Es una anécdota de las más tontas, pero lo preocupante es la frecuencia con la que uno se topa con personajes así. Y qué paciencia necesitan los vendedores, cielo santo.
Bueno, a lo que íbamos. Hace tres días cogí a la pequeña Elsa y me marché de rebajas a El Corte Inglés. Ella iba en su silla, que yo conducía con singular pericia entre estantes y muestrarios. Al fin, me meto en la sección de ropa de caballero y me pongo a probarme pantalones. Ciertamente, no las tenía todas conmigo. Pensaba que de pronto podía aparecer algún obseso de la pederastia, o pederastófilo, que se excitara al verme entrar en el probador a solas con mi pequeñina y con los pantalones en la mano, y que llamara al FBI, a la Agencia Internacional De Oligofrénicos (AIDO) y a un par de televisiones para que tuvieran basura con la que amenizar el vermú a las/os amas/os de casa que se desviven por la mañana en el hogar limpiando el polvo de la noche. Pero no pasó nada. Ummm, hay que vigilar más, esto no puede seguir así.
El caso es que encontré lo que buscaba para andar resultón el resto del verano y me arrimé a la caja a pagar. Allí sólo había dos personas, un dependiente trajeado como corresponde a la empresa y un único cliente. No es que vaya uno de lince ni de psicólogo clínico en paro y pasado al porno catalán, sino que el sujeto cantaba a distancia y hasta para el más torpe. Bajito, muy moreno, barba de dos días, playeras de escalada y con un suplemento de cuatro centímetros, camisetilla juvenil, pantalones vaqueros tipo bermuda, hasta media pantorrilla y, sobre todo, una mirada así, ya saben ustedes, de bóvido a punto de graduarse en Turismo con el sistema de Bolonia; una inteligencia que le salía hasta por los ojos, vamos. Me mentalicé para armarme de paciencia, pero no me bastó. La conversación entre dicho individuo y el dependiente duró unos quince minutos y su tenor continuo era éste, aunque la presento resumida:
- El individuio (en adelante I.).- Bueno, entonces vengo a recoger los pantalones por la tarde.
- El dependiente (en adelatne D).- De acuerdo, caballero, cuando usted quiera.
- I.- Vale, pues por la tarde. No hay problema, ¿verdad?
- D.- Ningún problema, señor
- I.- Si me surge algo y no puedo venir por la tarde, paso mañana por la mañana.
- D.- Como usted desee, por supuesto.
- I.- Es que esta tarde tengo dentista y a lo mejor no acabo a tiempo.
- D.- No se preocupe.
- I.- Es nada más que un empaste, pero cuando te abren la boca no sabes lo que van a tardar.
- D.- Claro.
- I.- Espero que al menos no me haga daño como la última vez.
- D.- ....
- I.- Estoy pensando que si a mí se me hace tarde también puedo llamar a mi hermana y que pase ella a recogerlos.
- D.- Por supuesto, no hay problema.
- I.- Lo que pasa que ahora mismo no me acuerdo de a qué hora sale ella de la oficina.
- D.- No se preocupe por nada, cuando pasen aquí estarán los pantalones. Muchas gracias.
- I.- También puede ser que tenga ella hoy el día libre. Tengo que llamarla luego.
- D.- ...
- I.- El otro día tuve que ir yo a Zara a buscarle un vestido que había comprado ella. Hay días que la tienen en el curro hasta las nueve lo las diez.
- D.- ....
- I.- De todos modos, aunque no pueda venir ella hoy por la tarde, seguro que puedo yo.
- D.- Como ustedes deseen.
- I.- Si quiere, le pago los pantalones ahora.
- D.- No es necesario, no se preocupe.
- I.- Bueno, si no se los pago ahora se los pago por la tarde.
- D.- Sí, señor.
- I.- Y si viene mi hermana, que los pague ella y ya le doy yo luego el dinero.
- D.- ...
- I.- Usted tranquilo, que sin cobrar los pantalones no va a quedar.
- D.- Por supuesto, señor, no hay problema.
- I.- Hay gente muy mal pagadora, ya lo sé, pero nosotros no somos de esos.
- D.- Claro.
- I.- Mi hermana hasta se agobia si no paga todo en el acto.
- D.- ...
- I.- Yo no me agobio, pero soy igual.
- D.- ...
- I.- Pero qué le voy a contar a usted de cómo está el mundo.
- D.- ...
- I.- Bueno, entonces quedamos en que esta tarde o paso yo o pasa mi hermana.
- D.- Sí, señor, como prefieran.
