Queridos todos:
Hacía tiempo que estaba esperando recibir los correos de algunas de mis visitas para empezar a contaros las aventurillas que vivimos juntos durante el verano. Resulta que a quienes tienen la valentía de asomarse por estas tierras les he pedido que os cuenten un poco qué les parece esto y si coinciden en mi visión de las cosas. Esa invitación implicaba tácitamente por mi parte no hacer mención de las vivencias comunes, pues la cortesía me obligaba a cederles la palabra con absoluta libertad y sin que yo hubiera relatado las cosas antes de su participación. Así que aquí os hago llegar algunas de sus visiones y, una vez la cortesía ha terminado, mi visión sobre esos días, que en algunos puntos matiza la suya.
Los visitantes en cuestión en esta ocasión son Carmen (Keka para los amigos) y Juanete, hermanos y residente ella en Madrid y él desde hace unos meses en Barcelona, de ahí que haya decidido que en adelante debemos llamarle Joanet (un poco al estilo de aquel hombre que en ‘La vida de Brian’ decidía que en adelante habrían de llamarle Loreto). Carmen es redactora de uno de los más importantes diarios de tirada nacional, así que a buen seguro ya habréis leído algo escrito por ella, aunque no lo sepáis. Juanete (digo, Joanet) es ingeniero industrial y trabaja en una empresa puntera diseñando las aspas de los aerogeneradores que “decoran” nuestros bonitos paisajes montañosos. Aquí van sus relatos. Carmen ha decidido titular el suyo así:
“Helsinki saharaui time
A principios de agosto tuve la suerte de pasar seis luminosos días en Helsinki en compañía de Fernando y mi hermano. Fer dice que unos días antes cayó una tormenta antológica, pero personalmente creo que exagera. Tampoco le hagáis mucho caso con lo del calor saharahui ese del que habla en sus cartas. Ya sabéis... Es gallego.
De mi viaje puedo decir varias cosas: que ir en bici por una ciudad plana mola muchísimo, que el diseño finlandés es increíble, que los finlandeses son bastante peculiares -tienen los tímpanos de cristal y cuando se emborrachan pueden acabar meándote encima- y que Fernando es un entregado anfitrión. No deberíais dejar pasar la oportunidad de ir a visitarle.
Además de ser un gran anfitrión, a Fernando le gusta comer e ir a conciertos, aficiones que compartimos, así que nos dimos varios homenajes (el reno está buenísimo y las bayas con caramelo derretido también, pero podéis saltaros el oso) y fuimos a un festival de música donde descubrí que los finlandeses son modernísimos y están locos por el cava. Beben botellitas pequeñas de Freixenet como quien se bebe una caña. Le meten una pajita y a sorber cava por el módico precio de 8 euros la mini-botellita. Y ahora viene lo de los tímpanos de cristal: 7 de cada 10 finlandeses usa tapones durante los conciertos para “protegerse del volumen”. ¿Son los finlandeses unos exagerados o nosotros unos inconscientes? Buena pregunta a la que no pudimos encontrar una respuesta convincente. Tengo mis esperanzas puestas en la progresiva inmersión de Fer por aquellas tierras, quizá algún día logre entenderlo. Es más, lo mismo a estas alturas él también los lleva...
Dos de los sitios que más me gustaron de Helsinki son su playa y la sauna pública más antigua. En la playa puede que os topéis con Tomorrow. La reconoceréis porque le gusta bañarse vestida y mear de pié. Ella es así, a lo mejor os dice I wanna fuck you, pero es inofensiva. La sauna es bastante básica y acogedora. Después de pasar un ratito sudando la gota gorda, la gente -tapada con una toallita- sale a refrescarse ¿A una piscina de agua fría? No. ¿A un jardincito con tumbonas? Tampoco. A la puta calle. Allí echan un cigarrito, una cervecita y para dentro de nuevo. Sanísimo.
Dos cosas antes de despedirme. En Helsinki, cuando habléis con Fernando tenéis que usar la hora española. Él vive allí, pero con el horario de aquí, tortura a la que se somete ignoro si por cabezonería, reto intelectual o pura morriña. Tú le preguntas, Fer, ¿Qué hora es? Y él te responde: “La seis pero aquí son las siete”. Y por favor, recordadle que ya es hora de que vaya quitando de la pared del salón el retrato del difunto esposo de la dueña del piso. No pasa nada Fer, tú puedes, nadie va a chivarse...
Moi-moi! (Adiós en finlandés).
Carmen”.
A esto tengo que responder algunas cosas. Sobre lo de la tormenta y mi exageración, pues que basta con ver el video que adjuntaba en el correspondiente report. No hay mucho más que decir… ¡Me lo invento todo!
Y sobre los tímpanos finlandeses: he estado en conciertos, bares e incluso en alguna discoteca y el volumen es siempre mucho más respetuoso y civilizado que en España. Por eso nos resultaba tan chocante que aun así tanta gente usara los tapones para los oídos. Mi teoría es que en razón del frío que padecen durante el invierno y de los riesgos que conlleva para los oídos (nada de salir a la calle recién duchadito y sin secarse los oídos, que se te forma hielo ahí dentro y eso hace pupa), están especialmente sensibilizados con todo lo relacionado con la audición. Hasta aquí la hipótesis, pero necesito recabar más datos empíricos para proseguir la investigación. Ya os contaré…
Vamos con Juanete, que, ya desde el título lanza una pregunta al aire:
“Lanzac brothers trip to Helsinki. Juante's point of view: ¿Y qué cojones cuento yo ahora?
Me lo han puesto muy difícil. Muy difícil.
