14 enero, 2008

AVE, Cesar, morituri y tal

00:00 horas, ni tarde ni temprano. Acabo de instalarme en un hotel sevillano. Los he visto mejores, pero es que vengo de profesor. Si fuera vicerrector o representante de duralex, serían otro caché y otras maneras.
Esta noche he vuelto a tomar el AVE. La penúltima vez me tocó en Tomelloso una avería que resultó ser una huelga, pero con talante, a la chita callando, en zapatérico modo, como que te jodo pero la culpa es tuya por no ser partidario del consenso en pompa y dame más, que me gusta. La siguiente vez, hace poco, iba para Córdoba (pero no a ver a mis colegas, ¡lo juro! Que hay confusiones de las que nunca te recuperas...) y aparecí en Sevilla por ir leyendo no sé qué y dormirme. Debía de ser lo de Suso de la Vaca sobre Z(P).
Así que hoy venía al loro, aunque acabé devorando una sentencia del Tribunal Constitucional peruano y casi me da un soponcio. ¡Y nos quejamos de la Emily y el Zapata!
No sé si hice bien en andar atento. Cerca de mí viajaba una familia de ésas que tienen pinta de ir a buscar otro niño, ahora que los pagan a tanto alzado y aunque salgan malos. Llevaban ya uno, como de seis años y que en las dos horas y media no se apeó de la boca ¡un chupete! A lo mejor llega así a los treinta, y los papis tan felices. Mamoncete. Ya lo imagino examinándose para funcionario de la Junta de Andalucía con el chupete en la boca. Encima, si le preguntan, dirá que es para ir acostumbrándose, el jodío, con mala follá. Llevaba chupete, pero se le veía crecidito y activo y decía a voz en grito “pischa” y “quita pa´llá”. Criaturas.
Cuando acabé con el culebrón jurídico peruano (¡gracias, Fernando!), me levanté a estirar las piernas un poco. A dos pasos veo a dos personas hechas un ovillo y metiéndose mano como la primera vez. Se oyen suspiros y gemidos. ¡Cáspita! Todo discreto, bajo la mirada al suelo y, de camino, compruebo sin querer que las cuatro piernas entrelazadas llevan minifalda. Acelero y vuelvo a mi plaza, no vayan a insultarme por mirón, homófobo y calvo en ciernes. Que a lo mejor es un matrimonio que se quiere y a mí qué diablos me importa cómo se lo monten.
Me reacomodo en mi asiento y pasa un camarero, mucamo o como se llamen los que en el AVE reparten caramelos y venden cosas. Tiene una pluma como de pavo real operado. Se para donde aquellas dos se aman, les sonríe y les dice, cantarín: “Hola, guapísimas. ¿Algo del duty-free?".
Me encajo un poco más en mi butaca y empiezo a pensar que o viajo menos o me compro un traje de faralaes. Así ya no se va a ningún lado. Y menos leyendo sentencias peruanas. Mi vecino de asiento, un señor muy educado y fino, lee un libro. Miro de reojo y veo que es de Boris Izaguirre. Cierro los ojos y me pongo a rezar por lo bajo y compulsivamente el “Jesusito de mi vida” y el “Ángel de la guarda, dulce compañía”. Pero a la cuarta pasada la letra de los dos comienza como a darme cosa. ¡Joder!
Empiezo a estar un poco paranoico, creo.

2 comentarios:

  1. ¿Va a dar alguna conferencia en Sevilla?, Please, día y hora.

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  2. Amigo Lopera. Lo que me toca en Sevilla es curso de doctorado en la Olavide, invitado por mi colega y querido amigo Ramón Soriano. Largas horas vespertinas de tortura para un puñadito de alumnos que, bien mirado, no tienen culpa de nada.
    Gracias por su interés y un saludo muy cordial.

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