- I.- Si vengo yo, pasaré hacia las seis. Si viene mi hermana seguramente será después de las siete.
- D.- ...
- I.- Pero uno de los dos viene seguro.
- D.-...
- I.- Y pagar, pagamos, no se preocupe.
- D.- Por supuesto.
- I.- De todos modos, trataré de venir yo para no molestar a mi hermana.
- D.- Muy bien.
- I.- Ya bastante la putean en el trabajo como para que, encima, le pida yo favores.
- D.- ...
- I.- Aunque ella es servicial al máximo.
- D.- ...
- I.- Bueno, lo dicho. O se acerca mi hermana o paso yo.
- D.- Estupendo, muchas gracias.
- I.- Pero lo más probable es que sea yo.
- D.- Aquí estarán sus pantalones.
- I.- Así mi hermana se ahorra el tener que ver luego cuándo me da los pantalones.
- D.- ....
- I..- Y si paso yo, le pago esta tarde.
- D.- Cuando quiera.
- I.- Si viene mi hermana, le paga ella y luego ya se lo doy yo a ella.
- D.- ...
- I.- Bueno, hasta esta tarde.
- D.- Adiós, señor, muchas gracias.
- I.- Y si no puedo yo esta tarde, hasta otro día.
- D.- Adiós, señor, hasta cuando quiera.
- I.- Pero casi seguro que nos vemos esta tarde.
- D.- ...
- I.- Así es menos lío.
- D.-...
- I.- Lo dicho, hasta la tarde.
- D.- Adiós.
- I.- Hacia las siete así.
- D.- De acuerdo.
- I.- O cuando podamos.
- D.- Claro.
- I.- Pues hasta luego.
- D.- Adiós.
- I.- Estará listo el pantalón para esa hora, ¿no?
- D.- Claro que sí. Si quiere hasta puede llevarlo dentro de cinco minutos.
- I.- No, me viene mejor por la tarde.
- D.- Vale.
- I.- Así aprovecho ahora este rato que me queda para mirar unos disquetes para el ordenador que me compré la semana pasada. Un maquinón...
....
Corto aquí. No exagero, fueron quince minutos de diálogo de este calibre. Y luego hablan de que está mal la violencia y de que no se deben portar armas de fuego y tal. Pues, para estos casos, ¿por qué no? Al menos que se las permitan a los vendedores y a los clientes con tarjeta de El Corte Inglés o que lleven un bebé.
Bueno, a lo que íbamos. Hace tres días cogí a la pequeña Elsa y me marché de rebajas a El Corte Inglés. Ella iba en su silla, que yo conducía con singular pericia entre estantes y muestrarios. Al fin, me meto en la sección de ropa de caballero y me pongo a probarme pantalones. Ciertamente, no las tenía todas conmigo. Pensaba que de pronto podía aparecer algún obseso de la pederastia, o pederastófilo, que se excitara al verme entrar en el probador a solas con mi pequeñina y con los pantalones en la mano, y que llamara al FBI, a la Agencia Internacional De Oligofrénicos (AIDO) y a un par de televisiones para que tuvieran basura con la que amenizar el vermú a las/os amas/os de casa que se desviven por la mañana en el hogar limpiando el polvo de la noche. Pero no pasó nada. Ummm, hay que vigilar más, esto no puede seguir así.
El caso es que encontré lo que buscaba para andar resultón el resto del verano y me arrimé a la caja a pagar. Allí sólo había dos personas, un dependiente trajeado como corresponde a la empresa y un único cliente. No es que vaya uno de lince ni de psicólogo clínico en paro y pasado al porno catalán, sino que el sujeto cantaba a distancia y hasta para el más torpe. Bajito, muy moreno, barba de dos días, playeras de escalada y con un suplemento de cuatro centímetros, camisetilla juvenil, pantalones vaqueros tipo bermuda, hasta media pantorrilla y, sobre todo, una mirada así, ya saben ustedes, de bóvido a punto de graduarse en Turismo con el sistema de Bolonia; una inteligencia que le salía hasta por los ojos, vamos. Me mentalicé para armarme de paciencia, pero no me bastó. La conversación entre dicho individuo y el dependiente duró unos quince minutos y su tenor continuo era éste, aunque la presento resumida:
- El individuio (en adelante I.).- Bueno, entonces vengo a recoger los pantalones por la tarde.
- El dependiente (en adelatne D).- De acuerdo, caballero, cuando usted quiera.
- I.- Vale, pues por la tarde. No hay problema, ¿verdad?
- D.- Ningún problema, señor
- I.- Si me surge algo y no puedo venir por la tarde, paso mañana por la mañana.
