Un día de éstos me voy a declarar en huelga de comentario caído. Qué blog ni qué gaitas. Empiezo a ponerme paranoico y a ver en todas partes signos de una conspiración mu mala. Porque lo que está pasando no puede estar pasando de verdad. No, lo hacen para que en los blogs y demás webs nos obcequemos y embistamos y para decirnos luego aquello de tontín, has picado, era broma, jeje. Por otro lado, si lo que ocurre, ocurre de veras, que le den por el saco al mundo y allá cada cual se las componga. Cuantos más tarados meten en un Gobierno, más simpatías despierta; cuantas más gilipolleces hace un Gobierno, más encantado se muestra el pueblo con unos políticos tan in, tan cool, tan guais. Que se vaya a la porra el pueblo. Once millones de moscas no pueden equivocarse, vota mierda. ¿Cómo dice usted? ¿Que fueron veintiuno o veintidos los millones de moscas? Tiene razón: vota mierda.
Por ejemplo, estoy segurísimo de que la mayoría de las compatriotas y los compatriotos andan encantadas y encantados con ese engendro llamado Ministerio de la Igualdad. Uy, hija, qué cosa tan progresistísima. Va a haber un antes y un después en la historia de la mujer en este país. Fijate tú, Marilú. ¿Que la Menestra no sabe hacer la o con un canuto? Chica, pero es que tampoco la han puesto ahí para andar con canutos, sino de florero ideológico, para confirmar a los de IU que se cambiaron de cama que fíjate qué bien y que estamos salvando a la izquierda frente al embate derechoso insoportable y violentísimo.
Tiene co/ajones la tipa. Suelta lo de miembra y luego se disculpa con que así se dice en ciertos lugares de América Latina que no especifica. Mentira. Lo que pasa que si no inventa palabros, a ver qué carajo/coño hace. No hay más que fijarse en las medidas que, al parecer, va a poner en marcha su Ministerio. Gilipolleces/chuminadas como la copa de un/a pino/a. Pero a mí lo que más me excita es lo del teléfono del maltratador. Ideal de la muerte. Hoy en día se ponen teléfonos para todo. Y observatorios. ¿Para cuándo el observatorio del maltratador? La imaginación al poder.
Los martes tengo visiones y capto el futuro, no sé si se lo había comentado a ustedes alguna vez. No puedo evitarlo. Hoy lleva toda la mañana persiguiéndome el runrún de las primeras llamadas al teléfono del maltratador. Se las trancribiré tal cual, a ver si me libro de ellas.
Conversación 1.
- Buenos días, aquí el teléfono para hombres maltratadores. Le habla Venus, ¿en qué puedo ayudarle?
- Verá usted, estaba yo a punto de partirle la crisma a mi santa y me dije: hombre, voy a llamar primero al teléfono este que han puesto nuevo.
- Cuénteme, ¿cuál es su problema?
- No, problema ninguno, que me dan unos ataques con mi mujer, que de hoy no pasa.
- Pero usted ha llamado aquí, eso es buen síntoma.
- Sí, yo es que llamo por si me dan alguna idea para hacer que desaparezca el cadáver.
- ¿A qué cadáver se refiere?
- Al de mi mujer, pues cuál va a ser.
- No lo diga ni en broma.
- Pero, vamos a ver, ¿este no es el teléfono que puso el Gobierno para ayudar a los maltratadores?
- Sí, señor.
- Pues ahí está. Yo soy un maltratador y quiero que me ayuden con lo del crimen perfecto. Lo tengo todo pensado menos lo del cadáver.
- No, no, no. Yo debo convencerlo a usted para que no practique la violencia de género con su cónyuge.
- ¿Mande?
- Nada de matar ni de pegar.
- Y entonces para que se supone que los llamo a ustedes, ¿para hablar del tiempo?
- Para asegurarse de que no hay que practicar la violencia de género.
- ¿Mande?
- Que no se mata ni se pega a las mujeres.
- Vale. Pero ¿usted cree que si la tiro al río con unas piedras en los bolsillos saldrá a flote muy pronto?
- Señor, creo que usted necesita una terapia urgente y yo se la puedo brindar.
- ¿Mande?
- Para compensarle el desarreglo psicomotriz que le empaña la percepción de su ego masculino en armonía con los fluidos cósmicos.
