¿Así que no es rentable una línea de AVE entre, por ejemplo, Cangas de Narcea y Castropol, en mi tierra asturiana, o una transprovincial que enlace Verín y La Bañeza? ¿Y por no ser rentable no vamos a hacerla? No doy crédito, qué poca perspicacia política. Con la cantidad de puestos de trabajo que podríamos crear para perforar túneles que atraviesen montañas y para trazar viaductos que se vean hasta desde el Golfo de Vizcaya. Pero por favor, y lo agradecidos que podrían estar esos cientos de viajeros, directivos de pequeña empresa agrícola que hasta se comprarían un i-phone para gritar en los vagones desde el primer día, estudiantes de Turismo o de Relaciones Laborales que conseguirían de sus papis un i-pad para ver una peli de camino al examen en cualquier campus de bolsillo.
¿Y el ahorro de tiempo para todo el mundo? Importantísimo. Usted tarda dos horas menos para llegar de tal sitio a tal otro, lo cual es una grandísima ventaja. ¿Ventaja para qué? Hombre, pues ya lo hemos dicho, para tener ese día dos horas más. Y si hace ida y vuelta, cuatro horitas más que le quedan disponibles esa jornada. ¿Para qué? Pues para lo que usted o la mayoría suele hacer durante la mayor parte del tiempo: nada. A lo mejor ver la tele un rato más, quizá llevar a los niños a otra actividad extraescolar, tipo navegación a vela por el Pisuerga, puede que leer más a fondo los suplementos dominicales de los diarios, o el MARCA mismamente, chatear en internet con su prima Verónica y un grupo de amigas divertidísimas que cuelgan fotos de cuando furon a Barcelona -en AVE- la semana pasada y descubrieron, hechizadas, los atardeceres del Tibidabo con aquellos chicos italianos tan majos; o no, eso era en Facebook. Pues se me olvidaba, gracias al tiempo que el AVE rescata para usted, cabe que usted cuelgue este mes otras siete mil fotos en el Facebook, que interactúe con los de la COPE a través de Twitter y que acepte esas trescientas invitaciones que tienen pendiente para enredarse en las redes de Likedín o de Chochete. Misterio de los misterios: ¿por qué en este país nuestro se fingen más apurados y se cuentan más urgidos los que dan menos palo al agua?
¿No se dan cuenta las autoridades de que no todo se puede medir en dinero? ¿De que en un auténtico Estado del bienestar como este, donde andamos con muchísima prisa para no tener nada que hacer, importa grandemente que la gente llegue cada día a tiempo a tocarse los cojones en su casa o en el gimnasio?
¿Y la estética? Esos campos cruzados por pájaros blancos, tan veloces, que los pasajeros no pueden apenas contemplar en paisaje y se concentran en la play-station, esas flechas precisas que parten el corazón de las montañas y saltan los ríos con displicencia, haciendo que cualquier comerciante de pollos asados y un simple catedrático de Filosofía del Derecho se sientan ciudadanos de Nebraska y potentados mexicanos a lo Slim, y más al enterarse de que ni en Nebraska ni en México existe el AVE ni va a llegar, que se sepa, pues no sería rentable y esa gente es muy suya con el dinero suyo.
En particular, los asturianos, mis paisanos, se han quedado con cara de debate de estado de la ración, pues ahora les dicen que para que una línea de AVE sea rentable necesita por lo menos seis millones de pasajeros anuales y por el momento la única que los alcanza, y por los pelos, es la que une Madrid y Barcelona, al menos mientras no pongan fielato en la frontera y tenga que parar el tren media horita para pagar unas tasas y para que se sellen unos pasaportes muy monos que diseñó un artista australiano que es cuñado de uno de CiU y cobró por el boceto siete millones de euros. Pues eso, que resulta que los trenes entre mi patria querida astur y Madrid no llevan al año ni un millón de viajeros y acabamos de darnos cuenta de que a lo mejor son pocos, justo ahora que ya está Pajares con la tripas sacadas y más perforada que retaguardia de ministro de Zapatero en reunión con la banca.
