(Publicado hoy en El Mundo de León. La noticia que sirve de base puede verse aquí, por ejemplo)
Hay que ver a qué velocidad cae esta ciudad leonesa de nuestros pecados. Hace nada, lo que nos hacía famosos era tener un presidente del gobierno casi natural de aquí y últimamente hemos salido en los medios nacionales por el pestazo vespertino.
Todo un signo de los tiempos esto del hedor de por las tardes, pero que tal vez no hemos sabido interpretar. Lo que se estila hoy en día es preguntar a los científicos, y, como en la universidad hay un puñado, y de los buenos, dictaminan y el uno dice que debe de ser del subsuelo, el otro que de la superficie y no faltará el que sostenga que el tufo viene de la atmósfera o del espacio interestelar. Es lo bueno de los sabios, que cada uno sabe lo suyo y no se ponen de acuerdo.
Si no estuviéramos en época tan dada a la superstición científica, se consultaría a adivinos, augures y arúspices y nos contarían que la pestilencia es aviso de los dioses por nuestros pecados y primer castigo, leve, por nuestros desvaríos. A mí me parecería diagnóstico fiable, pues le veo sustancia y base empírica. Sólo con recordar lo contentos que vivíamos mientras nos arruinábamos y cómo fardábamos de nuevos ricos al dilapidar nuestra hacienda, ya es para entender por qué apesta el ambiente ahora que nos ha llegado el susto.
Con todo, no sé por qué a nadie se le ha ocurrido la hipótesis más verosímil, la explicación más creíble: que la hediondez salga de ciertas instituciones públicas y privadas. Puesto que tantos han cerrado los ojos ante la corrupción que estaba a la vista, justo ante nuestras narices, ahora nos entra por las narices, precisamente. Huele a comisión, a mordida, a sobresueldos y primas, a visa oro oficial, a pitanza de trabajo, a dietas desmesuradas, a amante que hace carrera y deja de hacer la calle, a consejo de administración, a enchufes y favoritismos, a pariente colocado, a personal de confianza, a asesores en nómina, a subvención por la espalda, a concurso amañado, a recalificación, a billetes grandes en negro, a especulación, a certificación falsa, a sociedades y fundaciones de tapadera, a cohecho, a información privilegiada, a prejubilación con nocturnidad, a contrato blindado… Si estamos rodeados de porquería, a qué queremos que huela, vamos a ver.
La explicación que me parece más verosímil:
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