Me temo que voy a cascar aquí alguna cosa que no es políticamente muy correcta, aunque desde un planteamiento de fondo que tendrá que agradar a los progres, al menos a los cuatro de verdad qe quedan. En consecuencia, a los progres de pacotilla y posturita para ligar en el pub se les puede producir un cortocircuito. Que se chinchen y que se aclaren.
Estos días hemos estado leyendo y oyendo de la consternación general producida por la puesta en libertad del famoso violador de la Vall d´Hebron. Parece que ahora este tipo de delincuentes viene con denominación de origen. Hasta los más sesudos periódicos se han descolgado con que no puede ser y que qué horror y que cómo va a andar por ahí con el peligro que tiene y que los expertos penitenciarios dicen que no está rehabilitado y que adónde vamos a parar, por favor, por favor, por favor. Las últimas noticias hablan de que posiblemente ese señor se ha instalado estos días en Andalucía, lo cual, a nada que nos descuidemos, merecerá un artículo en la próxima reforma del Estatuto Andaluz, para establecer que queda prohibido que allí vivan y por allí circulen violadores que hayan cumplido su pena. Qué diablos, dirán algunos, si es catalán que se lo quede Carod y se lo presente a todas sus primas bigotudas.
Coñas aparte, este puñetero país rezuma fariseísmo hasta por las solapas. Y esquizofrenia. Cada día es mayor la distancia entre la ideología que supuestamente se profesa y nuestros actos y juicios. Haciendo leyes y reglamentos somos los primeros de la clase, pero la lista de excusas para saltarnos hasta las disposiciones transitorias es monumental. Vayamos al tema y por partes.
¿No hemos quedado en que el que cumple la pena debe salir limpio de reproche y exento de nuevos castigos mientras no vuelva a las andadas? ¿A qué viene, pues, tanto cuento con este tipo, que fue violador, recibió su condena y la cumplió con arreglo a la legislación vigente? Gran parte de los medios y periodistas que esta temporada han estado lamentando que vuelva a la calle el antiguo violador se rasgarían las vestiduras si ahora se pidiera para los violadores una pena el triple de contundente o la cadena perpetua, incluso. Bueno, pues si las penas no pueden ser eternas, para que la resocialización sea posible y no se quede el castigo en pura venganza sin remisión, atengámonos a las consecuencias. No se puede estar en la procesión progre y repicando con la extrema derecha.
Anda el personal muy confundido entre la función debida y la función real de las penas privativas de libertad. Por imperativo constitucional han de orientarse a la rehabilitación, y en función de la rehabilitación se organizan el cumplimiento y las diversas medidas de redención parcial del tiempo de castigo. Pero ¿y qué pasa si, con todo y con eso, un delincuente ni se arrepiente ni se rehabilita ni cría el más mínimo propósito de no reincidir en cuanto tenga oportunidad? Pues ajo y agua. Así se han organizado las cosas porque así ha parecido oportuno. ¿Cabría condicionar más fuertemente la función de los mecanismos de redención a los resultados rehabilitadotes en cada caso? Seguramente sí, pero entonces se debería operar de ese modo siempre, y no sólo con violadores.
Y luego está lo de la violación, claro, y aquí es donde alguno/a se va a acordar de mis muertos/as. Es un delito horrible, deleznable, espantoso, aborrecible y todo lo que se quiera, sin la más mínima duda. Pero no más que ciertos homicidios y asesinatos, determinadas formas de robo con violencia, secuestro, lesiones, tortura, etc., etc. Por un efecto pendular, la violación ha dejado de estar medio falta de consideración seria y ha pasado a convertirse en el delito de los delitos, el no va más, el atentado más grave. Miren, pues no, ni lo uno ni lo otro. Uno más de los delitos atroces, simplemente. Y si es uno más de esos delitos atroces, no veo por qué con el violador hay que gastarse más cuidado o mayor castigo que con el asesino, el ladrón violento o el aficionado a apuñalar gente.
Es curioso que no seamos capaces de normalizar los asuntos del sexo. En épocas de represión sexual explícita, la presión era fundamentalmente moral, mientras que el Derecho penal se mostraba más bien comprensivo con los ílícitos sexuales, y los aparatos estatales no ponían su mayor celo, ni mucho menos, en la persecución de violadores, maltratadotes o abusones. En cambio, ahora que la moral social aparentemente se ha relajado en esos asuntos el Derecho penal se pone como loco a dar caña a tales personajes, tomándolos por los mayores canallas y los más infectos de los humanos. Pues mire usted, ni tanto ni tan calvo. Lo que ahora está ocurriendo es que se fomenta día a día una nueva represión sexual, pero ésta no confesa, larvada, mezquina, farisaica.
¿Adónde quiero ir a parar? Pues a algo tan simple como esto: el escándalo que nos produce la salida de la cárcel de un violador no arrepentido ni rehabilitado no tiene por qué ser mayor que el que se nos causa si el que la abandona es un homicida propenso a la reincidencia. Si no es así, se deberá a que el riesgo de una violación nos parece más temible que el de un homicidio y porque, en consecuencia, hemos ido a pensar que la libertad sexual es más importante que la vida misma o que la integridad corporal referida a cualquier otra parte de nuestra anatonía. Pura mitificación y mistificación desmesurada de lo sexual. Y con esto no pretendo quitarle hierro, repito, a lo atroz de cualquier violación, sino que me limito a solicitar un mínimo de coherencia en nuestros juicios y en nuestras apreciaciones sobre delitos y penas.
Primero fue la excarcelación de terroristas y ahora la de violadores. Acabaremos queriendo y teniendo un régimen penal y penitenciario distinto y específico para cada tipo de delitos. Por cierto, y cuando acaben de cumplir sus penas Mario Conde, Javier de la Rosa, Antonio Camacho e tutti quanti y los expertos nos digan que tienen voluntad de volver a dar el palo ¿qué hacemos? Ah, pero de esto último ni se habla ni se hablará, de lo que se trata es de asustar a la gente con la vieja historia de que viene el coco: que viene el terrorista recién salido, que regresa el violador excarcelado. Pastoreo de los miedos, manipulación de los temores, acogotamiento de la sociedad para llevarla de la mano hacia el autoritarismo y hacia la delegación irrevocable de su autonomía en manos los que mandan; hobbesianismo para idiotas.
Y, volviendo a lo del sexo y los delitos, ¿qué me dicen de la paranoia con la pederastia? Execrable crimen también, indiscutiblemente. Pero ¿cuál crimen? ¿Bajarse unas fotos de niños desnudos es un crimen tan tremendo? Tal parece que lo es tanto como violar a un bebé y que todo el que se da a las fotos de niños es un violador no ya en potencia, incluso en ejercicio. Pues no, mire usted, no confundamos la velocidad con el tocino. Al final, conseguiremos una sociedad en la cual el que le haga un requiebro a una señora sea acusado de tentativa de violación (de acoso ya puede serlo ahora mismo), el que le dé un caramelo a un crío sea detenido por sospechoso de pederastia y al que simplemente se declare independentista se le aplique legislación antiterrorista. En cambio, a los de Afinsa y Gescartera seguirá considerándolos todo el mundo unos tíos la mar de vivos y pillines, sin más. El mundo al revés, again.
