Hoy es un día de esos que los cursis y los locutores llaman un día histórico. Sí, esta jornada pasará a la pequeña o gran historia del país porque al fin se ha levantado el secreto del sumario del caso Gürtel y en el PP va a caer hasta el lucero del alba. Y bien está. Decimos en mi pueblo que a todo gochín le llega su sanmartín, y a los cerditos éstos les ha llegado el fiscal y los alcanzarán luego los carceleros, espero. Porque si queda un solo español o australiano que dude de que está pringado hasta el palo de la bandera, entonces yo soy astronauta guatemalteco. Que si las filtraciones del sumario son maniobras sucias (que lo son), que si Garzón es un tendencioso (lo cual probablemente tiene algo de cierto), que si el gobierno utiliza malamente a los fiscales y los medios de comunicación que favorece y lo mantienen (cosa difícilmente discutible)..., pero da igual. Nada de eso puede ocultar la podredumbre que está saliendo a relucir en el PP. Podredumbre política, económica y moral. Y, de propina, que son una panda de horteras y nuevos ricos que lo mismo pierden el culo por un reloj caro que por unas putillas rusas. Dan asco y hasta un poco de malévola lástima.
Habrá más de cuatro que estos días salgan con que también el PSOE tuvo sus roldanes y sus filesas y sacarán la lista completa de alcaldes y concejales de ese partido que están condenados o imputados. Si lo que se pretende es que las fechorías del PSOE tapen las del PP o que las de éstos justifiquen las de aquéllos, apaga y vámonos. Puesto que ni milito en ninguno de esos dos partidos ni los voto, puedo decirlo con toda convicción: que se reten a dispararse mierda y que se vayan a tomar vientos los dos. No me interesa nada saber si son peores y más sucios los capuletos o los montescos, aunque ahora mismo los que tienen las vergüenzas al aire son los peperos. Si hay quien piensa que, pase lo que pase y caiga quien caiga, las únicas opciones políticas que tenemos o debemos considerar los ciudadanos de bien a la hora de votar y pronunciarnos se limitan a un botarate rodeado de alienígenas oligofrénicos y una especie de buda gallego apoyado por cretinos venales y puteros, conmigo que no cuente. Y espero que no sean tantísimos los conciudadanos que no tengan más horizonte político que el de deshojar la margarita para ver si prefieren la basura o la porquería. Pero, insisto, los que ahora han sido cazados con las manos en la masa, y de qué manera, son los de Rajoy. Conste. Cada cuestión en su momento y cada cosa en su lugar.
Ahora bien, si lo que quiere el que recopila casos de unos y otros es que veamos que en nuestro sistema la corrupción es estructural, que la corrupción es la esencia y el partido de turno el accidente, estaré bastante de acuerdo, sin que con eso se trate de diluir las precisas responsabilidades que ahora mismo le caen al PP. Lo primero, al trullo todos los chorizos; pero, mientras esperamos con los dedos cruzados para que así sea, vamos a hacernos algunas preguntitas.
¿Qué quiere decir que la corrupción en España es estructural? Pues sencillamente que la corrupción que en los grandes partidos y en las altas esferas tanto abunda no es más que el reflejo de las maneras y las mentalidades del pueblo en su conjunto, de la idiosincrasia nacional. Me juego una cena cara a que si ahora mismo me voy a ciertos bares de mi ciudad, me encuentro a más de cuatro conocidos despotricando a calzón quitado contra los políticos podridos, y a que da la casualidad de que, de esos parroquianos, quien más quien menos este mismo mes ha hecho un par de recomendaciones a alguien que trabaja en la Administración pública (a un profesor para que apruebe a cierto alumno, a un administrativo de la Seguridad Social para que cuele a algún paciente y le evite la lista de espera general, a un mando de la policía municipal para que quite una multa...) o ha enviado un “detalle” de agradecimiento al que ya lo atendió en tales menesteres o está a punto de prevaricar a favor de algún pariente, amigo, vecino, compañero de partido, etc., etc. Lo que pasa que no nos damos cuenta. Corrompernos así se nos hace tan normal, tan de cajón, tan inevitable y hasta debido, que ni siquiera tenemos conciencia de que somos corruptos. Corruptos a nuestro nivel, en lo que se nos alcanza.
