Los españoles estamos entre los ciudadanos más generosos del mundo a la hora de donar órganos y de ello se benefician muchas personas enfermas. Constatar esto -y oírlo como lo he oído yo a muchos oradores en diversas lenguas en el Parlamento europeo- produce satisfacción. No todo va a ser malo entre nosotros ni todo ha de llevarnos al desánimo.
Ocurre sin embargo que deberíamos ampliar esta disposición virtuosa que tan buena fama nos proporciona y llevarla al mundo político y administrativo.
¿Qué tal donar el Consejo general del Poder judicial? ¿Y el ministerio para la Igualdad y la Fraternidad? ¿y el Tribunal constitucional? ¿y un centenar de consejerías de las Comunidades autónomas? Descargar el organigrama de sociedades públicas y fundaciones-tapadera de diversos enjuagues tampoco nos vendría mal al organismo, tendría incluso un efecto laxante.
¿Alguien se imagina el alivio? Antiguamente se hacían sangrías y, aunque en el siglo XIX ya se dudaba de su efecto curativo, se siguieron practicando como se puede leer en muchas novelas y folletones de la época. Las sanguijuelas eran el medio preferido. En los libros de bandoleros que escribía Manuel Fernández y González salen mucho. Pues bien, habría que volver a ellas y aplicarlas sobre el cuerpo artrítico de nuestras entretelas administrativas, doloridas y con las agujetas propias del trajín desordenado e inútil.
El hecho es que tenemos a mano esta modalidad de consuelo para nuestros males y nunca hemos reparado en él, nos perdemos por los anacolutos de los discursos. Menos mal que existen las “soserías” desde las que se pueden reivindicar tales prácticas y defender su incorporación a los programas para las próximas elecciones.
Así el partido A dirá: voy a donar siete órganos colegiados y la Junta Coordinadora de Edificios traslaticios. Además, de propina, meto la Subsecretaría que engloba las Gerencias territoriales hipocalóricas y los Consejos transfonterizos de cooperación.
Por su parte, el partido B, más lanzadillo, haría una oferta de mayores ínfulas: doce Comisiones asesoras, entre ellas la de Infraestructura de apoyo, el Subregistro de sistemas, un centenar de Consejos consultivos, la Comisión interministerial del Catastro (con exclusión del de Ensenada), doce Agencias, ocho entidades públicas empresariales y la División de Prospectiva y Mirada al horizonte.
Los Gabinetes formarían un paquete sólido y compacto. Todos donados.
En las Universidades el festín sería de época: los vicerrectorados, los secretariados de vicerrectorados, las gerencias, las subgerencias y las viceintervenciones, los subjefes de departamento y los vicesecretarios de vicedecanos con los vicedecanos incluidos. Y lo mismo la Comisión de gobierno y el Patronato de Momios y Momias.
Poco a poco, pero con determinación, se va descargando el panorama. El problema está, y no lo ignoro, en el donatario. ¿Quién puede querer semejante morralla? Podrían emplearse las técnicas de destrucción de residuos: vertederos, plantas incineradoras, compostaje, pirólisis ... Pero, si las empresas de basuras se resisten alegando que se manchan, se impone acudir a la lista de nuevos países integrados en el (des)concierto internacional de la ONU e ir colocándoles con buenas maneras toda esta mercancía averiada. Sé que es dura semejante estafa pero podemos aliviar nuestra conciencia ofreciéndoles al tiempo dinero y un Observatorio de fines benéficos y humanitarios.
Ocurre sin embargo que deberíamos ampliar esta disposición virtuosa que tan buena fama nos proporciona y llevarla al mundo político y administrativo.
¿Qué tal donar el Consejo general del Poder judicial? ¿Y el ministerio para la Igualdad y la Fraternidad? ¿y el Tribunal constitucional? ¿y un centenar de consejerías de las Comunidades autónomas? Descargar el organigrama de sociedades públicas y fundaciones-tapadera de diversos enjuagues tampoco nos vendría mal al organismo, tendría incluso un efecto laxante.