Contaré una anécdota que algo tiene que ver con todo esto. Tengo en casa internet inalámbrico y lo tenía en abierto, pues me parece muy bien que cualquiera pueda engancharse a mi señal, ya que eso no me cuesta ni más dinero ni nada y, de paso, le damos menos negocio a Telefónica, que ya va bien servida. Pero, ah, amigo, el otro día se me juntaron en casa parientes, informáticos unos y de los cuerpos de seguridad del Estado otros, y me convencieron para poner clave secreta y cerrar así el acceso libre. Me convencieron con el siguiente argumento: si llega frente a tu casa un tipo en un coche y con un ordenador portátil, se conecta a tu red y se pone a bajar fotos de niños en pelotas, te la cargas tú, al menos mientras no demuestres que tú no eras el autor de tan espantoso y perseguido comportamiento. Pues sí, puse la clave; pero sigo pensando que así es como se fomenta la insolidaridad más radical y el miedo al prójimo, haciendo de cualquiera un delincuente en potencia y acrecentando nuestros temores a base de inundar nuestro mundo de peligros mucho más imaginarios que reales. Porque seamos realistas, el peligro de que un terrorista nos mate, de que un violador nos acometa o de que a nuestro hijo pequeño lo ataque un pederasta peligroso es infinitamente menor que el de que nos partamos la crisma todos en nuestra próxima salida en coche por una carretera comarcal. Así que pongamos de una dichosa vez las cosas en su sitio.
Y ahora sensaciones personales aún más delicadas, y a ver quién es el malnacido que me malinterpreta a posta. Tengo una preciosa hija de tres meses. Cuando la cambio o la baño y la veo desnuda, en su belleza pura, el sentimiento absolutamente prístino de amor y de inefable entrega a la maravilla de ese ser y de ese cuerpo pequeñín se me contamina, y me desconcentro de uno de los sentimientos más poéticos que un ser humano puede experimentar. ¿Saben por qué? Porque me acuerdo del maldito rollo de la pederastia, de las quince noticias de esta semana sobre pederastia; porque pienso que si me vieran babear y sonreír todos estos nuevos adalides del puritanismo, estas renacidas ligas de las buenas costumbres, con su sucia mirada malinterpretarían la mirada mía, y me dirían que no mire, que no acaricie, que no disfrute de mi hija con los ojos, con las manos y con el alma. Pues me cago en todos los sucios que ensucian a los demás, en todos los puritanos que corrompen los sentimientos naturales y sencillos de la gente, en todos los políticos que nos marcan de porquería para tenernos controlados en el rebaño, y en todos los periodistas que alimentan su nómina a base cadáveres y del único sexo que entienden, en sexo ruin, tosco, deprimente, infame. Algo marcha horriblemente mal en este mundo cuando, en medio de tanta belleza por doquier, de tanta maravilla, de tanto milagro diario, sólo se habla y se habla de la fealdad, del pecado, del delito. Malditos y mil veces malditos.
¿O no le ha pasado a usted esto otro que ahora le voy a decir? Si usted es varón y le gustan los niños (¿ven? Uno escribe esto de si le gustan los niños y ya teme ser mal entendido; hasta el lenguaje nos manchan con la hez de sus mentes y de sus carteras), ¿no es cierto que ya se corta y se cuida muy mucho de hacerles carantoñas espontáneas y bienintencionadas a los niños desconocidos que se topa en un parque o en una acera? En efecto, teme que alguien entienda lo que no es y le aticen un paraguazo o llamen al guardia de la porra. Y de regalarle a un niño unas chucherías porque sí, ni hablemos.
Es genial cómo se fomenta la comunicación, la confianza y la empatía entre la gente. Cuando una alumna viene al despacho a consultar algo de la asignatura o a revisar un examen, deja uno la puerta abierta por completo y, a ser posible, procura que algún compañero ande cerca, pues nos aterra que nos acusen de acoso, intento de abuso sexual o similar. Ni sonrisas, ni bromas ni confianzas, por si está el fiscal al otro lado del tabique y lo entiende al revés. Cuando te encuentras un niño simpático, ni la cabeza le tocas al viejo estilo, no vayan a tomarte por pedófilo irredento. Cuando te vas de viaje, no le dejas las llaves de casa a un amigo, para no tener que darle también la clave de la alarma casera anticacos. Cuando te sale un rollo –al que le salga y esté en edad y situación- de ligoteo, antes de encamarte no sólo te pones tres condones, uno encima de otro, sino que haces a la contraparte firmar una declaración jurada de que folla porque le apetece y no por fuerza, presión o engaño. Y así sucesivamente. Viva la espontaneidad social, arriba la comunicación libre y no distorsionada.
Hay dos asuntos que merecen ser discutidos sosegadamente y del modo más racional posible. Uno, el de la cuantía de las penas para según qué delitos. Otro, el de los mecanismos de redención, de acortamiento de penas. No descartemos que se pueda defender con buenas razones que el castigo para violadores, por ejemplo, sea más alto, o que los descuentos de la pena se calculen sobre el total de los años de condena, o que no se apliquen a quien no da efectivas muestras de haberse rehabilitado mínimamente. Ahora bien, lo que sea, que sea para todos por igual. Nada de hacer un régimen particular para terroristas, otro para muy violadores, otro para violadores medianos, otro –con todos los beneficios y unos pocos más- para delincuentes de cuello blanco, y así sucesivamente.
Y una última cosa, que para penalistas y juristas en general sonará muy evidente, pero para la gente de bien vaya usted a saber, con tanta distorsión de lo jurídico que se hace desde los medios de comunicación. El que ha cumplido su pena y sale de la cárcel sale limpio. Su deuda ya la pagó, en la medida que la sociedad y su Derecho estimaron debida. Lo que no cabe es considerar que, puesto que sigue siendo peligroso, se le apliquen nuevas medidas punitivas o simplemente discriminatorias. Y no cabe porque no nos conviene a ninguno, no conviene a la sociedad. Ya que el paso siguiente es encerrar al delincuente meramente potencial, al que tiene pinta de ir a violar, matar o robar un día, aunque nunca lo haya hecho. Por ejemplo, ese hijo suyo de usted que va con esas pintas, trasnocha de esas maneras, se toma eso que se toma y va diciendo lo que va diciendo. ¿A que lo vemos distinto así? Mientras no hay delito, no puede haber castigo; cuando el delito ya se ha purgado con el cumplimiento del castigo, no cabe más castigo.
En tiempos de los nazis había dos prácticas a las que parece que retornamos –de la mano de todos los políticos, incluso los progres, y de toda la gente tan guay y tan ideal de la vida-, como a tanto de aquellos tiempos (banderas, himnos, Blut und Boden, exaltación de los derechos colectivos en perjuicio de los individuales…). Una era la de encerrar a ciertas personas aunque no hubieran hecho nada malo, sólo por su peligrosidad, por el riesgo de que un día delinquieran. La otra consistía en que a muchos delincuentes los esperaba la Gestapo al salir de la cárcel, después de finalizar el cumplimiento de su pena, y se los llevaba a un campo de concentración, donde quedaban encerrados para evitar toda posible reincidencia. ¿De verdad es eso lo que queremos? ¿De verdad es algo similar lo que nos proponen desde la mayor parte de los medios de comunicación?