Cuando llegamos a presidentes, ministros o consejeros, alcaldes, concejales, etc., nada cambia en el modo de pensar ni en la manera de proceder, sólo se modifica el importe de lo que nos traemos entre manos: tanto de lo que el uno da saltándose la ley y la igualdad ante ella, como del detalle que a modo agradecimiento o compensación “por las molestias” se recibe. Si yo, catedrático, apruebo a un indocumentado porque es hijo de un amiguete y aunque rebuzne, ¿cabe esperar que, si llego a una alcaldía o una consejería, me convierta en un escrupuloso aplicador de las normas que quieren imponer la igualdad de los ciudadanos ante el Derecho o el respeto al mérito y la capacidad? Por supuesto que no. Y si me pongo tan contento y quedo tan agradecido con esas botellitas de Rioja que me envía el papá del que pasó la asignatura por ser hijo de su padre, ¿no voy a aplicar el principio de proporcionalidad para alegrarme correspondientemente cuando lo que me manda el constructor amigo al que recalifiqué el terrenito sean unos diamantes para mi señora o un apartamento para mis hijos?
A ciertas alimañas hay que matarlas de pequeñas, antes de que crezcan. Es otro dicho de mi pueblo, pero ya me entienden. La lucha contra la corrupción, la de verdad, ha de hacerse en la escuela y en la cada familia. El Código Penal siempre llega tarde y también puede ser aplicado por alguno que no tiene esa buena educación. Para que la corrupción disminuya y no sea, como ahora, global, total y omnipresente, se necesita cambiar las mentalidades. ¿Cómo? Formando ciudadanos individualistas que respeten a su Estado democrático y de Derecho aún más de lo que quieren a sus familiares, amigos, correligionarios y conmilitones.
El gran enemigo del Estado de Derecho decente y no esquizofrénico es el gregarismo, ese espíritu de grupo que mamamos desde que nacemos y que nos dice que los parientes y los amigos y los de la propia aldea y los del partido están por encima de todos y de todo, que nos hace ver que la legislación vigente se la debemos aplicar nada más que al que nos sea indiferente, al que no sea de los nuestros, porque con los nuestros no hay tasa ni regla, con los nuestros hemos de ir siempre a muerte y estar a partir un piñón. Esa mentalidad, tan latina, tan española, tan aldeana, tan cutre, ésa es la que engendra y alimenta la corrupción y la hace estructural e indestructible mediante las armas de la ley.
A nuestros hijos, a nuestros estudiantes, a quien podamos, hemos de inculcarles la convicción de que si no somos una simple camada de bestias o una puñetera tribu de cafres primitivos es porque podemos vivir bajo un invento llamado Estado de Derecho, en el que cada uno, guapo o feo, alto o bajo, vale lo mismo que cualquier otro porque tiene idénticos derechos; y que nada, absolutamente nada, ni la familia ni la pandilla ni los del equipo o la fe de uno, cuenta más que ese valor abstracto de cada cual. Tenemos que convencer de que el egoísmo bien entendido no pasa por recibir regalos de los cercanos ni en hacérselos a los que pueden favorecernos, sino en conseguir vivir civilizadamente allí donde se nos respete por lo que somos, por ser ciudadanos iguales, y no por lo que valemos o podamos pagar. Hemos de hacer ver que los afectos, los lazos emocionales y los vínculos de solidaridad primaria tienen su espacio y su razón de ser plena en la vida privada, en esa parte de la vida que cada cual gestiona a su modo y según sus preferencias, pero que la vida pública es cosa distinta. En la vida pública no puede haber más afecto que el afecto a las normas que a todos nos igualan, ni más lealtad que al Estado si es democrático y de Derecho, ni más interés que el interés general.
Quien gestiona lo público como si fuera privado y permite que sus afectos y sus pasiones obturen su percepción del valor igual de los ciudadanos y el significado supremo de la ley como garantía civilizatoria, es un corrupto real o potencial. Cuestión de tiempo y de ocasiones. Que se atreva a más o a menos y que lo atrapen o no con las manos en la masa, es asunto distinto, y hasta secundario. Y este país nuestro es estructuralmente corrupto porque la gran mayoría de los ciudadanos, políticos o no, sigue pensado que por encima del interés general que a todos concierne y por encima de la ley general que a todos protege está la familia, el partido, la secta o quien nos dé gusto tal que ahí. Por eso somos una calamidad de país corrupto y por eso tenemos los políticos que tenemos: porque nos reconocemos en ellos, aunque hoy mismo juguemos a rasgarnos las vestiduras. Pero mañana los votaremos como si tal cosa. Al tiempo. Ya ha pasado más veces.
