Estoy muy alejado de las aulas escolares pero imagino que, en los nuevos planes de estudio ideados por esos pedagogos a la violeta que diseminan el desaliño intelectual, habrá desaparecido hace tiempo la geografía. Si se estudia, será para describir el arroyo del pueblo o la colina que se ve allá a lo lejos, mucho mejor arroyo y mucha mejor colina que la del pueblo vecino que, bien mirados, son dos birrias de arroyo y de colina.
Menos mal que existen los equipos de balompié porque así nos suenan Manchester, Milán y Stuttgart.
Andamos pues flojos de geografía pero a suplir esta deficiencia nuestra ha venido la tormenta de acontecimientos que pueblan desde hace meses los periódicos. Nos traen clases sencillas si se quiere pero están henchidas de enseñanzas que nuestras mentes acogen y que están enriqueciendo la alcancía de nuestros conocimientos, tan deteriorados ellos.
El curso empezó con los problemas bancarios y financieros de Islandia. Nadie sabía donde quedaba eso y además su capital -que tiene un nombre impronunciable- no participa en la NBA ni en la Champions, pero enseguida nos explicaron que Islandia no está en la Unión Europea, noticia que todos recibimos con alivio pues sus problemas eran de ellos pero nuestros ahorros estaban a salvo en los bancos de la Unión Europea.
Se nos torció el gesto cuando nos dijeron que Grecia tenía en sus cuentas más agujeros que una red de pesca. Grecia sí está en la Unión Europea pero, para tranquilizarnos, vinieron a aclararnos que España no es Grecia. Y, cuando le pasó lo mismo a Irlanda, que también queda cerca a efectos económicos, supimos que España no es Irlanda.
Ahora, en estos mismos días, añadimos otro conocimiento precioso: España no es Portugal y nos acordamos de Aljubarrota, de Felipe II, del conde duque de Olivares y de fastos pasados y nefastas jornadas. Como los acontecimientos financieros y quiebras de Estados, regidos por manirrotos, se precipitan, también las cuestiones geográficas se nos amontonan: Bélgica no es Grecia ni Irlanda; Italia no es Portugal; Francia no es Italia ...
A completar todo este cuadro tan vivo ha venido el terremoto japonés. Gracias a él nos enteramos de que Burgos no es Fukushima ni Cofrentes Burgos. Confusiones pues que para siempre debemos borrar de nuestras turbias mentes.
En fin, desde que desapareció el protectorado de España en Marruecos no nos habíamos ocupado de África más que para ir a Marrakech a ver la plaza de Jamaa el Fna o a Túnez a pasar unas cálidas vacaciones de invierno. Ahora, con esas turbulencias en las que los pueblos están abriendo caminos y las almas aprendiendo a respirar, se acumulan las lecciones: empezamos diciendo que Egipto no es Túnez, luego que Libia no es Egipto, ahora que Marruecos no es ni Túnez ni Egipto, tampoco Libia. Yemen no es Bahrein y Siria no es Jordania.
¿Quién da más? Tantos años de sequía geográfica, tantos esfuerzos destinados a ver la geografía como un parvo capítulo de nuestra identidad intransferible reflejada en el Estatuto de Autonomía de nuestro pueblo, para acabar moviéndonos con esta soltura por el mapa y distinguiendo arcanos: Portugal no es Irlanda, Burgos no está en Japón ...
Y así, poco a poco, vamos haciendo el Bachillerato. La letra con sangre entra, decían nuestros abuelos. Ahora es la geografía la que con crisis y terremoto entra.
Menos mal que existen los equipos de balompié porque así nos suenan Manchester, Milán y Stuttgart.
Andamos pues flojos de geografía pero a suplir esta deficiencia nuestra ha venido la tormenta de acontecimientos que pueblan desde hace meses los periódicos. Nos traen clases sencillas si se quiere pero están henchidas de enseñanzas que nuestras mentes acogen y que están enriqueciendo la alcancía de nuestros conocimientos, tan deteriorados ellos.
El curso empezó con los problemas bancarios y financieros de Islandia. Nadie sabía donde quedaba eso y además su capital -que tiene un nombre impronunciable- no participa en la NBA ni en la Champions, pero enseguida nos explicaron que Islandia no está en la Unión Europea, noticia que todos recibimos con alivio pues sus problemas eran de ellos pero nuestros ahorros estaban a salvo en los bancos de la Unión Europea.
Se nos torció el gesto cuando nos dijeron que Grecia tenía en sus cuentas más agujeros que una red de pesca. Grecia sí está en la Unión Europea pero, para tranquilizarnos, vinieron a aclararnos que España no es Grecia. Y, cuando le pasó lo mismo a Irlanda, que también queda cerca a efectos económicos, supimos que España no es Irlanda.
Ahora, en estos mismos días, añadimos otro conocimiento precioso: España no es Portugal y nos acordamos de Aljubarrota, de Felipe II, del conde duque de Olivares y de fastos pasados y nefastas jornadas. Como los acontecimientos financieros y quiebras de Estados, regidos por manirrotos, se precipitan, también las cuestiones geográficas se nos amontonan: Bélgica no es Grecia ni Irlanda; Italia no es Portugal; Francia no es Italia ...
A completar todo este cuadro tan vivo ha venido el terremoto japonés. Gracias a él nos enteramos de que Burgos no es Fukushima ni Cofrentes Burgos. Confusiones pues que para siempre debemos borrar de nuestras turbias mentes.
En fin, desde que desapareció el protectorado de España en Marruecos no nos habíamos ocupado de África más que para ir a Marrakech a ver la plaza de Jamaa el Fna o a Túnez a pasar unas cálidas vacaciones de invierno. Ahora, con esas turbulencias en las que los pueblos están abriendo caminos y las almas aprendiendo a respirar, se acumulan las lecciones: empezamos diciendo que Egipto no es Túnez, luego que Libia no es Egipto, ahora que Marruecos no es ni Túnez ni Egipto, tampoco Libia. Yemen no es Bahrein y Siria no es Jordania.
¿Quién da más? Tantos años de sequía geográfica, tantos esfuerzos destinados a ver la geografía como un parvo capítulo de nuestra identidad intransferible reflejada en el Estatuto de Autonomía de nuestro pueblo, para acabar moviéndonos con esta soltura por el mapa y distinguiendo arcanos: Portugal no es Irlanda, Burgos no está en Japón ...
Y así, poco a poco, vamos haciendo el Bachillerato. La letra con sangre entra, decían nuestros abuelos. Ahora es la geografía la que con crisis y terremoto entra.
Pero lo más importante, y lo que muy pronto el gobierno incluirá en el 'currículo' hasta del parvulario, es tener bien claro que Libia no es Iraq.
ResponderEliminar(Athini Glaucopis)
Profesor Sosa:
ResponderEliminarRecientemente se abrió en la lista de correo de la Wikimedia Foundation un curioso hilo sobre una iniciativa lanzada por la asociación tunecina de internautas para redactar la constitución de ese país de forma colaborativa por todos los ciudadanos utilizando nuesteo software. Puede encontrarlo aquí.
Me he permitido la libertad de explicarles en esa lista el ejemplo de la transición española y presentarle a usted como un ejemplo de expertos en derecho constitucional, añadiendo además su nacimiento en Alhucemas.
En mi opinión la iniciativa es un poco naif, pero ¿Qué no lo era cuando nos tocó a nosotros?
Saludos
No dispongo de mucho tiempo por mi condición de diputado en el Parlamento europeo pero agradezco su petición que aceptaría siempre que se tratara de redactar una Constitución democrática que lograra dar la voz al pueblo tunecino. Gracias y un cordial saludo.
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