Nada más lejos de mi propósito, en lo que ahora voy a escribir, que ofender o degradar a mis estudiantes. Les cuento primero unos detalles y luego nos metemos en harina.
Acabo de comenzar a impartir una asignatura que me toca este semestre. Los semestres cada día tienen menos meses, por cierto, y creo que por eso ahora, en las universidades, los llaman cuatrimestres. Pero mi cuatrimestre tampoco consta de cuatro meses, conste. Mas esa es cuestión distinta de las que quiero contar aquí. En el grupo que imparto tengo matriculados ciento setenta y un estudiantes. Ahórrenme los detalles burocrático-políticos y gremiales y piensen nada más que si esto es Bolonia o Sodoma. ¿Evaluación continua, prácticas en serio y tutorías personalizadas con esa legión? ¡Anda ya! El grado de falsedad o de simple y llana mentira al que se está llegando en las universidades españolas no tienen parangón. Y eso, desde luego, no es culpa principal, o simple culpa, de los estudiantes.
Divididos en grupos, en los primeros días les he contado algunos casos judiciales de suma actualidad y les he ido preguntando sobre las informaciones que sobre ellos tenían y sobre sus fuentes. No se trataba de calificarlos ni había ningún ambiente que incitara a callar o acobardarse. Pues ahora les digo a ustedes los resultados.
El juez Garzón a todos les sonaba, pero muy vagamente. La noción a la que más lo asocian es “memoria histórica”. Salvo un puñadito de estudiantes, no más de diez, todos ignoran a cuántos procesos por prevaricación, resueltos, ha sido sometido Garzón. Prácticamente ninguno supo darme razón de cuáles eran, a grandes rasgos, los hechos que en alguno de esos procesos penales se ventilaban. También ignoraban prácticamente todos qué significa “prevaricación” y, por tanto, de qué se acusaba, con razones o sin ellas –la cuestión no era esa-, al famoso juez. Los interrogué acerca de si con alguna frecuencia ojeaban periódicos no deportivos, sea en papel o vía internet. No más de diez lo hacen, apenas un cinco por ciento de estos estudiantes universitarios. Intenté averiguar si tenían noticia de algún que otro tema de actualidad jurídica o jurídico-política. De ninguno, niente.
Indico ahora algunas informaciones o sensaciones complementarias. Cuando yo les contaba los casos, las sentencias y los debates, esos casos o algunos otros, la mayoría abría unos ojos como platos y ponía expresiones de sumo interés y cara de “pero qué entretenido es esto”. Al requerirles opiniones puntuales al hilo de mis explicaciones, se prestan gustosos. Están atentos, son formales, juraría que a su manera se interesan bastante por lo que se les dice. Lo que les pasa, ese escasísimo grado de información o la gran dificultad para procesar la poca que les llega, ni es un defecto congénito suyo ni obedece a una actitud culposa por su parte. Son ante todo víctimas de sus circunstancias, de una larga serie de circunstancias.
Antes de que intente enumerar algunas de ellas, reparemos en un contraste que deja de piedra: si uno va a un bar de cualquier barrio e investiga qué noticia tienen sobre, por ejemplo, esos casos de Garzón los parroquianos apoyados en la barra o que echan la partida, se va a encontrar con que están mucho más al tanto que estos universitarios, aun cuando carezcan de conocimientos técnicos o duden sobre el detalle jurídico. Pero de lo que se está hablando saben, a grandes rasgos. Los chavales que cursan carrera universitaria, no. ¿Por qué?
Lo primero que a todos se nos ocurre es cargarle la responsabilidad al sistema educativo. Pues sí, de eso algo habrá. Pero no nos pasemos. Comparemos, por ejemplo, con las escuelas y colegios que a mí de niño me tocaron, en los años sesenta y setenta. No voy a creer que, por término medio, fueran mejores que los de ahora y que los profesores estuvieran entonces mejor preparados. Tampoco los libros de texto eran de superior calidad. En el colegio de curas donde cursé el bachillerato, que pasaba por ser un colegio de los buenos de Gijón, al menos la mitad de los profesores eran entre malos y horribles, con algún hijo de la gran chingada de propina.