Mi hermana, cuyo trabajo es contar historias, va y escribe en un correo magistralmente redactado las aventuras que vivimos en nuestro viaje a Helsinki de visita a Fernando. Ahora no sé qué contar pero es que además lo voy a contar "menos profesional". Pero bueno, da igual, creo que me las apañaré. He cogido las fotos del viaje, he cerrado los ojos, me he imaginado dando un paseo en bici por Helsinki y me he inspirado. Os contaré lo siguiente:
1- De cómo Fernando interpretó a la perfección el papel de azafata (sin palabras)
Ésta es fácil sólo hay que ver la foto adjuntada al correo.
2- De cómo un finés setentón nos mostró cómo usar "las ramitas" en la sauna.
Pues estábamos Fer, yo y un gerundense que conocimos (si, es el gentilicio de Gerona, no lo busquéis) en pelotas en la sauna. Sudando como cerdos y respirando con dificultad nos preguntábamos que cómo se usaban las ramas de abedul que había por ahí a nuestra disposición. En ese momento empieza a hablarnos medio en alemán medio en inglés un señor mayor sonriente al cual le comentamos nuestras dudas. Nos habían avisado ya que la sauna en Finlandia es un espacio de ocio y relaciones sociales pero esto la verdad es que superó nuestras expectativas: con una naturalidad pasmosa y acaparando todo el protagonismo de nuestra atención aquel hombre empezó a azotarse con las ramas repetidas veces espalda, pecho, brazos, y piernas para finalmente restregárselas en la cara con fuerza. Entre azote y azote, con mucha destreza, mojaba las ramas en agua mientras nos miraba sonriendo, orgulloso de su tradición, con cara de "¿veis? pues así va la movida".
3- De cómo ligó Fernando en cinco minutos con una finesa alta, rubia, guapa, y de dieciocho años (uuuuuuuuh)
No es por quitarle méritos a Fernando pero cuando las finesas "jovencitas" van borrachas son sospechosamente espontáneas. Uno las ve por la calle de día con una mirada un tanto gélida y luego por la noche borrachas y en grupo se transforman totalmente. Uno de estos sujetos empezó a hablar con Fernando en la barra de un bar. A los dos minutos ya le había hecho a Fernando todas las preguntas básicas (¿De dónde eres?, ¿Vives aquí?, ¿Dónde?, ¿A qué te dedicas?), al tercer minuto le hablaba a un palmo, al cuarto minuto a medio palmo, y al quinto minuto y justo cuando le estaba pidiendo el número de teléfono a Fer vino su novio a por ella a llevársela por la fuerza. Dedujimos de ello que Fer debía aprender a ser más rápido o bien hacerse una tarjetitas con su número de teléfono.
4- La pizzería del sultán kurdo, "Finlandia is different"
Una noche tras volver del festival fuimos a una pizzería de estas que abren para que los trasnochadores sacien su hambre. En media hora sucedieron una serie de acontecimientos curiosos.
Primero conocimos a dos fineses que eran muy colegas y que se sentaron en nuestra mesa mientras esperaban su porción. Uno de ellos iba tan borracho que no hablaba nada, el otro era muy simpático y parlanchín. No le cabía en la cabeza que nos gustara visitar Finlandia pero por otro lado se calificaba como amante de su país, especialmente de su invierno. Lo que le molaba del invierno era que no había que pensar en qué hacer ya que no había nada que hacer (¿?). Nosotros le preguntamos que por qué usaban tapones en los conciertos, y mientras él intentaba justificarlo (no lo logró), su amigo suspiraba en plan "blablabla ¡Qué pesaos sois!". El parlanchín se enamoró locamente de Keka y antes de irse, mientras la miraba fijamente, nos dijo 8 veces el nombre del bar al que iban y como llegar a él.
Después, al cabo de un rato de irse un grupo, empezó a hablarnos el kurdo que regentaba el local. Se quejaba de que los fineses son maleducados y medio-racistas ya que el grupo que se acababa de marchar se había quejado de manera muy autoritaria por el tiempo que habían tardado las pizzas en hacerse. Él se justificaba "I am no machine the pizzas need time in the oven". En ese momento un finés joven, gordito, y borracho que estaba medio dormido se levantó cabreadísimo y dijo "I heard what you just said, you lazy pizza-maker, and I don't want pizza anymore. Give me my money back!". El kurdo intentó explicarse pero el otro no atendía a razones así que le devolvió su dinero. Llegado este punto sólo quedábamos nosotros tres así que el kurdo decidió desfogarse a gusto. "Este es un país de mierda con una gente antipática yo aquí me limito a trabajar y ahorrar. Cuando ahorre lo suficiente me volveré a Kurdistán a vivir como un sultán y disfrutaré de las puestas de sol mientras bebo vino".
That's all folks! Kiitos! Moi-moi!
JoanET”
Bueno, pues hasta aquí los artistas invitados por hoy. Lo que sigue es mi descripción de la faceta más impresionante de Finlandia, en la que comentaré desde un ángulo un poco distinto algunas de las cosas que los hermanos han mencionado. Vamos allá:
La verdad sobre Finlandia (I): Los borrachos
Toda la mitología que se pueda generar en torno a la idea de que los finlandeses son unos borrachos de aúpa se queda por fuerza corta. Si hay algún caso en el que la realidad supera la ficción ese es, sin lugar a dudas, este. ¿Qué por qué soy tan categórico? Pues porque jamás me había pasado eso de ir, ya caída la noche, por la calle principal de una capital en la que al cruzar por un paso de cebra al tipo que camina a mi lado le da un punto inexplicable y sale corriendo hacia un autobús que embocaba la calle y salta contra su parabrisas. Tras estamparse contra el cristal el tipo siguió su camino como si tal cosa, el conductor del autobús prosiguió su ruta con normalidad y yo, perplejo y paralizado en el paso de cebra me quedé mirándole (al autobusero), como preguntándole ¿qué narices ha sido eso? Pero el autobusero, que no debió comprender mi pregunta, se me quedó mirando al tiempo como diciendo, vamos, estámpate tú también contra el parabrisas, que hoy estoy de oferta y te hago el dos por uno. Yo le miré como diciendo Dios mío en qué lío de país me he metido, pero creo que el entendió (cosas de hablar distintos idiomas) que a mí me iba más ser arrollado por el autobús que embestirle yo a él… Vamos, que salí de allí pitando y preguntándome qué narices acababa de presenciar.
