Un hombre de treinta años, de Salamanca, se ha cortado el pene y lo ha tirado por el retrete. La razón es, al parecer, que no quería pecar más. Que no quería pecar más con el pene, se supone. Imagino que ladrón no era, pues en ese caso se habría cortado la mano. Ya sé que el asunto es trágico y lamentable, y no es que quiera tomarme a chufla los sufrimientos de ese ser tan escrupuloso con los requerimientos de su entrepierna, pero no puedo evitar el cabreo que me causa la obsesión religiosa con las cosas del sexo. Tal vez debería amputarme una parte del cerebro para tomármelo con calma.
Quizá el atribulado salmantino se ha quedado tranquilo y convencido de que ha dado con un atajo para alcanzar el cielo. Ya va a ser puro y no hay más tu tía ni tía ninguna que lo incite a lo que él consideraba una degradación de su cuerpo y de su alma. Muy bonito. Se habrá quedado a gusto, pero me parece que alguien debería pagar por inducir a los más vulnerables a tales desmanes contra sí mismos. Lo ideal sería que, por cada uno que se castre por terror al pecado carnal, les cortasen el pito a un cardenal y a un par de obispos, elegidos por sorteo. Se acababa el cuento en un periquete. Total, imagino que a los obispos la pilila sólo les produce quebraderos de cabeza también. Muerto el pene, se acabó la rabia. Digo más, ¿por qué los obispos no refuerzan su fe con la automutilación? Camino seguro de santidad, sangriento, pero efectivo.
Los propios términos de la noticia ya se las traen. Se cercena el pene para no pecar más. Tal parece que no hay otro pecado que se solucione con instrumento cortante o que, simplemente, el pecado sexual es el pecado por antonomasia, y los demás, menudencias veniales. Ardo en deseos de leer en un periódico que un obispo gordinflón se operó del estómago para reducir la gula o que un constructor de misa diaria tiró por la alcantarilla la libreta de ahorros para curarse la avaricia. Pero no pasará, no hay cuidado. El mejor mártir siempre es el más cuitado, el tonto del pueblo. Y que me disculpe esa alma cándida que se ha despenado.
Qué tortura. Me pongo así porque me vienen recuerdos de aquella adolescencia en colegio religioso. Recuerdo, por ejemplo, aquel cura cabrón que nos lavaba el cerebro a base de asegurar que, si nos masturbábamos, la médula espinal se quedaría reseca y el resto del cuerpo paralítico. Además, nos insistía en que cada vez que recaíamos en ese vicio nefando la Virgen lloraba a lágrima viva al vernos enfilar a mano el camino del infierno. En una ocasión estábamos de ejercicios espirituales con semejante ser infecto y enfermo. Después de explicarnos que sólo había tres mujeres propiamente puras, María, nuestra madre y la que un día sería nuestra esposa, si elegíamos bien y no la magreábamos nada antes de pasar por vicaría, iba por las habitaciones a confesarnos. En mi habitación ser hartó de acariciarme el lomo y de echarme su fétido aliento, mientras me insistía en que le contase si yo me tocaba, cómo y pensando en qué. Ojalá se haya muerto retorciéndose de asco y se le estén derritiendo los genitales en las llamas del Averno.
Me acuerdo también de que en una ocasión, allá por los quince años, resistí un mes entero sin tocarme eso que, al parecer, Dios me había dado nada más que para que el día de mañana me reprodujera ampliamente con alguna santa frígida. Un día tomé el autobús, me apoyé en la barra de la ventanilla y me puse a pensar en las musarañas. A mi lado se puso una señora que, inadvertida o perversa, colocó su seno izquierdo exactamente encima de mi codo derecho. Hasta ahí llegamos, y aquella noche recuperé la cordura, no sin angustias e internamente convencido de que la había enviado el mismísimo diablo para comprobar si era genuina mi santidad. Bendita mujer. El diablo estaba en otra parte, vestía sotana y comía como un cerdo.
