25 marzo, 2011

Un día en la vida de Wilson Petrachinski. 1.

Le espera a Wilson otra jornada dura, intensa, cargada de compromisos. Pero le gusta, llegó la hora de recoger el fruto de tantos años de brega. Cincuentón bien cumplido, suele dedicar en cada vuelo, y especialmente en los del Puente Aéreo, unos minutos a la reflexión sobre lo sinuoso de su vida y lo dichoso de este último tiempo. Se va quedando absorto y, al cabo, echa una cabezadita. Siempre lo despierta el golpe de las ruedas sobre la pista de aterrizaje.

Nació en Tucumán, pero no le gusta hablar de su juventud ni de los estudios de Pedagogía y Psicología en Rosario. Sí, en cambio, rememora con gusto su doctorado en la Universidad de Barcelona, cuando vivía en casa de aquella hermana soltera del abuelo republicano que se exilió en Argentina, y se ganaba unas pesetas a mayores cantando lo mismo tangos de Gardel que canciones de Atahualpa Yupanqui en algunos bares de regular fama.

Pareciera que las cosas vinieron rodadas, pero hubo que ponerles esfuerzo y, por qué no decirlo, esa pizca de genio. Veinticinco libros no son moco de pavo. Ni él mismo es capaz de recitar a bote pronto todos los títulos. Recuerda bien el tercero, cómo no, pues era una versión de la tesis doctoral, abreviada y descargada de morralla erudita: “Pulsiones básicas del niño recién escolarizado. Estudio de diez casos”. Era el tercero, sí, pues el primero que publicó se llamaba “El niño integral. Consejos para una educación que vaya al grano”. Antes había hecho otro, pero ese no apareció con su firma, sino bajo el nombre de su maestro, don Higinio Rabanal i Cervera, toda una institución académica, modelo de honestidad intelectual y de rigor científico y forjador de una de las más influyentes corrientes de la contemporánea teoría de la educación, la conocida como “Educación Numérica Alfabetizada” (ENA), cuyo principal mensaje, desarrollado en múltiples artículos y monografías y en un sinfín de tesis doctorales, viene a ser que el niño, en sus primeros años en la escuela, debe recibir una dosis equilibrada de letras y de números y que conviene que aprenda a escribir las cifras también en letra y que tenga claro el número de rasgos o trazos básicos que componen cada letra mayúscula. Por su gran aportación recibió don Higinio muy abundantes reconocimientos y variados homenajes, entre los que se cuenta el doctorado honoris causa por la Universidad de Rosario, ocasión en la que conoció a Lioba Petrachinski, prima de Wilson, que le habló de este y se lo recomendó.

La suerte hizo que un discípulo de don Higinio ocupara entonces cargo importante en el Ministerio de Educación, en Madrid, y que pudiera ayudar un poco para que Wilson recibiera una beca mediante público concurso. Siempre ha entendido Wilson que el afecto que en todo momento ha profesado su maestro a su prima Lioba, por la que continuamente pregunta ahora que ya tiene muy mermadas sus facultades, obedece a lo muy agradecido que el viejo le está a ella por haberle puesto en la pista de su avispado primo, él, Wilson. Aunque, para decirlo todo, también recuerda que, con ocasión de una visita de ella a Barcelona allá a comienzos de los ochenta, los sorprendió, a Lioba y a don Higinio, besándose apasionadamente en el despacho de la facultad, pequeña travesura a la que nuestro hombre jamás dio mayor importancia, y máxime cuando, al poco, don Higinio enviudó y ella retornó a su país sin nuevos incidentes y para casarse con su novio de toda la vida, un conocido poeta y articulista de La Nación.

Pues aquel primer libro que redactó para don Higinio y por encargo de este se titulaba “Experiencias educativas en una favela de Río de Janeiro. Análisis desde la obra de Paulo Freire”. Nunca le confesó a su mentor que el escrito era poco más que la traducción de un libro salido años antes en una muy poco conocida editorial de Curitiba, O Seculo do Neno, y traducida precisamente por la hermana de Lioba, Francisca Petrachinski, que había trabajado en tiempos en el consulado en Porto Alegre, antes de casarse con el rector de una universidad privada de la Patagonia, la Universidad Pedagógica de la Santísima Trinidad. Temió al principio Wilson que su fechoría fuera descubierta, con la inevitable pérdida del favor de don Higinio, pero nada sucedió, a pesar de que el libro apareció en la Editorial Akal y fue, incluso, traducido (retraducido, a decir verdad) al portugués , traducción que sirvió, entre otras cosas, para que don Higinio recibiera un nuevo doctorado honorífico, esta vez por la Universidad Metodista Nelson Mandela de Guarulhos (Brasil), de la que era en aquel tiempo rector el doctor Regino Cagigal i Lloveras, quien, siendo aún un joven dominico, hizo su doctorado con don Higinio sobre “Métodos estadísticos de cuantificación infantil” y luego se casó con una mulata brasileira, al poco de llegar a su primer destino misionero. Dicen que fue por amor o por los ardores de esa mujer, Guadalupe Covinhas, por lo que el doctor Cagigal no sólo colgó los hábitos, sino que cambió de fe y se puso a trabajar en esa universidad que en los años sesenta había fundado un tío de Guadalupe que era íntimo de un general muy influyente en la zona y sumamente preocupado por la formación plena de las crianzas.

De por qué jamás se descubrió esa inconfesable y azarosa historia del libro al que don Higinio puso nombre y la prima de Wilson traducción tuvo noticia nuestro protagonista cuando, en un viaje privado a Curitiba a mediados de los noventa, preguntó muy discretamente en una librería por el autor de la obra original, Joao Damasceno Cunha da Silva Portopreto, y dio la grandísima casualidad de que había sido primo segundo de la librera y que había muerto por causa de unas extrañas fiebres al volver de un viaje a París y el mismo año en que don Higinio recorría las capitales catalanas haciendo presentaciones de su obra.

(Continuará)

1 comentario:

  1. Me permito un "on-the-topic" sobre 'un día en la vida de la prensa española'.

    Acabo de dar una vuelta de cinco minutos por las páginas web de una serie de cabeceras nacionales y locales y he contado, de arriba para abajo, el orden en el que aparece la primera noticia sobre la crisis de Fukushima.

    Clasificación, salvo error:
    El Mundo 34ª
    ABC 26ª
    La Vanguardia 19ª
    La Razón 17ª
    El País 15ª
    Público 11ª
    Deia 9ª
    (en todos los casos, formato menor)

    Pequeña comparación:
    Spiegel 1ª (a toda plana) y 2ª

    ¿Vivimos en el mismo mundo?

    Salud,

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