Más ejemplos de esta misma semana. Llegando a casa de la universidad (tarde, como siempre) veo a un tipo que apenas puede tenerse en pie tirando latas de cerveza (llenas) contra una ventana del segundo piso de mi edificio. No acertó, claro, así que ahora tenemos la fachada llena de manchas de cerveza. Me pregunto qué pretendía hacer el hombre… en cualquier caso, este es un ejemplo de cómo es posible que los recolectores de paanti de los que hablaba en el report anterior encuentren qué llevarse al saco.
Otro ejemplo, este de ayer mismo, cuando presencié en un bar cómo otro sujeto dormía plácidamente en su silla mientras estaba rodeado por su grupo de amigos charlando y riendo. El camarero, que parece que le conocía, primero le dio un susto agarrándole por detrás y gritando algo y luego explotándole una bolsa de plástico en el oído, pero el tipo estaba dormido, inerte diría, y no había manera de despertarlo. Mantenía la espalda erguida, la cabeza enhiesta y los ojos cerrados, como concentrado. No sabía que uno pudiese alcanzar ese estado tan zen simplemente a base de beber alcohol.
El viernes, en un restaurante, teníamos a nuestra derecha a una pareja, novio frente a novia, y escuchamos risas de la chica. Aquí nadie mira, así que con mucha discreción (o con un mal disimulado interés) vemos a la pobre enamorada intentando reanimar a su chico, que tiene la barbilla clavada en el pecho e insiste en mostrarle la coronilla. Alcoholizado del todo, claro.
Una situación muy parecida la vivimos precisamente Joanet, Carmen, Françesc (el gerundense que conocimos en la sauna) y yo tomando algo en una terraza. Dos chicas conversan hasta que por fin llega el novio de una de ellas. Se sienta, la coge de la mano y, sin dejar que ella termine de decirle la primera frase de amor, clava la cabeza en la mesa. Ella le habla, él hace esfuerzos por atender a lo que dice, pero la borrachera que lleva es superior a él y cae desplomado una vez tras otra. Creo recordar que en una de esas le tiró la copa por encima a su supuesta novia. Nosotros reíamos con disimulo, claro, pero es increíble la paciencia que tienen estas finlandesas. Yo creo que en España plantar la cara en la mesa mientras tu novia te cuenta algo cogiendo tu mano es motivo justificado para poner fin a una relación.
En fin, que podría poner ejemplos de estos a patadas, pero entiendo que ya os vais haciendo una idea de cómo es la cultura del alcohol por estos lares. La forma más sencilla de que comprendáis cómo es un sábado por la tarde en Helsinki es que vayáis al cine a ver una de esas películas de zombies que están tan de moda en estos tiempos. Seres caminando parece que sin un rumbo fijo y haciendo unas eses que ni las hoces del río Duratón. Pero terminemos nuestra descripción del país…
La verdad sobre Finlandia (II): Las borrachas
En efecto, no sólo los hombres beben en estas tierras, sino que las mujeres también empinan el codo con profusión. Eso sí, los efectos que surte el alcohol en ellas parece que son distintos: no las convierte en zombies sino en desinhibidas y descontroladas vampiresas en busca de algún cuello al que extraer la sangre. Comentaré en lo que sigue algunas experiencias (quasi-traumáticas) vividas en estos meses en Helsinki.
