Nos hemos venido a Gijón para escapar un par de días del frío y las digestiones de León. Y aquí acabo de leer el editorial del periódico asturiano La Nueva España que copio a continuación y que también pueden ver en este enlace. Me parece muy interesante y valiente. Es más, creo que hace unos cuantos años nadie, ni periódicos ni casi ciudadanos particulares, se atrevía a escribir estas cosas y a escribirlas así, a cara de perro. Y no es que no se vieran venir los desastres, sino que la dictadura pijoprogre y la piara pedabóbica imponían su estúpida ley.
Algo está cambiando y cada día tendremos más que agradecer a la crisis. Y entiéndase esta frase, que no está reñida con el lamento por las víctimas más inocentes y desprotegidas de esta catástrofe económica que apenas ha comenzado. Pero quién sabe, a lo mejor hasta aprovechamos para reformar también el Estado y hacer que la política social y el manejo de los fondos públicos no sean más el camelo en que se han convertido.
Sobre el tema del editorial permitan que les cuente una anecdotilla. El otro día estuve un rato en una reunión del Claustro de la Universidad de León, que es la que me da de comer. El rector, con quien no pretendo para nada meterme con esto que voy a decir, contaba cómo iba la adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior. Lo de Bolonia, vamos. Dio muchas cifras, era un galimatías todo. Pero algo quedó muy claro: a la hora de las evaluaciones de nuestros centros y títulos, de la gestión del futuro y del reparto de los dineros, se considerará tanto más fracasada una universidad o tal o cual titulación cuantos menos alumnos de los que empiezan una carrera no la acaben. Se nos ha metido la porquería del fracaso escolar. Fracasaremos, pues. La consigna para el profesor es evidente: aprueba y pasa de todo, no jodamos la marrana, califica con la nariz tapada, pero califica sin suspensos.
Deberíamos quedar un día para quemar unas cuantas universidades. Y unas cuantas consejerías del ramo. Y el ministerio. De verdad que sí. A ver si lo vamos organizando discretamente.
Entretanto, no olviden nuestra vieja consigna: escupe a un pedagogo.
Bueno, ahí va el texto que les recomiendo:
Estudiar sin esfuerzo, un objetivo imposible
La reforma de Bolonia es a la Universidad lo que el euro a la economía: un mecanismo para unificar valores. Compartir moneda no garantiza disfrutar de idénticas condiciones de crecimiento o prosperidad, la diferencia bien se comprende al mirar a España y Alemania. De igual modo, que un título español sea válido en Francia o Italia, y viceversa, indica que los respectivos gobiernos han pactado una homologación de materias, pero nada más. La Universidad puede ser igual de mala, o peor, que antes. El hecho de asimilarla formalmente a otros países no garantiza su excelencia.
Cierto que ha transcurrido poco tiempo, apenas cuatro meses, y cierto que cualquier cambio, más en el inmovilista ámbito educativo, avanza con pereza, pero la frustración y la confusión predominan en Asturias sobre las expectativas positivas que despertó Bolonia. Si la gestación ya alimentó dudas, con cada facultad y cada departamento peleando con uñas y dientes por su statu quo, ahora aumenta la certeza de que vamos por un camino equivocado. Los estudiantes son los primeros en denunciar la ficción. Nada es como se les anunció. Los profesores, por su parte, han notado una asfixiante acumulación de las labores burocráticas que sólo redundan en perjuicio del alumno.
En una Europa unida Bolonia era inevitable e irreversible. Hablar mucho de lo accesorio, el método, y nada de lo sustancial, los rendimientos, es desvirtuar el problema. La desoladora evidencia es que el modelo de enseñanza español, desde la base hasta la altura, se ha instalado desde hace décadas en la mediocridad. Lo corroboran año tras año las pruebas internacionales que evalúan el conocimiento de los estudiantes.Las deficiencias no se corrigen simplemente por rebautizar como «grado» las carreras o como «materia curricular» las áreas de conocimiento. Dejen de dar vueltas a la noria con tanta filosofía edulcorada y llamen a las cosas por su nombre. Una buena educación sólo depende de la capacidad de los docentes y del esfuerzo de los alumnos. Hace tiempo que ambos principios están perdidos para la causa de la enseñanza en España, reino de la comodidad. No hay exigencia, de ahí arrancan los males.
Los profesores marcan la diferencia, no los textos, ni los libros, ni los centros, ni los programas. Eso enseñan la investigación y la experiencia. Los países que obtienen los mejores resultados educativos, como Finlandia, son los que miman a sus maestros. España deprecia hasta socialmente su papel, socava su autoridad y niega el estímulo a quien brilla en la tarima.