- ¡Anda ya!
- Cierre los ojos.
- ¿Cómo dice?
- Que cierre los ojos.
- De acuerdo, ya está.
- ¿Tiene las manos libres?
- Bueno, me estaba rascando las ingles, pero si quiere lo dejo.
- Ponga en contacto las yemas de sus dedos pulgar e índice de cada mano. ¿Está?
- ¿El pulgar es el gordo?
- Sí
- Pues ya está.
- Con los ojos cerrados.
- Ondia, se me olvidaba.
- ¿Listo?
- Listo.
- Ahora repita conmigo: eimmmmmmm, eimmmmm, eimmmmm. Tres veces.
- Eimmmmmmmm, eimmmmmm, eimmmmmm. Tres veces. Ya está.
- ¿No se siente mejor ahora?
- Uy, sí, mucho mejor.
- ¿No nota como si se le hubiera quitado un peso de encima?
- Ya lo creo.
- Ya ve que no era tan difícil.
- Tiene usted razón, no sé por qué no se me ocurrió antes. Lo he visto clarísimo. Enterrada en la carbonera.
- ¿Cómo dice?
- Nada, nada, cosas mías.
- Bueno, ya sabe donde nos tiene si se vuelve a presentar la ocasión.
- Vale, muchísimas gracias. Y recuerdos a don José Luís.
- Se los transmitiré de su parte.
Conversación 2.
- Buenos días, aquí el teléfono del maltratador. Le habla Deysy.
- Yo quiero hablar con un tío, mecagoentó.
- Cuénteme a mí lo que le pasa.
- Pues que tentado estoy de darle un par de cachetes a la parienta.
- No debe hacerlo, ni se le ocurra.
- ¿Ves? Lo que yo le decía. Pero ella burra y burra y que por qué no le atizo en la rabadilla como hacen en las pornos.
- ¿Se refiere usted a las películas pornográficas, caballero?
- Sí, a las pornos. Antes las veíamos juntos, pero la Juani, mi mujer, coge todas las mañas y no me deja vivir.
- Dígale a su esposa que ésos son espectáculos degradantes para la mujer.
- ¿Degraqué?
- Degradantes.
- Ah. Bueno, como le iba diciendo, doña Bety
- Deysy.
- Eso. Pues que mi señora insiste en que le arree cachetadas en el culo mientras practicamos el sexo, pero a mí me da cosa.
- Es usted un varón ejemplar, muy bien.
- Gracias, ¿pero, entonces, no debo atizarle un poco para que le guste?
- ¿A qué se refiere usted exactamente?
- Pues mire, doña Deysy, a que según ella está en pompa y yo ataco desde el sur, le dé así con la mano abierta en las posaderas.
- ¿En las posaderas?
- Sí, mujer, en las nalgas. Pero sin hacerle daño.
- ¿Y a ella le gusta?
- Se pone como loca.
- ¿Y le da usted muy fuerte?
- Bueno, mucho, mucho no.
- ¿Con las dos manos?
- Esto..., pues unas veces con una y otras con la otra. Más con la derecha.
- ¿Y ella gime?
- ¿Cómo que si gime?
- Así: ummm, ahhhh, aaaaay, ohhh.
- Más o menos. Oiga, ¿se encuentra usted bien?
- Sí muy bien. Eres un encanto.
- Pues, esto... gracias. En fin, ya llamo otro día un ratito más.
- No, cielo, espera. Cuéntame qué le dices mientras le das palmadas en el culo.
- Pues qué quiere que le diga, que no sé a quién salió tan guarra.
- ¿La llamas guarra, mi amor?
- Bueno, es en confianza.
- Llámame guarra a mí, anda.
- ¿Cómo dice?
- Que me llames guarra y me digas que me vas a azotar un poquito en el trasero el día que nos veamos.
- Oiga, señora, que usted se confunde. Voy a colgar.
- No por favor, que ya falta poquito.
- Descarada, fresca, cerda.
- Ay, así, así, sigue.
Clic.
PD.- Sí, ya sé. Me la he vuelto a cargar. Caerá sobre el que suscribe la furia incontenible de las vestales y los vestalos de la corrección política. En cambio lo de la Aído no son chistes, ¿verdad? Manda narices. Qué país.