Empezaré por un fantástico día de playa en el que mientras Carmen tomaba el sol, Juanete/Joanet y yo manteníamos la típica conversación de cuando uno está adentrándose en el agua: al llegar a la pantorrilla de repente nos entran unas ganas tremendas de charlar un ratito mientras poco a poco el cuerpo se aclimata a la temperatura del agua. En esas estábamos, aclimatándonos, cuando vemos que una señora se acerca por la orilla. Vestía unos pantalones blancos, una chupa de cuero negro y un pañuelo a la cabeza. “Moi!” nos dice, y claro, como somos educados le respondemos que “moi” y que “morning”. En esto que ni corta ni perezosa se adentra en el agua y se viene hasta nosotros diciendo “nice to meet you my name is Manhana” (o algo así; de ahí que entre nosotros sea recordada como Tomorrow). Al llegar a la altura de Juanete/Joanet se le queda mirando fijamente al pezón izquierdo (siempre digo que Juanete/Loreto es tan grande como buena persona, y esa es la altura a la que le llegaba la pobre mujer) y, a escasos cinco centímetros de ese pecho hercúleo, con una voz infernal pero intentando resultar discreta le suelta un “iwannafuckyouuuu” que nos dejó helados. En esto que un vigilante de la playa (nada de musculitos saltarines, sino un tipo muy pancho con walkie-talkie) se acerca y, sin entrar en el agua, le dice algo, pero la mujer sale disparada mar adentro, con chupa de cuero y demás al grito de “fuck you Satanas!”… Charlando con el hombre nos cuenta que es una desequilibrada mental y que cuando bebe se dedica a montar el show por la playa. Al cabo de un rato estaba dándole la chapa a un tipo tan espigado como escuálido que se fue pitando (a saber qué le dijo) y un poco más tarde Manhana se dedicaba, encaramada a unas rocas cercanas, a escudriñar entre ellas en busca de algo, a saber el qué. Ya casi nos habíamos olvidado de su voz proveniente del infierno cuando, de repente, volvió a la acción. Esta vez resultó bastante desagradable, porque buscaba sus pertenencias, ropa de la que se había ido desprendiendo y que el vigilante de la playa no musculoso había apilado en un montoncito. Precisamente ese montoncito estaba al lado de nuestras toallas, así que cuando Manhana se dobló para recogerlo parece que la presión que la cerveza acumulada en su vejiga ejerció sobre su esfínter venció la resistencia de este, con el resultado de que mientras balbuceaba algo un chorro tremendo (y traumático) empapó la arena. Cuando nos fuimos la mujer seguía empeñada en dar la brasa a la parroquia que descansaba plácidamente en la playa…
Me diréis que esta era una mujer con problemas mentales y yo os lo admito y reconozco. Pero el alcohol era el detonante de su estado (borracha como una cuba). Pero vayamos con más ejemplos de mujeres borrachas y examinemos el caso ese en el que Juanete sostiene que “ligué”. Resulta que estábamos también con el gerundense en un bar tomando algo y los hermanos acabaron charlando con esta chica (con ellos siempre conocer a gente es fácil, tienen ese don). Yo comentaba las incidencias de su viaje con el Françesc, y al cabo de un rato nos reintegramos en la charla. Esta chica nos preguntó de dónde éramos, qué hacíamos aquí y tal. Cuando se enteró de que trabajaba en la universidad se mostró interesada y me dijo que ella estaba empezando el doctorado en ciencias políticas en la universidad de Tampere. En esto (no más de un par de minutos habían pasado, diría que menos) llegó una amiga suya y nos la presenta diciendo que es la del cumpleaños. Ah, estupendo, felicidades (ahora entendíamos la razón de tanta embriaguez). Ella, la del cumpleaños, le dice que tienen que irse y ella, la que estaba con el doctorado, le dice que sí y se despide dándole la mano a Françesc y, en mi caso, acercándoseme y dándome un abrazo. Pero un abrazo de los de aquí, medio raros porque no están acostumbrados a darlos, así que te abrazan como si fueras un tronco (¿un abrazo robótico?). ¡Bueno, hasta la próxima! ¡Ah! Pero la chica parece que no tenía ganas de irse, así que volvió a darme otro abrazo robótico, esta vez más duradero. La amiga le dice que hay que irse y ella asiente, y empiezan a retirarse, pero se lo piensa y entonces mete la mano en el bolso y me dice “oye, ¿cuál es tu teléfono?” Antes de que yo pudiera articular palabra o número alguno apareció un chico que resultó ser su novio y ella dejó la mano quietecita en el bolso y dijo adiós. Esa es la historia de cómo ligué sin proponérmelo en Helsinki (realmente, la historia de mi vida, ya sabéis).
Más de mujeres borrachas. Resulta que como buen aficionado al baloncesto, me fui a un bar a ver el partido del Mundobasket en el que nuestra selección se enfrentaba a Grecia. Allí estaba yo, sufriendo con los de Scariolo, cuando una mujer de unos cuarenta y cinco años se me acerca, borracha como una cuba, y me dice nosequé en francés. Yo no tuve mejor idea que responderle también en francés (es lo que tiene ser educado, pero voy aprendiendo, porque al final aquí entienden otras cosas). El caso es que ipso facto ¡la mujer se me pone a cantar en francés colgada de mi cuello! Intento decirle que estoy muy interesado en el partido de baloncesto, pero se me pone a llorar a moco tendido en el hombro… Tremendo. A los cinco minutos estaba colgada del cuello de otro cantando creo que en finlandés. Y cuando me fui, contento por la victoria española pero temeroso por el resultado de los futuros partidos, que ya me intuía, ya estaba dándole la chapa a otro que le gritaba (con muy mala educación, todo hay que decirlo) para deshacerse de ella y poder concentrarse en su novia, que estaba sentada al otro lado de la mesa…
Bueno, que Finlandia tiene un rostro oculto ciertamente preocupante. Supongo que habrá ocasión para seguir contando los efectos que el alcohol produce en esta gente en próximas comunicaciones. Intentaré comprobar una primera hipótesis de trabajo: ellos mismos me han dicho que genéticamente son algo distintos, razón por la que, por ejemplo, son muy susceptibles de ser propensos a rechazar la lactosa y demás… así que igual ahí está la explicación de que el alcohol les transforme en zombies o vampiresas, dependiendo del género. Prometo seguir informando.
Para finalizar, adjunto la foto a la que hacía mención Loreto. Ya sé que dije que nada de fotos, pero la cortesía con el artista invitado me impide aplicar la censura, así que vais a poder conocer un poquito más de Helsinki, además de verme hacer el chorra. ¡Prometo que no se repetirá!
¡Un fuerte abrazo!
F.
Hacía tiempo que estaba esperando recibir los correos de algunas de mis visitas para empezar a contaros las aventurillas que vivimos juntos durante el verano. Resulta que a quienes tienen la valentía de asomarse por estas tierras les he pedido que os cuenten un poco qué les parece esto y si coinciden en mi visión de las cosas. Esa invitación implicaba tácitamente por mi parte no hacer mención de las vivencias comunes, pues la cortesía me obligaba a cederles la palabra con absoluta libertad y sin que yo hubiera relatado las cosas antes de su participación. Así que aquí os hago llegar algunas de sus visiones y, una vez la cortesía ha terminado, mi visión sobre esos días, que en algunos puntos matiza la suya.