Coñas aparte, este puñetero país rezuma fariseísmo hasta por las solapas. Y esquizofrenia. Cada día es mayor la distancia entre la ideología que supuestamente se profesa y nuestros actos y juicios. Haciendo leyes y reglamentos somos los primeros de la clase, pero la lista de excusas para saltarnos hasta las disposiciones transitorias es monumental. Vayamos al tema y por partes.
¿No hemos quedado en que el que cumple la pena debe salir limpio de reproche y exento de nuevos castigos mientras no vuelva a las andadas? ¿A qué viene, pues, tanto cuento con este tipo, que fue violador, recibió su condena y la cumplió con arreglo a la legislación vigente? Gran parte de los medios y periodistas que esta temporada han estado lamentando que vuelva a la calle el antiguo violador se rasgarían las vestiduras si ahora se pidiera para los violadores una pena el triple de contundente o la cadena perpetua, incluso. Bueno, pues si las penas no pueden ser eternas, para que la resocialización sea posible y no se quede el castigo en pura venganza sin remisión, atengámonos a las consecuencias. No se puede estar en la procesión progre y repicando con la extrema derecha.
Anda el personal muy confundido entre la función debida y la función real de las penas privativas de libertad. Por imperativo constitucional han de orientarse a la rehabilitación, y en función de la rehabilitación se organizan el cumplimiento y las diversas medidas de redención parcial del tiempo de castigo. Pero ¿y qué pasa si, con todo y con eso, un delincuente ni se arrepiente ni se rehabilita ni cría el más mínimo propósito de no reincidir en cuanto tenga oportunidad? Pues ajo y agua. Así se han organizado las cosas porque así ha parecido oportuno. ¿Cabría condicionar más fuertemente la función de los mecanismos de redención a los resultados rehabilitadotes en cada caso? Seguramente sí, pero entonces se debería operar de ese modo siempre, y no sólo con violadores.
Y luego está lo de la violación, claro, y aquí es donde alguno/a se va a acordar de mis muertos/as. Es un delito horrible, deleznable, espantoso, aborrecible y todo lo que se quiera, sin la más mínima duda. Pero no más que ciertos homicidios y asesinatos, determinadas formas de robo con violencia, secuestro, lesiones, tortura, etc., etc. Por un efecto pendular, la violación ha dejado de estar medio falta de consideración seria y ha pasado a convertirse en el delito de los delitos, el no va más, el atentado más grave. Miren, pues no, ni lo uno ni lo otro. Uno más de los delitos atroces, simplemente. Y si es uno más de esos delitos atroces, no veo por qué con el violador hay que gastarse más cuidado o mayor castigo que con el asesino, el ladrón violento o el aficionado a apuñalar gente.
Es curioso que no seamos capaces de normalizar los asuntos del sexo. En épocas de represión sexual explícita, la presión era fundamentalmente moral, mientras que el Derecho penal se mostraba más bien comprensivo con los ílícitos sexuales, y los aparatos estatales no ponían su mayor celo, ni mucho menos, en la persecución de violadores, maltratadotes o abusones. En cambio, ahora que la moral social aparentemente se ha relajado en esos asuntos el Derecho penal se pone como loco a dar caña a tales personajes, tomándolos por los mayores canallas y los más infectos de los humanos. Pues mire usted, ni tanto ni tan calvo. Lo que ahora está ocurriendo es que se fomenta día a día una nueva represión sexual, pero ésta no confesa, larvada, mezquina, farisaica.
¿Adónde quiero ir a parar? Pues a algo tan simple como esto: el escándalo que nos produce la salida de la cárcel de un violador no arrepentido ni rehabilitado no tiene por qué ser mayor que el que se nos causa si el que la abandona es un homicida propenso a la reincidencia. Si no es así, se deberá a que el riesgo de una violación nos parece más temible que el de un homicidio y porque, en consecuencia, hemos ido a pensar que la libertad sexual es más importante que la vida misma o que la integridad corporal referida a cualquier otra parte de nuestra anatonía. Pura mitificación y mistificación desmesurada de lo sexual. Y con esto no pretendo quitarle hierro, repito, a lo atroz de cualquier violación, sino que me limito a solicitar un mínimo de coherencia en nuestros juicios y en nuestras apreciaciones sobre delitos y penas.
Primero fue la excarcelación de terroristas y ahora la de violadores. Acabaremos queriendo y teniendo un régimen penal y penitenciario distinto y específico para cada tipo de delitos. Por cierto, y cuando acaben de cumplir sus penas Mario Conde, Javier de la Rosa, Antonio Camacho e tutti quanti y los expertos nos digan que tienen voluntad de volver a dar el palo ¿qué hacemos? Ah, pero de esto último ni se habla ni se hablará, de lo que se trata es de asustar a la gente con la vieja historia de que viene el coco: que viene el terrorista recién salido, que regresa el violador excarcelado. Pastoreo de los miedos, manipulación de los temores, acogotamiento de la sociedad para llevarla de la mano hacia el autoritarismo y hacia la delegación irrevocable de su autonomía en manos los que mandan; hobbesianismo para idiotas.
Y, volviendo a lo del sexo y los delitos, ¿qué me dicen de la paranoia con la pederastia? Execrable crimen también, indiscutiblemente. Pero ¿cuál crimen? ¿Bajarse unas fotos de niños desnudos es un crimen tan tremendo? Tal parece que lo es tanto como violar a un bebé y que todo el que se da a las fotos de niños es un violador no ya en potencia, incluso en ejercicio. Pues no, mire usted, no confundamos la velocidad con el tocino. Al final, conseguiremos una sociedad en la cual el que le haga un requiebro a una señora sea acusado de tentativa de violación (de acoso ya puede serlo ahora mismo), el que le dé un caramelo a un crío sea detenido por sospechoso de pederastia y al que simplemente se declare independentista se le aplique legislación antiterrorista. En cambio, a los de Afinsa y Gescartera seguirá considerándolos todo el mundo unos tíos la mar de vivos y pillines, sin más. El mundo al revés, again.
Contaré una anécdota que algo tiene que ver con todo esto. Tengo en casa internet inalámbrico y lo tenía en abierto, pues me parece muy bien que cualquiera pueda engancharse a mi señal, ya que eso no me cuesta ni más dinero ni nada y, de paso, le damos menos negocio a Telefónica, que ya va bien servida. Pero, ah, amigo, el otro día se me juntaron en casa parientes, informáticos unos y de los cuerpos de seguridad del Estado otros, y me convencieron para poner clave secreta y cerrar así el acceso libre. Me convencieron con el siguiente argumento: si llega frente a tu casa un tipo en un coche y con un ordenador portátil, se conecta a tu red y se pone a bajar fotos de niños en pelotas, te la cargas tú, al menos mientras no demuestres que tú no eras el autor de tan espantoso y perseguido comportamiento. Pues sí, puse la clave; pero sigo pensando que así es como se fomenta la insolidaridad más radical y el miedo al prójimo, haciendo de cualquiera un delincuente en potencia y acrecentando nuestros temores a base de inundar nuestro mundo de peligros mucho más imaginarios que reales. Porque seamos realistas, el peligro de que un terrorista nos mate, de que un violador nos acometa o de que a nuestro hijo pequeño lo ataque un pederasta peligroso es infinitamente menor que el de que nos partamos la crisma todos en nuestra próxima salida en coche por una carretera comarcal. Así que pongamos de una dichosa vez las cosas en su sitio.
