte), los cuatro hechos son de relevancia absolutamente distinta. Incluso los dos dolosos: en mi alumnicidio, sólo un asesinato. En el concejalicidio, además, cumplimiento y -por ello- perpetuación de la amenaza.

    Con otras palabras: sólo es más grave el problema vial que el terrorismo desde la perspectiva de la salud pública. No le quito importancia; pero a la salud pública (a la de verdad) se la bufan por tiempos la hijoputez y la malandrinez. Si llega usted a hospital con un tiro en el pie y se lo ha dado un fulano, el problema de salud es el mismo que si se lo ha dado usted solito por torpe. La hijoputez, que juega en la liga normativa, creo que se maneja con una varita distinta.

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  2. Leo rápidamente y, por tanto, quizá escriba algo incorrecto: no creo que exista "la responsabilidad ética del colectivo conductores", así que no sé qué nombre darle como alternativa a la propuesta hijoputez.
    No me tomé a mal lo de la hijoputez, estimado un amigo. Ni tampoco su comentario, faltaría más. Pero todos tenemos nuestras chinitas en el zapato, y yo, esta temporada, estoy harta de que el Estado y las campañas publicitarias me 'culpen' -en tanto destinataria de la información- de la mitad de los males del mundo: cuando arde Canarias no es culpa mía (por mucho que el ministro del gremio salga diciendo que todos somos responsables) y, en la medida en que yo, cuando conduzco, soy sumamente responsable y respetuosa con las señales de tráfico, con la velocidad y hasta con los torpes que voy encontrando por el camino, tampoco soy culpable de los muertos en carretera. Lo mismo pueden decir la mayor parte de los que conozco.
    Si se trataba de llamar la atención sobre el número de muertos por accidentes de tráfico, no ha resultado afortunado -para mí- sacarlo a colación equiparando a conductores con etarras -que es lo que un amigo ha hecho-. Semejante equiparación enturbia la discusión y, a mi personalmente, me cabrea -aunque no esté hecha con mala intención-.
    A mi las responsabilidades colectivas no me gustan: terminan diluídas y, o no paga nadie, o paga el pringao de turno, que suele ser el menos responsable.
    Un afectuoso saludo a todos,
    A.

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  3. Ante
    i) Una de perspectiva biológica y farsa con intención crítica.- para Vd, penalista y tal, es distinta la hijoputez, para la tía Antonia igual de hijoputa es el que mata a su hijo de un tiro por la espalda en nombre del "pueblo" vasco que el que atropella a su hijo en un paso cebra. E intente Vd "sostenerlla" en un poblao marginal con mayoría gitana si "un conductor homicida imprudente (sin querer)" mata a una niña/o, como que "ta la cosa jodía". Aunque de eso vive la abogacía de que la tía Antonia y los calés de turno no vean la diferencia de vara.
    ii) Una de in memoriam de otro biologicidio a lo Xirinacs .- ETA no tortura y la policía sí (con excepciones), esto lo han dicho relatores de la ONU (y yo también). Entonces si equiparamos ambas muertes (la de la víctima del hijo puta etarra y la de la víctima de la perrancana policía)¿hasta qué punto podríamos "sostenerlla" si afirmáramos que el GALSOE fue intimidación para forzar decisiones colectivas?
    iii) Maquiavelo.- La equiparación de un amigo (entre conductores y etarras), por mucho que le moleste a Ariadna, nos hace tomar conciencia de un problema de salud pública, que al igual que el de la muerte de trabajadores/as asquea tanto como la muerte de un ser humano a manos de un terrorista. La comparación puede que no sea acertada pero se ha conseguido que penetremos en el problema y reconozcamos que ya está bien de conductores imprudentes y empresarios imprudentes e Inspecciones de Trabajo a posteriori. Hoy mismo en la obra de ampliación de juzgados de León, a la orilla del river, estaban los currantes (eran los encofradores) como sin medidas de seguridad, con dos cojones sin arneses otros por debajo de la grúa con más cojones que los anteriores. Eso sí, si me toca defender al empresario habría que utilizar la vara de medir normativa, faltaría más.