Lo que sí creo que ha cambiado son dos sensaciones del estudiante: impunidad y responsabilidad. En aquel tiempo el que la hacía la pagaba por partida doble: en el colegio y en casa. Que, por ejemplo, un crío le zurraba a otro o interrumpía todo el rato las clases o hacía gamberradas: castigo duro en el colegio y reprimenda terrible en el hogar. Hoy creo que es así: gabinete psicopedagógico-metafísico en el cole y queja de los padres porque a su niño ni Dios le dice que se porta mal, faltaría más. Exagero, pero ustedes ya me entienden. Ahora existe la impunidad donde antes caían sanciones escolares y familiares sin medida ni garantías. Y lo otro: casi todos, desde los de familia menesterosa hasta los hijos de una burguesía algo acomodada, lo teníamos claro desde el principio, porque así nos lo habían dicho todo el rato: o estudias y rindes en condiciones o… a cuidar vacas o a conducir un camión o a servir menú de día toda tu vida en el bar de la familia.
Conclusión de este punto: a la mayoría de los universitarios de esta época acutal, buena gente casi todos, nadie les ha contado nunca lo que vale un peine o lo jodida que se puede poner la vida si te pintan bastos. Al contrario, les han dicho que tranquilos y que siempre van a tener protección y apoyo, incluso mientras se tiran a la bartola; es decir, incluso mientras se están tirando a la Bartola en lugar de aplicarse un rato al estudio. En resumen, que la culpa principal para los mayores, sin vuelta de hoja.
Esto nos lleva a un segundo factor explicativo: la muy peculiar biografía de estos jóvenes, que básicamente y para la gran mayoría se resume en lo siguiente: nunca les ha pasado nada. Porque todo lo que les ha ocurrido no cuenta, les resulta esperable, normal y rutinario. Su vida no es una hazaña personal, es un guión vulgar.
Cito algunos ejemplos propios y válidos para todos los de mi generación y los de diez años más o diez años menos. Cosas que ansiabas, que te parecían difíciles, que te requerían algún tipo de espera y esfuerzo y que, cuando llegaban, te llenaban de emoción y sentías que habías escrito un gran capítulo de tu vida y te convencías de que a base de perseverancia en este mundo se triunfa y se disfruta; a base de perseverancia, he dicho. Pues algunas como estas: tener el primer coche, echar el primer polvete, hacer el primer viaje. Inolvidable, emocionante, solemne, épico todo. Fíjense, yo de niño o chaval no tuve ni bici. El primer viaje fuera de España (quitando una excursión con los curas a Lourdes, a los catorce) fue con veintitrés años, para estudiar alemán en Viena. Para allá nos marchamos Chus, Ricardo y yo en tren, creo que con un inter-rail y sintiéndonos auténticos héroes. Como una semana tardamos en llegar, pues nos demorábamos de estacíon en estación, y en cada una una pequeña aventura, pues tampoco teníamos dinero. Poco después pasé dos años en Alemania y jamás fui y volví en avión, siempre en tren. Recuerdo magníficos amaneceres en París y con paseos, aguardando el enlace, yo solo, al relente y dejando que mis pies me llevasen por cualquier barrio. Feliz e inolvidable todo, yo curtido y fuerte.
Me pregunto en qué consistiría la mayor felicidad de muchos de estos majos muchachos que veo cada semana, su mejor dicha este mismo año. Me juego una mano a que una cuarta parte de ellos dirían que en que ganara la Champions el Madrid o el Barcelona. Otros, que poder ir a una carrera de Fórmula 1, tal vez en Mónaco, o recibir dinero para comprarse un Audi o un yo qué sé. Ni trato de igualar a todos ni de hacer generalizacines muy injustas, pero yo en los pasillos de la Facultad oigo lo que oigo.
Les han o les hemos robado la biografía. Su vida no es suya porque no se la labran ellos. Van a remolque, no han tenido todavía oportunidad para entender lo que significa la autonomía personal, la vocación, la ambición particular con base reflexiva, el orgullo de ser o de hacer uno mismo y no en masa o marcando el paso. Sus padres y profesores y la sociedad en su conjunto los hemos privado de los más altos placeres, de los disfrutes más completos. Tampoco les hemos dado herramientas para que la sensibilidad aflore y se expanda: no les hemos mostrado, con acierto o perspicacia, que, por mucho que te emocionen un coche o un partido de fútbol, todo eso no es comparable al “colocón” de sentarse un atardecer ventoso ante un paisaje de montaña y leer un buen poema de Juan Ramón o de Neruda, pongamos por caso, Y y si es Rimbaud o de Hölderlin, para qué. Ni lo sospechan, que es lo triste. Después de disfrutar tanto nosotros, so cabrones, hemos cerrado el armario con llave y la llave la hemos tirado al río. Deberían odiarnos; nos odiarán, seguro.