Otro día nos contaron lo que nos jugábamos cuando jugábamos con nosotros mismos: la vida eterna, nada menos. Según el padre Bernardo, que en teoría explicaba religión, una vez estaba en el infierno, echo polvo, un sujeto que se había echo pajas a tontas y a locas. Andaba sumido en la desesperación y en los más inimaginables padecimientos. Un pajarito se le acercó –de lo que se deduce que hay pájaros que también paran en los dominios de Belcebú- y le dijo que sus penas se acabarían y se libraría de la condena con el siguiente trámite: ese pájaro bebería una gota de agua de los mares cada mil años y cuando los mares se secasen, de resultas de ese gasto de sus aguas, saldría del infierno ese hombre, al que la noticia llenó de alegría y esperanza. Manda güevos, precisamente.
Siempre me apresuro a aclarar que le tengo todo el respeto del mundo a la religiosidad, entendida como sentimiento poético, como misterio o como místico sentido de trascendencia. O como amor al prójimo, mira por donde. Pero eso es una cosa y otra, bien distinta, los códigos que los eclesiásticos más obsesos y desvergonzados aplican a los fieles incautos, para sorberles el seso y tenerlos en un puño. Adoradores de un dios caprichoso y perverso que nos pone órganos y pulsiones para putearnos y llenarse de vanidad y soberbia cuando no los usamos, de puro miedo que le tenemos a él. Infinitamente bueno y sabio, sí, pero con una mala baba de no te menees. Una contradicción en los términos, un sinsentido a costa de los sentidos, un amoroso represor con galones y salas de tortura. O conmigo o contra mí, y al que se salga de madre lo quemo. Venga ya.
Puestos a probarnos, podrían decidir los curas del diablo que es pecado rascarse los juanetes o hacer bolas con los moquillos. O la especulación urbanística, o la usura. Pero no, con eso no se controla un carajo al personal. Hay que dar por donde más duele, es mejor llevarnos al redil con una cuerda atada a las partes.
Si al pobre obseso de Salamanca le hubiera rebanado el pene un médico por error o impericia, la indemnización iba a ser de órdago y los tribunales condenarían por daño físico y moral. Pues yo propongo que, cuando recupere la cordura y caiga en la cuenta de que le han tomado el pelo y el pene con historias para niños tontos, demande a su confesor y a la empresa entera. Y si me apuran, al mismísimo Estado como responsable civil subsidiario, por permitir que tanto sádico ande suelto comiéndole el tarro a los inocentes. Porque semejante engaño, semejante timo, semejante abuso, semejante crueldad, no debería quedar impune. Y, si los jueces no atienden a razones, que se tome la justicia por su mano la propia víctima y cape al párroco o a todos los que le habían dejado sin cerebro antes de quedarse sin miembro. Si Dios existe, aplaudirá la revancha, eso seguro. Trabajo que le ahorran en el Juicio Final.
Vuelvo a las precisiones y los matices, antes de que algún lector apenado solicite que se reabran para un servidor las mazmorras de la Santa Inquisición. Mi propia mujer es católica y tengo buenos amigos que creen y practican el cristianismo. Hace un año me casé en la iglesia por respeto a la fe de mi pareja, si bien acogiéndome al artículo del Código Canónico que permite los matrimonios mixtos, y eso también por consideración a su fe y para no hacer el paripé que la mayor parte de los curas y de su grey prefieren para que todo parezca ideal y chiripitifláutico. Por las mismas, permitiré que nuestra pequeña Elsa sea bautizada. Ahora bien, al primero que le venga con la milonga de que su cuerpo es de mírame y no me toques y que reprimiéndolo se gana la salvación, me lo como con patatas; o lo capo por el procedimiento que en el pueblo aprendí para los cerdos, para ayudarlo a ser coherente con su morbosa fe de pacotilla; palabra. Algo hay que hacer contra el terrorismo, contra ese terrorismo, y parece que el Derecho ahí nos ayuda poco. Pues ya está.
Quizá el atribulado salmantino se ha quedado tranquilo y convencido de que ha dado con un atajo para alcanzar el cielo. Ya va a ser puro y no hay más tu tía ni tía ninguna que lo incite a lo que él consideraba una degradación de su cuerpo y de su alma. Muy bonito. Se habrá quedado a gusto, pero me parece que alguien debería pagar por inducir a los más vulnerables a tales desmanes contra sí mismos. Lo ideal sería que, por cada uno que se castre por terror al pecado carnal, les cortasen el pito a un cardenal y a un par de obispos, elegidos por sorteo. Se acababa el cuento en un periquete. Total, imagino que a los obispos la pilila sólo les produce quebraderos de cabeza también. Muerto el pene, se acabó la rabia. Digo más, ¿por qué los obispos no refuerzan su fe con la automutilación? Camino seguro de santidad, sangriento, pero efectivo.