Sólo hay un secreto para que los adolescentes de Corea del Sur hayan obtenido el primer puesto en los exámenes de PISA: estudian más de diez horas diarias. Tienen culturalmente arraigado que es la única forma de vencer la pobreza. Entre eso y convertir el colegio en una fiesta vacua hay un término medio. No se puede progresar sin estudiar, y el sistema español, por sus obsesiones igualitarias, predica lo contrario. El desolador resultado: los escolares no comprenden lo que leen y ante cualquier problema de pequeñísima complejidad se atascan.
Para que no haya excusas, conviene también romper mitos. No hay relación entre nivel económico y nivel educativo. País rico y buena educación y país pobre y mala educación son asociaciones pasadas de moda: esa es la razón de que Estonia supere con claridad a España. Por lo mismo, más recursos no garantizan mejor educación: los chinos, con clases masificadas y sin ordenadores, atesoran un conocimiento matemático superior al de cualquier alumno occidental.
Replantearse el sistema educativo español, y no sólo encajar la Universidad en el contexto europeo, parece una tarea indispensable en este momento. No es cuestión de dinero, sino de claridad de ideas. Con reformas baratas pero valientes se puede hacer un uso más eficiente de los recursos. Unos óptimos resultados en la enseñanza son garantía de desarrollo económico. Los países con niveles escolares deficientes tienen bajos índices de productividad y competitividad. Si se superpone la clasificación de prosperidad a los resultados PISA hay un calco: los estudiantes destacados pertenecen a las naciones que más prosperan. Crecimiento y conocimiento viajan unidos.
Al flamante Nobel de Literatura Vargas Llosa lo que más le sorprendió de su reciente estancia en Estocolmo fue la visita a una escuela de Rinkeby. Tiene alumnos de 19 países que hablan tres idiomas, el propio, el sueco y el inglés, y varios figuran en los palmareses de logros académicos. La UE premió al centro por su éxito en la prevención de la delincuencia. Y es que el barrio era hace poco uno de los más peligrosos y sucios de la capital de Suecia. Ahora está cambiando por el tirón de su escuela. Querer es poder. El milagro fue obra personal de un profesor, que se implicó sin más medios que su talento y su perseverancia.
La educación transforma personas, pero también sociedades. Una catapulta para salir ahora de la crisis es reformar todo el sistema educativo, desde el parvulario al aula magna. Cuando las universidades fichen a los mejores científicos del mundo igual que los clubes de fútbol traen a los astros más destacados, algo habrá cambiado en serio en la enseñanza española.
Cierto que ha transcurrido poco tiempo, apenas cuatro meses, y cierto que cualquier cambio, más en el inmovilista ámbito educativo, avanza con pereza, pero la frustración y la confusión predominan en Asturias sobre las expectativas positivas que despertó Bolonia. Si la gestación ya alimentó dudas, con cada facultad y cada departamento peleando con uñas y dientes por su statu quo, ahora aumenta la certeza de que vamos por un camino equivocado. Los estudiantes son los primeros en denunciar la ficción. Nada es como se les anunció. Los profesores, por su parte, han notado una asfixiante acumulación de las labores burocráticas que sólo redundan en perjuicio del alumno.
En una Europa unida Bolonia era inevitable e irreversible. Hablar mucho de lo accesorio, el método, y nada de lo sustancial, los rendimientos, es desvirtuar el problema. La desoladora evidencia es que el modelo de enseñanza español, desde la base hasta la altura, se ha instalado desde hace décadas en la mediocridad. Lo corroboran año tras año las pruebas internacionales que evalúan el conocimiento de los estudiantes.Las deficiencias no se corrigen simplemente por rebautizar como «grado» las carreras o como «materia curricular» las áreas de conocimiento. Dejen de dar vueltas a la noria con tanta filosofía edulcorada y llamen a las cosas por su nombre. Una buena educación sólo depende de la capacidad de los docentes y del esfuerzo de los alumnos. Hace tiempo que ambos principios están perdidos para la causa de la enseñanza en España, reino de la comodidad. No hay exigencia, de ahí arrancan los males.
Los profesores marcan la diferencia, no los textos, ni los libros, ni los centros, ni los programas. Eso enseñan la investigación y la experiencia. Los países que obtienen los mejores resultados educativos, como Finlandia, son los que miman a sus maestros. España deprecia hasta socialmente su papel, socava su autoridad y niega el estímulo a quien brilla en la tarima.