Como no se sienten dueños y protagonistas de su propia vida, como se intuyen alienados, esclavos, poco menos que objetos de un sistema de propaganda y consumo y de espectáculo facilón, tampoco están en condiciones de saberse ciudadanos y de ejercer de tales. La polis les es ajena, extraña. Se supone que el mundo, todo él, funciona a su ritmo y con sus internas claves que no se nos alcanzan. Son religiosos por pasiva, lo fían todo a una Providencia sin trascendecia. El mundo social también. La prueba, se vienen a decir inconscientemente, es que aquí estamos y siempre hemos comido. Si en otros lados no tienen ni para comer, será que hay una avería. Que vaya el mecánico que corresponda. ¿Gobiernos? No, destinos. ¿Elecciones? Si no elijo ni mi vida, cómo voy a participar en la deliberación sobre las formas de vida colectiva; bastante tengo con ser del Barça.
De ahí que la información no les importe, que les resbale. La información política, jurídica y social, quiero decir. Porque de otras cosa saben muchísimo y con un gran detalle: de los quehaceres futbolísticos, de los menesteres de la farándula, de las biografías de los oligrofrénicos que aparecen en el Gran Hermano. De esas cosas conocen bastante, los pobres.
No los estoy criticando, estoy condoliéndome con ellos y por ellos. Los profesores solemos decir que son brutos, inmaduros, triviales, incultos, irresponsables. Vale, pero manda pelotas. Los mismos profesores que saben tanto o más de Gran Hermano o de “doña” Letizia o de Cristiano Ronaldo, los mismos profesores que, muchos, “piran” clases por sistema y con las más pueriles disculpas, los mismos profesores que optan por el aprobado poco menos que general para no complicarse la vida y trabajar menos, los mismos profesores que se saltan todas las normas académicas habidas y por haber y que se portan como auténticos mafiosos en sus centros. Esos mismos profesores decimos en voz muy alta que los estudiantes de este curso han salido malísimos porque no han madurado bien o porque ha llovido poco.
Son nuestro reflejo, nuestro producto, nuestro fruto. Como padres, como educadores y enseñantes, como ejemplos. Son nuestras víctimas. Ojalá se rebelen y hagan con nosotros lo que procede, lo que merecemos. La pena es que pagarán justos por pecadores, pero es el precio que siempre han costado las revoluciones. A lo mejor María Antonieta no era la peor, pero mira tú.
Que injustas son las generalizaciones querido profesor. Yo soy un padre con unos recursos bastante limitados, tengo un hijo "bastante listo, sea dicho de paso", y con once años le propusimos irse un verano a EEUU, que por cierto es más barato que Europa, y su reacíón fue de ilusión, una ilusión imprudente y que nosotros sabiamos que lo pasaría fatal, pero con esa edad le dimos a elegir, y se fue, y lo paso bastante mal las dos primeras semanas, nos suplicaba que le fueramos a buscar porque no entendia nada, era jodido oirle llorar cada conversación y más jodido no contestar a sus mensajes de facebook, hablar sólo una vez por semana por Skaip, pero a partir de la segunda semana todo fue mucho mejor, la cuarta semana ya hablaba ingles con la familia entendía todo y estaba bastante integrado, la quinta semana se fue a un campamento, no supimos de él en bastantes días, total estaba totalmente integrado en la vida americana, entonces la angustia nos vino a nosotros. El viaje llego a su fin. Cuando llegamos a Barajas para recogerlo estaba emocionado de lo que habia vivido, de todos los amigos que había conocido, a esa edad él, como todos cre que los amigos son para siempre, pero lo mejor es que este año ha estado ahorrando para ayudarnos a pagar el viaje otra vez, según él todo fue maravilloso y la angustia de las dos primeras semanas se le han olvidado; este año marchará otra vez y sabe que no lo pasará muy bien la primera semana pero dice que no le importa. Aprendio a hacer su maleta, preocuparse de no perder su ropa, controlaba su dinero, compró regalos para toda su familia, primos, tios abuelos y padres. Aprendio que hay otros modos de vida. Nos conto que la comida era muy rara, en un montón de tiempo no quería comer hamburguesas ni salsas barbacoas ni guarradas, quería pescado, carne, tortilla de patatas e incluso pure de verduras. Por eso no me siento identificado con los padres que describe, y por supuesto adoro a mi hijo y lo pase realmelnte mal, pero considero que hay que hacerlos responsables desde bastante pequeños, también se que cada niño tiene unos ritmos y tampoco hay que obligar. Seguro que cometo herrores en la educación pero seguro que el de la super proteccón no porque creo que todos los recursos serán pocos para la vida que es posible les toque vivir.