Por ejemplo, estoy segurísimo de que la mayoría de las compatriotas y los compatriotos andan encantadas y encantados con ese engendro llamado Ministerio de la Igualdad. Uy, hija, qué cosa tan progresistísima. Va a haber un antes y un después en la historia de la mujer en este país. Fijate tú, Marilú. ¿Que la Menestra no sabe hacer la o con un canuto? Chica, pero es que tampoco la han puesto ahí para andar con canutos, sino de florero ideológico, para confirmar a los de IU que se cambiaron de cama que fíjate qué bien y que estamos salvando a la izquierda frente al embate derechoso insoportable y violentísimo.
Tiene co/ajones la tipa. Suelta lo de miembra y luego se disculpa con que así se dice en ciertos lugares de América Latina que no especifica. Mentira. Lo que pasa que si no inventa palabros, a ver qué carajo/coño hace. No hay más que fijarse en las medidas que, al parecer, va a poner en marcha su Ministerio. Gilipolleces/chuminadas como la copa de un/a pino/a. Pero a mí lo que más me excita es lo del teléfono del maltratador. Ideal de la muerte. Hoy en día se ponen teléfonos para todo. Y observatorios. ¿Para cuándo el observatorio del maltratador? La imaginación al poder.
Los martes tengo visiones y capto el futuro, no sé si se lo había comentado a ustedes alguna vez. No puedo evitarlo. Hoy lleva toda la mañana persiguiéndome el runrún de las primeras llamadas al teléfono del maltratador. Se las trancribiré tal cual, a ver si me libro de ellas.
Conversación 1.
- Buenos días, aquí el teléfono para hombres maltratadores. Le habla Venus, ¿en qué puedo ayudarle?
- Verá usted, estaba yo a punto de partirle la crisma a mi santa y me dije: hombre, voy a llamar primero al teléfono este que han puesto nuevo.
- Cuénteme, ¿cuál es su problema?
- No, problema ninguno, que me dan unos ataques con mi mujer, que de hoy no pasa.
- Pero usted ha llamado aquí, eso es buen síntoma.
- Sí, yo es que llamo por si me dan alguna idea para hacer que desaparezca el cadáver.
- ¿A qué cadáver se refiere?
- Al de mi mujer, pues cuál va a ser.
- No lo diga ni en broma.
- Pero, vamos a ver, ¿este no es el teléfono que puso el Gobierno para ayudar a los maltratadores?
- Sí, señor.
- Pues ahí está. Yo soy un maltratador y quiero que me ayuden con lo del crimen perfecto. Lo tengo todo pensado menos lo del cadáver.
- No, no, no. Yo debo convencerlo a usted para que no practique la violencia de género con su cónyuge.
- ¿Mande?
- Nada de matar ni de pegar.
- Y entonces para que se supone que los llamo a ustedes, ¿para hablar del tiempo?
- Para asegurarse de que no hay que practicar la violencia de género.
- ¿Mande?
- Que no se mata ni se pega a las mujeres.
- Vale. Pero ¿usted cree que si la tiro al río con unas piedras en los bolsillos saldrá a flote muy pronto?
- Señor, creo que usted necesita una terapia urgente y yo se la puedo brindar.
- ¿Mande?
- Para compensarle el desarreglo psicomotriz que le empaña la percepción de su ego masculino en armonía con los fluidos cósmicos.
- ¡Anda ya!
- Cierre los ojos.
- ¿Cómo dice?
- Que cierre los ojos.
- De acuerdo, ya está.
- ¿Tiene las manos libres?
- Bueno, me estaba rascando las ingles, pero si quiere lo dejo.
- Ponga en contacto las yemas de sus dedos pulgar e índice de cada mano. ¿Está?
- ¿El pulgar es el gordo?
- Sí
- Pues ya está.
- Con los ojos cerrados.
- Ondia, se me olvidaba.
- ¿Listo?
- Listo.
- Ahora repita conmigo: eimmmmmmm, eimmmmm, eimmmmm. Tres veces.
- Eimmmmmmmm, eimmmmmm, eimmmmmm. Tres veces. Ya está.
- ¿No se siente mejor ahora?
- Uy, sí, mucho mejor.
- ¿No nota como si se le hubiera quitado un peso de encima?
- Ya lo creo.
- Ya ve que no era tan difícil.