Sólo hay un secreto para que los adolescentes de Corea del Sur hayan obtenido el primer puesto en los exámenes de PISA: estudian más de diez horas diarias. Tienen culturalmente arraigado que es la única forma de vencer la pobreza. Entre eso y convertir el colegio en una fiesta vacua hay un término medio. No se puede progresar sin estudiar, y el sistema español, por sus obsesiones igualitarias, predica lo contrario. El desolador resultado: los escolares no comprenden lo que leen y ante cualquier problema de pequeñísima complejidad se atascan.
Para que no haya excusas, conviene también romper mitos. No hay relación entre nivel económico y nivel educativo. País rico y buena educación y país pobre y mala educación son asociaciones pasadas de moda: esa es la razón de que Estonia supere con claridad a España. Por lo mismo, más recursos no garantizan mejor educación: los chinos, con clases masificadas y sin ordenadores, atesoran un conocimiento matemático superior al de cualquier alumno occidental.
Replantearse el sistema educativo español, y no sólo encajar la Universidad en el contexto europeo, parece una tarea indispensable en este momento. No es cuestión de dinero, sino de claridad de ideas. Con reformas baratas pero valientes se puede hacer un uso más eficiente de los recursos. Unos óptimos resultados en la enseñanza son garantía de desarrollo económico. Los países con niveles escolares deficientes tienen bajos índices de productividad y competitividad. Si se superpone la clasificación de prosperidad a los resultados PISA hay un calco: los estudiantes destacados pertenecen a las naciones que más prosperan. Crecimiento y conocimiento viajan unidos.
Al flamante Nobel de Literatura Vargas Llosa lo que más le sorprendió de su reciente estancia en Estocolmo fue la visita a una escuela de Rinkeby. Tiene alumnos de 19 países que hablan tres idiomas, el propio, el sueco y el inglés, y varios figuran en los palmareses de logros académicos. La UE premió al centro por su éxito en la prevención de la delincuencia. Y es que el barrio era hace poco uno de los más peligrosos y sucios de la capital de Suecia. Ahora está cambiando por el tirón de su escuela. Querer es poder. El milagro fue obra personal de un profesor, que se implicó sin más medios que su talento y su perseverancia.
La educación transforma personas, pero también sociedades. Una catapulta para salir ahora de la crisis es reformar todo el sistema educativo, desde el parvulario al aula magna. Cuando las universidades fichen a los mejores científicos del mundo igual que los clubes de fútbol traen a los astros más destacados, algo habrá cambiado en serio en la enseñanza española.
Según leí el editorial, estaba casi seguro de que iba a ser objeto de comentario.
ResponderEliminarSuelo entrar de vez en cuando en este excelente blog, más amenudo cuando tiene temas con muchos comentarios o polémicas.
ResponderEliminarPero me encuentro que cuando mas comentarios o polémica tenia el tema, alguien lo ha suprimido del historico.
Una pena....., en fín, habrá que tomar nota y utilizar al Doctor Google, se dice que de Google no se puede borrar nada.....
Pues sí señor ¡Bravo! Ojalá esto implique que algo empieza a cambiar; ahora tendremos que estar atentos a la reacción; porque cuando alguien llama las cosas por su nombre no tardan ni dos días los del paradigma dominante en tratar de inculto, simple y, si se tercia, fascista al discrepante.
ResponderEliminarA las puertas de mi facultad una pintada dice "gran bolonia te vigila" no sean catastrófistas , todo se andará.
ResponderEliminarTodo muy bien, muy bonito, y sin duda podemos estar bastante de acuerdo y añorar los tiempos en los que una sustanciosa minoría nos esforzábamos estudiando, y cómo.
ResponderEliminarPero me gustaría, sin contraponerme a nadie, romper una lanza por mis muchachos. Resulta que he aprendido a respetar la inteligencia de las personas, incluso cuando su conducta parece a primera vista inmotivada. Y algo de ello ocurre en este caso.
Creo que el análisis del editorial, que es indudablemente bienintencionado y afirma algunas cuestiones innegables, cojea en un punto. A saber, discurre sobre la enseñanza, y sobre la Universidad, como si de un sistema cerrado se tratase: señala un vicio, que dentro de este sistema cerrado se corrige con una virtud, y basta. Contra pereza, diligencia, como nos enseñaban un tiempo.