¿Alguien se imagina el alivio? Antiguamente se hacían sangrías y, aunque en el siglo XIX ya se dudaba de su efecto curativo, se siguieron practicando como se puede leer en muchas novelas y folletones de la época. Las sanguijuelas eran el medio preferido. En los libros de bandoleros que escribía Manuel Fernández y González salen mucho. Pues bien, habría que volver a ellas y aplicarlas sobre el cuerpo artrítico de nuestras entretelas administrativas, doloridas y con las agujetas propias del trajín desordenado e inútil.
El hecho es que tenemos a mano esta modalidad de consuelo para nuestros males y nunca hemos reparado en él, nos perdemos por los anacolutos de los discursos. Menos mal que existen las “soserías” desde las que se pueden reivindicar tales prácticas y defender su incorporación a los programas para las próximas elecciones.
Así el partido A dirá: voy a donar siete órganos colegiados y la Junta Coordinadora de Edificios traslaticios. Además, de propina, meto la Subsecretaría que engloba las Gerencias territoriales hipocalóricas y los Consejos transfonterizos de cooperación.
Por su parte, el partido B, más lanzadillo, haría una oferta de mayores ínfulas: doce Comisiones asesoras, entre ellas la de Infraestructura de apoyo, el Subregistro de sistemas, un centenar de Consejos consultivos, la Comisión interministerial del Catastro (con exclusión del de Ensenada), doce Agencias, ocho entidades públicas empresariales y la División de Prospectiva y Mirada al horizonte.
Los Gabinetes formarían un paquete sólido y compacto. Todos donados.
En las Universidades el festín sería de época: los vicerrectorados, los secretariados de vicerrectorados, las gerencias, las subgerencias y las viceintervenciones, los subjefes de departamento y los vicesecretarios de vicedecanos con los vicedecanos incluidos. Y lo mismo la Comisión de gobierno y el Patronato de Momios y Momias.
Poco a poco, pero con determinación, se va descargando el panorama. El problema está, y no lo ignoro, en el donatario. ¿Quién puede querer semejante morralla? Podrían emplearse las técnicas de destrucción de residuos: vertederos, plantas incineradoras, compostaje, pirólisis ... Pero, si las empresas de basuras se resisten alegando que se manchan, se impone acudir a la lista de nuevos países integrados en el (des)concierto internacional de la ONU e ir colocándoles con buenas maneras toda esta mercancía averiada. Sé que es dura semejante estafa pero podemos aliviar nuestra conciencia ofreciéndoles al tiempo dinero y un Observatorio de fines benéficos y humanitarios.
jajajaja, pero si gracias a eso se articula el día a día del país. Piensen que empresas hay en nuestro pais, en algunas comunidades son meramente anecdóticas. Salvo bcn, pais vasco, poco más; nada esta industrializado ni tiene tejido empresarial. Si queremos arreglar las cosas hemos de empezar a ver como hacemos para que haya inversión y se cree tejido industrial y empresarial. Cerrar agencias y demás...sin hace nada para compensar..Bueno, ustedes que estan en la uni, aporten algo que no sea pura verborrea y que malos son los que están. Porque la alternativa simplemente no está, no es creible y no sirve.
ResponderEliminarDone, Don Francisco, done sin piedad, que hay abundancia de apéndices que a lo más que dan o darán será una apendicitis o un cólico miserere.
ResponderEliminarResulta ser que en el Magazine de El Mundo de hoy en la pag 54 una entrevista a Jaime Urrutia termina así
ResponderEliminar"Me relaja hacer lentejas, con música y una Mahou
¿Y en qué ocasiones necesita un botellín 5 estrellas?
En una entrevista
Pues nada, saque unos de la nevera para terminar.
Joé, ¡no me quedan!
Ve, profesor, como no sólo en las casas que Vd frecuenta ultimamente, son los únicos lugares donde las neveras andan escasas.
Tal vez sea la última moda, tener tiesa la nevera cuando vienen visita.
¡Oh tempora...