Se suponía que todos conocíamos el juego de la pirámide. ¿Se acuerdan? Uno ponía un dinero para los jugadores anteriores de una lista que le daban al incorporarlo y luego buscaba unos cuantos que siguieran pagando en cadena, éstos convencían a otros más y comenzaba a llegar dinero extra al que antes se apuntó, y así sucesivamente, con ganancia mayor cuanto más se iba ensanchando esa pirámide invertida. Hasta que el montaje reventaba y los últimos pardillos ambiciosos se quedaban a dos velas.
Desde hace unos años se venía jugando igual, pero con pisos. Hoy compro un apartamento y mañana mismo lo revendo con un beneficio de cincuenta mil euros. Pero uno creía que los jugadores eran conscientes del riesgo, que sabían que el chollo no podía durar y que muchos se verían con las posaderas al aire. Parece que no. Dado el estupor del Gobierno, se nota que hasta los ministros pensaban que esto no se terminaría ni cuando no quedase sitio para una casa más. Mientras el dinero subía por la pirámide a golpe de pelotazo de hormigón, los méritos eran de los gobiernos; ahora que pintan bastos, la responsable es la economía internacional. Y cuando promotores, constructores y especuladores se forraban, nadie se acordaba de repartir ganancias; desde que se acabó el botín, se pretende que se socialicen las pérdidas. No conocemos más ley que la del embudo.
En ciudades como León la población no crece, pero el número de casas en construcción se multiplicaba cada año. Las afueras se iban cada vez más afuera y a un puñado de kilómetros del centro se seguían levantando pisos muy céntricos. Los que vivían en el campo sentían acercarse la ciudad como un maremoto de ladrillo. El que tenía una casa compraba otra y que el ya tenía dos compraba cuatro. Los bancos te daban hipotecas mejores cuanto más insolvente fueras, sin más aval que tu rostro de cemento. Nos parecía normal tanta anomalía. Hasta que pasó lo que siempre pasa en estos juegos. Se acabó la diversión, llegó el Euribor y mandó a parar.
El otro día atravesé en coche un polígono leonés que iba a ser un nuevo Manhattan y en el que ahora no se yerguen más que dos o tres edificios, como arquitectónico homenaje al gatillazo inmobiliario. Todavía habrá quien diga que no se veía venir y que la culpa fue del chachachá. O que se esperaba, pero era antipatriótico advertirlo.
Que le echen imaginación los negociantes y que monten otra pirámide. Ya no cabe con casas ni con sellos, pero pueden convencernos de que invirtamos en parcelitas de Marte o en peines para calvos. Éxito seguro. Y cuando se descubra el entuerto que nos subvencione el Estado por nuestra buena fe y nuestro gran servicio a la economía productiva.
Desde hace unos años se venía jugando igual, pero con pisos. Hoy compro un apartamento y mañana mismo lo revendo con un beneficio de cincuenta mil euros. Pero uno creía que los jugadores eran conscientes del riesgo, que sabían que el chollo no podía durar y que muchos se verían con las posaderas al aire. Parece que no. Dado el estupor del Gobierno, se nota que hasta los ministros pensaban que esto no se terminaría ni cuando no quedase sitio para una casa más. Mientras el dinero subía por la pirámide a golpe de pelotazo de hormigón, los méritos eran de los gobiernos; ahora que pintan bastos, la responsable es la economía internacional. Y cuando promotores, constructores y especuladores se forraban, nadie se acordaba de repartir ganancias; desde que se acabó el botín, se pretende que se socialicen las pérdidas. No conocemos más ley que la del embudo.
En ciudades como León la población no crece, pero el número de casas en construcción se multiplicaba cada año. Las afueras se iban cada vez más afuera y a un puñado de kilómetros del centro se seguían levantando pisos muy céntricos. Los que vivían en el campo sentían acercarse la ciudad como un maremoto de ladrillo. El que tenía una casa compraba otra y que el ya tenía dos compraba cuatro. Los bancos te daban hipotecas mejores cuanto más insolvente fueras, sin más aval que tu rostro de cemento. Nos parecía normal tanta anomalía. Hasta que pasó lo que siempre pasa en estos juegos. Se acabó la diversión, llegó el Euribor y mandó a parar.
El otro día atravesé en coche un polígono leonés que iba a ser un nuevo Manhattan y en el que ahora no se yerguen más que dos o tres edificios, como arquitectónico homenaje al gatillazo inmobiliario. Todavía habrá quien diga que no se veía venir y que la culpa fue del chachachá. O que se esperaba, pero era antipatriótico advertirlo.
Que le echen imaginación los negociantes y que monten otra pirámide. Ya no cabe con casas ni con sellos, pero pueden convencernos de que invirtamos en parcelitas de Marte o en peines para calvos. Éxito seguro. Y cuando se descubra el entuerto que nos subvencione el Estado por nuestra buena fe y nuestro gran servicio a la economía productiva.
El interés general, los principios constitucionales, los principios generales del derecho y demás mandangas que quedan tan bien, son palabras huecas que forman parte del escenario que precisa la obra teatral que se está representando en este pais y en la que actuamos todos en distintos grados.
ResponderEliminarEl liberalismo más salvaje disfrazado de generación de riqueza y empleo: riqueza para los 4 de siempre (los de la Banda el Moco y sus palmeros), trabajo alienante a poder ser para la plebe y a pagar por una mier.. de X m2 300.000 eurazos, eso sí a 45 años, para tenerte cogido por las pelotas hasta que la muerte nos separe.
