Quiso el azar que mientras escribía un artículo de encargo sobre corrupción y financiación ilegal de los partidos políticos fuera a dar con esta noticia: entre los escarabajos hay una especie, el Neochlamisus platani, que se protege de los depredadores embadurnándose en su propia mierda. Se hace una armadura con sus excrementos y ni el más voraz y hambriento devorador de escarabajos le hinca el diente, de tanto asco como da. Gracias a eso el bichejo puede crecer tranquilo, engordar a gusto y campar a sus anchas en plan a mí no hay quien me tosa, aunque muchos vomiten al cruzarse en mi camino.
Oigan, y me vino la comparación sin querer. Puede que sea obsesión, no digo que no. Pero son tantas las analogías... También existen algunas diferencias, es verdad. Los políticos profesionales españoles -con las excepciones que vengan al caso, por supuesto- no sólo se echan al hombro la caca propia, sino que, sobre todo, se recubren con las cagadas ajenas. ¿Que a mí me pillan en renuncio? Hombre, por Dios, pues fíjense ustedes en lo que hizo el del otro partido cuando aquella vez. ¿Que un juez quiere trincarme por mis patentes fechorías? Pero, caramba, y por qué no estuvieron los de la toga así de diligentes cuando permitieron que aquel otro felón se saliera con la suya. Y así todo el rato, hasta dejar en los ciudadanos y las instituciones de control la idea de que es la especie misma la que apesta, con independencia de los colores que cada individuo de la misma lleve en sus alas o de lo largo que tenga el pico. Convencidos de que la naturaleza los hace así, taimados, soeces y tramposos, acabamos votándolos igual, o incluso más, en la certeza de que se trata siempre de elegir entre dos males y que no importa su hedor sino lo que nos den de lo que pillen, o de que nos den por donde más nos gusta cuando nos pillan.
Nada, nada, ni rosas, ni gaviotas ni gaitas nacionales, que pongan en sus emblemas el escarabajo de marras y que nos atufen a pecho descubierto. Y los jueces, fiscales, policías y demás depredadores que se fastidien. Quién es nadie, al fin y al cabo, para cuestionar el designio inteligente que todo lo dirige. Amén.
Lo que los científicos no han explicado aún es si estos escarabajos malolientes viven en simbiosis con otra especie, la del escarabajo palmero, ése que los jalea al grito de duro con los otros y que cuándo uno le dice aquello de hay que ver qué peste suelta ese líder de tus entrañas, replica y el tuyo más, aunque uno no tenga líder ni perrito que le ladre.
Oigan, y me vino la comparación sin querer. Puede que sea obsesión, no digo que no. Pero son tantas las analogías... También existen algunas diferencias, es verdad. Los políticos profesionales españoles -con las excepciones que vengan al caso, por supuesto- no sólo se echan al hombro la caca propia, sino que, sobre todo, se recubren con las cagadas ajenas. ¿Que a mí me pillan en renuncio? Hombre, por Dios, pues fíjense ustedes en lo que hizo el del otro partido cuando aquella vez. ¿Que un juez quiere trincarme por mis patentes fechorías? Pero, caramba, y por qué no estuvieron los de la toga así de diligentes cuando permitieron que aquel otro felón se saliera con la suya. Y así todo el rato, hasta dejar en los ciudadanos y las instituciones de control la idea de que es la especie misma la que apesta, con independencia de los colores que cada individuo de la misma lleve en sus alas o de lo largo que tenga el pico. Convencidos de que la naturaleza los hace así, taimados, soeces y tramposos, acabamos votándolos igual, o incluso más, en la certeza de que se trata siempre de elegir entre dos males y que no importa su hedor sino lo que nos den de lo que pillen, o de que nos den por donde más nos gusta cuando nos pillan.
Nada, nada, ni rosas, ni gaviotas ni gaitas nacionales, que pongan en sus emblemas el escarabajo de marras y que nos atufen a pecho descubierto. Y los jueces, fiscales, policías y demás depredadores que se fastidien. Quién es nadie, al fin y al cabo, para cuestionar el designio inteligente que todo lo dirige. Amén.
Lo que los científicos no han explicado aún es si estos escarabajos malolientes viven en simbiosis con otra especie, la del escarabajo palmero, ése que los jalea al grito de duro con los otros y que cuándo uno le dice aquello de hay que ver qué peste suelta ese líder de tus entrañas, replica y el tuyo más, aunque uno no tenga líder ni perrito que le ladre.
Lo malo es que la gente por aquí no vomita ni nada...
ResponderEliminarPor cierto, tengo que se rmuy torpe, porque no doy con su correo y ya sabe que quiero mendigarle un poco de ciencia jurídica.
Estimado Achab, puede escribirme aquí: jagara(arroba)unileon.es
ResponderEliminarSaludos