29 abril, 2008

Estados fallidos

Anda alterada la Ciencia Política y cada vez que sale por la noche vuelve a casa con un concepto nuevo. Entre los más resultones de esta temporada está el de Estado fallido. Todos los comentaristas y expertos hablan de Somalia como un Estado fallido. Al parecer, en sus costas y sus aguas se secuestra porque Somalia es un Estado fallido. Tomemos nota.
Lo de Estado fallido suena a gatillazo estatal, a quiero y no puedo con la política. Estado sí es, al parecer, pues en el caso de Somalia nadie ha dado el grito de a ocupar aquel territorio, que no tiene ni padre ni madre ni perrito que le ladre. Es Estado, pero fallido. Un Estado fallido debe de ser, por lo que se ve, uno que lo es sin ser capaz de erigir un orden y de poner concierto en la convivencia de sus súbditos. Tiene de todo nominalmente, jefatura del Estado, himno, bandera, capital y altos cargos, pero en plan salvaje y al buen tuntún, para figurar nada más. "¿Y usted a qué se dedica?". "Soy Ministro del Interior de un Estado fallido". "¿Y qué tal lo lleva?". "Pues bien, poco trabajo. Estamos privatizando la seguridad: cada uno se busca la suya y se lo monta como puede".
Qué quieren que les diga, a mí la categoría de Estado fallido me mosquea bastante. Tengo aquí dentro un runrún que no sé. Digo yo que un Estado fallido debe de ser aquel en que la sociedad funciona por libre y las cosas van bien o mal porque sí y según pinte. En Somalia parece que van mal, salvo para el que tenga una lancha y unas escopetas y pueda cobrar a los empresarios de la pesca un impuesto revolucionario. Son gente que quiere autodeterminarse, y a ver quién es el guapo que les niega su derecho. Cada uno quiere autodeterminarse propiamente a sí mismo consigo y para sí, y vete tú a decirles que no y que para autodeterminarse bien tiene que ser en grupo y marcando el paso de la oca mientras se canta no sé qué de unos gudaris que eran la bomba. En otros sitios las cosas siguen marchando pasablemente bien, aunque el Estado tiene el mismo aspecto de fallido, pues lo miras y lo ves con la mirada baja, encogido y tirando a mustio. Le ponen unos ministerios monísimos en cartoné y con bigudíes, echan a los ministros que hayan leído más de tres libros sin dibujos y renuevan a los más zotes y canallas. Oye, y no pasa nada. Y preside un hijo de papá que va de tremendo igualitario y que es lo más parecido a un gañán de casino de villorrio. Y no pasa nada, oye. Y ponen para velar por la Constitución y el Derecho a unos tipos y tipas que parece que se ejercitaron antes en la puerta de alguna iglesia al grito de señorito, déme algo, que no tengo para el Aranzadi, y que antes de decir esta sentencia es mía llaman al Gobierno o a la oposición, según cada cual, para ver qué le parece a mi amo respectivo y no vaya a ser que cuando se me acabe esto no me hagan magistrada estrasburguesa con doble de cebolla o embajador en las Caimán, se va, se va. Y no pasa nada.
En Somalia será fallido el Estado, pero el nuestro es apaleado y cornudo. Sirve para poner la cama y limpiar los restos de la juerga. ¿Que usted es promotor inmobiliario y se forra en la época de Bonanza, llenando de casas la Pradera? Ah, pues al Estado que le den, que yo bastante hago con mantener al concejal, a la amante del concejal y al somalí que le cuida la lancha al concejal. ¿Que la Pradera ya no da más de sí y que el personal ya no tiene cuerpo donde tatuarse otra hipoteca y que los beneficios van un poquito a menos? Pues pídale al Estado que saque la teta, y chupe, buen hombre, chupe hasta que sangre el pueblo. Un Estado en el que las ganancias son más que nada del que las pilla, pues vamos quitando impuestos de sucesiones, de patrimonio y todo lo que obligue al potentado a sacar la billetera, y en el que las pérdidas se socializan para que al trincón no se le baje de repente el beneficio con la desaceleración, tiene que ser un Estado fallido o cosa similar, no me digan que no.
En Somalia el Estado es fallido porque no hay quien ponga en su sitio al que secuestra barcos. En España el Estado no es tan fallido, no, porque todavía queda quien le lleve los millones en unos plásticos al secuestrador somalí. Cuidadín, hay diferencias. Me juego las obras completas de Gamoneda a que la pasta se transportó en la superfragata ésa que tenemos para que el Príncipe de las mareas se ponga el uniforme de vez en cuando y pase revista del corazón. La conversación tuvo que ser bonita. El capitán de la fragata: “¿El señor jefe de los negros, por favor?” El jefe de los secuestradores: “Llámame Jim. ¿Tú cómo te llamar?”. Y el capitán de la fragata, que es de Vigo y entiende por Eugenio Díaz del Río Jaúdenes (pinche aquí y verá al lobo marino tal como lo presenta el periódico de su pueblo), pero que, para no acojonar al otro y no fuera a dañarse la misión, decide acortar su propio nombre y comportarse con desenvoltura, responde: “Me llamo Eugenio, pero puede usted llamarte Jaudy”. Y el otro: “Bueno, jody, ¿tú traer pasta de rescate?”. Eugenio Díaz del Río Jaúdenes: “Me han dado este saco de dólares para usted, pero me dicen que no es rescate, sino donativo para ayuda al desarrollo”.
Acabaron intimando y, antes de despedirse, brindaron por la amistad de las naciones con unos restos de cava que quedaban de cuando la botadura de la fragata. Es más, el capitán le compró a uno del otro grupo tres cinturones, unas babuchas y un puñado de deuvedés con las últimas pelis, todo por traerle a la familia y que no se diga y como recuerdo de un encuentro tan emotivo. Corcho, y mucho mejor así que si se lesiona alguien por andar haciendo el oso con los cañones. Al fin y al cabo, para qué queremos el dinero, vamos a ver; si, total, como siga así la inflación, se nos va a quedar en nada.

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