“Estimado y admirado profesor, deberías conocer a Rosita. Soy un seguidor de tu blog y me han gustado mucho tus últimos comentarios de sentencias. Al leer ayer uno de ellos –no te diré cual, para no darte pistas-, me puse a pensar que te encantaría conocer a Rosita. No te digo más por hoy. Saludos cordiales”.
Esto decía el primer mensaje que en mi correo electrónico recibí de quien en el remite aparecía como “Rebus”. El mensaje venía con el “asunto” “conocer a Rosita” y a punto estuve de borrarlo porque supuse que iba a ser otra estafa de rusa amorosa que busca novio español que la comprenda y la ayude a salir de la pequeña ciudad cercana a Moscú en la que sufre y se frustra. Pero dudé, por lo de Rebus que, naturalmente, me recordó al famosísimo inspector de las novelas de Ian Rankin. Creo que la última que leí fue Una cuestión de sangre. Así que abrí el mensaje y encontré lo que les he dicho. También contesté, entre curioso y divertido: “¿Quién es Rosita?”. La respuesta llegó, escueta, en menos de un minuto: “Es mi mujer”, nada más. Temí lo peor y decidí cortar esa extraña comunicación. Anda demasiado loco suelto.
Pasaron tres o cuatro días y no pensé más en el caso. Hasta que llegó otra envío de Rebus: “A Rosita le encanta tu blog. A mí también, creo que ya te lo dije. No me conoces personalmente, pero somos colegas –en sentido lato de la expresión- y te he visto en alguna conferencia fuera de León. La que lee tu blog a diario es ella, y siempre me comenta la entrada del día. Se muere de risa con tus cosas. Cuando tocas asuntos jurídicos, me avisa para que vea esos textos, que suelen agradarme. Otras entradas, donde te exaltas o haces gracietas, me llenan menos, la verdad. Quizá porque yo no tengo el sentido del humor de Rosita o el tuyo. Cada uno es como es. Pero resulta que me he animado a escribirte y me sorprendió gratamente que contestaras tan rápido y a la primera. Pretendo que hagas algo para Rosita. Es como un regalo mío que tienes que darle tú, pero no te costará mucho. ¿Qué te parece?”.
Un regalo para su mujer, qué curioso. Me quedé dándole vueltas y concluí enseguida que seguro que buscaba que encabezara algún post con un “Para Rosita”, o que la pusiera de personaje de alguna de esas anécdotas con las que a veces introduzco ciertos temas, verídicas en ocasiones y otras no tanto. Como seguía sin tenerlas todas conmigo, mi mensaje volvió a ser muy breve: “¿Un regalo? Usted me dirá. Si está en mi mano…”.
Mi interlocutor no dio señales de vida en tres días. Ahora me picaba la curiosidad y le reenvié el mensaje anterior. Al cabo otras dos jornadas entró al fin mensaje de Rebus: “Disculpa, estaba pensando y no acababa de decidirme. Pero ya está. Creo que lo más adecuado es que primero conozcas a Rosita y luego me dices. Te adjunto algunas fotos suyas y quedo a la espera de tus comentarios”.
Las fotos… Bueno, comentaré las fotos lo más fielmente que pueda. En la primera la supuesta Rosita aparece con un mínimo bikini negro en lo que puede ser la piscina de una urbanización o un hotel. Sale de cuerpo entero y cruza su pierna izquierda levemente por delante de la derecha, descalza y con la punta del pie izquierdo apoyada en el suelo de modo no muy natural. Una postura estudiada, unida a una sonrisa un tanto forzada. La segunda foto parece de estudio y sólo se ve de Rosita la mitad superior del cuerpo, tumbado en un sofá oscuro y cubierto el torso solo con una pequeña grasa azul cielo que le tapa poco más que los pezones. El busto es notable y la mirada esta vez anda como ausente, perdida en algún lugar del techo. En la foto última se presenta la supuesta Rosita de espalda, de caderas para arriba. Está tomada con un buen juego de luces y sombras y la espalda, morena, brilla porque estaba mojada o por efecto de alguna crema.
Estarán de acuerdo en que no debía responder. Un loco, definitivamente. Aquellos días volví a contemplar un par de veces aquellas fotografías de la mujer, pero luego me fui olvidando., creo que aposta. Hasta que una mañana de miércoles, poco antes de la hora en que caen mis clases ese día, sonó el teléfono de mi despacho de la universidad y, de buenas a primeras, una voz de hombre, más bien ronca y con acento indefinido, me preguntó: “¿No te gustó Rosita? ¿Te parecieron malas las fotos? Puedo enviarte otras ahora mismo, si te apetece”. “Oiga, quién es usted, creo que…”. Había colgado. A los treinta segundos sonaron en el ordenador los tonos que anuncian nuevo e-mail. Lo supe instantáneamente, antes de mirar: era de Rebus. En efecto. No había texto ni asunto, sólo un archivo con más fotos, muchas, puede que quince o veinte. En algunas la mujer, la misma mujer de las anteriores, camina bajo la lluvia con un paraguas abierto o se prueba unos zapatos de tacón sin quitarse una gabardina marrón, o exhibe su perfil, bonito, en un primer plano con fondo marino. En otras está desnuda. Sí, desnuda. Con tomas por detrás, luciendo más que notables nalgas, o por delante, sin muestra de avergonzarse de un vello púbico bien espeso y muy negro. De sus tetas ya he dicho que eran generosas y parecían turgentes.
