Hace poco leí esta noticia: “Iberdrola desiste de la central de gas por el retraso de la Sama-Velilla. La imposibilidad de evacuar la energía obliga a archivar el proyecto definitivo”. Les explico de qué se trata. Lo que Iberdrola pensaba hacer en Asturias era una central de gas de ciclo combinado. La Sama-Velilla es una red de alta tensión que iba a conectar térmicas de Asturias con la Meseta. Se cuenta en esa misma noticia que el proyecto está parado desde hace más de un año porque hay que estudiar las 27.000 alegaciones presentadas. Debería añadir que son la protesta y ese estudiado filibusterismo (no lo digo en tono necesariamente peyorativo) de los grupos ecologistas lo que está haciendo que los políticos se echen para atrás. Y deberíamos preguntarnos además qué políticos, los de dónde, ya que –como va a demostrar de modo rotundo un gran libro que está a punto de aparecer; quédense con la incógnita unos días más- aquí ya no hay política de Estado en los temas capitales, hay reinos de taifas administrando sus harenes de votantes y votantas. Unos por otros, la casa sin barrer: el Estado no comparece, no vaya a ser cosa que lo llamen autoritario y se quieran autodeterminar hasta los de Sama de Langreo; las comunidades autónomas se lo montan de autónomas tirando a locas y desmelenadas y a mí que no me salpique ese río ajeno o por mí que no pase tendida la energía de esas brujas de al lado. Nidos de histéricos e histéricas de variado pelaje, esa es la mejor descripción de lo que otros pomposamente llaman organización territorial de este Estado.
Pero, en realidad, esto es como de dinámica de fluidos o cosa así. Los vacíos de poder no provocan vacíos, sino que otros poderes vienen a ocupar los espacios vacantes. Y no es que precisamente se formen núcleos de democracia directa o se llene la sociedad civil de ágoras entregadas a la deliberación libre. Para nada. Vienen los del ruido y se ponen a vocear. Vienen las iglesias posmodernas y se dedican a atizarnos con sus hisopos de diseño.
Porque no olvidemos que el vacío es de poder, sí, pero también y sobre todo de legitimidad. Los que creemos en la democracia -o al menos en la teoría de tal, que deseamos ver traducida a hechos- pensamos dos cosas que conviene diferenciar analíticamente y pragmáticamente unir: que la democracia es, primero, elegir a los gobernantes, y, segundo, que los gobernantes elegidos gobiernen, que para eso los pusimos ahí, no para lucir el palmito engominado o el talante peludo. Si a la postre las decisiones dependen de otros, que no han sido escogidos por nosotros, habrá tiranía, demagogia o lo que Aristóteles diga, pero democracia no. No hay democracia si deciden los banqueros o los promotores inmobiliarios; tampoco si imperan los dizque ecologistas o internautas. Sin perjuicio del legítimo derecho de unos y otros, banqueros, ecologistas, internautas, promotores e tutti quanti, a manifestarse cuantas veces quieran y dentro de la legalidad de todos.
Tengo algún apreciado amigo que ha estado, con su cónyuge, en las protestas contra la línea Sama-Velilla, y nada he de objetarle. Tampoco sé cuánto será el daño ecológico en juego o si nada más que habrá tres osos a los que podríamos ponerles un piso en Serrano y saldría más rentable. Creo que andan urogallos de por medio, esa especie de gallina con pretensiones, pero que tiene la muy humana peculiaridad de que cuando está en celo no escucha a nadie ni atiende a razones. A lo que voy es a que me parece la del ecologismo una causa perfectamente noble, como por noble tengo también la de los que se emplean a fondo para defender los derechos de los indígenas de tal o cual lugar o los de los cristianos en tierra árabe. Huy, esto ya no sé. Yo quería decir que la democracia es el sistema político que permite y hasta fomenta que cualquiera abrace la ética que más le convenza y se dé, dentro de ese magnánimo orden, a las causas que tenga por más justas. Por ejemplo, tal hacen, y con pleno derecho igualmente, los que se oponen al derecho a abortar o quienes pretenden que el Estado ponga más dinero para las iglesias. Lo que pasa es que, aunque ganas ponen todos, hoy en día unos consiguen paralizar al legislador y que le tiemblen las piernas a los ejecutivos que no ejecutan y otros no se comen un rosco. Que las pretensiones de roucos no vayan a misa me parece requetebién, mas lo que no entiendo es por qué los de otras confesiones han de salirse con la suya por ser ellos quienes son. Acojonan ciertos progres conservadores (perdón, conservacionistas) igual que acojonaban antes algunos carcas. Democracia es no vivir acojonado. Por eso.