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  4. Creo que se han perdido Vds. El problema del terrorismo no se mide tanto en número de muertos como en ausencia de libertades. En el País Vasco no hay elecciones libres.

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  5. Estimado Juan Antonio, estimados todos,

    Interesante y aleccionador sí que ha salido este intercambio, ¡vaya si lo ha sido! Doblemente. Aparte del fondo tratado, lo considero un verdadero experimento de comunicación. Concuerdo con Vd. en que la limitada anchura de banda de los comentarios en la bitácora, más la prisa, pueden inducir malentendidos. Pero sigo pensando que la cuestión va más allá de los malentendidos materiales, y apunta a la preexistencia de esquemas mentales de los que ninguno nos deseamos apear, y que hacen, literalmente, que leamos algo totalmente diferente de lo escrito.

    Porque en el otro plato de la balanza hay que registrar características positivas de una situación comunicativa que, en teoría, deberían pesar mucho más que la estrechez de banda (impuesta por el medio) o la prisa (escogida por cada uno). Una, que los intercambios son por escrito, lo cual indudablemente ayuda mucho. La segunda, que el conjunto de personas que aquí están discutiendo, entre las que va habiendo una cierta familiaridad respetuosa, tienen una sólida formación humana e intelectual, y apuestan decididamente por la escucha y la comunicación. Lo digo de forma puramente antropográfica y sin pasar la mano por el lomo a ninguno. Como tercera y final, añadiré que muchos de ustedes tienen, en lo específico, una formación jurídica, por lo que estamos hablando, en cierto modo, de profesionales de la palabra propia y de la evaluación de palabras ajenas.

    El potencial para establecer una buena comunicación, por consiguiente, debería ser alto. Pues bien, voy a argumentar que la realidad de esta comunicación ha sido turbulenta, a momentos desastrosa. Metodológicamente, me voy a valer de citas específicas extraídas de lo que aquí se ha escrito, con la doble premisa de que 1) ni en ello hay el menor asomo de queja personal por haber sido objeto de lectura sesgada (produje la situación a sabiendas, y discúlpenme si con eso elevé algún pulso o alguna tensión arterial), y 2) ni en ello hay ninguna condena o denuncia dirigida a las personas que escribieron dichos comentarios; todo lo contrario, agradecimiento sincero por haber participado.

    Para el análisis comunicativo, permítanme la inmodestia de copiar y pegar aquí el núcleo de mi intervención inicial.

    "La verdad, si yo tuviera una varita mágica con la que pudiera, de un golpe, hacer a los conductores españoles la mitad de hijueputas, y a ETA lo doble, daba el varitazo sin pensarlo medio segundo."

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    ¿Qué estructura tiene esta proposición? Distingo dos partes, una propedéutica a la argumentación sucesiva y otra propiamente argumentativa:

    La parte propedéutica, relativamente neutra, sigue este esquema:
    i) Hay una propuesta de discutir sobre la característica H ("hijueputez") de un colectivo. No del todo impertinente, en el sentido de Gryce, ya que era uno de los argumentos centrales de la entrada original de la bitácora.
    ii) Hay una suposición libre de que esa característica H puede ser medible en un primer colectivo E ("etarras"), igualmente pertinente a la discusión, y que adopte un hipotético valor HE, que no se menciona.
    iii) Hay una suposición libre de que esa misma característica H pueda ser medible en otro colectivo C ("conductores") –introducido éste en escena por el autor del comentario–, y que adopte un hipotético valor HC, que tampoco se menciona.

    (Nota: este segundo colectivo introduce tres pequeñas complicaciones en la discusión. Dos objetivas: es mucho más numeroso que el anterior, y mucho más heterogéneo en sus comportamientos. Otra subjetiva: lejos de sernos personalmente extraño como el anterior, muchos de nosotros somos miembros del mismo).

