(Publicado hoy en El Mundo de León)
Además de escribir esta columna semanal, gracias a la amable hospitalidad de este periódico, y alguna otra cosilla por ahí, soy un voraz lector de columnas. Cada uno tiene sus vicios, qué le vamos a hacer.
Entre los columnistas hay de todo, como en botica, pero no sería difícil hacer una buena clasificación. Está, por ejemplo, el perpetuo cabreado, despotricador indomable al que pareciera que la úlcera castiga sin piedad o que no le dan gusto en ningún lado (algo me hace identificarme, modestamente). También el pedantón, que es incapaz de comenzar un texto sin una cita de Tito Livio o una referencia a una cosa que dijo un día un artista muy famoso en una tertulia en la que, casualmente, estaba él, el columnista. Y qué me dicen del que es tan agudo que, en medio de esta perfecta identidad de fondo entre los partidos dominantes, logra distinguir y clasificar con perspicacia tal, que las mismas ideas, expresada hoy por el presidente del gobierno y mañana por el líder de la oposición, le parecen ideas distintas y merecedoras de juicios bien diversos.
Pero mi favorito, el que más me divierte, es el columnista tópico, el meneador compulsivo de lugares comunes, frases hechas y variados refranes. Allá por abril o primeros de mayo glosa, año tras año, la llegada de la primavera, nos recuerda que la sangre altera, pero dentro de un orden, y que hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo, y se recrea en amables alusiones a lo bonitos que se ponen los parques y a cómo resuenan las risas de los niños en las calles. En febrero ha publicado su articulillo anual sobre la llegada de las cigüeñas y cuán hermosas se ven las agujas de la catedral con el cielo invernal y el pájaro encima. Antes, en navidad, no sólo ha rememorado que hace un frío que pela, como corresponde a la estación, sino que también ha mencionado la alegría de los niños con los regalos y la conveniencia de no pasarse de consumistas, pues hay gente que padece hambre y no está bien la ostentación. Al columnista tópico le gustan mucho los niños y ayudar a las viejecitas a cruzar las calles. De la demás gente no habla apenas, para no complicarse la vida y porque nunca se sabe quién va a gobernar mañana. Parece algo bobo, pero no lo es.
Entre los columnistas hay de todo, como en botica, pero no sería difícil hacer una buena clasificación. Está, por ejemplo, el perpetuo cabreado, despotricador indomable al que pareciera que la úlcera castiga sin piedad o que no le dan gusto en ningún lado (algo me hace identificarme, modestamente). También el pedantón, que es incapaz de comenzar un texto sin una cita de Tito Livio o una referencia a una cosa que dijo un día un artista muy famoso en una tertulia en la que, casualmente, estaba él, el columnista. Y qué me dicen del que es tan agudo que, en medio de esta perfecta identidad de fondo entre los partidos dominantes, logra distinguir y clasificar con perspicacia tal, que las mismas ideas, expresada hoy por el presidente del gobierno y mañana por el líder de la oposición, le parecen ideas distintas y merecedoras de juicios bien diversos.
Pero mi favorito, el que más me divierte, es el columnista tópico, el meneador compulsivo de lugares comunes, frases hechas y variados refranes. Allá por abril o primeros de mayo glosa, año tras año, la llegada de la primavera, nos recuerda que la sangre altera, pero dentro de un orden, y que hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo, y se recrea en amables alusiones a lo bonitos que se ponen los parques y a cómo resuenan las risas de los niños en las calles. En febrero ha publicado su articulillo anual sobre la llegada de las cigüeñas y cuán hermosas se ven las agujas de la catedral con el cielo invernal y el pájaro encima. Antes, en navidad, no sólo ha rememorado que hace un frío que pela, como corresponde a la estación, sino que también ha mencionado la alegría de los niños con los regalos y la conveniencia de no pasarse de consumistas, pues hay gente que padece hambre y no está bien la ostentación. Al columnista tópico le gustan mucho los niños y ayudar a las viejecitas a cruzar las calles. De la demás gente no habla apenas, para no complicarse la vida y porque nunca se sabe quién va a gobernar mañana. Parece algo bobo, pero no lo es.
¿Y cómo sería una columna con TODOS los estilos?
ResponderEliminarDon GA, desengáñese: todo es una mierda. Así lo decía Simón el Estilita: el hombre es una ladilla para el hombre. Y en este sistema corrupto de la "matrix progre", con un PSOE arrojándonos a la sima, aún más ladilla. Si es que hoy las ciencias adelantan qués una barbaridá. O tempora, o mores. O las dos cosas.
Por cierto: en las columnas de un prestigioso diario de nuestro PAÍS, cuando el autor no es un "fijo" del periódico, al final del texto pone "Fulanito Pérez es escritor", o "Menganita López es arquitecta". Sin embargo, cuando el columnista es un "habitual" del periódico, no ponen nada".
ResponderEliminarEso me irrita, porque me gustaría algún comentario sobre el columnista en nómina. Por ejemplo: "Fulanito Pérez es gilipollas"; "Menganita López hace lo que puede: no se lo tengan en cuenta"; "Margarita Mantera es una fatua que se dedica a dar clases de moral de La Verdadera Izquierda"; "Juan Manuel es un seboso moral que juega de líder intelectual de la derecha de misa diaria"; "Luis Mengánez es la última coca-cola del desierto en su opinión"; "Perengano Sánchez vive de hacerle creer a usted en supuestas conspiraciones que él en su puta vida se ha creído" etc.