ResponderEliminarUn saludo desde Granada.
Generalizar será injusto pero lícito si remueve conciencias y , lamentablemente , es mayor el porcentaje de padres que disculpan a su prole de cualquier aberración que quien le exije que cumpla con sus padres y con el resto de la sociedad que le estamos costeando esos estudios . Cada vez que uno de estos universitarios de ocasión , que no de vocación, echa la mañana en la cafetería en vez de asistir a clase nos tima a todos al igual que el profesor que da aprobado general roba a quien legítimamente se lo ha ganado convirtiendo su esfuerzo en humo .
ResponderEliminarConvirtiendo la educación universtaria en la norma hemos conseguido dos cosas , hacer que pierda valor y convertirlo en un instituto perpetuo donde una manada de jetas estorban a quienes quieren aprender y enseñar. La universidad actual es un reflejo de la sociedad , donde el concepto de mérito ha quedado obsoleto y la norma es igualar por abajo , y al que saque la cabeza mas de la cuenta se le pisa , no vaya a crear ejemplo.
"Si en otros lados no tienen ni para comer, será que hay una avería."
ResponderEliminarEnorme frase.
Incluso compartiendo prácticamente la totalidad de tu discurso, profesor, que es mucho, no puedo dejar de pensar que estas víctimas de la sociedad lo son, tanto o más, de sí mismas, y no tardando, verdugos seguros. La masificación adocenadora no se ha inventado este siglo, y aun así, hombres hay y hubo que supieron evadirse.
ResponderEliminarLo verdaderamente lamentable es que el pienso con que nos engordan cada vez nos gusta más.
Un abrazo.
Gracias HUSAR por tu testimonio, a mí me ha emocionado. Yo, como profesor de inglés pasé por lo mismo que su hijo, aunque era algo mayor, 19, se lo que sintió perfectamente y le digo, que esa fue la mejor experienia de mi vida y gracias a eso, soy la persona que soy y tengo el trabajo que tengo.
ResponderEliminarComo usted dice, se que no soy el profesor que hace todo perfecto y que cometo errores, pero hay algo que puedo aprovechar enseñando mi materia, que cada vez me gusta más enseñar, y es que puedo enseñarles como funciona el mundo, puedo enseñar ingles con la situación politica y social que viven africanos, americanos, chinos, etc, puedo enseñar biología, sociología, derecho, (cosas que me gustan y que creo son necesarias), como investigar, interpretar las noticias vengan de donde vengan, y muchas otras cosas.
Y hay algo que me encanta de la enseñanza y es ver que les explicas algo que no sabían y como lo asimilan e intentan descifrar sin mi ayuda y me preguntan y me piden como pueden saber más. Si señores y señoras, no sucede tan a menudo como quisiera pero pasa y es muy bonito!
Tenemos gente muy buena en las aulas de todo el mundo, y los que no lo son tanto, igual es cuestión de tener paciencia y seguir mostrándoles el mundo tal y como es...
Estoy de acuerdo con este post, solo agregar que la lucha es dura, el problema grande y que espero que este post sirva para concienciarnos de que tenemos que seguir, para acabar con estos grandes problemas
Su análisis, estimado profesor, ejemplifica a la perfección el conocido adagio: "Peor es el remedio que la enfermedad".
ResponderEliminarVamos a asumir que los hechos sean -grosso modo- tal como los describe. Aun así, su diagnóstico es tan simplista como temible la terapia que propone.
Si hay que eximir a los estudiantes actuales de la responsabilidad de su ignorancia y su cívica dejadez, debido al "contexto" en que han sido educados, ¿por qué responsabilizar a sus mayores -presos también en sus propios "contextos"- de la educación que les han ofrecido? ¿Por qué los primeros son sólo víctimas y los segundos sólo son verdugos?
Es preocupantemente paradójico que usted culpe a los adultos de haber eximido a los jóvenes del ejercicio de la responsabilidad y acabe eximiéndolos de esa responsabilidad. Se conduele de unos jóvenes mimados por sus mayores y, al tiempo, los mima con su discurso exculpatorio. "Pobrecitos", viene a decir (lo mismo que de ellos dicen sus consentidores padres).
Y no. La terapia no es -ni siquiera irónicamente- la indiscriminada decapitación de los adultos -qué cómoda la cantinela de las soluciones terminantes. Qué sintomática-.