    La parte argumentativa es fácticamente muy simple (y emotivamente bastante compleja, reconozco). Su esquema es:
    iv) Advierte que la argumentación se sitúa en el terreno de lo totalmente subjetivo ("yo") e hipotético ("si tuviera una varita mágica"),
    v) Argumenta que, desde esos puntos de vista, sería deseable una situación donde HC se redujese a un valor (HC)/2 mitad del actual, y donde al mismo tiempo HE ascendiese hasta un valor 2(HE) doble del actual.

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    A partir de este esquema, los lectores deben desarrollar una serie de inferencias para completar la interpretación. Se me ocurre que las siguientes son más o menos imprescindibles:
    a) quizás la más importante, deben evaluar la intención comunicativa del autor. En nuestra tradición cultural, las argumentaciones claramente situadas en el terreno subjetivo-hipotético ("Érase una vez …", "Salió el sembrador a sembrar su semilla …"; "¡Tripulación del Enterprise! …", etc.) suelen encontrar una escucha interpretativa, más del tipo "¿qué querrá decir?" que no "¿qué está diciendo nominalmente?". Pista adicional valiosa: ¿cuán elevado es el contenido nominal aportado en la argumentación? Cuanto más vago sea el contenido, dice el buen sentido, más probabilidades hay de que la intención del mensaje no sea su mera interpretación nominal.
    b) deben identificar el campo donde se propone la discusión. ¿Del derecho penal? ¿De la salud pública? ¿De la política? ¿De la cocina de autor? ¿De la mecánica recreativa? ¿Del balonvolea? Concretamente, ¿dónde se puede inferir que el autor considere deseable la situación prospectada en el argumento (v)? Pista valiosa: tanto el colectivo E como el colectivo C deben ser pertinentes dentro del campo que se escoja; si no, no hay interpretación posible.
    c) deben evaluar el mecanismo central propuesto: la característica H. ¿Se emplea normalmente en las discusiones que tienen lugar en el campo inferido en (b)? Si sí, habrá que identificar un modelo interpretativo, bien porque lo mencione el autor, bien por que esté comúnmente aceptado. Si no, habrá que preguntarse a qué puede aludir la tal H.
    Pista: ¿en qué medida conecta esa característica H a los colectivos E y C aludidos con el campo identificado?
    d) deben analizar el argumento, y clasificarlo tipológicamente. ¿En qué tipo de relación pone los colectivos de cuyas características postula una variación deseable? ¿Contraste? ¿Comparación? ¿Paralelo? …
    e) cumplidas las etapas anteriores, estarán en situación de expresar una adhesión o un rechazo al argumento, con los matices que se quieran poner. Aunque no es formalmente necesario que esta posición del lector esté a su vez argumentada (alguien podría decir, justamente, que la argumentación inicial es muy escueta, y quien tanto da, tanto recibe), sí que es deseable. Ello requiere alguna inferencia adicional sobre el contexto. ¿Estamos en el debate sobre el estado de la nación, bajo las cámaras de televisión? ¿Estamos en la turbulenta bitácora sobre sadomasoquismo de un funambulista extremeño? ¿En un bar del casco viejo de Donostia? ¿En una grada de estadio en Sevilla?
    f) Si se piensa redactar un mensaje de respuesta, también será precisa una elección de tono; amén del contexto, la convención cultural imperante es que, sin ser ello absoluto, el tono de la primera intervención suela servir como pauta inicial para las sucesivas. ¿Es irónico? ¿Es agresivo? ¿Es dialogante? ¿Es despectivo? … Más inferencias adicionales …