Los propios términos de la noticia ya se las traen. Se cercena el pene para no pecar más. Tal parece que no hay otro pecado que se solucione con instrumento cortante o que, simplemente, el pecado sexual es el pecado por antonomasia, y los demás, menudencias veniales. Ardo en deseos de leer en un periódico que un obispo gordinflón se operó del estómago para reducir la gula o que un constructor de misa diaria tiró por la alcantarilla la libreta de ahorros para curarse la avaricia. Pero no pasará, no hay cuidado. El mejor mártir siempre es el más cuitado, el tonto del pueblo. Y que me disculpe esa alma cándida que se ha despenado.
Qué tortura. Me pongo así porque me vienen recuerdos de aquella adolescencia en colegio religioso. Recuerdo, por ejemplo, aquel cura cabrón que nos lavaba el cerebro a base de asegurar que, si nos masturbábamos, la médula espinal se quedaría reseca y el resto del cuerpo paralítico. Además, nos insistía en que cada vez que recaíamos en ese vicio nefando la Virgen lloraba a lágrima viva al vernos enfilar a mano el camino del infierno. En una ocasión estábamos de ejercicios espirituales con semejante ser infecto y enfermo. Después de explicarnos que sólo había tres mujeres propiamente puras, María, nuestra madre y la que un día sería nuestra esposa, si elegíamos bien y no la magreábamos nada antes de pasar por vicaría, iba por las habitaciones a confesarnos. En mi habitación ser hartó de acariciarme el lomo y de echarme su fétido aliento, mientras me insistía en que le contase si yo me tocaba, cómo y pensando en qué. Ojalá se haya muerto retorciéndose de asco y se le estén derritiendo los genitales en las llamas del Averno.
Me acuerdo también de que en una ocasión, allá por los quince años, resistí un mes entero sin tocarme eso que, al parecer, Dios me había dado nada más que para que el día de mañana me reprodujera ampliamente con alguna santa frígida. Un día tomé el autobús, me apoyé en la barra de la ventanilla y me puse a pensar en las musarañas. A mi lado se puso una señora que, inadvertida o perversa, colocó su seno izquierdo exactamente encima de mi codo derecho. Hasta ahí llegamos, y aquella noche recuperé la cordura, no sin angustias e internamente convencido de que la había enviado el mismísimo diablo para comprobar si era genuina mi santidad. Bendita mujer. El diablo estaba en otra parte, vestía sotana y comía como un cerdo.
Otro día nos contaron lo que nos jugábamos cuando jugábamos con nosotros mismos: la vida eterna, nada menos. Según el padre Bernardo, que en teoría explicaba religión, una vez estaba en el infierno, echo polvo, un sujeto que se había echo pajas a tontas y a locas. Andaba sumido en la desesperación y en los más inimaginables padecimientos. Un pajarito se le acercó –de lo que se deduce que hay pájaros que también paran en los dominios de Belcebú- y le dijo que sus penas se acabarían y se libraría de la condena con el siguiente trámite: ese pájaro bebería una gota de agua de los mares cada mil años y cuando los mares se secasen, de resultas de ese gasto de sus aguas, saldría del infierno ese hombre, al que la noticia llenó de alegría y esperanza. Manda güevos, precisamente.
Siempre me apresuro a aclarar que le tengo todo el respeto del mundo a la religiosidad, entendida como sentimiento poético, como misterio o como místico sentido de trascendencia. O como amor al prójimo, mira por donde. Pero eso es una cosa y otra, bien distinta, los códigos que los eclesiásticos más obsesos y desvergonzados aplican a los fieles incautos, para sorberles el seso y tenerlos en un puño. Adoradores de un dios caprichoso y perverso que nos pone órganos y pulsiones para putearnos y llenarse de vanidad y soberbia cuando no los usamos, de puro miedo que le tenemos a él. Infinitamente bueno y sabio, sí, pero con una mala baba de no te menees. Una contradicción en los términos, un sinsentido a costa de los sentidos, un amoroso represor con galones y salas de tortura. O conmigo o contra mí, y al que se salga de madre lo quemo. Venga ya.
