24 noviembre, 2008

Sindicatos y clases

Parece que en Madrid los sindicatos se movilizan para exigir que las universidades madrileñas tengan financiación suficiente. Bien está y no le quitemos mérito ni interés a su esfuerzo. Mejor que alguien diga y haga algo, aunque sea el último convidado. El enigma no está en por qué reaccionan así los sindicatos, sino en por qué los demás achantan y, como máximo, ponen carillas de estupefacción y de tremenda consternación. Y no sólo en ese tema de la financiación, conste.
Los rectores, obviamente, no pueden indisponerse con los que manejan el grifo de los dineros. En estos tiempos de tanto cacareo de la autonomía universitaria, la consejería de turno deja de poner perras y el rector no dura dos asaltos: se lo comen sus propias huestes al grito de queremos nuestra nómina enterita y ya, con sus complementos autonómicos y todo.
En cuanto al profesorado en general, ¿dónde está el profesorado? No existe como eso que llaman los cursis un “colectivo”. Un uno por ciento aproximadamente militará en esos sindicatos que ahora se revuelven. El resto vive ocupado en sus cositas: que si organizo este curso de extensión y me saco seiscientos euros, que si pido un proyecto de investigación o una ayuda para lo de la estancia en Nueva York o París, que si me lleva mucho tiempo el cargo, que si evalúo a los evaluadores de mis evaluadores, que si preparo los papeles para el tramo... De profesión, sus labores. El profesorado puede organizar en casa una batalla campal para que Fulano no sea director de departamento o para que Mengano no esté en no sé qué tribunal que cobra dietas, pero desde fuera pueden bombardear las facultades sin que se inmute.
La gran mayoría de estudiantes no saben/no contestan. Deben de estar estudiando. La pila de libros que manejan seguro que no les deja ver el bosque de maniobras y manejos que los poderes públicos y privados se traen con la universidad. En cuanto al PAS, andarán peleándose por una centésima de nivel o una libre designación.
Así que sólo quedan los sindicatos, que hasta ahora nunca han destacado por exigir gran rigor y calidad en el desempeño profesoral, pero que, al menos, reaccionan cuando hay riesgo de que todo el montaje se vaya al garete o a manos privadas. Poco les queda de aquello del sindicalismo de clase que se decía antaño, pero a lo mejor ahora se reciclan y se convierten en sindicatos de las buenas clases universitarias.

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