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    No hay una solución "única", ni "buena", para este recorrido; simplemente hay unas más plausibles y otras menos. Lo que intentaba sugerir en el comentario que Juan Antonio tuvo la amabilidad de elevar al cuerpo principal de la bitácora llevaba implícitas unas inferencias que considero más probables. Las explicito ahora:
    a) Parece probable que el comentario desee apuntar a otras dimensiones, no sólo a la de su contenido nominal, ya que el mismo es vago (la "hijueputez" es una característica genérica, de la que no se afirman valores concretos, sino solamente se hipotetizan variaciones internas a colectivos).
    b) Un campo probable parece ser el análisis social y político (quizás el más restringido pensable donde E y C son simultáneamente actores significativos).
    c) No parece probable que se postule un mecanismo interpretativo directo de la característica H, entre otras cosas porque ni el autor afirma que sea operativamente medible, ni se conocen en general métodos para hacerlo. Probablemente podría limitarse a aludir metafóricamente a una combinación de resultados producidos por las conductas de los colectivos E y C, e intenciones que animan las mismas. La inferencia 'metafórica' es inevitable, ya que no se conocen modelos de ningún tipo que relacionen H ni con resultados, ni con intenciones.
    d) Parece razonable inferir que el autor deplora la situación actual, tanto en lo que concierne a E como en lo que concierne a C, puesto que una rápida evaluación aritmética de su hipótesis llevaría a "resultados" sensiblemente menos crueles y sangrientos (1.512 muertos hipotéticos, para 2006, contra 3.017 muertos efectivos). Habría que inferir lo que piensa el autor en el plano "intenciones", por desgracia menos medible. De cualquier manera, no parece que proponga ninguna relación directa entre E y C, puesto que ni establece vínculo conceptual alguno entre ambos (salvo la presencia común en el argumento), ni establece ninguna relación cuantitativa entre las (indefinidas características) HE y HC de ambos. Tipológicamente hablando, parece probable que se usen figuras de "contraste" (se habla de bajar/subir") así como de "comparación" interna a los colectivos (las únicas imágenes cuantitativas que se ofrecen son estrictamente internas a los mismos).
    e) Se impone claramente la lectura de que estamos en la calma y civilizada bitácora político-jurídico-social de un catedrático asturiano. La inferencia probable es que las posiciones argumentadas serán mejor acogidas por los tertulianos.
    f) Aunque es innegablemente contracorriente, el mensaje inicial no parece agresivo.

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    Paso revista a algunos comentarios recibidos, poniéndolos en relación con esas inferencias más probables, y señalando los tiempos en los que se han producido, respecto al mensaje inicial.