Los visitantes en cuestión en esta ocasión son Carmen (Keka para los amigos) y Juanete, hermanos y residente ella en Madrid y él desde hace unos meses en Barcelona, de ahí que haya decidido que en adelante debemos llamarle Joanet (un poco al estilo de aquel hombre que en ‘La vida de Brian’ decidía que en adelante habrían de llamarle Loreto). Carmen es redactora de uno de los más importantes diarios de tirada nacional, así que a buen seguro ya habréis leído algo escrito por ella, aunque no lo sepáis. Juanete (digo, Joanet) es ingeniero industrial y trabaja en una empresa puntera diseñando las aspas de los aerogeneradores que “decoran” nuestros bonitos paisajes montañosos. Aquí van sus relatos. Carmen ha decidido titular el suyo así:
“Helsinki saharaui time
A principios de agosto tuve la suerte de pasar seis luminosos días en Helsinki en compañía de Fernando y mi hermano. Fer dice que unos días antes cayó una tormenta antológica, pero personalmente creo que exagera. Tampoco le hagáis mucho caso con lo del calor saharahui ese del que habla en sus cartas. Ya sabéis... Es gallego.
De mi viaje puedo decir varias cosas: que ir en bici por una ciudad plana mola muchísimo, que el diseño finlandés es increíble, que los finlandeses son bastante peculiares -tienen los tímpanos de cristal y cuando se emborrachan pueden acabar meándote encima- y que Fernando es un entregado anfitrión. No deberíais dejar pasar la oportunidad de ir a visitarle.
Además de ser un gran anfitrión, a Fernando le gusta comer e ir a conciertos, aficiones que compartimos, así que nos dimos varios homenajes (el reno está buenísimo y las bayas con caramelo derretido también, pero podéis saltaros el oso) y fuimos a un festival de música donde descubrí que los finlandeses son modernísimos y están locos por el cava. Beben botellitas pequeñas de Freixenet como quien se bebe una caña. Le meten una pajita y a sorber cava por el módico precio de 8 euros la mini-botellita. Y ahora viene lo de los tímpanos de cristal: 7 de cada 10 finlandeses usa tapones durante los conciertos para “protegerse del volumen”. ¿Son los finlandeses unos exagerados o nosotros unos inconscientes? Buena pregunta a la que no pudimos encontrar una respuesta convincente. Tengo mis esperanzas puestas en la progresiva inmersión de Fer por aquellas tierras, quizá algún día logre entenderlo. Es más, lo mismo a estas alturas él también los lleva...
Dos de los sitios que más me gustaron de Helsinki son su playa y la sauna pública más antigua. En la playa puede que os topéis con Tomorrow. La reconoceréis porque le gusta bañarse vestida y mear de pié. Ella es así, a lo mejor os dice I wanna fuck you, pero es inofensiva. La sauna es bastante básica y acogedora. Después de pasar un ratito sudando la gota gorda, la gente -tapada con una toallita- sale a refrescarse ¿A una piscina de agua fría? No. ¿A un jardincito con tumbonas? Tampoco. A la puta calle. Allí echan un cigarrito, una cervecita y para dentro de nuevo. Sanísimo.
Dos cosas antes de despedirme. En Helsinki, cuando habléis con Fernando tenéis que usar la hora española. Él vive allí, pero con el horario de aquí, tortura a la que se somete ignoro si por cabezonería, reto intelectual o pura morriña. Tú le preguntas, Fer, ¿Qué hora es? Y él te responde: “La seis pero aquí son las siete”. Y por favor, recordadle que ya es hora de que vaya quitando de la pared del salón el retrato del difunto esposo de la dueña del piso. No pasa nada Fer, tú puedes, nadie va a chivarse...
Moi-moi! (Adiós en finlandés).
Carmen”.
A esto tengo que responder algunas cosas. Sobre lo de la tormenta y mi exageración, pues que basta con ver el video que adjuntaba en el correspondiente report. No hay mucho más que decir… ¡Me lo invento todo!
Y sobre los tímpanos finlandeses: he estado en conciertos, bares e incluso en alguna discoteca y el volumen es siempre mucho más respetuoso y civilizado que en España. Por eso nos resultaba tan chocante que aun así tanta gente usara los tapones para los oídos. Mi teoría es que en razón del frío que padecen durante el invierno y de los riesgos que conlleva para los oídos (nada de salir a la calle recién duchadito y sin secarse los oídos, que se te forma hielo ahí dentro y eso hace pupa), están especialmente sensibilizados con todo lo relacionado con la audición. Hasta aquí la hipótesis, pero necesito recabar más datos empíricos para proseguir la investigación. Ya os contaré…
Vamos con Juanete, que, ya desde el título lanza una pregunta al aire:
“Lanzac brothers trip to Helsinki. Juante's point of view: ¿Y qué cojones cuento yo ahora?
Me lo han puesto muy difícil. Muy difícil.
Mi hermana, cuyo trabajo es contar historias, va y escribe en un correo magistralmente redactado las aventuras que vivimos en nuestro viaje a Helsinki de visita a Fernando. Ahora no sé qué contar pero es que además lo voy a contar "menos profesional". Pero bueno, da igual, creo que me las apañaré. He cogido las fotos del viaje, he cerrado los ojos, me he imaginado dando un paseo en bici por Helsinki y me he inspirado. Os contaré lo siguiente:
1- De cómo Fernando interpretó a la perfección el papel de azafata (sin palabras)
Ésta es fácil sólo hay que ver la foto adjuntada al correo.
