Cuando escribo esta nota faltan un par de días para las elecciones a rector en la Universidad de León. Cuando ustedes la lean, se estará celebrando esa votación o habrá concluido ya. Es buen momento para enviar unos mensajes tanto a la sociedad leonesa como al rector recién elegido o reelegido.
En cuanto a la sociedad de León, va siendo hora de que le preste un poco de atención a la mayor empresa de la provincia, que se preocupe de para qué vale, cómo cumple sus cometidos y qué pasa de puertas adentro. Es difícil imaginar una institución con más relevancia social y a la que, al mismo tiempo, sea más indiferente la sociedad. Y, de propina, todos los organismos y variados inventos que se montan con el pretexto de facilitar la comunicación entre la sociedad local y la Universidad son puro cuento sin real eficacia, empezando por el Consejo Social.
Al rector hay que decirle que tome nota urgente del cambio de los tiempos y de las consecuencias perdurables de esta crisis económica y del sistema social entero. Se fueron las vacas gordas, pasó le época de frivolidades y demagogias y del todo el mundo es bueno. O mucho cambian las tornas o más de cuatro universidades de este país acabarán cerrando sus puertas, convirtiéndose en delegaciones de otras más importantes o condenadas a una penosa supervivencia sin medios y repartiendo títulos de nulo prestigio. Es tiempo de que los rectores dejen de pensar en su imagen y su particular promoción y pongan sobre la mesa lo que hay que poner para que la Universidad sobreviva a base de calidad verdadera y excelencia de la auténtica. Y para eso hay que dejarse de tópicos y propagandas, de vacuas complacencias y de palabrejas al uso (los candidatos andaban en campaña repitiendo las bobadas de moda, que si empleabilidad, que si sostenibilidad, que si visibilidad…) y deben exigir algo tan sencillo como lo siguiente: que los profesores trabajen y rindan y que los estudiantes estudien y rindan. Para que la Universidad de León sea conocida por sus resultados investigadores y por la calidad de sus títulos y que no parezca que se suma a las rebajas de las privadas o a la picaresca de las administraciones públicas convertidas en cortijos. ¿Será mucho pedir?
Pues me temo que si va a ser mucho pedir lo que expone en su articulo.
ResponderEliminarY conste que no puedo estar más de acuerdo con usted en todo, pero no puedo ser optimista en este tema...
Y después de ver quién ha salido (mister carguitos x 3, mister burocracia x 5), mi pesimismo ya se arrastra por el suelo.
¿Cuándo nos intervienen?
Esto no se arregla ni al modo de Perez Reverte: colocando una guillotina en cada campus. Por desgracia, a poca lucidez que uno tenga, el pesimismo resulta obligatorio. No se ve por ningún lado el más mínimo afan por cambiar ese chip defectuoso que al inane Zapatero le hizo decir aquello de que estabamos en un tris de pillar a los franceces en renta percápita. De hecho la universidad parece la aldea gala del zapaterismo, con sus secretariados de igualdad, sus jornadas sobre emprendimiento, sus cursos sobre lenguaje no sexista para PAS y profesores... todo muy pistonudo: la nada en plan rococó, expresada con sobreabundancia de palabras, tal como les gusta a los granujas que nos van a llevar, que os estan llevando a la ruina.
ResponderEliminarAbres el correo o miras la pagina web de la Universidad y sabes que tienes garantizada una hora de rabia e irritación.