Lo que me chocó, aunque parezca mentira, fue la lista de los dizque intelectuales de padre y muy señor mío. Había algunos profesores conocidos y otros que no me suenan, algún filósofo de guardia y supongo que un politólogo trabajando en el campo, eso es normal. Pero en la lista aparecían también los habituales paracaidistas de la (A)brigada Hoperativa: Miguel Ríos y Víctor Manuel, que yo recuerde ahora mismo. Creo que también estaba Joaquín Sabina, que como sabemos, es amigo de varios poetas, amén de cantante y compositor de magníficas letrillas. Esta vez no figuraba Almodóvar. Tampoco se mencionaba a Valdano o a futbolista en activo, ni siquiera a alguno con carrera, que también los hay, caramba.
Tiene bemoles lo de los intelectuales. Uno no lo será, ni de lejos, pero como algún despistado un día me insinúe que pueda un servidor andar en esas, le miento a la progenitora y lo mando al carajo. Porque cuándo se me ha visto a mí cantar, vamos a ver, cuándo. Tres o cuatro veces en algún karaoke con los amigotes, pero eso no me hace artista, ni compositor siquiera. ¿Cómo dice usted? ¿Que tampoco Víctor Manuel da conferencias ni escribe libros largos ni artículos cortos? Y a mi qué, oiga. Que se defienda él solo, que para eso tiene voz –si le queda- y una mujer dentona con cuyas mordisquillos bien dirigidos soñábamos de jóvenes más de cuatro. Por cierto que hará dos o tres años me la crucé en Barajas y estaba pequeñita y arrugadilla, tanto, que pensé que ya no me incitaría nada que volviera a cantar(me) aquello de “toca otra vez, viejo perdedor, sabes que me sienta bien”. Ni perdedor ni leches, que la toque su intelectual de romería.
Son raros los intelectuales propiamente dichos, si es que de tales especímenes aún quedan. Supongan que se organiza un manifiesto de cien fontaneros y que se les cuelan por el morro tres o cuatro profesores. Los sacan a gorrazos, desde luego, al grito de dónde han visto esos algo de fontanería, ¿eh? Si los que se hacen pasar por curritos del tubo son Miguel Ríos o Falete, ídem de lienzo. Si el manifiesto es de intelectuales y los que pretenden poner su rúbrica son fontaneros, limpiadores de fachadas, taxistas o mineros, tampoco se lo permitirán, incluso aunque alguno de ellos se hubiera autoeditado un libro de poemas o cante en las bodas con suma afinación. Cada oveja con su pareja, se diría en todos los casos. En cambio, en los panfletos de intelectuales salen cantantes de los que no constan lecturas ni escrituras, salvo las inmobiliarias. Y me pregunto: ¿eso eleva de condición a los cantantes y, en su caso, a las tonadilleras o directoras de cine manchego, o rebaja a los profesores y demás profesionales de la pluma? Ahí está el nudo y no sé desenredarlo.
También leía estos días sobre el jaleo que en mi tierra se ha organizado con el Niemeyer, en Avilés, que es un centro cultural o así que ha costado un pastón y que, por lo visto, tiene agujerillos abundantes de gastos sin justificar. Ni entro ni salgo en el fondo, del que no sé más que lo que cuentan los periódicos, pero resulta que si se echa un vistazo a las cosas culturales que se organizan en el mentado centro cultural, sale por ejemplo que ahora mismo hay una exposición de fotos de Jessica Lange. No digo de fotos que la retraten a ella, cosa que hasta podría ser escultura cuando la dama era jovenzuela y estaba para unos tientos, sino que la fotógrafa es ella y retrata lo que se le ocurre, qué se yo, aquí un amigo, aquí unos señores, más allá dos niños atándose un zapato. No sostengo que no sean fotos majas, no sé, pero me juego una merienda a que yo mismo (y usted no digamos) las tengo tan artísticas o más y con unos enfoques y unos ángulos que alucinan los avilesinos o los de Kansas City. Entonces, ¿por qué exponen las de Jessica y las mías no? Joer, pues por qué va a ser: porque las suyas son cultura y las mías son de un particular. Mis fotos son como el patio de mi casa, pero las de la señora Lange son de actriz, igual que si yo canto en la ducha o por ahí no me vuelto intelectual ni firmo junto a profes de la Pompeu o la Autónoma de Madrid, que son los más firmones de todo tipo de manifiestos, pero si nací en Mieres, canto que mi abuelo fue picador, soy directivo de la SGAE, que en paz descanse y, por tanto, izquierdoso total, pues entonces cómo no me va a dar un marcado aire de intelectual abajo firmante junto a todos estos. De cajón. Y manda cajones.