2- De cómo un finés setentón nos mostró cómo usar "las ramitas" en la sauna.
Pues estábamos Fer, yo y un gerundense que conocimos (si, es el gentilicio de Gerona, no lo busquéis) en pelotas en la sauna. Sudando como cerdos y respirando con dificultad nos preguntábamos que cómo se usaban las ramas de abedul que había por ahí a nuestra disposición. En ese momento empieza a hablarnos medio en alemán medio en inglés un señor mayor sonriente al cual le comentamos nuestras dudas. Nos habían avisado ya que la sauna en Finlandia es un espacio de ocio y relaciones sociales pero esto la verdad es que superó nuestras expectativas: con una naturalidad pasmosa y acaparando todo el protagonismo de nuestra atención aquel hombre empezó a azotarse con las ramas repetidas veces espalda, pecho, brazos, y piernas para finalmente restregárselas en la cara con fuerza. Entre azote y azote, con mucha destreza, mojaba las ramas en agua mientras nos miraba sonriendo, orgulloso de su tradición, con cara de "¿veis? pues así va la movida".
3- De cómo ligó Fernando en cinco minutos con una finesa alta, rubia, guapa, y de dieciocho años (uuuuuuuuh)
No es por quitarle méritos a Fernando pero cuando las finesas "jovencitas" van borrachas son sospechosamente espontáneas. Uno las ve por la calle de día con una mirada un tanto gélida y luego por la noche borrachas y en grupo se transforman totalmente. Uno de estos sujetos empezó a hablar con Fernando en la barra de un bar. A los dos minutos ya le había hecho a Fernando todas las preguntas básicas (¿De dónde eres?, ¿Vives aquí?, ¿Dónde?, ¿A qué te dedicas?), al tercer minuto le hablaba a un palmo, al cuarto minuto a medio palmo, y al quinto minuto y justo cuando le estaba pidiendo el número de teléfono a Fer vino su novio a por ella a llevársela por la fuerza. Dedujimos de ello que Fer debía aprender a ser más rápido o bien hacerse una tarjetitas con su número de teléfono.
4- La pizzería del sultán kurdo, "Finlandia is different"
Una noche tras volver del festival fuimos a una pizzería de estas que abren para que los trasnochadores sacien su hambre. En media hora sucedieron una serie de acontecimientos curiosos.
Primero conocimos a dos fineses que eran muy colegas y que se sentaron en nuestra mesa mientras esperaban su porción. Uno de ellos iba tan borracho que no hablaba nada, el otro era muy simpático y parlanchín. No le cabía en la cabeza que nos gustara visitar Finlandia pero por otro lado se calificaba como amante de su país, especialmente de su invierno. Lo que le molaba del invierno era que no había que pensar en qué hacer ya que no había nada que hacer (¿?). Nosotros le preguntamos que por qué usaban tapones en los conciertos, y mientras él intentaba justificarlo (no lo logró), su amigo suspiraba en plan "blablabla ¡Qué pesaos sois!". El parlanchín se enamoró locamente de Keka y antes de irse, mientras la miraba fijamente, nos dijo 8 veces el nombre del bar al que iban y como llegar a él.
Después, al cabo de un rato de irse un grupo, empezó a hablarnos el kurdo que regentaba el local. Se quejaba de que los fineses son maleducados y medio-racistas ya que el grupo que se acababa de marchar se había quejado de manera muy autoritaria por el tiempo que habían tardado las pizzas en hacerse. Él se justificaba "I am no machine the pizzas need time in the oven". En ese momento un finés joven, gordito, y borracho que estaba medio dormido se levantó cabreadísimo y dijo "I heard what you just said, you lazy pizza-maker, and I don't want pizza anymore. Give me my money back!". El kurdo intentó explicarse pero el otro no atendía a razones así que le devolvió su dinero. Llegado este punto sólo quedábamos nosotros tres así que el kurdo decidió desfogarse a gusto. "Este es un país de mierda con una gente antipática yo aquí me limito a trabajar y ahorrar. Cuando ahorre lo suficiente me volveré a Kurdistán a vivir como un sultán y disfrutaré de las puestas de sol mientras bebo vino".
That's all folks! Kiitos! Moi-moi!
JoanET”
Bueno, pues hasta aquí los artistas invitados por hoy. Lo que sigue es mi descripción de la faceta más impresionante de Finlandia, en la que comentaré desde un ángulo un poco distinto algunas de las cosas que los hermanos han mencionado. Vamos allá:
La verdad sobre Finlandia (I): Los borrachos
Toda la mitología que se pueda generar en torno a la idea de que los finlandeses son unos borrachos de aúpa se queda por fuerza corta. Si hay algún caso en el que la realidad supera la ficción ese es, sin lugar a dudas, este. ¿Qué por qué soy tan categórico? Pues porque jamás me había pasado eso de ir, ya caída la noche, por la calle principal de una capital en la que al cruzar por un paso de cebra al tipo que camina a mi lado le da un punto inexplicable y sale corriendo hacia un autobús que embocaba la calle y salta contra su parabrisas. Tras estamparse contra el cristal el tipo siguió su camino como si tal cosa, el conductor del autobús prosiguió su ruta con normalidad y yo, perplejo y paralizado en el paso de cebra me quedé mirándole (al autobusero), como preguntándole ¿qué narices ha sido eso? Pero el autobusero, que no debió comprender mi pregunta, se me quedó mirando al tiempo como diciendo, vamos, estámpate tú también contra el parabrisas, que hoy estoy de oferta y te hago el dos por uno. Yo le miré como diciendo Dios mío en qué lío de país me he metido, pero creo que el entendió (cosas de hablar distintos idiomas) que a mí me iba más ser arrollado por el autobús que embestirle yo a él… Vamos, que salí de allí pitando y preguntándome qué narices acababa de presenciar.