Puestos a probarnos, podrían decidir los curas del diablo que es pecado rascarse los juanetes o hacer bolas con los moquillos. O la especulación urbanística, o la usura. Pero no, con eso no se controla un carajo al personal. Hay que dar por donde más duele, es mejor llevarnos al redil con una cuerda atada a las partes.
Si al pobre obseso de Salamanca le hubiera rebanado el pene un médico por error o impericia, la indemnización iba a ser de órdago y los tribunales condenarían por daño físico y moral. Pues yo propongo que, cuando recupere la cordura y caiga en la cuenta de que le han tomado el pelo y el pene con historias para niños tontos, demande a su confesor y a la empresa entera. Y si me apuran, al mismísimo Estado como responsable civil subsidiario, por permitir que tanto sádico ande suelto comiéndole el tarro a los inocentes. Porque semejante engaño, semejante timo, semejante abuso, semejante crueldad, no debería quedar impune. Y, si los jueces no atienden a razones, que se tome la justicia por su mano la propia víctima y cape al párroco o a todos los que le habían dejado sin cerebro antes de quedarse sin miembro. Si Dios existe, aplaudirá la revancha, eso seguro. Trabajo que le ahorran en el Juicio Final.
Vuelvo a las precisiones y los matices, antes de que algún lector apenado solicite que se reabran para un servidor las mazmorras de la Santa Inquisición. Mi propia mujer es católica y tengo buenos amigos que creen y practican el cristianismo. Hace un año me casé en la iglesia por respeto a la fe de mi pareja, si bien acogiéndome al artículo del Código Canónico que permite los matrimonios mixtos, y eso también por consideración a su fe y para no hacer el paripé que la mayor parte de los curas y de su grey prefieren para que todo parezca ideal y chiripitifláutico. Por las mismas, permitiré que nuestra pequeña Elsa sea bautizada. Ahora bien, al primero que le venga con la milonga de que su cuerpo es de mírame y no me toques y que reprimiéndolo se gana la salvación, me lo como con patatas; o lo capo por el procedimiento que en el pueblo aprendí para los cerdos, para ayudarlo a ser coherente con su morbosa fe de pacotilla; palabra. Algo hay que hacer contra el terrorismo, contra ese terrorismo, y parece que el Derecho ahí nos ayuda poco. Pues ya está.
Uy, qué poco académico me ha quedado este post. Me siento tan inseguro e incorrecto como cuando me meto con ciertas feministas castradoras. Los extremeños se tocan.
Ilmo sr catedrático
ResponderEliminarDentro de sus criterios religiosos respecto al clero, le diré, que VI es un patán y un ateo, respecto a lo que me dice VI que le comían tanto el coco en el colegio o bien en el seminario, que si patatín,patatán, le diré que es VI un auténtico pajillero de nacimiento porque le diré que en la viña de nuestro Sr JC hay discípulos de San Pedro en la tierra que son muy buenos sacerdotes como otros que son esquimales, pero me da la impresión que VI aparte de ser anticlerical es amigo de Satanás y de Pedro Botero, le diré que VI me da la sensación de que es muy poco católico ya que se casó por 2ª vez por la iglesia con una gran farsa mental por lo que no podrían decir sus compañeros que se casaba VI por lo civil o bien por lo criminal, pero puestos así, respecto a que ese sr de Salamanca se haya cortado el pito, le diré que fue por propio convencimiento y no porque los obispos le hayan comido el coco del mismo modo que a su eminencia como catedrático le obligase nadie a casarse.
Respecto a su hija Elsa con todos los respetos ya veremos cuando tenga 13 o 14 años cuando le pique la jija quizá no sea un sacerdote el que la diga lo que tiene que hacer para rascarse la pipa, pero no obstante veo que VI no pertenece a este planeta sino a otyro planeta de los que se dewsconocen actualmente y universalmente, me da la impresión de que es VI un poco exagerado mentalmente en sus argumentos para ser VI un ilustre catedrático me da la impresión que en vez de estar dando clases de Filosofía del Derecho tendría que estar VI en el Hogar de la Esperanza enfrente de la iglesia de Las Ventas dando clase de Filosofía y Letras a la étnia calé.