Y en Castilla-La Mancha cierran la línea entre Toledo, Cuenca y Albacete porque andaba por los nueve viajeros al día. Sí, nueve. Se conocían todos y hacían tertulia o jugaban a la brisca. ¿Cómo es que no se movía más gente entre capitales tan postineras? Oiga, y para qué. Dígame donde vive usted, vamos a ver. ¿En León? Vale, pues ahora explíqueme con qué frecuencia usted se desplaza a Palencia u Orense. ¿Jamás y antes muerto? Bien, pues entonces a ver qué se le perdió a uno de Toledo en Albacete, salvo que haya ligado a través de una página para infidelidades y vaya a echar un polvete, esta vez sin móvil ni cámara de fotos, por si las moscas. Claro que podría haber más movimientos si, por ejemplo, no existiera una universidad en cada pedanía y una facultad de Derecho en cada parroquia. Pero para eso la Universidad de Castilla-La Mancha tiene facultades y escuelas universitarias en Toledo, Cuenca, Ciudad Real, Albacete, y creo que también en sitios como Talavera, reina, para que los chavales no tengan que mover el culo de casa y los trenes queden vacíos, melancólicos y menos rentables que librería de campus universitario.
Despertaremos cualquier día de estos y nos daremos cuenta de que todo fue un sueño, agradable y con polución económica al final, pero un sueño. Que los títulos universitarios del niño y de la niña no valen, que la cartilla del banco se cayó en un corralito y no la alcanzamos, que los euros nos los pesetizan y que ya no nos dan para veranear en Punta Cana a grito pelado y con esos pelos en el sobaco, que en medio de las vías del AVE los lugareños siembran patatas y plantan coles de Bruselas y que en Bruseñas no nos las compran porque dicen que dan colitis. Querremos ver las fotos de cuando ahora y los niños iban a colegio de pago y les regalábamos un ordenador de última generación por acabar la EGB con un “progresa que te cagas” y se celebraban sus cumples invitando a todos los amiguitos del reformatorio, que se llamaba centro de no sé qué, pero ya no nos funcionará la cámara por vieja, el i-pad lo empeñamos el mes pasado y la única tecnología digital que nos resta será la del abuelo, estese quiero, abuelo, mecagoensumadre, quítese el dedo de ahí, cuando palmará este cabrón que sólo piensa en comer.
Nuestros nietos no se lo creerán cuando les mandemos cartas a las minas chilenas donde tienen tajo y les contemos que sus bisabuelos también fueron picadores de mina en el pozo María Luisa (mira, mira Maruxina, mira como vengo), pero nosotros llegamos a profesores de universidad o a funcionarios de un museo de arte contemporáneo y viajábamos en AVE y una vez tuvimos un BMW y hacíamos cenas con los amigos para quejarnos y ciscarnos en el capitalismo financiero y en la globalización.
Va a ser un despertar muy duro. Y muy lento. Sin AVE. Con Avecrén y unas alitas de pollo. Casi sin nada. Y sin tiempo libre, además, pues lo primero será comer. Como cuando en el pueblo. Tuvimos una oportunidad y la dejamos escapar, ah, ah, ah. ¿Se acuerdan de que hasta votaron por segunda vez a Zapatero? Con dos cojones. En la ruleta rusa. Puro vicio. ¡Pum!
Hace muuuchos años, cuando me ocupaba marginal e insignificantemente del tema, solía contar a mis perplejos interlocutores de la pomposa administración autonómica correspondiente el siguiente pseudogracejo (se non è vero, è ben trovato):
ResponderEliminar[Alpha] ¡Nos llega el Ave, nos llega el Ave, qué progreso de la hostia!
[Beta] ¿Y qué va a hacer ese Ave que tanto te agitas?
[Alpha] ¿Pero estás chalao? ¿Es que no vives en el mundo de hoy? A ver si te enteras, hombre: nos va a poner en Madrid en dos horas.
[Beta] (mirando el reloj, y echando otro trago) ¿Y me puedes decir qué coño se me ha perdido a mí en Madrid a las once de la noche?
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Ni uno lo comprendió. Digo ni uno.
Salud,