Habrá más de cuatro que estos días salgan con que también el PSOE tuvo sus roldanes y sus filesas y sacarán la lista completa de alcaldes y concejales de ese partido que están condenados o imputados. Si lo que se pretende es que las fechorías del PSOE tapen las del PP o que las de éstos justifiquen las de aquéllos, apaga y vámonos. Puesto que ni milito en ninguno de esos dos partidos ni los voto, puedo decirlo con toda convicción: que se reten a dispararse mierda y que se vayan a tomar vientos los dos. No me interesa nada saber si son peores y más sucios los capuletos o los montescos, aunque ahora mismo los que tienen las vergüenzas al aire son los peperos. Si hay quien piensa que, pase lo que pase y caiga quien caiga, las únicas opciones políticas que tenemos o debemos considerar los ciudadanos de bien a la hora de votar y pronunciarnos se limitan a un botarate rodeado de alienígenas oligofrénicos y una especie de buda gallego apoyado por cretinos venales y puteros, conmigo que no cuente. Y espero que no sean tantísimos los conciudadanos que no tengan más horizonte político que el de deshojar la margarita para ver si prefieren la basura o la porquería. Pero, insisto, los que ahora han sido cazados con las manos en la masa, y de qué manera, son los de Rajoy. Conste. Cada cuestión en su momento y cada cosa en su lugar.
Ahora bien, si lo que quiere el que recopila casos de unos y otros es que veamos que en nuestro sistema la corrupción es estructural, que la corrupción es la esencia y el partido de turno el accidente, estaré bastante de acuerdo, sin que con eso se trate de diluir las precisas responsabilidades que ahora mismo le caen al PP. Lo primero, al trullo todos los chorizos; pero, mientras esperamos con los dedos cruzados para que así sea, vamos a hacernos algunas preguntitas.
¿Qué quiere decir que la corrupción en España es estructural? Pues sencillamente que la corrupción que en los grandes partidos y en las altas esferas tanto abunda no es más que el reflejo de las maneras y las mentalidades del pueblo en su conjunto, de la idiosincrasia nacional. Me juego una cena cara a que si ahora mismo me voy a ciertos bares de mi ciudad, me encuentro a más de cuatro conocidos despotricando a calzón quitado contra los políticos podridos, y a que da la casualidad de que, de esos parroquianos, quien más quien menos este mismo mes ha hecho un par de recomendaciones a alguien que trabaja en la Administración pública (a un profesor para que apruebe a cierto alumno, a un administrativo de la Seguridad Social para que cuele a algún paciente y le evite la lista de espera general, a un mando de la policía municipal para que quite una multa...) o ha enviado un “detalle” de agradecimiento al que ya lo atendió en tales menesteres o está a punto de prevaricar a favor de algún pariente, amigo, vecino, compañero de partido, etc., etc. Lo que pasa que no nos damos cuenta. Corrompernos así se nos hace tan normal, tan de cajón, tan inevitable y hasta debido, que ni siquiera tenemos conciencia de que somos corruptos. Corruptos a nuestro nivel, en lo que se nos alcanza.
Cuando llegamos a presidentes, ministros o consejeros, alcaldes, concejales, etc., nada cambia en el modo de pensar ni en la manera de proceder, sólo se modifica el importe de lo que nos traemos entre manos: tanto de lo que el uno da saltándose la ley y la igualdad ante ella, como del detalle que a modo agradecimiento o compensación “por las molestias” se recibe. Si yo, catedrático, apruebo a un indocumentado porque es hijo de un amiguete y aunque rebuzne, ¿cabe esperar que, si llego a una alcaldía o una consejería, me convierta en un escrupuloso aplicador de las normas que quieren imponer la igualdad de los ciudadanos ante el Derecho o el respeto al mérito y la capacidad? Por supuesto que no. Y si me pongo tan contento y quedo tan agradecido con esas botellitas de Rioja que me envía el papá del que pasó la asignatura por ser hijo de su padre, ¿no voy a aplicar el principio de proporcionalidad para alegrarme correspondientemente cuando lo que me manda el constructor amigo al que recalifiqué el terrenito sean unos diamantes para mi señora o un apartamento para mis hijos?