    1) [+4 min] "¿los conductores son más hijoputas que los de ETA? " El tertuliano parece haber leído que el autor afirme que HC>HE, y que su mecanismo argumentativo principal sea la "comparación entre categorías".
    2) [+4 min] " (Nunca se me había ocurrido que lo de ETA sean accidentes) ". El tertuliano parece inferir que el campo de discusión es el de la siniestralidad genérica, y/o que el autor niegue agencia moral al colectivo E, y banalice el resultado de sus acciones.
    3) [+46 horas] "y en vez de pedirle la paz mundial". El tertuliano reconoce el posicionamiento subjetivo-hipotético, por un lado, pero parece inferir (con levísimo, apenas perceptible, matiz irónico) que aún así es posible una interpretación del contenido nominal del mensaje (pues propone otro contenido nominal "más válido").
    4) [+71,7 horas] "ya no es describir nada". El tertuliano infiere que en el mensaje inicial sólo existe contenido nominal, y que su valor es nulo, en un campo nulo; que la característica H carece de valor alusivo alguno; y que no existan argumentos.
    5) [+72,3 horas] "Equiparar a los conductores desaprensivos con los terroristas". El tertuliano infiere que la figura principal empleada por el autor sea la "equiparación" (acción de 'considerar a alguien o algo igual o equivalente a otra persona o cosa').
    6) [+72,3 horas] "o extender la consideración de terrorista a formas de delincuencia común, o incluso, de comportamientos inmorales". El tertuliano infiere que el autor, refiriéndose a los colectivos C y E, deseaba apuntar a dos colectivos adicionales D e I (que incluyen a la totalidad de E y a una cierta parte de C). En realidad, el tertuliano infiere que posibles campos de discusión sean el general de la delincuencia, o el de la moralidad pública.
    7) [+72,3 horas] "o diluir la propia categoría de terrorismo a efectos de su tratamiento penal". El tertuliano infiere que el autor, al proponer un campo de discusión que englobe a E y C, está negando la responsabilidad penal de E.
    8) [+84,0 horas] "ha fallecido de una sobredosis de Biodramina". Intensificando apenas una sombra la homeópatica dilución de ironía de su mensaje precedente, el tertuliano infiere que el desarrollo de la discusión está haciendo "perder intencionadamente el tiempo en rodeos o dilaciones que retrasen u obstaculicen la resolución de un problema".
    9) [+94 horas] "y otro responda que más hijoputas son los conductores españoles". Como en (1), el tertuliano parece haber leído que el autor afirme que HC>HE, y que su mecanismo argumentativo principal sea la "comparación entre categorías".
    10) [+99 horas] "¿Conductora española? ¡¡¡Terrorista vial!!! ". El tertuliano infiere que la figura de equiparación introducida en (5) pueda ser aprovechable para sus propios propósitos comunicativos; le concede relevancia al menos argumentativa aunque, siempre debido a la gradación extremadamente tenue de su paleta de ironías, quizás no se entienda del todo si considera o no que esta equiparación se estuviera efectivamente produciendo en el mensaje inicial.

    (Aunque siguen a éstas contribuciones comunicativamente más interesantes, si cabe, aparecen en la siguiente entrada de bitácora, tras una intervención explicativa mía que –afortunada o desafortunada, en frenazo o acelerón que sea– altera decisivamente la situación de lectura, por lo que no voy a continuar este tipo de análisis).

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    Resumiendo, las variantes alternativas de lectura que tienen su origen en las inferencias de los tertulianos parecen proponer:
    alpha) Que convenga una interpretación nominal del mensaje.
    beta) Que el campo posible de discusión no sea el sociopolítico, sino el de la siniestralidad, el de la delincuencia común, el del derecho penal, o el de la moralidad pública (al que luego se añadirá, en la discusión posterior, el de la salud pública).
    gamma) Que los mecanismos centrales de la argumentación sean la "equiparación", en lo conceptual, y la "comparación de categorías", en lo cuantitativo.
    Por supuesto que un mensaje inicial tan tonto nunca hubiese producido, por su propia estructura, esta estimulante riqueza de variantes. En la medida en la que ha habido reacción a mi mensaje, y no a otros elementos, han reaccionado ustedes a los conceptos que he utilizado en el lugar de los símbolos, C y E (H, al fin y al cabo, tenía más de instrumento retórico que de otra cosa, aunque suene "fuerte"). Si me apuran, les diré que han reaccionado sobre todo a C.

    Se añadió a ello una cierta gama de afirmaciones sobre mis intenciones que no son para nada halagüeñas (lo cual no me preocupa mucho, porque son cosas que se dicen en el calor del debate, y sé que ustedes son gente maja) sino que están prácticamente sin argumentar (lo cual sí me preocupa, debo confesar). Veo en ciertas ocasiones, sobre todo en el mundo exterior, que los debatientes de nuestro tiempo parecen considerar la argumentación como una deferencia innecesaria al adversario, como "agua al enemigo". Y en cambio la práctica de la argumentación es ante todo un regalo que nos hacemos a nosotros mismos –sí, estoy escribiendo esta logorreica y casi insufrible intervención, básicamente, por preocupaciones mías– y, sobre todo, una gran precaución para no decir cosas que luego se lamenta haber dicho.