Y ahora sensaciones personales aún más delicadas, y a ver quién es el malnacido que me malinterpreta a posta. Tengo una preciosa hija de tres meses. Cuando la cambio o la baño y la veo desnuda, en su belleza pura, el sentimiento absolutamente prístino de amor y de inefable entrega a la maravilla de ese ser y de ese cuerpo pequeñín se me contamina, y me desconcentro de uno de los sentimientos más poéticos que un ser humano puede experimentar. ¿Saben por qué? Porque me acuerdo del maldito rollo de la pederastia, de las quince noticias de esta semana sobre pederastia; porque pienso que si me vieran babear y sonreír todos estos nuevos adalides del puritanismo, estas renacidas ligas de las buenas costumbres, con su sucia mirada malinterpretarían la mirada mía, y me dirían que no mire, que no acaricie, que no disfrute de mi hija con los ojos, con las manos y con el alma. Pues me cago en todos los sucios que ensucian a los demás, en todos los puritanos que corrompen los sentimientos naturales y sencillos de la gente, en todos los políticos que nos marcan de porquería para tenernos controlados en el rebaño, y en todos los periodistas que alimentan su nómina a base cadáveres y del único sexo que entienden, en sexo ruin, tosco, deprimente, infame. Algo marcha horriblemente mal en este mundo cuando, en medio de tanta belleza por doquier, de tanta maravilla, de tanto milagro diario, sólo se habla y se habla de la fealdad, del pecado, del delito. Malditos y mil veces malditos.
¿O no le ha pasado a usted esto otro que ahora le voy a decir? Si usted es varón y le gustan los niños (¿ven? Uno escribe esto de si le gustan los niños y ya teme ser mal entendido; hasta el lenguaje nos manchan con la hez de sus mentes y de sus carteras), ¿no es cierto que ya se corta y se cuida muy mucho de hacerles carantoñas espontáneas y bienintencionadas a los niños desconocidos que se topa en un parque o en una acera? En efecto, teme que alguien entienda lo que no es y le aticen un paraguazo o llamen al guardia de la porra. Y de regalarle a un niño unas chucherías porque sí, ni hablemos.
Es genial cómo se fomenta la comunicación, la confianza y la empatía entre la gente. Cuando una alumna viene al despacho a consultar algo de la asignatura o a revisar un examen, deja uno la puerta abierta por completo y, a ser posible, procura que algún compañero ande cerca, pues nos aterra que nos acusen de acoso, intento de abuso sexual o similar. Ni sonrisas, ni bromas ni confianzas, por si está el fiscal al otro lado del tabique y lo entiende al revés. Cuando te encuentras un niño simpático, ni la cabeza le tocas al viejo estilo, no vayan a tomarte por pedófilo irredento. Cuando te vas de viaje, no le dejas las llaves de casa a un amigo, para no tener que darle también la clave de la alarma casera anticacos. Cuando te sale un rollo –al que le salga y esté en edad y situación- de ligoteo, antes de encamarte no sólo te pones tres condones, uno encima de otro, sino que haces a la contraparte firmar una declaración jurada de que folla porque le apetece y no por fuerza, presión o engaño. Y así sucesivamente. Viva la espontaneidad social, arriba la comunicación libre y no distorsionada.
Hay dos asuntos que merecen ser discutidos sosegadamente y del modo más racional posible. Uno, el de la cuantía de las penas para según qué delitos. Otro, el de los mecanismos de redención, de acortamiento de penas. No descartemos que se pueda defender con buenas razones que el castigo para violadores, por ejemplo, sea más alto, o que los descuentos de la pena se calculen sobre el total de los años de condena, o que no se apliquen a quien no da efectivas muestras de haberse rehabilitado mínimamente. Ahora bien, lo que sea, que sea para todos por igual. Nada de hacer un régimen particular para terroristas, otro para muy violadores, otro para violadores medianos, otro –con todos los beneficios y unos pocos más- para delincuentes de cuello blanco, y así sucesivamente.
Y una última cosa, que para penalistas y juristas en general sonará muy evidente, pero para la gente de bien vaya usted a saber, con tanta distorsión de lo jurídico que se hace desde los medios de comunicación. El que ha cumplido su pena y sale de la cárcel sale limpio. Su deuda ya la pagó, en la medida que la sociedad y su Derecho estimaron debida. Lo que no cabe es considerar que, puesto que sigue siendo peligroso, se le apliquen nuevas medidas punitivas o simplemente discriminatorias. Y no cabe porque no nos conviene a ninguno, no conviene a la sociedad. Ya que el paso siguiente es encerrar al delincuente meramente potencial, al que tiene pinta de ir a violar, matar o robar un día, aunque nunca lo haya hecho. Por ejemplo, ese hijo suyo de usted que va con esas pintas, trasnocha de esas maneras, se toma eso que se toma y va diciendo lo que va diciendo. ¿A que lo vemos distinto así? Mientras no hay delito, no puede haber castigo; cuando el delito ya se ha purgado con el cumplimiento del castigo, no cabe más castigo.
En tiempos de los nazis había dos prácticas a las que parece que retornamos –de la mano de todos los políticos, incluso los progres, y de toda la gente tan guay y tan ideal de la vida-, como a tanto de aquellos tiempos (banderas, himnos, Blut und Boden, exaltación de los derechos colectivos en perjuicio de los individuales…). Una era la de encerrar a ciertas personas aunque no hubieran hecho nada malo, sólo por su peligrosidad, por el riesgo de que un día delinquieran. La otra consistía en que a muchos delincuentes los esperaba la Gestapo al salir de la cárcel, después de finalizar el cumplimiento de su pena, y se los llevaba a un campo de concentración, donde quedaban encerrados para evitar toda posible reincidencia. ¿De verdad es eso lo que queremos? ¿De verdad es algo similar lo que nos proponen desde la mayor parte de los medios de comunicación?
Terreno pantanoso, sin duda. En el fondo a todos, progres y troyanos, nos gustaría ver el garrote vil, que es la versión castiza de la silla eléctrica, otra vez en la plaza pública. En EEUU mirar de forma sostenida a una hembra por más de tres o cuatro segundos es acoso. El piropo se paga directamente con cárcel y un roce, buscado o no, la perpetua por lo menos.
ResponderEliminarLa violación es deleznable. Es el método fascista de someter por la humillación y el dolor al otro, y es y ha sido la herramienta favorita del poder torturador. El individuo que viola es un enfermo de sadismo y violencia, pero también de soledad y alienación. Es, o debería ser, una cuestión de salud pública más que de justicia penal. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato?
Voy a hablar de mí, porque cada persona es un mundo, me considero portavoz asimismo de todo kie taleguero.
