Parece que algo empieza a moverse. Cuando los despojos, además de ser despojos, se descomponen, ni el más voluntarioso puede seguir afirmando que son agua bendita y esencia de lavanda. Alguno se empecinará en que como en un retrete no se está en ningún lado, pero será porque es un pervertido en toda regla o porque le pagan por aguantar el tufo y sonreír hacia poniente.
Pues resulta que hasta lo periódicos considerados progresistas o a la izquierda (cuestión siempre tan relativa, ¡ay!) empiezan a publicar tribunas, opiniones y columnas en las que se pone nuestra educación, de la primaria a la universitaria, como se merece y como cualquier observador no venal admitiría: de chupa de dómine.
Vean por ejemplo lo que escribía el pasado jueves, día 4 de diciembre, Ricardo Moreno Castillo en El País. Y es todo un avance, este sí que progresista y meritorio, que El País publique a este autor.
Tampoco está nada mal esta columna de Rosa Montero en el mismo periódico, aparecida el pasado martes.
Y qué me dicen de la rotundidad de Carlos Fernández Liria en Público el pasado día 1, texto que copio a continuación:
La estafa de Bolonia
Carlos Fernández Liria
El proceso de Bolonia y su "revolución pedagógica" no es más que la tapadera de lo que se decidió en la OMC en el marco del Acuerdo General del Comercio de Servicios (GATS): una reconversión de la Universidad que desvía el dinero público de la educación superior hacia la empresa privada. La receta es simple: la financiación pública de la docencia y la investigación se condiciona a la previa obtención de financiación privada.
De este modo, las empresas absorben dinero público para sus propios fines, al tiempo que se hacen con un ejército de becarios pagados con los impuestos. Al tiempo, se somete la Universidad a una evaluación permanente de su calidad, por medio de agencias (ANECA, etc) que miden su adecuación a lo que se llama "demandas sociales" (que no son obviamente más que demandas empresariales, pues es absurdo pensar que la Universidad va a conseguir financiación externa mediante colectas parroquiales).
Todo ello, se pretende, ha de servir para dar salida laboral a los egresados. Es un experimento suicida. Una vez que se ha dado por inevitable un mercado laboral basura, se pide flexibilidad a la enseñanza superior para crear una Universidad basura. Mientras tanto, las universidades privadas ya se encargarán de formar a precio de oro las elites profesionales del mundo empresarial. Lo más patético es que esta mercantilización de la educación superior se consolida justo en el momento en que el mercado ha conducido a la economía mundial a un abismo insondable.
El mercado no ha sabido gestionar ni las finanzas, pero se pretende que decidirá sabiamente los planes de estudio de Física o de Filología. No ha sabido ni administrar los bancos, pero se supone que hará justicia respecto a las prioridades humanas de la investigación farmacéutica.
La lógica es siempre la misma: poner el dinero público en manos privadas, un atraco en toda regla que a nivel global nos está costando miles de millones de euros. Y lo peor es aguantar a los pedagogos cantando las excelencias de la futura universidad basura. Aunque es verdad que no lo hacen gratis: a cambio de sus servicios propagandísticos, se les ha encomendado un Master de Formación del Profesorado que a la larga quintuplicará su plantilla laboral. Una tentación corporativista a la que no van a renunciar.
Carlos Fernández Liria
El proceso de Bolonia y su "revolución pedagógica" no es más que la tapadera de lo que se decidió en la OMC en el marco del Acuerdo General del Comercio de Servicios (GATS): una reconversión de la Universidad que desvía el dinero público de la educación superior hacia la empresa privada. La receta es simple: la financiación pública de la docencia y la investigación se condiciona a la previa obtención de financiación privada.
De este modo, las empresas absorben dinero público para sus propios fines, al tiempo que se hacen con un ejército de becarios pagados con los impuestos. Al tiempo, se somete la Universidad a una evaluación permanente de su calidad, por medio de agencias (ANECA, etc) que miden su adecuación a lo que se llama "demandas sociales" (que no son obviamente más que demandas empresariales, pues es absurdo pensar que la Universidad va a conseguir financiación externa mediante colectas parroquiales).
Todo ello, se pretende, ha de servir para dar salida laboral a los egresados. Es un experimento suicida. Una vez que se ha dado por inevitable un mercado laboral basura, se pide flexibilidad a la enseñanza superior para crear una Universidad basura. Mientras tanto, las universidades privadas ya se encargarán de formar a precio de oro las elites profesionales del mundo empresarial. Lo más patético es que esta mercantilización de la educación superior se consolida justo en el momento en que el mercado ha conducido a la economía mundial a un abismo insondable.
El mercado no ha sabido gestionar ni las finanzas, pero se pretende que decidirá sabiamente los planes de estudio de Física o de Filología. No ha sabido ni administrar los bancos, pero se supone que hará justicia respecto a las prioridades humanas de la investigación farmacéutica.
La lógica es siempre la misma: poner el dinero público en manos privadas, un atraco en toda regla que a nivel global nos está costando miles de millones de euros. Y lo peor es aguantar a los pedagogos cantando las excelencias de la futura universidad basura. Aunque es verdad que no lo hacen gratis: a cambio de sus servicios propagandísticos, se les ha encomendado un Master de Formación del Profesorado que a la larga quintuplicará su plantilla laboral. Una tentación corporativista a la que no van a renunciar.
Vamos a besar a la serpiente en la boca, de manera que más nos vale impregnarnos bien los labios de tósigo.
ResponderEliminarUna vez que la serpiente nos muerda, será mucho mas difícil reaccionar ante el veneno que nos obnubila, pero ¿ Que hacer si los envenenados ni tan siquiera son conscientes de ello, o peor aún , cuando cada gota de veneno que entra en sus venas les deleita hasta el mas excelso orgasmo?
Sólo nos queda encerrar a la serpiente en su propia red ponzoñosa, ahogándola en su propio veneno porque al fin y al cabo, los espectadores quieren una muerte, es lo que vende y es lo que seduce a estos espectadores así que , les daremos una muerte digna de ser televisada o aún mejor,su propia muerte flemática y agónica.