    Estas afirmaciones se han realimentado a sí mismas de una manera en buena medida independiente de mi proposición inicial. En ese sentido, ha sido seguramente crucial la segunda intervención, a los [+4 minutos]. También de forma típica, y grafiquísima, la primera sobreimpresión a grandes trazos que un participante ha hecho sobre el mensaje ha sido más leída por algunos de ustedes que las letricas del original que había debajo. Explica la viveza de las reacciones. Mi agradecimiento personal más especial, como es lógico, al tertuliano autor de esta intervención, sin la cual no se hubiese generado esta interesantísima corriente de opiniones.

    En un análisis de este tipo, parece que se cargara la mano sobre los problemillas de comunicación. Para ser justos, también ha habido intervenciones excelentes y ponderadas (algunas de las cuales iban lúcidamente al corazón de las premisas: por ejemplo, cuestionando que C sea un colectivo ... espléndida técnica de relativización que invitaría a aplicar explorativamente también a E). No las voy a enumerar en detalle, primero porque ustedes las han reconocido perfectamente, y segundo porque entonces sí que parecería que estoy pasando la mano por los citados lomos. Aunque las agradezco un montón, quisiera decir que simplemente han evitado que nos tiráramos de los pelos, pero que me parece que ni nos han permitido progresar mucho en la comprensión del fondo aquí tratado, ni tampoco han permitido "recuperar" la posibilidad de lectura inicial. Por supuesto que incluyo en esta crítica mis propias intervenciones intermedias. Como "colectivo" de lectores-debatidores hemos empezado a ir a la deriva. Visto que mía era la responsabilidad de la primera piedra en el estanque, también he creído que me correspondiese a mí frenar, con el mensaje que aquí ha traído Juan Antonio.

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    No afirmo que ustedes tengan razón ni que la dejen de tener (salvo en los errores más crasos de lectura, está claro –los que se refieren a las afirmaciones cuantitativas–, pero precisamente por lo grandes que son, son los que menos me azaran; es como si alguien lee mi fecha de nacimiento como 1692, pues me sonrío y ya está). Simplemente quiero subrayar que la fuerza de sus esquemas preexistentes ha hecho que las lecturas realizadas, más que interpretativas, hayan sido proyectivas. Personalmente, siempre sin juzgar a nadie, me da la impresión de que hayan leído más lo sobreimpreso en el mensaje inicial por tales esquemas preexistentes, que lo que había en el mismo (que tampoco es que tuviera un gran valor, por lo cual, por lo que mí respecta, genial que lo hayan hecho).

    Desde mi modesto punto de vista, las lecturas proyectivas no son buenos instrumentos para intervenir sobre la realidad. Ni sobre el nivel más inocuo (una discusión en una bitácora calma y civilizada …. bla, bla, bla…), ni en el nivel algo más significativo (individual, y en cierta medida interpersonal) de coger un coche y conducir, ni en el nivel para mí máximamente significativo de, como ciudadanos, comprometernos para que cambien algunas de las cosas verdaderamente importantes en nuestro derredor.

    Las pésimas lecturas proyectivas que lleva a cabo la pseudociudadanía que nos rodea –retomo lo que dije al principio: aquí va ya de lujo, y lo que hay de puertas afuera de esta bitácora, desde las cúspides de los partidos hasta el electorado de base, hace castañetear los dientes– no sólo explican que persista la catástrofe anual de la seguridad vial en España y Europa. También explican porqué somos prácticamente impotentes, desde hace casi treinta años, contra una banda criminal de cuatro hediondos. O explican la absurdez suicida máxima, que deja chicas a las de "terrorismo", "tráfico" y "seguridad laboral" juntas, de cómo estamos afrontando las cuestiones de ambiente y recursos. Por desgracia, cuando "leemos" proyectivamente no es que lo apliquemos a las situaciones X, "pero no" a las Y. Es que se convierte en nuestra manera de leerlo todo. Todo.