A ciertas alimañas hay que matarlas de pequeñas, antes de que crezcan. Es otro dicho de mi pueblo, pero ya me entienden. La lucha contra la corrupción, la de verdad, ha de hacerse en la escuela y en la cada familia. El Código Penal siempre llega tarde y también puede ser aplicado por alguno que no tiene esa buena educación. Para que la corrupción disminuya y no sea, como ahora, global, total y omnipresente, se necesita cambiar las mentalidades. ¿Cómo? Formando ciudadanos individualistas que respeten a su Estado democrático y de Derecho aún más de lo que quieren a sus familiares, amigos, correligionarios y conmilitones.
El gran enemigo del Estado de Derecho decente y no esquizofrénico es el gregarismo, ese espíritu de grupo que mamamos desde que nacemos y que nos dice que los parientes y los amigos y los de la propia aldea y los del partido están por encima de todos y de todo, que nos hace ver que la legislación vigente se la debemos aplicar nada más que al que nos sea indiferente, al que no sea de los nuestros, porque con los nuestros no hay tasa ni regla, con los nuestros hemos de ir siempre a muerte y estar a partir un piñón. Esa mentalidad, tan latina, tan española, tan aldeana, tan cutre, ésa es la que engendra y alimenta la corrupción y la hace estructural e indestructible mediante las armas de la ley.
A nuestros hijos, a nuestros estudiantes, a quien podamos, hemos de inculcarles la convicción de que si no somos una simple camada de bestias o una puñetera tribu de cafres primitivos es porque podemos vivir bajo un invento llamado Estado de Derecho, en el que cada uno, guapo o feo, alto o bajo, vale lo mismo que cualquier otro porque tiene idénticos derechos; y que nada, absolutamente nada, ni la familia ni la pandilla ni los del equipo o la fe de uno, cuenta más que ese valor abstracto de cada cual. Tenemos que convencer de que el egoísmo bien entendido no pasa por recibir regalos de los cercanos ni en hacérselos a los que pueden favorecernos, sino en conseguir vivir civilizadamente allí donde se nos respete por lo que somos, por ser ciudadanos iguales, y no por lo que valemos o podamos pagar. Hemos de hacer ver que los afectos, los lazos emocionales y los vínculos de solidaridad primaria tienen su espacio y su razón de ser plena en la vida privada, en esa parte de la vida que cada cual gestiona a su modo y según sus preferencias, pero que la vida pública es cosa distinta. En la vida pública no puede haber más afecto que el afecto a las normas que a todos nos igualan, ni más lealtad que al Estado si es democrático y de Derecho, ni más interés que el interés general.
Quien gestiona lo público como si fuera privado y permite que sus afectos y sus pasiones obturen su percepción del valor igual de los ciudadanos y el significado supremo de la ley como garantía civilizatoria, es un corrupto real o potencial. Cuestión de tiempo y de ocasiones. Que se atreva a más o a menos y que lo atrapen o no con las manos en la masa, es asunto distinto, y hasta secundario. Y este país nuestro es estructuralmente corrupto porque la gran mayoría de los ciudadanos, políticos o no, sigue pensado que por encima del interés general que a todos concierne y por encima de la ley general que a todos protege está la familia, el partido, la secta o quien nos dé gusto tal que ahí. Por eso somos una calamidad de país corrupto y por eso tenemos los políticos que tenemos: porque nos reconocemos en ellos, aunque hoy mismo juguemos a rasgarnos las vestiduras. Pero mañana los votaremos como si tal cosa. Al tiempo. Ya ha pasado más veces.
Predicas bien, profesor, pero predicas en el desierto, una tierra de cainitas y macarras de barrio, de cretinos de pan y melón. Este país es de olla y misa, y de saca a medio llenar siempre. Te desearía suerte, pero con el ganado no valen razones...
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Virgencita del amor hermoso!
ResponderEliminar"[...] un botarate rodeado de alienígenas oligofrénicos y una especie de buda gallego apoyado por cretinos venales y puteros [...]"
No sé si algo habrá quizás influido la sopa de cocido, o quién sabe si la ensalada de remolacha, zanahoria y feta (lo confieso, con un poquitín de cebolla blanca bien picada), pero me trae a la mente el ominoso pasaje entre Escila y Caribdis.