ResponderEliminari) Garciamado dice que los juristas debemos estar a lo que hay y que si el ordenamiento dice que uno ya pagó sus delitos pues a la puta calle hiciese lo que hiciese. Dicho así nada que objetar. Pues violadores fuera y a cobrar los 16 meses de desempleo con dos cojones que también lo dice el ordenamiento.
ii) Recuerdo que hablo por mí y por los kies. Si a mi hijo/a los matan en una pelea, en un atraco, los roban, los secuestran, etc...no me iba a reir precisamente y habría que estar al caso concreto, si perteneciese a una mafia debería vengarme por lo del respeto y tal, pero estando en sociedad, me conformo con que pague talego y se reinserte, las personas cometen errores y yo nunca podré saber a ciencia cierta si en el último segundo se arrepintió el asesino cuando la bala estaba ya en el aire, que no se arrepiente y cuando salga de la cárcel vuelve a las andadas, la historia de la calle demuestra que quién a hierro mata a hierro muere y si viene a burlarse de mí a tomar un café a mi lado y a regodearse de la muerte de mi hijo/a, el ordenamiento me reconoce figuras como el arrebato o la enajenación transitoria, porque si Garciamado es tan cristalino para un violador ¿será igual para todos?, pero ... ¿si da la casualidad de que el asesino, ladrón, etc..., se reinserta y después de pagar la condena por la muerte de mi hijo/a me salva a mí de perecer en un incendio o descubre la bomba que pare las demás bombas? Y eso un violador no lo puede hacer, porque carece de escrúpulos.
iii) Al violador hay que matarlo, así de claro, porque ¿puede un hombre vivir sin honor?, en mi caso no porque la mujer de mi familia que fuese violada me estaría recriminando y ... Garciamado habrá reflexionado sobre el tema, pero me parece que no está nada acertado cuando dice que se fomenta una nueva represión sexual, nada más incierto, se folla de cojones si vas al chingue y si te gusta el sexo y conoces a mujeres que también le va en cantidad y no hay problema ninguno.
iv) Y eso que dicen que si el despacho hay que tenerlo abierto cuando van las alumnas a una revisión cuando una alumna va a tirarse a un profesor se lo tira con la puerta abierta y con lo que haga falta, si la apetece tirarse al profesor, ahora bien, si el profesor es un reprimido sexual, bueno, si la alumna en cuestión es muy fea es mejor tener la puerta abierta para salir por patas. ¿Qué pasa que los alumnos no quieren tirarse a las profesoras? Además de follar a tope y sin problemas puede dar buena fe de ello el decano de la facultad de Derecho ¿o no?
v) Yo parto de que el violador es una alimaña, que por motivos que no me explico se ha degradado de humano a animal.
vi) Si Garciamado es tan comprensivo con la excarcelación del violador será también comprensivo con que un padre o un hermano o un familiar de la violada pueda ser inimputable al acabar con el violador ; lo dice el ordenamiento.
vii) Mario Conde y demás de guante blanco roban al que tiene, no roban a la sra Tomasa que cobra 360 euros al mes.
viii) Y al final como no íbamos a salir los nazis a relucir como bichos y malotes. ¿Puede Vd asegurar qué solo se encerraba a personas por su peligrosidad en Alemania? ¿no se hacía lo mismo en URSS, Inglaterra , USA , Francia y ESPAÑA? ¿No se hace hoy en día en ESPAÑA que cuando sale de la cárcel un extranjero le espera nuestra asesina policía para mandarle a tomar por el culo a su país para evitar reincidencias?
ix) Vd quiere que el ordenamiento se le aplique a los violadores, bien, a los que nos venguemos, que se nos apliquen también las eximentes, es Derecho o ¿sólo es Derecho el que favorece a los violadores?
Apreciado profesor:
ResponderEliminarSon muchas las cuestiones importantes que plantea su entrada de hoy y, creo, de distinta naturaleza, pese a su evidente conexion.
Por empezar por algún lado, me referiré al caso del violador en serie de la Vall d`Hebron/Valle de Hebrón.
Es cierto, y debe defenderse, que las penas deben estar dirigidas, principalmente, a la rehabilitación y reinserción del delincuente, finalidad que, teniendo en cuenta los altos índices de reincidencia, rara vez se alcanza (¿motivos? muchos: falta de medios -masificación carcelaria, tratamiento penitenciario poco individualizado, ...-, desconexión prisión/sociedad, y un larguísimo etc.)
Ahora bien, también es finalidad de la pena privativa de libertad la protección de la sociedad frente al delincuente, por lo que deberá buscarse siempre el equilibrio entre ambos fines.
Pero habría que analizar la cuestión de si un violador en serie del que se afirma por los especialistas clínicos (psicólogos, psiquiatras, etc.) que es incapaz de rehabilitarse, es un delincuente o un enfermo mental, como lo es un asesino en serie que dispara indiscriminadamente contra otras personas en un parque, o un pederasta que, durante años, secuestra, viola y asesina niños y luego los entierra en el jardín guardando sus corazones en el frigorífico como recuerdo.
Porque si el violador en serie, en opinión de los especialistas en la materia, no puede rehabilitarse, es decir, es totalmente incapaz de controlar los impulsos que le llevan a cometer las violaciones, no estamos ante un delincuente, sino ante un enfermo mental, al que no debe imponerse una pena, sino una reclusión indefinida en un centro de tratamiento que, de una parte, intente su curación, y de otra, evite que cause daño a otros a causa de su enfermedad. Y, desde luego, deberá permanecer internado hasta tanto no se garantice que ha recobrado la salud y que, por tanto, ha dejado de ser un peligro, incluso si ello implica su reclusión hasta la muerte. Creo recordar que esto, y no otra cosa, es lo que se resolvió en el caso de Puerto Hurraco, no hace muchoa años, solución por otra parte normal y clásica en nuestro derecho penal.
Problemas, entre otros: 1) No hay suficientes centros de internamiento psiquiátrico adecuados; pero este aspecto, como el hacinamiento en las prisiones, es una cuestión de falta de medios y, por tanto, solucionable.
2) El control sobre los que han de decidir si los internados en tales centros han sanado o no. Pero ello es un mero problema de de exigencia de responsabilidad: si los facultativos correspondientes- al menos tres, y exigiendo unanimidad- han dictaminado que el sujeto ha curado, por lo que ya no es peligroso y puede reintegrarse a la sociedad, y luego resulta que no es así, y continúa violando, se les inhabilitará de por vida, y les caerá una pena por negligencia, además de ser responsables de los daños y perjuicios causados.
Lo que y en mi opinión, causa tanta alarma, no es otra cosa que la percepción de que resulta inútil y frustrante tratar a quien padece una enfermedad mental peligrosa para el resto de los ciudadanos, como si fuera un delincuente que, cumplida su pena, ha saldado su deuda con la sociedad, sin tener en absoluto en cuenta que sigue siendo un peligro para los demás a causa de la enfermedad que continúa padeciendo, peligro real al que, se advierte ahora, el cumplimiento de la pena no ha dado respuesta ni solución.
Mis disculpas por extenderme tanto sobre un solo aspecto.
Saludos cordiales.