- Tiene usted razón, no sé por qué no se me ocurrió antes. Lo he visto clarísimo. Enterrada en la carbonera.
- ¿Cómo dice?
- Nada, nada, cosas mías.
- Bueno, ya sabe donde nos tiene si se vuelve a presentar la ocasión.
- Vale, muchísimas gracias. Y recuerdos a don José Luís.
- Se los transmitiré de su parte.
Conversación 2.
- Buenos días, aquí el teléfono del maltratador. Le habla Deysy.
- Yo quiero hablar con un tío, mecagoentó.
- Cuénteme a mí lo que le pasa.
- Pues que tentado estoy de darle un par de cachetes a la parienta.
- No debe hacerlo, ni se le ocurra.
- ¿Ves? Lo que yo le decía. Pero ella burra y burra y que por qué no le atizo en la rabadilla como hacen en las pornos.
- ¿Se refiere usted a las películas pornográficas, caballero?
- Sí, a las pornos. Antes las veíamos juntos, pero la Juani, mi mujer, coge todas las mañas y no me deja vivir.
- Dígale a su esposa que ésos son espectáculos degradantes para la mujer.
- ¿Degraqué?
- Degradantes.
- Ah. Bueno, como le iba diciendo, doña Bety
- Deysy.
- Eso. Pues que mi señora insiste en que le arree cachetadas en el culo mientras practicamos el sexo, pero a mí me da cosa.
- Es usted un varón ejemplar, muy bien.
- Gracias, ¿pero, entonces, no debo atizarle un poco para que le guste?
- ¿A qué se refiere usted exactamente?
- Pues mire, doña Deysy, a que según ella está en pompa y yo ataco desde el sur, le dé así con la mano abierta en las posaderas.
- ¿En las posaderas?
- Sí, mujer, en las nalgas. Pero sin hacerle daño.
- ¿Y a ella le gusta?
- Se pone como loca.
- ¿Y le da usted muy fuerte?
- Bueno, mucho, mucho no.
- ¿Con las dos manos?
- Esto..., pues unas veces con una y otras con la otra. Más con la derecha.
- ¿Y ella gime?
- ¿Cómo que si gime?
- Así: ummm, ahhhh, aaaaay, ohhh.
- Más o menos. Oiga, ¿se encuentra usted bien?
- Sí muy bien. Eres un encanto.
- Pues, esto... gracias. En fin, ya llamo otro día un ratito más.
- No, cielo, espera. Cuéntame qué le dices mientras le das palmadas en el culo.
- Pues qué quiere que le diga, que no sé a quién salió tan guarra.
- ¿La llamas guarra, mi amor?
- Bueno, es en confianza.
- Llámame guarra a mí, anda.
- ¿Cómo dice?
- Que me llames guarra y me digas que me vas a azotar un poquito en el trasero el día que nos veamos.
- Oiga, señora, que usted se confunde. Voy a colgar.
- No por favor, que ya falta poquito.
- Descarada, fresca, cerda.
- Ay, así, así, sigue.
Clic.
PD.- Sí, ya sé. Me la he vuelto a cargar. Caerá sobre el que suscribe la furia incontenible de las vestales y los vestalos de la corrección política. En cambio lo de la Aído no son chistes, ¿verdad? Manda narices. Qué país.
Veo que sigue tomándose a chufla la creatividad del padre de la Alianza de Civilizaciones y sinceramente no me parece serio por su parte.
ResponderEliminarSr. Profesor ¿ es que aun no se ha enterado del último PROYECTO ESTRELLA del Misterio de Igual Dá ?: Va a proponer que se apruebe el término "MIEMBRA", para designar al miembro femenino, que supongo no se estará refiriendo a la cosita de las chicas sino más bien a la integranta femenina de un grupo dado.
Pobres miembros y miembras de la RAE, la que se les viene encima con Bilbaina, van a tener más trabajo en esta legislatura que en el tiempo transcurrido desde que le dieron la primera capa de barniz a esos lustrosos sillones.
De haberse olido esta tostada Fernando Fernán Gómez habría estirado su andadura por este valle de lágrimas para poder mandar a alguien al mierdo.
Muy bueno Rogelio y Rogelia.
ResponderEliminarSensacional. Sensacional. Qué precisión descriptiva, Maestro.
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