Nunca he entendido ni una palabra de impuestos y declaraciones de la renta. Hace unos cuantos años que acudo a un asesor profesional cuando me toca cumplir con el fisco. Pago religiosamente para que me prepare la declaración de la renta y me conformo sólo por no tener que rellenar casillas inverosímiles, entegarme a programas-padre-padrone ni aprenderme conceptos que rozan la metafísica de los números, y con eso ya me doy con un canto en los dientes.
Pero desde que Hacienda envía a las víctimas una declaración provisional –o como se llame- mi contento aumenta al mismo ritmo que mi perplejidad. Cada año me hacen saber desde la famosa cueva del árabe de que me sale positiva y debo apoquinar, pese a la hipoteca y a que tengo una retención que corta el hipo. Así que corro a mi asesor y... ,tachán, me informa sistemáticamente de que es el fisco el que debe devolverme a mí un poco de pasta. Lo cuento a diestro y siniestro y unos cuantos amigos van entrando por el aro con idéntico resultado. Y la conclusión se impone: Hacienda nos chulea, no sé si con dolo o simple negligencia.
Se pregunta uno cuánto incauto picará y a cuánto ascenderá el total de lo cobrado indebidamente por esa cosa que somos todos. No tengo ni la más mínima mentalidad de evasor, conste, pero también soy liberal en materia de sexo y no por eso me apetece que me violen.
Tengo entendido –y me disculpo si estoy en el error- que en cuanto algún despistado pone su firma en la declaración-trampa que le mandan a modo de cebo, se condena y no hay vuelta atrás. Roma no paga a ingenuos y confiados. Te pasas la vida leyendo sobre grandes principios constitucionales, sobre garantías en el Estado de Derecho, sobre la responsabilidad de la Administracion, que según las leyes es objetiva y chiripitifláutica, y luego mira lo que pasa. El Estado expropia al ciudadano de lo suyo a base de malas mañas y con ánimo de trilero y toca quedarse con los brazos cruzados y la cartera temblorosa. Luego que nos hablen los juristas del principio de buena fe, del de protección de la confianza, del de enriquecimiento injusto y de la Biblia en verso. A usted lo persiguen por fumar, por tomarse unas copichuelas, por piropear a la del quinto C, por ponerse hasta arriba de hamburguesas y por no operarse el miembro para que sea miembra, pero, diablos, llegan los Albertos y cambia la jurisprudencia constitucional casualmente a su favor, la Presidenta del Constitucional asesora a una abogada que es amiga de una amiga suya que tiene una vega y Hacienda juega con nosotros a los chinos para engañarnos como a tales. Hasta un matrimonio puedes anular si hay error en el consentimiento, pero con Hacienda consientes un día que te pilla en el momento tonto y ahí te quedaste compuesto y sin tus pelas.
Y todavía hay quien se extraña de que uno se vaya convirtiendo en un viejo ácrata con incrustaciones de mala leche.
Pero desde que Hacienda envía a las víctimas una declaración provisional –o como se llame- mi contento aumenta al mismo ritmo que mi perplejidad. Cada año me hacen saber desde la famosa cueva del árabe de que me sale positiva y debo apoquinar, pese a la hipoteca y a que tengo una retención que corta el hipo. Así que corro a mi asesor y... ,tachán, me informa sistemáticamente de que es el fisco el que debe devolverme a mí un poco de pasta. Lo cuento a diestro y siniestro y unos cuantos amigos van entrando por el aro con idéntico resultado. Y la conclusión se impone: Hacienda nos chulea, no sé si con dolo o simple negligencia.
Se pregunta uno cuánto incauto picará y a cuánto ascenderá el total de lo cobrado indebidamente por esa cosa que somos todos. No tengo ni la más mínima mentalidad de evasor, conste, pero también soy liberal en materia de sexo y no por eso me apetece que me violen.
Tengo entendido –y me disculpo si estoy en el error- que en cuanto algún despistado pone su firma en la declaración-trampa que le mandan a modo de cebo, se condena y no hay vuelta atrás. Roma no paga a ingenuos y confiados. Te pasas la vida leyendo sobre grandes principios constitucionales, sobre garantías en el Estado de Derecho, sobre la responsabilidad de la Administracion, que según las leyes es objetiva y chiripitifláutica, y luego mira lo que pasa. El Estado expropia al ciudadano de lo suyo a base de malas mañas y con ánimo de trilero y toca quedarse con los brazos cruzados y la cartera temblorosa. Luego que nos hablen los juristas del principio de buena fe, del de protección de la confianza, del de enriquecimiento injusto y de la Biblia en verso. A usted lo persiguen por fumar, por tomarse unas copichuelas, por piropear a la del quinto C, por ponerse hasta arriba de hamburguesas y por no operarse el miembro para que sea miembra, pero, diablos, llegan los Albertos y cambia la jurisprudencia constitucional casualmente a su favor, la Presidenta del Constitucional asesora a una abogada que es amiga de una amiga suya que tiene una vega y Hacienda juega con nosotros a los chinos para engañarnos como a tales. Hasta un matrimonio puedes anular si hay error en el consentimiento, pero con Hacienda consientes un día que te pilla en el momento tonto y ahí te quedaste compuesto y sin tus pelas.
Y todavía hay quien se extraña de que uno se vaya convirtiendo en un viejo ácrata con incrustaciones de mala leche.
Hola. Yo creo que para Hacienda, el ánimo recaudatorio, anula el principio de buena fé, el de legitimidad, el de proporcionalidad en las cargas, y el de equidad y redistribución de la Renta. Incluso, ha salido en la prensa, varias veces, unas manifestaciones de Tecnicos del Ministerio de Hacienda, con unas pancartas muy grandes que más o menos decian: Hacienda defrauda a sus tecnicos, y bla,bla, bla. Yo pienso que, si defrauda a quienes le sacan las perras a los sufridos contribuyentes, ¿que buena fé habría que presumirle, para que alguien pueda confiar en un Ente, cuyo objetivo es recaudar y recaudar?. La forma infame de recaudar, no es nada, si luego la comparamos con la más infame todavía, que significa el asignar inadecuadamente unos recursos escasos del presupuesto a dilapidaciones sin sentido. En fin, no comulgo con eso de que Hacienda eramos todos. Primos si, pero de Hacienda ni hablar. Un saludo.
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