Supongo que por comentarios anteriores se habrá notado que NO soy jurista, aunque me parece admirable y absolutamente necesaria esta profesión. Necesitamos para la convivencia las "normas". Por ejemplo, hay una norma (o ley, perdonenme la incultura) que prohibe ir en las carreteras por encima de una cierta velocidad. Así, si voy a 180 Km/h un guardia civil va y me multa, y puede que hasta me quiten el carnet de conducir. Y por una sencilla razón, puede ser muy peligroso ir a esa velocidad para uno mismo y para los demás. Vale, existe esa norma. Pues bien, a partir de ahora, según la Vicepresidenta del Gobierno, lo que tiene que hacer el guardia civil es pararme e intentar "convencerme" de que no debo ir a esa velocidad. Las leyes están no para cumplirse sino para que nos convenzamos de que debemos cumplirlas, y si no las cumplimos, paciencia. O lo que es lo mismo pazzzzzzzzzzz ... y ciencia.
ResponderEliminarPara muestra un botón.
ResponderEliminarEn el ABC de hoy:
Una fotografía propiedad de Elton John, incluida en una investigación por pedofilia
OTR/PRESS
El cantante inglés Elton John ha admitido ser el propietario de una foto en la que aparecen dos niñas desnudas y que actualmente está en posesión de Scotland Yard que investiga si la instantánea viola las leyes de pornografía infantil. La imagen, que los tabloides británicos califican de "explícita" y que iba a formar parte de una exposición el Centro de Arte Contemporáneo en Gateshead (Reino Unido), se llama "Klara y el Baile de vientre Edda" y fue retirada un día antes de que la muestra abriera sus puertas.
La leyenda viva del pop inglés se ha querido desmarcar de este caso mediante un escrito en su página Web (www. eltonjohn. com), recogido por OTR/Press, en el que asegura que la imagen es de su propiedad pero está tomada por la fotógrafa estadounidense Yaya Goldin, a quien se la compró por unos 6. 000 euros, y que anteriormente ya se había mostrado en otros países sin que hasta ahora representara ningún tipo de problema. "La fotografía existe como parte de una colección de 149 fotografías en total y extensamente ha sido publicada y expuesta en todo el mundo" puntualiza en el comunicado, en el que detalla los lugares y las fechas en que pudo ser visitada.
La imagen muestra a dos niñas desnudas, una de ellas sentada con las piernas abiertas. Fuentes cercanas a la galería aseguraron a 'The Sun': "Es muy explícita. Yo me horroricé cuando la vi. Esta exposición tiene obras insólitas pero en el caso de ésta, no puede caber en la cabeza de nadie que esto sea arte", además explicó que el Centro se ha puesto ya en manos de asesoramiento legal sobre el caso.
Por su parte la policía ha confirmado que la imagen se encuentra en su posesión hasta que se investigue si viola la ley de pornografía infantil. Mientras la Fiscalía informó que no se involucrará por el momento a Elton John, hasta que la Policía llegue hasta el fondo del caso.
El cantante es muy conocido en Reino Unido, no sólo por su música sino también porque es uno de los mayores coleccionistas de arte y de fotografía del país. De hecho posee cientos de obras que incluyen trabajos de fotógrafos tan conocidos como Man Ray, Richard Avedon, Irving Penn, Diane Arbus o Ansel Adams.
Esta no es la primera vez que la fotógrafa Yaya Goldin, de 54 años está implicada en una polémica de este tipo. La artista es conocida por tomar fotografías de niñas desnudas y ya en 2001, la policía británica retiró una instantánea tomada por ella que había sido colgada en la galería londinense Saatchi.
Estimado Antón Lagunilla,
ResponderEliminarno soy médico, pero dudo muchísimo que lo que usted propone sea practicable:
"El control sobre los que han de decidir si los internados en tales centros han sanado o no. Pero ello es un mero problema de de exigencia de responsabilidad: si los facultativos correspondientes- al menos tres, y exigiendo unanimidad- han dictaminado que el sujeto ha curado, por lo que ya no es peligroso y puede reintegrarse a la sociedad, y luego resulta que no es así, y continúa violando, se les inhabilitará de por vida, y les caerá una pena por negligencia, además de ser responsables de los daños y perjuicios causados".
Supongo que también se le habrá ocurrido el castigo para los facultativos que -humanos como son- jamás declararían a nadie sano -aunque lo estuviese-, porque es imposible que nadie garantice hoy lo que no va a hacer un enfermo -¡ni un sano!- mañana. Si se incluye un precepto de "mera" exigencia de responsabilidad como el que usted propone, no sale de la cárcel -o del centro de salud- nadie, nunca, jamás.
Un saludo,
A.
Habría que distinguir inicialmente entre violador y sociópata. Hay muchísimos violadores con índices de peligrosidad postpenitenciaria muy baja (de hecho, la abrumadora mayoría; y los que más integran la cifra negra).
ResponderEliminarCuando hablamos de personalidades sociopáticas, jurídicamente no sabemos bien de qué hablamos. Y no lo sabemos bien porque no nos fiamos de lo que nos dicen los médicos. Un médico nos dice: "no está enfermo". Pero un estudio estadístico nos dice: "tiene un índice de riesgo de reincidencia altísimo; y sólo reacciona al miedo inmediato. Es inasequible al control social".
En esa encrucijada está la cuestión. Tenemos a un sujeto al que el perito nos declara "no-enfermo", pero sobre el que la amenaza penal (actual) no tiene influencia. A alguien a quien, a la vez, queremos tratar primero como sujeto responsable (hacerle pagar, afligirle con una pena) y luego, como un sujeto irresponsable (impidiendo, al salir de prisión, que se administre él solo: administrándolo nosotros en un hospital).
Ambas opciones son incompatibles, como señala GA.
(Por cierto: no nos hagamos ilusiones respecto de la desnazificación del Derecho alemán. Aún conservan la Sicherheitsbewährung...).
En lo que no estoy del todo de acuerdo es en que el mismo sistema penitenciario deba ser generalizable y aplicable a todo el mundo.
(Antes que nada, reconozco que cualquier pretensión preventivo-especial dirigida al sistema penitenciario español es ilusa. Salvo concretos programas, ni el estudio individual, ni la anamnesis ni, sobre todo, el tratamiento pasan del nivel de chiste malo).
Sí creo que es rechazable el "régimen especial" que señala GA para terroristas, por multitud de razones (por ser acientífico, populista, inútil, falaz, "simbólico", por mezclar indebidamente las lógicas penal -retrospectiva- y penitenciaria -prospectiva-, etc.).
Pero eso no significa que el régimen penitenciario deba ser lentejas, uno para todos y punto, como quiere Ferrajoli con su "Derecho penitenciario mínimo".
La pena de prisión no sólo aflige, sino que controla. No cabe ignorar (como los buenistas oficiales... o los malos oficiales, don Günther incluido) la función preventivo-especial negativa de la prisión. Y esa función no es igualmente necesaria respecto de todos los penados.
_________________________________
Lagunilla, amigo, habría que hacerle una estatua. Cráneo previlegiado. Eso de la inhabilitación de por vida y la culpa por la conducta ajena me ha encantado. Yo, como usted, estoy a la última sobre esos maravillosos protocolos psiquiátricos que permiten saber con plena certeza si alguien cometerá o no un crimen. Claro que existen, ¿cómo puede Ariadna dudarlo? La principal prueba es que, si no existiesen, su ocurrencia sería obligar a los psiquiatras a algo imposible so pena de inhabilitación y demás. Y alguien de su inteligencia jamás osaría decir algo así.