Pero no es así. La enseñanza es un sistema abierto, analítica y operativamente inseparable del sistema de mayor orden -la sociedad- que la alberga. Y aquí meto mi cuña. ¿No será que los chavales rehúyen el esfuerzo en el ámbito restringido (la enseñanza) porque observan -certeramente, a mi modo de ver- que el esfuerzo es poco o nada retribuido en el ámbito general (la sociedad)?
Les propongo ejemplos ejemplos concretos. Piensen a las cien personas que cortan el bacalao en el PP; en el PSOE; en el PNV; en CiU. Piensen en los cien directivos más importantes de las cuatro empresas españolas con mayor capitalización bursátil. Pensemos a los cien pintores españoles más cotizados, o a los cien escritores que más venden, o a los cien músicos que más derechos cobran de la sgae. Pensemos en los cien catedráticos de universidad más salamelequeados en sus universidades y áreas de conocimiento. Piensen en los cien directivos de clubes y federaciones deportivas de mayor relieve, con más títulos y mayores presupuestos.
Y ahora respóndase cada uno a sí mismo,¿creen ustedes que haya una mayoría de casos puramente meritocráticos, es decir cincuenta y uno, dentro de cada uno de esos centenares? Ya imaginan cuál sea mi percepción – y en alguno concreto de esos colectivos ya me daría con un canto en los dientes por encontrar diez casos meritocráticos de entre los cien.
Las habilidades que encumbran a muchos ‘de los que son’ … no son precisamente el esfuerzo, el mérito, el trabajo abnegado y concienzudo.
Resumiendo. ¿No les estaremos pidiendo a los estudiantes que actúen como si la sociedad fuera meritocrática? ¿O no estaremos pidiéndoles que apliquen las reglas del juego del ajedrez, cuando la partida es de póquer, simplemente porque nosotros querríamos –bienintencionadamente, repito– que lo fuera de ajedrez?
Mi punto final. Si queremos una enseñanza refundada sobre los principios del esfuerzo individual, del mérito personal, de la profesionalidad y de la sustancia, no basta con exhortaciones a ser buenos y a estudiar más. Hay que hacer algo distinto – hay que estar dispuesto a comprometerse radicalmente por reorganizar la entera sociedad sobre esos principios. De otra manera, los estudiantes … o van a dejar de estudiar, o van a seguir ‘estudiando’ con los criterios que ven aplicados alrededor en su cotidianidad, o se van a ir a los sitios –cada vez menos– donde el mérito sirva para algo.
Salud,
Bueno, felicidades por el blog, del cual no me avergüenza mi adicción.
ResponderEliminarTengo 41 años, estoy cursando primero de Derecho en Valencia y me considero directamente afectado por Bolonia, que no sé ahora si se escribe con mayúscula o ya eso lo quitaron también esos señores tan serios que nos dicen como hay que escribir. Comparto, pues, aula con otros cincuentaytantos chavales/as que podrían ser mis hijos/as, me está quedando político a tope esto, y quisiera decir que el mayor problema que les veo sin excepción es que no saben ni hablar, ni expresarse más allá de un manojo de palabras, ni escribir...ya para entender lo que acaban de leer suelen pedir el comodín del público.
Pues estos, y no otros van a ser los abogados del mañana. Yo por mi parte como estudio a diario y me esfuerzo tanto en el aula como fuera de ella, sacrificando tiempo de otros asuntos puesto que tengo tres hijos, dos mujeres y un amigo (y por este orden) obtengo unas calificaciones sobresalientes, ya ha caído la primera matrícula de honor y espero que no sea la última. A causa de ello percibo un tono condescendiente por parte de mis compañeros/as que no dejan de verme como el friki de la primera fila que le gusta lo que hace, un pobre hombre, un completo marciano. Así son ellos y algo tendrá el agua cuando la bendicen porque a ellos les va bien así y han conseguido hacer del merecido suspenso por bobolerdo recalcitrante un meritorio aprobado digno de festejar en alegre francachela a cuenta del economato patrimonial.
El pobre profesor, catedrático, de Romano, que lío llevo con las mayúsculas y los años, hace auténticas cábalas con doble tirabuzón para que los treses y cuatros lleguen a cincos por transmutación de la alegre materia, es un decir.
A ellos les va bien, a pesar de la crisis, de estar en paro, de ser bobos ilustrados o anarquistas de salón, que de todo hay, a pesar de no poder hipotecarse hasta las cejas, ni echar todo el día por un quítame allá esos mil eurillos.
Esta noche es nochebuena y mañana Dios, esto de las mayúsculas ya saben, mañana, digo, Dios dirá.
Un abrazo y sigan así.