La verdad es que no pillo a Vox Populi
ResponderEliminarEstimado Profesor:
ResponderEliminarEn nombre y representación del CEI (Círculo Extremeño en Internet), le instamos formalmente a que retire esa insidiosa calumnia con la que cierra usted su comentario, en la que sugiere que los extremeños nos tocamos. De hecho, y debido a sus gracietas, señor GA, no es el primero ni el segundo que se dirige a nuestro histórico Círculo Extremeño con ideas equivocadas acerca de su circularidad. Reclamamos que se reconozca la autointangibilidad de los extremeños y las extremeñas. Si no, le vamos a poner una querella que no se la salta una persona de cualquier etnia.
"Los extremeños se tocan" es una divertida obra de don Pedro Muñoz Seca, muerto a manos del terror rojo. Eso, ATMC, pasa por leer sólo libros de derecho.
ResponderEliminarAnónimo:
ResponderEliminarLe honra su lealtad al anfitrión, pero no intente usted socorrerle. Tan pobre excusa (pero ¿quién ha oído hablar antes de ese tal Muñoz Seca, al parecer otro antiextremeño furibundo?) no puede eximir de responsabilidad a GA. Como colectivo (sobre todo, los integrantes del Círculo Extremeño), nos sentimos ofendidos en nuestro honor colectivo(*). Otra ofensa más, que integra la deuda histórica que todos ustedes tienen hacia nosotros.
(*) (Me gustaría que esto del honor colectivo fuese parte de mi parida, pero no me lo he inventado yo. Siempre hay alguien más ocurrente y más rápido).
Es que en Salamanca nos las gastamos así. Yo sé de otro que en vez de la picha, se cortó la mano derecha, y no por lo del latrocinio, sino porque sin complice el pecado nefando no se puede llevar a cabo (con la izquierda no era lo mismo, porque para la izquierda eso no es pecado, la muy guarra). Y como el campo charro es muy torero, sabemos de toros que se han dejado la cornamenta contra la barrera para que la pilingui de la vaca no se los pudiera poner. Eso es ponerse el parche antes de tener la herida.
ResponderEliminarComo me entere que a Elsa le hacen esas cosas...
¿Qué es lo que sabemos de este sujeto tan cortante?
ResponderEliminar- Que se ha automutilado
- y que lee la Biblia.
¿Y qué dice la Biblia sobre la automutilación?
Que sí. Que procede cuando el miembro en cuestión escandalice a su portador (Mc. 9, 43-48). Vaya. ¿Tendría el fulano un pene de escándalo? ¿O sería más bien alguien fácil de escandalizar?
También dice: Infinitus est numerus stultorum (Eccl. 1, 15). Traducido a mocosuena, la expresión le cuadra al tío como anillo al pene.
Pero ¿qué más dice la biblia? Copypasteo para público interés lo siguiente (seguro que la mayoría ya lo conocéis; si non è vero, è ben trovatto).
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Laura Schlesinger, una locutora de radio norteamericana, emprendió una cruzada anti-gay aduciendo que la biblia condenaba la homosexualidad. Tras mucho hinchar las narices, recibió la siguiente carta de un oyente:
"Querida Dra. Laura: Gracias por dedicar tantos esfuerzos a educar a la gente en la Ley de Dios. Yo mismo he aprendido muchísimo de su programa de radio e intento compartir mis conocimientos con todas las personas con las que me es posible.
Por ejemplo, cuando alguien intenta defender el estilo de vida homosexual me limito tan sólo a recordarle que el Levítico, en sus versículos 18:22, establece claramente que la homosexualidad es una abominación. Punto final.