Lo de mezclar la Bewährung con la Sicherungsverwahrung lo he hecho aposta. Era para ver si estaban atendiendo. Aháaaaaaaaaa...
ResponderEliminarApreciada Ariadna:
ResponderEliminarSi un médico se equivoca, y en vez de cortar la pierna enferma corta el brazo sano, deberá evidentemente responder de su error. ¿Por que no debe responder del suyo un psiquiatra que asegura que un esquizofrénico asesino en serie ya no es peligroso, por lo que puede reintegrarse a la sociedad libremente, cuando se equivoca en su diagnóstico, y el enfermo vuelve a asesinar indiscriminadamente, alegando que se lo ordenaba una voz misteriosa?.
Puede discutirse el alcance de dicha responsabilidad por negligencia, si debe inhabilitársele por un mes o por diez años, hasta que punto ha de resarcir el daño causado, etc. etc., pero, salvo que se acreditara que su error era invencible, no sé porqué no ha de responder de nada.
He tenido ocasión de escuchar en juicios penales informes periciales de psiquiatras defendiendo diagnósticos que otros peritos, también psiquiatras, consideraban inadmisibles. ¿A quien de ellos debe creer el juez? Según la ley, a aquel que considere conveniente, con casi absoluta discreccionalidad. Pero, en mi opinión, resulta un insulto para la justicia y para las víctimas y ciudadanos que, si los hechos posteriores demuestran que uno de los peritos estaba profundamente equivocado (involuntariamente o por razones venales), y a causa de ello se pone en libertal a un peligroso enfermo mental que reincide en delitos gravísimos, no pasa nada de nada a nadie. Y ello es lo que motivaba mi provocadora propuesta.
¡Bien por Antetodo, mordaz como siempre!. Claro que los protocolos psiquiátricos no pueden determinar al cien por cien, y sin ningún margen de error, si alguien cometerá o no un crimen. Pero eso, estimado amigo, es desviar la cuestión.
Si admitimos que hay asesinos o violadores en serie que lo son por padecer una enfermedad mental (no todos, ni la mayoría: nunca dije tal cosa), por lo que resultan inimputables penalmente, los protocolos psiquiátricos, tras los correspondientes estudios y tratamientos, pueden deteminar si dicha enfermedad persiste o no y, caso de persistir, que grado de peligrosidad social implica. Insisto, no estoy hablando de personas asociales, sádicas o violentas pero claramente imputables, es decir, responsables de sus actos (aunque en ocasiones dicha responsabilidad pueda estar atenuada), sino de auténticos enfermos incapaces de cualquier autocontrol.
Por tanto, no confunda los términos. Claro que ningún psiquiatra ni nadie puede afirmar con seguridad absoluta que usted intentará (o no) matarme en un callejón oscuro, pero si fuera usted un asesino en serie que cree que hay que eliminar a los Lagunillas porque intentan colonizar el planeta, y ya hubiera apiolado a siete de la familia, ¿diría lo mismo el psiquiatra acerca de las posibilidades de que liquidara al octavo, si tuviera ocasión para ello?.
Claro, también puede alegarse que la psiquiatría ni es una ciencia ni es nada, y que en el oscuro cerebro de los dementes no hay manera de penetrar, por lo que todos los enfermos mentales peligrosos que están internados por serlo deberían salir ya, pues, ¿quien podrá asegurar, con certeza absoluta, que alguno de ellos lesionará a alguien? Pero no creo que sea usted de tal opinión. ¿O si?
En definitiva, lo que pretendía mi comentario era poner de manifiesto las consecuencias de dos disfunciones: la de tratar a enfermos mentales realmente peligrosos para los demás como si fueran delincuentes, y la de no exigir mayor rigor a la hora de controlar la eventual curación y, por tanto, reinserción social, de tales enfermos. Curiosamente, en el caso del violador del Valle de Hebrón parece que los especialistas afirmaban la ausencia de rehabilitación alguna (sería interesante conocer los argumentos), pero ello no impidió su puesta en libertad, pues había cumplido la pena. Si se le hubiera declarado enfermo mental, y hubiera sido internado en un centro adecuado, quizás seguiría internado.
¿Por qué fué tratado como un delincuente, en vez de como un enfermo mental inimputable? Interesante tema.
Saludos
Estimado Antón,
ResponderEliminarno es que no sea lo mismo: es que no es ni parangonable cortar por error un brazo sano -ya se sabe cuál es el enfermo, simplemente hay un error en la ejecución del acto de cortar-, y errar en un diagnóstico psiquiátrico, que seguramente ni siquiera es errar porque, para bien o para mal, -y sobre eso hay mucho que decir-, temo que tanto los sanos como los enfermos mentales sean bastante impredecibles -más allá de los supuestos clamorosamene fáciles-.
Y hacer responsable a un sujeto de actos ajenos en los que no puede intervenir, no está jurídicamente bien -moralmente tampoco-.
Otra cosa son los chanchullos de juzgado, los 'profesionales' sin escrúpulos que dicen lo que les pagan, pero eso es otro tema.
Buena jornada a todos
Estimado Lagunilla:
ResponderEliminarEsa es LA cuestión. Que esto no es acertar con la pierna. Esto son pronósticos de conducta humana. Que salvo en el caso tan habitual y verídico que propone usted, son extraordinariamente difíciles.
El Derecho vigente obliga a ciertos funcionarios a adoptar decisiones basadas en pronósticos de conducta futura; algunos son clínicos (como los que tienen que ver con la imputabilidad y la variación de medidas como el internamiento) y otros no (como los penitenciarios, que tienen que ver con permisos, salidas, progresiones en grado, etc.).
El Derecho no puede obligar a esos funcionarios a actuar más allá del Estado de la ciencia (que no permite sino hacer juicios de aproximación, que implican una defectibilidad mucho más alta que en otras actividades). De hecho, les obliga a actuar mucho más acá (no les obliga a hacer anamnesis ni terapias de dos años para otorgar un permiso penitenciario).
Por ello, la normativa vigente fuerza a que los que toman estas decisiones a ERRAR. Es una conclusión sencilla: si el margen de error en estos casos es de un 10% (y el de error con consecuencias graves es de un 0'02 %), y yo debo adoptar 5000 decisiones de esta clase, actuando conforme a deber yo erraré 50 veces y una de ellas tendrá consecuencias graves.
La cuestión es: ¿qué modelo alternativo hay, manteniéndonos en el mundo real?
P.S. El análisis económico tiene cositas divertidas. Hagamos la prueba con la presunción de inocencia. Un tipo con el que estudié yo en Alemania decía en su tesis doctoral: la regla de "más allá de la duda razonable" es el margen de riesgo permitido de la función jurisdiccional penal (esto le tiene que haber gustado a GA...).
Yo le dije que la idea me encantaba, pero que había que tirar más p'alante, algo así como: "con los sistemas probatorios vigentes, la posibilidad de condena de un inocente es de 3/10000"... etc. etc. hasta calcular cuantos inocentes encarcelados cuesta cada año nuestro sistema de garantías. ¿A que es fácil prever dónde estarán?.
Pues a ese Herr Professor alemán (a quien, por cierto, le agradezco muchas cosas) mi idea no le gustó. Le pareció cínica. Supongo que es más cómodo así...