Salud,
Sin ánimo hacer gracietas, me acabo de acordar de un seudobrocardo, que probablemente conozca, que dice:
ResponderEliminarAl amigo, el culo.
Al enemigo, por el culo.
Al indiferente, la legislación vigente.
Lamentablemente es lo que hay.
"Lamentablemente es lo que hay".
ResponderEliminarESO es el enemigo.
El "fatalismo risueño".
Reflejo de la sociedad. Eso es lo que hay.
ResponderEliminar¿Quién no ha oído más de una vez aquello que en la política está lo peor de cada casa?.
Una cosa es "lo que hay", y otra, cómo hay que responder.
ResponderEliminar¿Que se cometen robos o violaciones? ¿"Es lo que hay"? No. Se coge a los culpables y se les castiga.
¿Que hay corrupción? ¿"Es lo que hay"? No. Se coge a los culpables y se les castiga.
¿Que hay un partido corrompido? ¿"Es lo que hay"? No. Se le hace pasar la travesía del desierto.
Quien ve "lo que hay" y no actúa: cornuto contento.
He trabajado algunos años en un pais árabe, no importa cual. Asisti alli a una presentacion realizada por un occidental sobre la corrupcion en el pais y metodos para mitigarla en la medida de lo posible. El presentador no tuvo mejor idea que mencionar que la corrupcion era algo generalizado en el pais, a lo que los asistentes locales (moros, vamos) se opusieron fortisimamente hasta el punto de exigir posteriormente una rectificacion por escrito al presentador en unos terminos realmente duros.
ResponderEliminarCon el tiempo aprendi que aquellos caballeros, que efectivamente metian mano al presupuesto desde todos los puntos de vista posible, no tenian ninguna conciencia de estar haciendo algo feo o inmoral sino algo a lo que tenian perfecto derecho en razon de su cargo. Colocar familiares, cobrar comisiones, prevaricar casi por principio y normalmente por presion economica ... todo era considerado como perfectamente normal y licito por los naturales del pais (todos, tanto los que disfrutaban de las ventajas del sistema como los que guardaban cola esperando que les llegara la vez). No creo que sea muy distinto en España, despues de todo siempre ha habido "tradicionales lazos de amistad con los paises arabes", o la famosa Toledo de las tres culturas donde todos debieron de adoptar lo mejor de los demas.
No lo asociaría yo tanto a culturas, en el sentido etnográfico del término, o mucho menos a nacionalidades. Por desgracia florece un poco por todas partes.
ResponderEliminarLo asociaría más bien a estilos de pensamiento - y a síndromes psicológicos. El corrupto es esencialmente narcisista.
Son interesantes de observar no sólo los actos corruptos, sino las reacciones a los mismos. Por ejemplo, es curioso ver en estos días -paralelo favorecido por el ciclo informativo, pero no sólo- cómo están tratando los populares a sus corruptos. Como la jerarquía católica a sus pedófilos.
Salud,
Si hay lo que hay es que las cosas son lo que son, según Perogrullo. ¿Queremos que sean de otra manera? ¿Cómo? Si el fin no justifica los medios y a los años que uno tiene...
ResponderEliminarSe admiten sugerencias.
Mucha salud y mucha suerte.
Ante como siempre en la Utopía
ResponderEliminar"¿Qué hay un partido... desierto"
Y como todos los partidos del espectro Parlamentario tienen encarcelados ya no tienen el sambenito de la corrupción porque eran los encarcelados los malos y ya no hay travesía...por el desierto.
Lo más patético es que NO tiene arreglo pues en la España pesebrerista hay una cobertura tanto de propios como de ajenos: de la gente que vive del chollo, quien más quien menos saben cómo se financia el tinglado; quien más quien menos se erige en Autoridad y en 'V. no sabe con quién está hablando'.
ResponderEliminarSi el Código previniese penas (y consecuencias: objetivación de la condición de testaferro, inversión de la carga de la prueba al respecto, intensificación de la colaboración internacional sobre la base de presión diplomática severa) realmente graves, otro gallo nos cantara. Que Roldán haya salido de la trena con el lomo blindado es la puntilla a la confianza en el Estado de Derecho, al menos desde el punto de vista de la corrupción.
Sí, pero creo que es delito.
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