Más ejemplos de esta misma semana. Llegando a casa de la universidad (tarde, como siempre) veo a un tipo que apenas puede tenerse en pie tirando latas de cerveza (llenas) contra una ventana del segundo piso de mi edificio. No acertó, claro, así que ahora tenemos la fachada llena de manchas de cerveza. Me pregunto qué pretendía hacer el hombre… en cualquier caso, este es un ejemplo de cómo es posible que los recolectores de paanti de los que hablaba en el report anterior encuentren qué llevarse al saco.
Otro ejemplo, este de ayer mismo, cuando presencié en un bar cómo otro sujeto dormía plácidamente en su silla mientras estaba rodeado por su grupo de amigos charlando y riendo. El camarero, que parece que le conocía, primero le dio un susto agarrándole por detrás y gritando algo y luego explotándole una bolsa de plástico en el oído, pero el tipo estaba dormido, inerte diría, y no había manera de despertarlo. Mantenía la espalda erguida, la cabeza enhiesta y los ojos cerrados, como concentrado. No sabía que uno pudiese alcanzar ese estado tan zen simplemente a base de beber alcohol.
El viernes, en un restaurante, teníamos a nuestra derecha a una pareja, novio frente a novia, y escuchamos risas de la chica. Aquí nadie mira, así que con mucha discreción (o con un mal disimulado interés) vemos a la pobre enamorada intentando reanimar a su chico, que tiene la barbilla clavada en el pecho e insiste en mostrarle la coronilla. Alcoholizado del todo, claro.
Una situación muy parecida la vivimos precisamente Joanet, Carmen, Françesc (el gerundense que conocimos en la sauna) y yo tomando algo en una terraza. Dos chicas conversan hasta que por fin llega el novio de una de ellas. Se sienta, la coge de la mano y, sin dejar que ella termine de decirle la primera frase de amor, clava la cabeza en la mesa. Ella le habla, él hace esfuerzos por atender a lo que dice, pero la borrachera que lleva es superior a él y cae desplomado una vez tras otra. Creo recordar que en una de esas le tiró la copa por encima a su supuesta novia. Nosotros reíamos con disimulo, claro, pero es increíble la paciencia que tienen estas finlandesas. Yo creo que en España plantar la cara en la mesa mientras tu novia te cuenta algo cogiendo tu mano es motivo justificado para poner fin a una relación.
En fin, que podría poner ejemplos de estos a patadas, pero entiendo que ya os vais haciendo una idea de cómo es la cultura del alcohol por estos lares. La forma más sencilla de que comprendáis cómo es un sábado por la tarde en Helsinki es que vayáis al cine a ver una de esas películas de zombies que están tan de moda en estos tiempos. Seres caminando parece que sin un rumbo fijo y haciendo unas eses que ni las hoces del río Duratón. Pero terminemos nuestra descripción del país…
La verdad sobre Finlandia (II): Las borrachas
En efecto, no sólo los hombres beben en estas tierras, sino que las mujeres también empinan el codo con profusión. Eso sí, los efectos que surte el alcohol en ellas parece que son distintos: no las convierte en zombies sino en desinhibidas y descontroladas vampiresas en busca de algún cuello al que extraer la sangre. Comentaré en lo que sigue algunas experiencias (quasi-traumáticas) vividas en estos meses en Helsinki.
Empezaré por un fantástico día de playa en el que mientras Carmen tomaba el sol, Juanete/Joanet y yo manteníamos la típica conversación de cuando uno está adentrándose en el agua: al llegar a la pantorrilla de repente nos entran unas ganas tremendas de charlar un ratito mientras poco a poco el cuerpo se aclimata a la temperatura del agua. En esas estábamos, aclimatándonos, cuando vemos que una señora se acerca por la orilla. Vestía unos pantalones blancos, una chupa de cuero negro y un pañuelo a la cabeza. “Moi!” nos dice, y claro, como somos educados le respondemos que “moi” y que “morning”. En esto que ni corta ni perezosa se adentra en el agua y se viene hasta nosotros diciendo “nice to meet you my name is Manhana” (o algo así; de ahí que entre nosotros sea recordada como Tomorrow). Al llegar a la altura de Juanete/Joanet se le queda mirando fijamente al pezón izquierdo (siempre digo que Juanete/Loreto es tan grande como buena persona, y esa es la altura a la que le llegaba la pobre mujer) y, a escasos cinco centímetros de ese pecho hercúleo, con una voz infernal pero intentando resultar discreta le suelta un “iwannafuckyouuuu” que nos dejó helados. En esto que un vigilante de la playa (nada de musculitos saltarines, sino un tipo muy pancho con walkie-talkie) se acerca y, sin entrar en el agua, le dice algo, pero la mujer sale disparada mar adentro, con chupa de cuero y demás al grito de “fuck you Satanas!”… Charlando con el hombre nos cuenta que es una desequilibrada mental y que cuando bebe se dedica a montar el show por la playa. Al cabo de un rato estaba dándole la chapa a un tipo tan espigado como escuálido que se fue pitando (a saber qué le dijo) y un poco más tarde Manhana se dedicaba, encaramada a unas rocas cercanas, a escudriñar entre ellas en busca de algo, a saber el qué. Ya casi nos habíamos olvidado de su voz proveniente del infierno cuando, de repente, volvió a la acción. Esta vez resultó bastante desagradable, porque buscaba sus pertenencias, ropa de la que se había ido desprendiendo y que el vigilante de la playa no musculoso había apilado en un montoncito. Precisamente ese montoncito estaba al lado de nuestras toallas, así que cuando Manhana se dobló para recogerlo parece que la presión que la cerveza acumulada en su vejiga ejerció sobre su esfínter venció la resistencia de este, con el resultado de que mientras balbuceaba algo un chorro tremendo (y traumático) empapó la arena. Cuando nos fuimos la mujer seguía empeñada en dar la brasa a la parroquia que descansaba plácidamente en la playa…
