28 abril, 2008

Polvo de alquiler

Tengo la insólita costumbre de consultar casi todos los días el periódico colombiano El Tiempo, pero, por si acaso, un comunicante a quien no conozco, que firma Juan Gabriel, que imagino que cantará boleros y que parece todavía algo escocido por aquel infausto post satírico sobre Colombia, me hace llegar la nota con el enlace que pasamos a comentar. Gracias, hombre. Desde que se me ocurrió la dichosa broma de que muchas colombianas vuelven tarumbas a los europeos con sus corpóreos arrebatos, no hacen más que enviarme todo tipo de escritos referidos a que tampoco las europeas se reproducen por esporas ni se resisten a un achuchón gestionado con diligencia. Como si uno hubiera insinuado tal cosa; como si a uno en realidad le importara un pimiento qué haga cada cual con su cuerpo. Fíjate qué preocupación más grande. Pero así está el mundo. Tú escribes que en Sebastopol hay mosquitos que pican y de inmediato cien celosos parroquianos de allá te replican que más picaron a tu reverenda madre y que así saliste tú. Es lo bueno de la comunidad ideal de diálogo, de la que habla el pobre Habermas sin comerse y rosco y metido todo entero en su torre de marfil y actos de habla en silencio.
Bueno, pues a la noticia, que sí tiene su gracia. Cuenta el muy independiente diario bogotano que “Se extiende por Europa el fenómeno de pagar con sexo alquiler de vivienda”. Repámpanos. Y en León sin enterarnos. Se lanza uno en tromba a leer la noticia y resulta que donde más revolcones arrendaticios se dan es en Roma, Milán y Nápoles. Jodidos italianos. Es que, al parecer, están muy caros los alquileres por allá. De todos modos, siempre que leemos enumeraciones así cabe preguntarse si el periodista dice las primeras ciudades que se le vienen al coco o si tendrá alguna base cierta para mencionar, por ejemplo, Nápoles en lugar de Génova o Milán en vez de Turín.
Según declaraciones de una señora italiana que recoge el mentado periódico, “Está quien hace de gigoló, de chica de compañía o quien se desnuda delante de una webcam”. Ya estamos mezclando churras con merinas. Qué quieren que les diga, conviene matizar. A un servidor le dicen que por un bonito apartamento en la parte más guapa de Roma tiene que echarle cuatro tientos por mes a una casera avara de metros cuadrados y requiebros, pero generosa en arrobas y con más años que nacionalidad histórica, y salgo huyendo de vuelta a mi apacible residencia leonesa; ahora bien, si la ambiciosa dama se conforma con que me muestre sin depilar y sin comparaciones odiosas ante una webcam, y con ello me perdona la renta, pues se podría hablar, para qué vamos a engañarnos. A ver si resulta que en verano vamos casi todos con el pitirrín al aire por la playa nudista y luego, en otoño, no podemos ni mandarle una foto al natural a nuestra casera.
Claro, como uno es un pringao y no nació para jefe, tiende a ponerse en el lugar del inquilino. Pero miren cómo se las gastan los propietarios: “Ofrezco gratuitamente una habitación amoblada, independiente y con baño a una estudiante universitaria a cambio de dos prestaciones sexuales al mes". Este vota a Berlusconi seguro, segurísimo. Antes, el avezado periodista nos había explicado que por esas tierras italianas el alquiler de habitación andaba por los mil euros mensuales. Ahora resulta que los caseros los cambian por dos “prestaciones sexuales” al mes, luego..., rediez, lo que está caro es el sexo de pago.
Nos quedamos perplejos y rascándonos la cabeza, hasta que llegamos al párrafo final de este artículo que supongo que no va a ganar un premio de periodismo. Dice así: “Pero este problema ya no es exclusivo de Italia. Recientemente, el diario francés Libération reveló que en varias páginas de anuncios en París también se pide sexo a cambio de un techo. Y los rumores de que está pasando lo mismo en Madrid son cada vez más fuertes”. Son rumores, son rumores... Ay, como se entere la Espe. Por cierto, ¿en los partidos se darán al sexo con el dueño del cotarro y a cambio de portavocías, direcciones generales y secretarías, o no serán ahí las pasiones tan primarias?
Pero, a ver, no nos obnubilemos. Pensando y pensando, sale que esto de abrirse de extremidades inferiores a cambio de un techo hace mucho que está inventado. ¿Qué era el matrimonio tradicional sino un arriendo de habitación pagado en especie? Salvo para las familias de orden y buenos principios, claro, donde el pago no se consideraba tal, sino débito a secas. A secas o como sea.
En todo caso, agradezco enormemente a mi comunicante colombiano que me haya hecho ver que los europeos también tienen sexo y lo usan como pueden o les dejan. Fíjate qué cosa. Pero qué grandísima suerte tienen en países como mi querida Colombia, en los que ni ocurren ni se permitirían, bajo ningún concepto, semejantes excesos inmobiliarios.

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