- D.- Como usted desee, por supuesto.
- I.- Es que esta tarde tengo dentista y a lo mejor no acabo a tiempo.
- D.- No se preocupe.
- I.- Es nada más que un empaste, pero cuando te abren la boca no sabes lo que van a tardar.
- D.- Claro.
- I.- Espero que al menos no me haga daño como la última vez.
- D.- ....
- I.- Estoy pensando que si a mí se me hace tarde también puedo llamar a mi hermana y que pase ella a recogerlos.
- D.- Por supuesto, no hay problema.
- I.- Lo que pasa que ahora mismo no me acuerdo de a qué hora sale ella de la oficina.
- D.- No se preocupe por nada, cuando pasen aquí estarán los pantalones. Muchas gracias.
- I.- También puede ser que tenga ella hoy el día libre. Tengo que llamarla luego.
- D.- ...
- I.- El otro día tuve que ir yo a Zara a buscarle un vestido que había comprado ella. Hay días que la tienen en el curro hasta las nueve lo las diez.
- D.- ....
- I.- De todos modos, aunque no pueda venir ella hoy por la tarde, seguro que puedo yo.
- D.- Como ustedes deseen.
- I.- Si quiere, le pago los pantalones ahora.
- D.- No es necesario, no se preocupe.
- I.- Bueno, si no se los pago ahora se los pago por la tarde.
- D.- Sí, señor.
- I.- Y si viene mi hermana, que los pague ella y ya le doy yo luego el dinero.
- D.- ...
- I.- Usted tranquilo, que sin cobrar los pantalones no va a quedar.
- D.- Por supuesto, señor, no hay problema.
- I.- Hay gente muy mal pagadora, ya lo sé, pero nosotros no somos de esos.
- D.- Claro.
- I.- Mi hermana hasta se agobia si no paga todo en el acto.
- D.- ...
- I.- Yo no me agobio, pero soy igual.
- D.- ...
- I.- Pero qué le voy a contar a usted de cómo está el mundo.
- D.- ...
- I.- Bueno, entonces quedamos en que esta tarde o paso yo o pasa mi hermana.
- D.- Sí, señor, como prefieran.
- I.- Si vengo yo, pasaré hacia las seis. Si viene mi hermana seguramente será después de las siete.
- D.- ...
- I.- Pero uno de los dos viene seguro.
- D.-...
- I.- Y pagar, pagamos, no se preocupe.
- D.- Por supuesto.
- I.- De todos modos, trataré de venir yo para no molestar a mi hermana.
- D.- Muy bien.
- I.- Ya bastante la putean en el trabajo como para que, encima, le pida yo favores.
- D.- ...
- I.- Aunque ella es servicial al máximo.
- D.- ...
- I.- Bueno, lo dicho. O se acerca mi hermana o paso yo.
- D.- Estupendo, muchas gracias.
- I.- Pero lo más probable es que sea yo.
- D.- Aquí estarán sus pantalones.
- I.- Así mi hermana se ahorra el tener que ver luego cuándo me da los pantalones.
- D.- ....
- I..- Y si paso yo, le pago esta tarde.
- D.- Cuando quiera.
- I.- Si viene mi hermana, le paga ella y luego ya se lo doy yo a ella.
- D.- ...
- I.- Bueno, hasta esta tarde.
- D.- Adiós, señor, muchas gracias.
- I.- Y si no puedo yo esta tarde, hasta otro día.
- D.- Adiós, señor, hasta cuando quiera.
- I.- Pero casi seguro que nos vemos esta tarde.
- D.- ...
- I.- Así es menos lío.
- D.-...
- I.- Lo dicho, hasta la tarde.
- D.- Adiós.
- I.- Hacia las siete así.
- D.- De acuerdo.
- I.- O cuando podamos.
- D.- Claro.
- I.- Pues hasta luego.
- D.- Adiós.
- I.- Estará listo el pantalón para esa hora, ¿no?
- D.- Claro que sí. Si quiere hasta puede llevarlo dentro de cinco minutos.
- I.- No, me viene mejor por la tarde.
- D.- Vale.
- I.- Así aprovecho ahora este rato que me queda para mirar unos disquetes para el ordenador que me compré la semana pasada. Un maquinón...
....
Corto aquí. No exagero, fueron quince minutos de diálogo de este calibre. Y luego hablan de que está mal la violencia y de que no se deben portar armas de fuego y tal. Pues, para estos casos, ¿por qué no? Al menos que se las permitan a los vendedores y a los clientes con tarjeta de El Corte Inglés o que lleven un bebé.
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