Un tío de veinte años tiene ciertas responsabilidades que no puede esquivar culpando a sus mimosos papaítos (mientras les exige, faltaría más, la asignación semanal y las llaves del Audi). Y hay otros jóvenes que las asumen. Ya lo creo que los hay. Incluso entre aquellos que han tenido las facilidades para no hacerlo.
Y sí: entre los adultos también hay responsables, con nombres y apellidos, de muchos de los males que usted denuncia (en los ministerios y consejerías de educación; en el aula; en la casa).
Que cada palo aguante su vela y que las espaldas de los justos no reciban los justísimos palos que corresponden a los pecadores.
Me preocupa su discurso, estimado profesor. Pintan bastos cuando personas lúcidas como usted se acaban rindiendo al discurso que pretenden combatir. El enemigo triunfante no precisa que acudamos a socorrerlo.
Atentamente.
Yo si procuro mantenerme informada, aun así; siento alejamiento de todo. Las noticias que si garzon esto o lo otro, que si es que manos limpias le quiere putear, que si pago los cursillos, que si tal que si cual. Lejanooo, todo; porque en realidad no participamos de nada. Yo no me siento parte de esto, y como no me siento parte porque para empezar no tengo ni trabajo, pues bastante que algún día le eche un ojo a la prensa digital o los titulares en tv. Pues ya imaginate estos chavalitos que se supone ni futuro tienen..se supone que van a la cola de paro nada más salgan de las aulas...tu lo dices siempre...
ResponderEliminareso si lo parroquianos en el bar se saben todas la noticias el mundo, del país, del barrio, las noticias del balcón de enfrente..que todos los días arreglan el mundo entre vino y vino..mi padre todos los días trae historias..jajajaja
ResponderEliminarYo no puedo hablar desde el punto de vista de un padre porque no tengo hijos y entiendo perfectamente la situación que describe... Puedo hablar desde la perspectiva de un chico de 29 años y tratar de transcribir lo que me toca. Mi padre agricultor, mi madre ama de casa, ambos han apostado por mi y en las medidas de sus posibilidades he tenido todas las oportunidades que me he sabido ganar. En mi Cv, cargo con años de voluntariado, un sin fin de prácticas, licenciatura en derecho, máster en economia, doctorado -con mención de calidad, faltaría más- y desde el año pasado doctor en derecho, en el área de constitucional y con la máxima nota. Sí uno más de los que ha defendido su tesis en el terreno de los derechos humanos... No tengo casa ni hipoteca, no tengo coche ni lo quiero, también he trabajado durante un par de años mientras que estaba estudiando y evidentemente he colaborado con mi trabajo -de sobra retribuido-, en el campo, con mi padre -aun tengo marcas de callos en las manos y no hablo en sentido figurado-. Erasmus más dos estancias de investigación en diferentes unis de Italia, algún artículo publicado tras llamadas infinitas a un montón de revistas, dos publicaciones comprometidas con una de las patas negras de las editoriales jurídicas, -en sistema de coedición claro, que no sé yo como esperan que pueda pagar-... aunque claro la coedición admite que una institución decida apoyarme -jajajaja...- He mandado más de cien curriculums Canadá, USA, Panamá, Puerto Rico, Costa Rica, Colombia, Uruguay, Chile, Argentina, algunas instituciones me han contestado, otras ni el saludo, tan sólo tengo la esperanza de una eventual y cada dia más lejana oferta en Colombia, ah! y el ofrecimiento, ayer por la tarde, a través de un enchufe -claro está- para trabajar como camarero. También puedo decir que me aceptaron para trabajar en una Universidad de Roma como PDI, pero claro, tenía que avalarme algún mequetrefe de la universidad que coordinaba el proyecto en España y tuve que oir: "...es que nosostros usamos esas becas para afianzar a la gente que ya está dentro del departamento y tu eres externo...", becas públicas!!! En fín tal vez a día de hoy sea uno de esos tantos desgraciados, de los que usted hablaba el otro dia en otro post... y para nada sentiría vergüenza si me tengo que poner a barrer la calle, eso sí con el birrete, la toga, los guantes blancos, la medalla y todo eso, y vaya que si lo hago!!! Si un panorma bastante jodido el mio, pero tengo mi pareja, aguante, ilusión, vocación y memoria y veo luz al final de todo esto, pero que se ponga a temblar más de uno! Un placer seguir sus reflexiones profesor...
ResponderEliminarEstupendo artículo como siempre. Bien visto ese contraste entre el grado de conocimiento de la actualidad informativa entre los universitarios frente a los asiduos a los bares.
ResponderEliminarLo he reblogueado en http://enbandejadeplata.tumblr.com