Ahora que lo pienso, a lo mejor nos estamos devanando los sesos para nada; o los sexos. Quizá se deba todo a la escasez. Que puesto que un manifiesto como es debido tiene que ser de cien, a lo mejor es que cien intelectuales propiamente dichos no se encuentran así como así y entonces meten de matute a los de la limpieza o a las churris de las gárgaras. Dicho sea con todos los respetos para los intelectuales propiamente dichos, que nadie se me mosquee.
Lo de la directora manchega no me pareció de muy buen gusto, he de decir.
ResponderEliminarY en cuanto a los intelectuales españoles, creo que son una especie particularmente vilipendiada por la sociedad española (que sólo es capaz de verlos con envidia) y en consecuencia ignorada por los medios de comunicación, más interesados en la audiencia que en la transmisión de ideas.
La función del intelectual es dar voz a quienes no la tienen, iluminar los lados más sombríos e injustos de la sociedad, reflexionar críticamente sobre la realidad social y proponer soluciones o ideas originales. Hacer propuestas de algún tipo, basándose en estudios, en sólo la palabra como arma, en exhortaciones éticas y morales.
ResponderEliminarEstá bastante bien la definición de " intelectual " de Wikipedia.
internet ( buscar " intelectual " wikipedia )
lo que está claro es la derechización de los intelectuales españoles ( profesores, periodistas, articulistas, escritores, etc ).
ResponderEliminarUna correccion al sr. Anonimo: lo que salta a la vista no es la "derechizacion" de los intelectuales espannoles, es su "verticalizacion". Si quieres tener voz, debes vivir a la sombra del poder plegandote a sus deseos. Si pretendes tener un criterio independiente... pues hay que hacer lo que modestamente se pueda desde un blog.
ResponderEliminarOiga, señor decolorado, si lo de la directora manchega le parece de mal gusto, lo cambio y pongo directora andaluza o asturiana o madrileña, eso es lo de menos. ¿O estaba usted pensando alguna otra cosa?
ResponderEliminarHombre, Profesor: no está bien que se meta sin venir a cuento con las arrugas de una cantante, querida por unos y odiada por otros en este puñetero país. Piense que a su cónyuge le pasara lo mismo más pronto o más tarde. Uno no es responsable de sus arrugas, sino de como las lleva.
ResponderEliminarQuerido Profesor: no está bien que se meta, sin venir a cuento, con las arrugas de una cantante, querida por unos y odiada por otros en este puñetero país. Al fin y al cabo, a todos (incluso a su muy estimada cónyuge) nos llega nuestro San Martín. Uno no es respondable de sus arrugas, sino de como las lleva
ResponderEliminarQuerido profesor:
ResponderEliminarCreo que es usted perfectamente consciente del tufillo a homofobia que desprendía el comentario. Por el contexto yo no albergué duda alguna acerca del personaje al que (creo que) se refería. Si entiende que cambiando el origen de la directora la frase sigue teniendo exactamente el mismo sentido y connotación, igual es que yo me he equivocado. Pero no creo que se le haya escapado a usted lo que estaba implícito en la frase: no le tengo por despistado (ni mucho menos por un homófobo).
Disculpe si mi comentario le ha disgustado. Nada más lejos de mi intención que defender lo políticamente correcto, pero en este caso me pareció que para criticar a un grupo de personas por su actos públicos se empleaba el escarnio por la condición sexual.
Supongo que es algo que está en la sociedad y que a todos se nos escapa de vez en cuando...
Salud(os)!
Querido Decolorado:
ResponderEliminarNo se tome usted a mal mi broma. Por supuesto que a mí no me molestó su comentario.
Es un buen tema para la reflexión y a lo mejor hay que ponerse con él un día de estos. Fíjese, el otro día me contaba un compañero que había asistido a un curso sobre estrategias de género en la enseñanza (o título similar) y que la profesora les propuso que usaran el femenino como genérico, para combatir las viejas formas masculinas de nuestra gramática. Decir, por ejemplo, "estamos muy contentas porque hace sol esta mañana", aunque sea un varón el que hable. Y digo yo, con el mismo ánimo entre bromista y provocador: ¿será homófobo ese lenguaje? ¿O hay que reservar el masculino para los homosexuales, precisamente para evitar la homofobia? Y, si un homosexual se viste de lagarterana, ¿somos homofobos al llamarla guapa o debemos decirle guapo de todo modos? Y si él mismo nos pregunta que si lo vemos guapa, ¿debemos decirle que sí, que muy guapo, que guapa no?
Es un lío esto de la lengua sexual.
Y conste -aunque si nos conocemos de alguna forma quiero pensar que no me hago sospechoso a sus ojos- que me tengo por absoluto defensor de los derechos de los homosexuales, tanto o más que de los de los heterosexuales.
Gracias sinceras por sus amables y agudos comentarios.