(Publicado hoy en El Mundo de León. La noticia que da pie a este comentario puede verse aquí)
Debe de ser un problema de incontinencia. De incontinencia verbal. Otra explicación no cabe. Tendrían que tratárselo. Que un concejal haya gastado en seis meses casi tres mil quinientos euros en conversaciones de móvil, más de ochocientos cincuenta euros al mes, tiene su aquel. No sabemos qué tarifa tendrán esos móviles, pero es de suponer que de las más caras, porque lo caro viste más. Así que un cálculo muy por encima da que charlaría unas dos horas al día, sólo con lo que él llamaba. Agotador. Si sumamos que también lo llamarían a él de vez en cuando, nos ponemos en dos horas y media o tres. Si tenemos en cuenta que, puesto que los gastos de ese móvil los pagaban las arcas municipales y que, como es natural, tendría su móvil personal para las conversaciones sobre sus asuntos particulares y que alguien tan locuaz también telefonearía cada tanto a la familia para ver cómo van las cosas en casa, o a los amigos para comentar los últimos partidos de la Champions, habrá que agregar algunos ratos más de intensa conversación inalámbrica. Si, de propina, suponemos que el buen hombre dispondría de teléfono fijo en su despacho municipal y que también lo utilizaría en alguna ocasión con un sano propósito de ahorro, nos sale que se le iba la jornada de trabajo al teléfono. Qué angustia, qué estrés. Tuvo que sufrir lo suyo.
Porque otras cosas no podemos imaginar. No vamos a pensar que todo un concejal usara el móvil que sufragan los contribuyentes para llamar a esos números tan caros en los que te susurran cochinadas por un potosí al minuto, o que se dedicara con él a mandar mensajes para apoyar a algún candidato para Eurovisión. De todos modos, para desterrar las sospechas y chafar a los malpensados, deberían ser públicos y de general conocimiento los números que marcan esos servidores nuestros y habría que exigirles que explicaran, uno por uno, a quién se dirigían sus llamadas. Por si por un casual un día se equivocaron y llamaron a su tía o a una tía cualquiera y para que conozcamos sus relaciones y la intensidad de su trabajo. Bien está que los políticos tengan su intimidad, pero no con cargo a nuestros bolsillos. Bastante es que no los encarcelan o que no los tiramos de cabeza al río. De momento.
Pues anda que algunos tampoco se lo montan mal. Pinche aquí. .
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