Ese día me tocaban dos horas seguidas de clase y, al volver, David, el doctorando brasileño, me dijo que el teléfono de mi despacho había sonado cinco o seis veces. Justo cuando me lo contaba volvió a sonar, pero murmuré que iba apurado para recoger a mi hija en el colegio y me marché a toda prisa. Me sobraba tiempo, claro, y me metí en el primer bar a tomar un vino blanco. Tenía unas ganas locas de fumar, pero soporté la tentación de comprarme un paquete de Chesterfield y salir a la puerta a encender un cigarrillo. Empezaba a ponerme nervioso la historia con Rosita.
“Lo que te estoy sugiriendo es que saques a Rosita en tu blog, que hables de ella, que comentes lo bellísimo que es su cuerpo, que expliques, si no es mucho pedir, que te encantaría conocerla un día y hablar con ella o quién sabe si tomar una copa. A ella le gusta mucho la salsa y un día me vino toda emocionada porque te había leído algo de unas músicas salseras o de algún local al que fuiste en Colombia. Sé que se pondría como loca si le dedicaras una entrada, eres su ídolo y anda un poco obsesionada, incluso; o eso me parece. Y los deseos de Rosita para mí son órdenes, porque la adoro. Hazme este favor, seguro que, con tu imaginación, no te cuesta tanto componerle algo bien sugerente. Y estoy seguro de que no te arrepentirás”.
Este último mensaje es de ayer mismo y lo leí cuando estaba a punto de dejar el Hotel de la Ópera, en Bogotá, para irme al aeropuerto de El Dorado a tomar el avión de vuelta a casa. Diez horas de vuelo y unas cuantas más de esperas. He pensado bastante en el extraño favor que Rebus me solicita. Y en Rosita. Tal vez he pensado demasiado, puede que no haya para tanto. Y el caso es que no sé qué hacer y si cumplir o no con el ruego. No me costaría tanto, es verdad, pero quién sabe qué podría ocurrir después.
Donde no te llaman, para qué te querrán. NTF
ResponderEliminarLa curiosidad mató al gato
ResponderEliminarParece un plagio malo de una novela de Daniel Glattauer, profesor, así que yo me andaría con ojo, no vaya a ser que alguien se descojone a su costa.
ResponderEliminarPor otra parte, piense que si a Rosita realmente le gustara tanto su blog, habría mandando a su marido a paseo hace tiempo: huele a machista que apesta.
Saludos
Lo olvidaba:
ResponderEliminara la vista de los resultados de las municipales y autonómicas, hay que pedir elecciones generales anticipadas ya.
Saludos
Supongo que esta historia de Rosita debe ser mentira. De no serlo, no me parece ético hablar del cuerpo de nadie sin saber si esas fotos han sido enviadas con el conocimiento de la persona en cuestión (es decir, Rosita). PErsonalmente no sería este tipo de juegos.
ResponderEliminarPuede argumentarse que no se citan nombres reales y eso lo justifica todo... eso puede ser cierto para algunos puntos de vista, pero eso no evita que el comportamiento sea igual de deplorable.
Este es un caso donde dos deciden:
1. El que envia la fotos
2. El que las recibe.
La cuestión para debatir, ¿es quién actua peor?
Querido profesor:
ResponderEliminar¿Y por qué no le envía usted a Rebus unas fotos de su señora para demostrarle que está usted (más que) bien servido? Seguro que hacer esas fotos (si no las ha hecho todavía) les proporciona más que algún buen rato...
Rosita, Rosita... lo que parece es que Rosito (quien le escribe y le llama) quiere que le de por el culito.
ResponderEliminarYo en principio accedería, pues no se desprende de los mensajes del señor de Reus nada más que el deseo de Rosita de conocer en carne mortal a alguien, sujeto y objeto de su admiración.
ResponderEliminarPero ante el riesgo de que esa presunción sea errónea y uno acabe sujeto con unas esposas a los barrotes de una cama para acabar siendo un mero objeto sexual, le haría previamente la prueba del algodón, no vaya a darse el caso de que Rosita o Rosa o Doña Rosa venga de serie con un capullo entre las piernas, pues es tiempo de ello.
La historia está bien contada pero es una ficción.
ResponderEliminarPues claro que es una ficción. El blog ha sido fuente de sorpresas interesantes, pero no hemos llegado a tanto.
ResponderEliminarSaludos.
Aunque sea fuera (aparentemente) de thread: creo que el hecho de que al final haya sido necesario explicar que Rosita es una ficción retrata espléndidamente por qué se han producido los resultados electorales que se han producido.
ResponderEliminarHabía una vez una sociedad que tenía el detector de ficciones escacharrado...
¡Rosita for president!
Salud,