Me diréis que esta era una mujer con problemas mentales y yo os lo admito y reconozco. Pero el alcohol era el detonante de su estado (borracha como una cuba). Pero vayamos con más ejemplos de mujeres borrachas y examinemos el caso ese en el que Juanete sostiene que “ligué”. Resulta que estábamos también con el gerundense en un bar tomando algo y los hermanos acabaron charlando con esta chica (con ellos siempre conocer a gente es fácil, tienen ese don). Yo comentaba las incidencias de su viaje con el Françesc, y al cabo de un rato nos reintegramos en la charla. Esta chica nos preguntó de dónde éramos, qué hacíamos aquí y tal. Cuando se enteró de que trabajaba en la universidad se mostró interesada y me dijo que ella estaba empezando el doctorado en ciencias políticas en la universidad de Tampere. En esto (no más de un par de minutos habían pasado, diría que menos) llegó una amiga suya y nos la presenta diciendo que es la del cumpleaños. Ah, estupendo, felicidades (ahora entendíamos la razón de tanta embriaguez). Ella, la del cumpleaños, le dice que tienen que irse y ella, la que estaba con el doctorado, le dice que sí y se despide dándole la mano a Françesc y, en mi caso, acercándoseme y dándome un abrazo. Pero un abrazo de los de aquí, medio raros porque no están acostumbrados a darlos, así que te abrazan como si fueras un tronco (¿un abrazo robótico?). ¡Bueno, hasta la próxima! ¡Ah! Pero la chica parece que no tenía ganas de irse, así que volvió a darme otro abrazo robótico, esta vez más duradero. La amiga le dice que hay que irse y ella asiente, y empiezan a retirarse, pero se lo piensa y entonces mete la mano en el bolso y me dice “oye, ¿cuál es tu teléfono?” Antes de que yo pudiera articular palabra o número alguno apareció un chico que resultó ser su novio y ella dejó la mano quietecita en el bolso y dijo adiós. Esa es la historia de cómo ligué sin proponérmelo en Helsinki (realmente, la historia de mi vida, ya sabéis).
Más de mujeres borrachas. Resulta que como buen aficionado al baloncesto, me fui a un bar a ver el partido del Mundobasket en el que nuestra selección se enfrentaba a Grecia. Allí estaba yo, sufriendo con los de Scariolo, cuando una mujer de unos cuarenta y cinco años se me acerca, borracha como una cuba, y me dice nosequé en francés. Yo no tuve mejor idea que responderle también en francés (es lo que tiene ser educado, pero voy aprendiendo, porque al final aquí entienden otras cosas). El caso es que ipso facto ¡la mujer se me pone a cantar en francés colgada de mi cuello! Intento decirle que estoy muy interesado en el partido de baloncesto, pero se me pone a llorar a moco tendido en el hombro… Tremendo. A los cinco minutos estaba colgada del cuello de otro cantando creo que en finlandés. Y cuando me fui, contento por la victoria española pero temeroso por el resultado de los futuros partidos, que ya me intuía, ya estaba dándole la chapa a otro que le gritaba (con muy mala educación, todo hay que decirlo) para deshacerse de ella y poder concentrarse en su novia, que estaba sentada al otro lado de la mesa…
Bueno, que Finlandia tiene un rostro oculto ciertamente preocupante. Supongo que habrá ocasión para seguir contando los efectos que el alcohol produce en esta gente en próximas comunicaciones. Intentaré comprobar una primera hipótesis de trabajo: ellos mismos me han dicho que genéticamente son algo distintos, razón por la que, por ejemplo, son muy susceptibles de ser propensos a rechazar la lactosa y demás… así que igual ahí está la explicación de que el alcohol les transforme en zombies o vampiresas, dependiendo del género. Prometo seguir informando.
Para finalizar, adjunto la foto a la que hacía mención Loreto. Ya sé que dije que nada de fotos, pero la cortesía con el artista invitado me impide aplicar la censura, así que vais a poder conocer un poquito más de Helsinki, además de verme hacer el chorra. ¡Prometo que no se repetirá!
¡Un fuerte abrazo!
F.
Divertidísimo, como siempre. Gracias por el regalo de tus aventuras y los relatos de los escritores invitados
ResponderEliminarMe he hartado de reir. Os lo prometo.A lo mejor beben mucho para luchar contra el frío. No sé, los rusos tb tienen famita. A mi bebida me han pasado las dos cosas: quedarme dormida sentada y cuando era mucho más joven convertirme en vampiresa (esa etapa la tengo superada, pero me llegué a despertar en cama ajena más de una vez, afortunadamente sin más consecuencias que la sorpresa y el dolor de cabeza consiguiente). Ahora si he de pasarme bebiendo lo hago en casa y me quedo dormida delante de la pantalla. Me ha pasado sentada incluso. En España tb bebemos lo nuestro. Contáis las cosas de manera muy amena. Ha sido un placer leéros.
ResponderEliminarEl de la foto ¿estaba haciendo el robocop o imitando a los beodos finlandeses?
ResponderEliminarUn cordial saludo.