Creo que en derecho se habla de "la diligencia de un buen padre de familia" para referirse a una especie de patrón social, un modo de conducirse en la vida que goza de aceptación general.
ResponderEliminarSupongo que si juntamos a 1000 de esos hombres cabales y les pedimos su opinión al respecto de los 16 años de privación de libertad por tropecientas violaciones ;o de los 18 por chiquicientos asesinatos; estos no tendrán lugar a dudas: manifestarán que algo no funciona.
Si el derecho no proteje, ni previene, ni es proporcional y se aleja del concepto de justicia vigente en un espacio y un tiempo ¿ para que sirve ?.
¿ No pasará lo de la función y el órgano ?
Psss, Rogelio. Me cuentan que dentro de esos 1000 deberá haber (un suponer):
ResponderEliminar- 120 que roben
- 90 que lesionen
- 920 que defrauden al fisco, IVA incluido
- 320 que muevan en alguna dirección drogas tóxicas
- 22 que cometan delitos contra la libertad sexual
- 900 que conduzcan por encima del límite de lo permitido...
... y así...
Rogelio
ResponderEliminarEl Derecho si proteje : legítima defensa (¿le parece poca prevención?), venganza privada (si se admite en el ordenamiento.
Ese concepto de Justicia que Vd ve tan vigente, resulta ser que los filósofos del Derecho no saben qué es la Justicia.
Imagine un caso dudoso, de asesinato, el acusador y la familia del muerto creen sinceramente que X lo cometió y X estaba tan obnubilado ese momento que realmente no recuerda. ¿Qué sentencia es justa? ¿Seguirá la Justicia vigente en cada momento?
Estimados Ariadna y Antetodo:
ResponderEliminarCreo que continúan sin abordar la cuestión. En mi anterior comentario, y a propésito del violador en serie del Valle de Hebrón, me refería a la existencia, en mi opinión, de
dos disfunciones importantes en nuestro sistema penal y penitenciario: la de tratar a enfermos mentales realmente peligrosos para los demás como si fueran delincuentes, y la de no exigir mayor rigor a la hora de controlar la eventual curación y, por tanto, reinserción social, de tales enfermos.
¿Creen que dichas disfunciones existen? ¿Creen que son inherentes al sistema de garantías penales y, por tanto, absolutamente inevitables? ¿No es posible actuación alguna -legal, de política criminal, etc- para evitar futuras víctimas?. ¿No creen que, en ocasiones, la presión social y el miedo irracional tienen como consecuencia que a enfermos mentales peligrosos se les trate como a delincuentes, tal como en siglos pasados, y que ello puede tener consecuencias gravísimas tanto para los ciudadanos y como para ellos mismos?.
Esas, al menos para mí, eran LAS cuestiones.
Saludos cordiales.
"Dos disfunciones importantes en nuestro sistema penal y penitenciario: la de tratar a enfermos mentales realmente peligrosos para los demás como si fueran delincuentes, y la de no exigir mayor rigor a la hora de controlar la eventual curación y, por tanto, reinserción social, de tales enfermos."
ResponderEliminarEstimado Antón,
el problema es que en nuestro sistema no existe tal disfución; me explico: el violador del que usted habla fue tratado como un delincuente, no como un enfermo, por tanto no podemos sacarnos ahora de la manga controles ad hoc, que la ley no prevé para este tipo de delincuente -creo, no soy penalista-. Si es un delincuente, y no un enfermo, lo es con todas las de la ley -creo que esto es lo que mantenía, con razón, García Amado-.
Respecto a la "solución", ya digo que no soy penalista, pero lo que dice ATMC me parece sensato. Creo que, efectivamente, habría que ser más 'individualista' en las recetas penales que imponemos a los diferentes tipos -en las recetas, no en los sujetos-, y creo que un violador sociópata no debería recibir la misma respuesta penal a sus actos que un malversador de fondos. Creo que la respuesta penal y penitenciaria es demasiado gruesa, y seguramente por eso no sirve para nada.
Pero estas cosas, en un Estado de Derecho, se piensan antes: no cuando el que va a salir te cae mal.
(Entre paréntesis: me llama la atención incluso que podamos someterle a vigilancia y seguimiento policial, una vez que ya le hemos excarcelado).
Un saludo afectuoso
Ariadna
Estimada Ariadna:
ResponderEliminarEn cuanto a la mayor o menor dureza penal para los delitos contra la libertad sexual, especialmente la violación, siempre ha dependido de la sensibilidad social de cada momento histórico concreto (como, por otra parte, sucede con los demás delitos). En mi opinión, a sociedad más machista y patriarcal, penas más leves, y a sociedad más igualitaria y menos patriarcal, penas más severas, pero no soy especialista en derecho penal comparado, y no sé si mi opinión es solo una apreciación personal equivocada. Maestros tiene este blog.
Coincido en que no debe meterse en el mismo saco a un violador ocasional de un fin de semana con alcohol y coca a tope, que a un violador en serie, pues no debe tratarse de igual modo a realidades diferentes. Pero, al día de hoy, la sociedad está indefensa y carece de instrumentos legales para garantizar, en la medida de lo posible pero, insisto, con rigor, que un enfermo mental peligroso sea tratado como un delincuente ocasional y que, como consecuencia, tras más o menos años en prisión vuelva a constituir un peligro cierto para los demás.
Me temo que el violador en serie en cuestión volverá a violar en serie, pues ello corresponde a la naturaleza de su enfermedad. Cuando suceda, y sucederá, a las víctimas, desde luego, les dirán que cómo íbamos a saberlo, que era imposible prever algo así, que si estaba en libertad fué porque ya cumplió su deuda con la sociedad, y esas cosas. Vae victimis !
Un cordial saludo
Estimado Antón,
ResponderEliminarintuitivamente, sin ningún soporte bibliográfico, discrepo de la relación que usted establece entre machismo y dureza penal contra la violación. Intuitivamente, instintivamente, sin que pueda explicarlo bien, algo me dice que un castigo desproporcionado de la violación -que es un delito horrible, pero no menos horrible que un homicidio- encuentra aún un levísimo fundamento en la idea -machista- de que el 'honor', la 'virtud', la 'dignidad' de la mujer, está situada en esa parte. No sé explicarme bien, así que pido perdón de antemano por las palabras gruesas que estoy utilizando. Pero no termino de entender que, por ejemplo, la violación esté más castigada que determinadas prácticas vejatorias que pueden ser mucho más humillantes y mucho más indignas.
Un cordial saludo,
A.
Estimada Ariadna,
ResponderEliminarPero estas cosas, en un Estado de Derecho, se piensan antes: no cuando el que va a salir te cae mal.
¡Llegué tarde a la discusión, perdonen! (Estaba de viaje)
¿Se está hablando de nuevo de De Juana?
Saludos cordiales,
Estimado (un) amigo,
ResponderEliminarno pensaba en De Juana, pero también vale para él, supongo que vale para todos los que han sido juzgados, condenados y han cumplido la condena impuesta. No soy penalista y no se me escapan los matices y barnices que los penalistas pueden encontrar, pero lo de De Juana me parece un buen ejemplo de lo que no se debe hacer en un Estado de Derecho.
Saludos y buen final de jornada.