Todo ello bendecido e impulsado por esos seres maravillosos, que nos hacen la vida más fácil y que en ocasiones les denominamos "Padres de la Patria" ("padrecito", creo que les decían los campesinos rusos a sus señores).
El modelo de inmigración irresponsable, disfrazado de solidaridad y justificado con el simplismo del "¿quien pone puertas al campo?", de los de la Banda el Moco, ha servido con largueza al propósito piramidal por vd. expresado.
Pero vamos a ver en unos meses la que se está cociendo, porque estoy convencido de que se está cociendo otra: el Estado (lo iba a poner con minúsculas, será el subconsciente) ha prestado, a través del ICO, 5.000 millones de euros en los últimos meses, a los grandes promotores, al objeto de apoyar; como no; la generación de empleo y riqueza. Es decir en el muerto nos gastamos todos los ahorros y al vivo que le den por allí, ¿o hay algo más?.
Puestos a pensar mal, metemos 5.000 millones de dinero público en los bolsillos de nuestros amiguetes; de los que conocemos con certeza su capacidad de agradecimiento; a sabiendas de que no van a poder devolver un jodido duro, y le pasamos la pelota a la "Abuela de la Fabada", que total para lo que le queda en el convento.
El agujero financiero es para acojonar, ya que se está hablando de una deuda acumulada del sector de la promoción-construccion en torno a 300.000 millones de euros, ¿ a quien le va a reventar la patata caliente ?, yo apuesto doble contra sencillo.
A esta pirámide le quedan 2 telediarios, pero nos queda otra: la de las pensiones, a ver como lidian ese toro estos "Josés Tomás".
De acuerdo con todo, sólo me gustaría hacer una reflexión.
ResponderEliminarEsta situación la han provocado a partes iguales promotores avariciosos y aquella parte de compradores irresponsables y especuladores, que ansiaban forrarse comprando por 4 duros y ganando 4000 duros de a 7 pesetas cada uno a la vuelta de un par de añitos como mucho...
Pero... ¿qué pasa con esos jóvenes (y no tan jóvenes) que se vieron obligados a comprar su primera y única residencia a precio de oro y ahora se encuentran con una hipoteca que el sueldo no cubre y un inmueble por el que el mercado no le ofrece ni de lejos lo que pagó?
Por si fuera poco el sistema tributario, tan justo él, permite desgravar y deducir tan poco, tan poco, tan poco, y se inventa tantos, pero tantos conceptos por los que gravar la compra que los inmuebles elevan como mínimo un 10% su valor nada más ser comprados por el lógico deseo de su propietario de no perder dinero en caso de verse obligado a vender...
Un sistema rocambolesco, sin duda, pero muy democrático y de interés general. Pagamos a precio de oro, nos vemos pillados sin poder vender, no podemos negociar con el banco ante nuestra escasa cintura financiera, no podemos deducir en impuestos y, por si fuera poco, toca repartirse a partes iguales la deuda de todos estos mangantes, perdón, magnates (es el subconsciente), para que los pobrecitos no sufran demasiado con las pérdidas...
Por mí como si se tiran desde lo alto de un rascacielos emulando a los suicidas del crack del 29...
Estimada víctima,
ResponderEliminarprocede una manifestación no sé de qué manera para que el gobierno AYUDE MEDIANTE DESGRAVACIONES A PAGAR LA PRIMERA VIVIENDA, la de verdad, esa donde viven los que la compran porque en algún sitio hay que vivir. LA SEGUNDA, LA TERCERA, LA CUARTA, LA DE LA PLAYA, LA DE LA SUEGRA, LA HEREDADA, ETC. urge que el gobierno obligue a pagarlas, y bien, mediante los impuestos.
Ahora que los no especuladores nos hemos metido a comprar esa primera vivienda, porque el alquiler no desgravaba un pimiento, resulta que QUIEREN ELIMINAR LOS INCENTIVOS FISCALES POR COMPRA DE VIVIENDA Y AUMENTAR LOS DE ALQUILER. ¿Para qué? ¿Para quién? Para que los chorizos especuladores de pacotilla, que no pueden pagarse sus especulaciones, puedan alquilar sus viviendas y encima desgravar. Y digo los especuladores de pacotilla, porque los especuladores de verdad, los que de verdad hicieron mucho dinero -y no lo que parece mucho dinero a quienes ganamos muy poco- están bien cubiertos y lloran porque el que no llora no mama, pero esos no pierden, tranquilos todos.
Así que, si este gobierno quiere ser de izquierdas, progresista, y todas esas carantoñas, que adopte esas medidas mínimas:
- Desgravar, y bien, la primera vivienda.
- Gravar, y bien, las demás.
- Y, como mucho, no gravar tanto a quienes las tengan alquiladas, pero lo que es de traca es que el inquilino te pague la casa, y el gobierno te ayude a pagar el resto.
¿Cuál es el problema? Que el chiringuito que tenemos no soporta estas medidas. Pero eso ya lo sabíamos, hace mucho, todos.
Amén, de acuerdo en todo estimado anónimo. Lástima que no nos vayan a hacer ningún caso, me temo que seguiremos de víctimas...
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