    Para curar un resfriado, o un cáncer, lo primero que es preciso … es leerlo como tal.

    Gracias por la paciencia, amigos. Cordiales saludos a todos,

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  6. Cientos de perdices indispuestas flanquean las anchas vías de la extinción. Los expertos, alarmados.

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    La hijoputez, duplicada y demediada, espera una definición de sí misma... sospechando que la están confundiendo con la mera "dañosidad" (cosa que le ofende sobremanera).

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    Al borde de la muerte un bloguero por una sobredosis de enumeraciones. El infeliz leyó un largo y fairplayero comentario que contenía nada menos que dos listas enumeradas con a-b-c-, otra con 1-2-3-, otra con i-ii-iii- y una con alpha-beta-gamma. Su cerebro no ha podido soportarlo. Es posible que haya que amputar. No parece nada grave.

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  7. Me ha hecho reír sinceramente Vd., ATMP (reír con usted, esté bien claro).

    Así que intento contestar a sus tres observaciones.

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    No se preocupe por la especie en cuestión; las individuas que la endiñan en los marasmos dialécticos de algunos tertulianos, resucitan en las ironías de algotros. Así, a ojo, va lo comido por lo servido *guiño*.

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    ¿Por qué insiste Vd. en que se lleve al terreno de la definición lo que evidentemente pretende ser sólo una metáfora, una variable de paso? Que ya le he dicho que lleva a dos dimensiones, la de los resultados y la de las intenciones. Una fácilmente medible y otra no. Si quiere contestar Vd. algo, pues argumente contra el recurso estilístico empleado, pero no pretenda que lo cambie. Era mi turno de cocina, y escojo yo los ingredientes y las especias, que es mi libertad *sonrisa*.

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    De lo último. ¡Pero si la lectura es voluntaria, mi buen ATMP! ¿No será Vd. de los que se ponen a criticar lo desabrido e insulso e indigesto de unas judías con perdices ... después del séptimo plato sopero rebosante? Pare Vd. antes, por Dios, y no se me atore. Y sírvase de otra fuente, o cocine Vd. mismo, que los fogones están a disposición de todos. Aquí paz, y después gloria ... *ofrecimiento discreto de alka-seltzer*
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    Saludos cordiales a Vd. y a todos,

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  8. ¡Carajan! (Herbert von). Diremoslo en vulgata.

    Su punto c) ("no se conocen modelos de ningún tipo que relacionen H ni con resultados, ni con intenciones") es, juicios de intenciones aparte, una larga cambiada que elude el quid del debate. Una salida de la esquina del cuadrilátero, en mi humildérrima opinión de comensal ya que no cocinero. Y su reiterada negativa de haber establecido ratio ("directa") alguna entre "algo relativo a terroristas" y "algo relativo a conductores" son, en mi a-más-no-poder-modesto modo de ver, emborronadoras. Por supuesto que ha establecido usted una ratio: el tertium comparationis es su preferencia subjetiva. Que no es un solipsismo incomunicable ni un sinsentido, sino que refleja un modelo previo (si no, ¿a qué su primer post?).

    Con la referencia a los juicios de intenciones en retórica (al principio) y mi enumeración de sus enumeraciones pretendía sugerir que cuando estamos en el terreno de las segundas intenciones, el tratamiento analítico pincha en hueso si se mantiene en la mera literalidad del mensaje. Me da que viene siendo algo así como un "¿De dónde vienes? / Conceptos-tipo traigo".

    Todo ello, claro está, sin intención de atentar contra la libertad de nadie, sólo en mi humildisísima, modestérrima opinión... una opinión, la mía, de tan baja estofa que, se diría, quizá va cargada incluso de hijoputez. If I may say so. Yo, es que si tuviese una varita mágica, le reduciría a mi opinión la hijoputez en, pongamos, tres séptimos, aunque fuese al coste de multiplicar por π·r·2 la hijoputez del violador del ensanche, un suponer.

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