Lo que un servidor se pregunta es qué mérito o superior legitimidad tiene cualquiera de esos muy dignos movimientos para que deban los gobiernos achantarse y deban los ciudadanos decir que amén y que cómo no van a ser los manifestantes más representativos que los gobernantes, aunque sean nada más que cuatro o el (cero) cuatro por ciento.
Si para cargarse el tendido Sama-Velilla valen y se bastan unos pocos y muy respetables activistas de la causa de los montes, lo acepto y me hago a la idea, pero a continuación exijo que se tomen medidas también de ecología administrativa: sobran especies parásitas. Para qué existen ministerios y consejerías de medioambiente, y hasta los mismísimos parlamentarios de una parte y otra, si ni legislan ni administran, si llevan la voz cantante y gritante los que hacen ruido en la calle y sientan el dogma que ningún feligrés en sus cabales y que no quiera acabar en la hoguera mediática y virtual se atreverá a poner en solfa. Pues que gobiernen los urogallos y a tomar por el saco.
Eso sí, como asturiano desplazado, quiero la independencia para mi nación norteña y que hagamos con Francia un tratado para sacar la energía por el Golfo de Vizcaya. Y ahí os quedáis con vuestros candiles, pajaritos.
PD.- Me apuesto una merienda a que algún avispado se pregunta o me pregunta si no hay contradicción entre esta llamada a que gobiernen los gobiernos legítimos y mi reciente actividad de activista de manifiestos. Pues no. Porque precisamente el problema está en que el ministerio del ramo educativo se ha dado a negociar con quien no nos representa, los sindicatos de la universidad. Y no porque los sindicatos no tengan en la universidad su lugar posible, que no se me altere mi amigo Rafael, sino porque cuando deciden sobre cuestiones académicas se extralimitan en sus funciones. ¿O compete a los sindicatos fijar los criterios para que tal o cual llegue a catedrático, por ejemplo? Que negocien el sueldo de los catedráticos y el de los bedeles, pero no quién gana o con qué baremo el concurso para lo uno o lo otro.
Los de nuestro manifiesto no nos arrogamos ninguna representatividad que no tenemos, sólo hablaremos en nombre de las firmas que llevemos. Mañana ya serán mil. Y a fe mía que hablaremos, ya lo creo que sí.
Pero, en realidad, esto es como de dinámica de fluidos o cosa así. Los vacíos de poder no provocan vacíos, sino que otros poderes vienen a ocupar los espacios vacantes. Y no es que precisamente se formen núcleos de democracia directa o se llene la sociedad civil de ágoras entregadas a la deliberación libre. Para nada. Vienen los del ruido y se ponen a vocear. Vienen las iglesias posmodernas y se dedican a atizarnos con sus hisopos de diseño.
Porque no olvidemos que el vacío es de poder, sí, pero también y sobre todo de legitimidad. Los que creemos en la democracia -o al menos en la teoría de tal, que deseamos ver traducida a hechos- pensamos dos cosas que conviene diferenciar analíticamente y pragmáticamente unir: que la democracia es, primero, elegir a los gobernantes, y, segundo, que los gobernantes elegidos gobiernen, que para eso los pusimos ahí, no para lucir el palmito engominado o el talante peludo. Si a la postre las decisiones dependen de otros, que no han sido escogidos por nosotros, habrá tiranía, demagogia o lo que Aristóteles diga, pero democracia no. No hay democracia si deciden los banqueros o los promotores inmobiliarios; tampoco si imperan los dizque ecologistas o internautas. Sin perjuicio del legítimo derecho de unos y otros, banqueros, ecologistas, internautas, promotores e tutti quanti, a manifestarse cuantas veces quieran y dentro de la legalidad de todos.