De todas formas, necesito algún consejo adicional de su parte respecto a algunas otras leyes bíblicas en concreto y cómo cumplirlas:
a) Cuando quemo un toro en el altar como sacrificio sé que emite un olor que es agradable para el Señor (Lev 1:9). El problema está en mis vecinos. Argumentan que el olor no es agradable para ellos. ¿Debería castigarlos? ¿Cómo?
b) Me gustaría vender a mi hermana como esclava, tal y como sanciona el Éxodo, 21:7. En los tiempos que vivimos, ¿qué precio piensa que sería el más adecuado?
c) Sé que no estoy autorizado a tener contacto con ninguna mujer mientras esté en su periodo de impureza menstrual (Lev 15:19-24). El problema que se me plantea es el siguiente: ¿cómo puedo saber si lo está o no? He intentado preguntarlo, pero bastantes mujeres se sienten ofendidas.
d) El Levítico, 25:44, establece que puedo poseer esclavos, tanto varones como hembras, mientras sean adquiridos en naciones vecinas. Un amigo mío asegura que esto es aplicable a los mexicanos, pero no a los canadienses. ¿Me podría aclarar este punto? ¿Por qué no puedo poseer canadienses?
e) Tengo un vecino que insiste en trabajar en el Sabat. El Éxodo, 35:2, claramente establece que ha de recibir la pena de muerte. ¿Estoy moralmente obligado a matarlo yo mismo? ¿Me podría apañar usted este tema de alguna manera?
f) Un amigo mío mantiene que aunque comer marisco es una abominación (Lev. 11:10), es una abominación menor que la homosexualidad. Yo no lo entiendo. ¿Podría usted aclararme este punto?
g) En el Levítico, 21:20, se establece que uno no puede acercarse al altar de Dios si tiene un defecto en la vista. He de confesar que necesito gafas para leer. ¿Mi agudeza visual tiene que ser del 100%? ¿Se puede relajar un poco esta condición?
h) La mayoría de mis amigos (varones) llevan el pelo arreglado y bien cortado, incluso en la zona de las sienes a pesar de que esto está expresamente prohibido por el Levítico, 19:27. ¿Cómo han de morir?
i) Sé gracias al Levítico, 11:6-8, que tocar la piel de un cerdo muerto me convierte en impuro. Así y todo, ¿puedo continuar jugando al fútbol si me pongo guantes?
j) Mi tío tiene una granja. Incumple lo que se dice en el Levítico, 19:19, ya que planta dos cultivos distintos en el mismo campo, y también lo incumple su mujer, ya que lleva prendas hechas de dos tipos de tejido diferentes (algodón y poliéster). Él además se pasa el día maldiciendo y blasfemando. ¿Es realmente necesario llevar a cabo el engorroso procedimiento de reunir a todos los habitantes del pueblo para apedrearlos? (Lev 24:10-16). ¿No podríamos sencillamente quemarlos vivos en una reunión familiar privada, como se hace con la gente que duerme con sus parientes políticos? (Lev 20:14).
Sé que usted ha estudiado estos asuntos con gran profundidad, así que confío plenamente en su ayuda. Gracias de nuevo por recordarnos que la palabra de Dios es eterna e inmutable"
No sé si los que aquí habéis opinado estaréis a favor de la vasectomía para quien la desee, que es también una forma de autolesión con resultados análogos de esterilidad (obviando el dolor, claro, pero sarna con gusto no pica). Pues bien, la Iglesia está en contra de ambos tipos de mutilación, sea para follar más o para follar menos. Por coherencia, la que tal vez os falta a vosotros. La ascesis implica el dominio del entendimiento sobre la voluntad, no la negación obsesiva del cuerpo.
ResponderEliminarAnte
ResponderEliminarTodas esas preguntas que se hacía el maricón de turno referentes al Antiguo Testamento, seguro que ya están contestadas por teólogos, mire a ver si tiene la voluntad de no ser parcial y publicarlas. Porque si no , va a parecer que son preguntas sin respuesta como la que le hicieron a ZP ¿Oíga y cómo es que un currante tiene que cotizar 35 años para cobrar el 100% de la pensión de jubilación y un diputado o senador 8 años? y ZP sonrió.
Coño, el Irichín. Cuánti tiempo...
ResponderEliminarAnte
ResponderEliminarY ¿el Corán no dice nada del tema de los homosexuales?
¿Ningún marica ha formulado preguntas a algún mulá?
¿Nos podría poner algún enlace de ahorcamiento de maricas en algún país islámico? ¿Qué se apuesta a que no tiene que buscar más allá de Junio?