El martes de la pasada semana los periódicos leoneses daban cuenta de que el Centro de Alzheimer de Salamanca “impulsará la investigación internacional contra la enfermedad”, y la Ministra Mercedes Cabrera afirmaba en el acto de inauguración que dicho Centro tiene “clara vocación internacional”. Estupendo, pero ¿podría ser de otro modo?
Estamos demasiado acostumbrados a la retórica huera, a las frases pretenciosas, a tópicos propios de un país lleno de complejos. Nos extasiamos con lo evidente cuando nos lo hacen pasar por sublime, admiramos como iniciativas excelsas lo que no son más que simplezas de cajón. ¿Alguien se imagina que en la presentación de un centro de investigación médica en Estados Unidos o en Alemania un ministro dijera solemnemente que la labor en el mismo va a estar abierta a la ciencia internacional?
La mejor manera de reparar en la hinchazón artificial de muchos discursos es preguntarse si cabría razonablemente proclamar lo contrario de eso que tan pomposamente se afirma. ¿Se podría defender que un centro de investigación médica sólo atenderá a la ciencia del terruño? En este mundo globalizado la ciencia se hace a base de conocimiento y diálogo sin fronteras. Por eso en la verdadera ciencia no pueden meter mano, mal que les pese, ni politicastros nacionalistas ni burdos pescadores de emociones baratas para las masas menos ilustradas. Ya lo intentaron, no hace tanto, ciertos pseudocientíficos nazis y soviéticos, y así les fue a sus países y a su falso saber hecho de patrañas. No hay más que recordar las pretensiones de cientificidad de la experimentación racial en aquella Alemania, los embustes que, bajo el stalinismo, un tal Lysenko quería hacer pasar por biología al servicio de la revolución proletaria o la pretensión de la señora de Ceaucescu para que se la alabase como suprema experta en la ciencia química. Majaderías.
Pero cuando el río suena por algo será. Tenemos el mal ejemplo de la universidad, cuyo supuesto fin, entre otros, es la investigación, pero que se ha visto sistemáticamente abocada a localismos y cacicazgos de todo pelaje. Una simple muestra, entre tantas: la Junta de Castilla y León financia grupos de investigadores de excelencia, pero con la condición de que los integrantes sean de por aquí. Si, por ejemplo, un investigador leonés logra formar un equipo con dos profesores de Castilla y León y cuatro premios Nobel, se queda sin subvención por escasez de aborígenes.
A lo mejor tenemos que felicitarnos sinceramente si resulta que en el mencionado Centro de investigación del Alzheimer no se va a preguntar dónde nacieron los expertos o en qué idioma escriben sus trabajos.
Estamos demasiado acostumbrados a la retórica huera, a las frases pretenciosas, a tópicos propios de un país lleno de complejos. Nos extasiamos con lo evidente cuando nos lo hacen pasar por sublime, admiramos como iniciativas excelsas lo que no son más que simplezas de cajón. ¿Alguien se imagina que en la presentación de un centro de investigación médica en Estados Unidos o en Alemania un ministro dijera solemnemente que la labor en el mismo va a estar abierta a la ciencia internacional?
La mejor manera de reparar en la hinchazón artificial de muchos discursos es preguntarse si cabría razonablemente proclamar lo contrario de eso que tan pomposamente se afirma. ¿Se podría defender que un centro de investigación médica sólo atenderá a la ciencia del terruño? En este mundo globalizado la ciencia se hace a base de conocimiento y diálogo sin fronteras. Por eso en la verdadera ciencia no pueden meter mano, mal que les pese, ni politicastros nacionalistas ni burdos pescadores de emociones baratas para las masas menos ilustradas. Ya lo intentaron, no hace tanto, ciertos pseudocientíficos nazis y soviéticos, y así les fue a sus países y a su falso saber hecho de patrañas. No hay más que recordar las pretensiones de cientificidad de la experimentación racial en aquella Alemania, los embustes que, bajo el stalinismo, un tal Lysenko quería hacer pasar por biología al servicio de la revolución proletaria o la pretensión de la señora de Ceaucescu para que se la alabase como suprema experta en la ciencia química. Majaderías.
Pero cuando el río suena por algo será. Tenemos el mal ejemplo de la universidad, cuyo supuesto fin, entre otros, es la investigación, pero que se ha visto sistemáticamente abocada a localismos y cacicazgos de todo pelaje. Una simple muestra, entre tantas: la Junta de Castilla y León financia grupos de investigadores de excelencia, pero con la condición de que los integrantes sean de por aquí. Si, por ejemplo, un investigador leonés logra formar un equipo con dos profesores de Castilla y León y cuatro premios Nobel, se queda sin subvención por escasez de aborígenes.
A lo mejor tenemos que felicitarnos sinceramente si resulta que en el mencionado Centro de investigación del Alzheimer no se va a preguntar dónde nacieron los expertos o en qué idioma escriben sus trabajos.
Estos gualdrapas que ponían a bajar de un burro a Franco, cuando salía en el NODO inaugurando un pantano, hoy dedican abundantes energías y todo su savoir faire a inaugurar y celebrar las más insospechadas gilipolleces.
ResponderEliminar1 - Cogen un Inaugurabús Oficial, al que sigue un numéricamente generoso séquito de pesebristas y/o cortesanos, de profesión "sus reuniones", que habitualmente prestan sus mejores sonrisas a los distintos regímenes.
2 - Tras llegar a destino sale a recibirles otro nutrido grupo de receptores y/o beneficiarios del objeto del acto protocolario. Es turno entonces del besamanos, de los saludos de medida efusividad, del cruce de recíprocos halagos y de las breves referencias a la climatología y a las bondades del viaje.
3 - Discurso de rigor, tras el cual el público asistente queda boquiabierto de la magnanimidad y profesionalidad con que el inaugurador/a consume los recursos públicos, a los que el boquiabierto y agradecido público debe destinar más de 1/3 de su vida laboral (15 años enteros y verdaderos de media).
Todo discurso que se precie hará referencia a algún hijo ilustre de la localidad de destino, al sano espíritu de colaboración existente entre las 23.420 administraciones que han participado en mayor o menor medida y al espléndido futuro que se abre paso, merced al objeto que hoy quedará inaugurado.
4 - Tras cortar la cinta, romper la botella en la quilla o ejecutar el formalismo ad hoc que más se acomode a la ocasión, cual Serrat cualquiera el prohombre y el gusano saltan y se dan la mano, y de la mano parten en dirección al mejor restaurante de la localidad, o en su caso de la zona, para seguir celebrando tan fausto evento con una comida de fuste, financiada con esos inagotables caudales que desbordan y esculan las arcas patrias.
5 - Por último y tras una animada sobremesa en la que se añadirán varios eslabones a la larga cadena de favores se intercambiaran tarjetas, direcciones de correo electrónico y teléfonos y se juramentarán para seguir trabajando sólo por y para y se emplazarán para verse en el próximo acto que celebre el cambio del rollo del papel higiénico o el toner de la impresora laser o lacope.
Pues a la Sra. Minsitra se le estropeó la fiesta si leyó el Editorial de El País del viernes pasado. ¿Investigación internacional?. Supongo que a través de internet.
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