Tengo algún apreciado amigo que ha estado, con su cónyuge, en las protestas contra la línea Sama-Velilla, y nada he de objetarle. Tampoco sé cuánto será el daño ecológico en juego o si nada más que habrá tres osos a los que podríamos ponerles un piso en Serrano y saldría más rentable. Creo que andan urogallos de por medio, esa especie de gallina con pretensiones, pero que tiene la muy humana peculiaridad de que cuando está en celo no escucha a nadie ni atiende a razones. A lo que voy es a que me parece la del ecologismo una causa perfectamente noble, como por noble tengo también la de los que se emplean a fondo para defender los derechos de los indígenas de tal o cual lugar o los de los cristianos en tierra árabe. Huy, esto ya no sé. Yo quería decir que la democracia es el sistema político que permite y hasta fomenta que cualquiera abrace la ética que más le convenza y se dé, dentro de ese magnánimo orden, a las causas que tenga por más justas. Por ejemplo, tal hacen, y con pleno derecho igualmente, los que se oponen al derecho a abortar o quienes pretenden que el Estado ponga más dinero para las iglesias. Lo que pasa es que, aunque ganas ponen todos, hoy en día unos consiguen paralizar al legislador y que le tiemblen las piernas a los ejecutivos que no ejecutan y otros no se comen un rosco. Que las pretensiones de roucos no vayan a misa me parece requetebién, mas lo que no entiendo es por qué los de otras confesiones han de salirse con la suya por ser ellos quienes son. Acojonan ciertos progres conservadores (perdón, conservacionistas) igual que acojonaban antes algunos carcas. Democracia es no vivir acojonado. Por eso.
Lo que un servidor se pregunta es qué mérito o superior legitimidad tiene cualquiera de esos muy dignos movimientos para que deban los gobiernos achantarse y deban los ciudadanos decir que amén y que cómo no van a ser los manifestantes más representativos que los gobernantes, aunque sean nada más que cuatro o el (cero) cuatro por ciento.
Si para cargarse el tendido Sama-Velilla valen y se bastan unos pocos y muy respetables activistas de la causa de los montes, lo acepto y me hago a la idea, pero a continuación exijo que se tomen medidas también de ecología administrativa: sobran especies parásitas. Para qué existen ministerios y consejerías de medioambiente, y hasta los mismísimos parlamentarios de una parte y otra, si ni legislan ni administran, si llevan la voz cantante y gritante los que hacen ruido en la calle y sientan el dogma que ningún feligrés en sus cabales y que no quiera acabar en la hoguera mediática y virtual se atreverá a poner en solfa. Pues que gobiernen los urogallos y a tomar por el saco.
Eso sí, como asturiano desplazado, quiero la independencia para mi nación norteña y que hagamos con Francia un tratado para sacar la energía por el Golfo de Vizcaya. Y ahí os quedáis con vuestros candiles, pajaritos.
PD.- Me apuesto una merienda a que algún avispado se pregunta o me pregunta si no hay contradicción entre esta llamada a que gobiernen los gobiernos legítimos y mi reciente actividad de activista de manifiestos. Pues no. Porque precisamente el problema está en que el ministerio del ramo educativo se ha dado a negociar con quien no nos representa, los sindicatos de la universidad. Y no porque los sindicatos no tengan en la universidad su lugar posible, que no se me altere mi amigo Rafael, sino porque cuando deciden sobre cuestiones académicas se extralimitan en sus funciones. ¿O compete a los sindicatos fijar los criterios para que tal o cual llegue a catedrático, por ejemplo? Que negocien el sueldo de los catedráticos y el de los bedeles, pero no quién gana o con qué baremo el concurso para lo uno o lo otro.
Los de nuestro manifiesto no nos arrogamos ninguna representatividad que no tenemos, sólo hablaremos en nombre de las firmas que llevemos. Mañana ya serán mil. Y a fe mía que hablaremos, ya lo creo que sí.
¡Ay! ¡La gobernanza, la gobernanza!
ResponderEliminar¿No será una manifestación del aristotélico horror al vacío?
ResponderEliminarVisto que los partidos políticos pasan olímpicamente de todo lo que sea político, en el sentido de decidir sobre el futuro de la sociedad, de conformarla, y que concentran su actividad en medrar, en protegerse el culo, y en asegurar que sus amiguetes hagan lo propio ... llegan otros agentes, con menos representatividad teórica pero más iniciativa, y ocupan ese espacio.
Y qué quieren que les diga, que le metan bastones entre las ruedas a Iberdrola me parece fenomenal. Su hoja de servicios a la sociedad española no es precisamente distinguida: se ha hecho de oro con la generación nuclear, y nos ha descargado sobre la chepa a todos la gestión de sus residuos de ellos por los próximos 25.000-30.000 añitos.
Salud,