Es muy útil distinguir en qué plan se va a debatir sobre cualquier cosa. Sobre todo, hay que ver si interesan la teoría a palo seco o si se aplica una óptica prioritariamente práctica. No es lo mismo hablar de lo que puede caber o ser útil en el mejor de los mundos posibles que de lo que se puede esperar en tal lugar o de tales gentes. Pues con el debate entre monarquía y república sucede algo parecido. Tiene su interés doctrinal indudable, pero como discusión práctica entre españoles resulta de lo más ocioso. ¿Por qué? Porque aquí el Jefe de Estado será siempre como somos, llámese rey o presidente de la república. Y nunca será Jefe de Estado ni Agamenín ni su porquero. No, será un puerco.
Quiero decir que si en lugar de al Borbón este al que le estamos viendo mejor las malas mañas y los rastreros hábitos después de mayor, tuviéramos a un político cualquiera en la Jefatura del Estado, ¿qué cambiaría en cuanto a los riesgos de que el titular del cargo fuera corruptillo o amigo de lo ajeno o putero descontrolado o lameculos de ricos o ignorante de libro? Cambiaría poco. Coja usted al azar un político de cierto renombre y póngalo a presidir la tercera república española. Por ejemplo, al alguno de los tres últimos alcaldes de su ciudad de usted o a un ministro de este gobierno o de los cinco o seis anteriores gobiernos. Luego pregúntese si sería esperable que se fuera a cazar elefantes bajo invitación de un magnate saudí o que aprovechara para enchufar a algún yerno o que dedicara tiempo a ir amasando una fortunita personal con aprovechamiento de las ventajas del cargo. ¿Qué le sale? Que sí. Pues obvio. Tanto da que se llame Juan Carlos como Perico de los Palotes y que se apellide Borbón o García. En un país de truhanes a Jefe de Estado solo llega un truhán, salvo milagro de los que no se estilan ya.
En Alemania, el Presidente de la República, señor Wulf, dimitió hace poco porque el fiscal lo investigaba por lo siguiente: “haber recibido pequeños favores económicos de amigos millonarios”, en palabras de un periódico de esos días. Aquí una parte considerable de los políticos se enriquece no ya por recibir pequeños favores de amigos millonarios, sino por hacer favores millonarios a los amigos. ¿Y qué ocurre? Nada. Hasta un rector de universidad está en vías de ser juzgado por participar en uno de esos contubernios de alta delincuencia económica, pero no dimite. Quiá. Aquí no dimite ni el el apuntador. O casi. Aquí no está bien visto dimitir. Más: aquí el pueblo vota con más empeño al político procesado por corrupto. No sería raro que, pasado el shock por lo de Urdangarín y los elefantes y los cuernos reales, la popularidad del Rey aumentara entre los españoles. Uno de los nuestros. Clavadito. Ha de gustarnos.
En Hungría dimitió hace poco el presidente, porque se descubrió que hace veinte o treinta años había plagiado su tesis doctoral. Hace un par de años dimitió en Alemania el Ministro de Exteriores porque también había plagiado una parte de su tesis. ¿Se lo imaginan en España? Un héroe. Le darían el premio al libro mejor copiado o algo así. Y una reelección. ¿Y recuerdan, de hace bastante más, a aquel ministro de defensa alemán al que hicieron dimitir porque mientras había una crisis internacional él estaba en Mallorca con una amiga y salieron en la prensa unas fotos suyas en la playa?
Aquí al Rey lo cazan cazando en el centro de África, invitado por un supermillonario seguramente problemático y matando elefantes, mientras el país se va al hoyo a paso acelerado y en una de las semanas de mayor crisis y mayor riesgo de hecatombe en las cuentas, y los más atrevidos comentan que por qué no abdica. En su hijo, claro. Si fuera presidente de la nación le pediríamos que dimitiera y no dimitiría. Pero se iría arreglando todo y entre todos para que los bártulos más adelante pasaran a su hijo o a otro hijo de alguno de por ahí. ¿Tanto importa que el cargo se herede por vía consanguínea o colateral?
Preocuparse de la forma jurídica de la Jefatura del Estado cuando el pueblo está como está y es como es, resulta tan pueril y desnortado como operase la nariz o meterse un poco de botox en los belfos viudos cuando uno tiene un cáncer terminal por habérselo fumado todo. Para morir más guapo. En esas andamos.
Quiero decir que si en lugar de al Borbón este al que le estamos viendo mejor las malas mañas y los rastreros hábitos después de mayor, tuviéramos a un político cualquiera en la Jefatura del Estado, ¿qué cambiaría en cuanto a los riesgos de que el titular del cargo fuera corruptillo o amigo de lo ajeno o putero descontrolado o lameculos de ricos o ignorante de libro? Cambiaría poco. Coja usted al azar un político de cierto renombre y póngalo a presidir la tercera república española. Por ejemplo, al alguno de los tres últimos alcaldes de su ciudad de usted o a un ministro de este gobierno o de los cinco o seis anteriores gobiernos. Luego pregúntese si sería esperable que se fuera a cazar elefantes bajo invitación de un magnate saudí o que aprovechara para enchufar a algún yerno o que dedicara tiempo a ir amasando una fortunita personal con aprovechamiento de las ventajas del cargo. ¿Qué le sale? Que sí. Pues obvio. Tanto da que se llame Juan Carlos como Perico de los Palotes y que se apellide Borbón o García. En un país de truhanes a Jefe de Estado solo llega un truhán, salvo milagro de los que no se estilan ya.
En Alemania, el Presidente de la República, señor Wulf, dimitió hace poco porque el fiscal lo investigaba por lo siguiente: “haber recibido pequeños favores económicos de amigos millonarios”, en palabras de un periódico de esos días. Aquí una parte considerable de los políticos se enriquece no ya por recibir pequeños favores de amigos millonarios, sino por hacer favores millonarios a los amigos. ¿Y qué ocurre? Nada. Hasta un rector de universidad está en vías de ser juzgado por participar en uno de esos contubernios de alta delincuencia económica, pero no dimite. Quiá. Aquí no dimite ni el el apuntador. O casi. Aquí no está bien visto dimitir. Más: aquí el pueblo vota con más empeño al político procesado por corrupto. No sería raro que, pasado el shock por lo de Urdangarín y los elefantes y los cuernos reales, la popularidad del Rey aumentara entre los españoles. Uno de los nuestros. Clavadito. Ha de gustarnos.
En Hungría dimitió hace poco el presidente, porque se descubrió que hace veinte o treinta años había plagiado su tesis doctoral. Hace un par de años dimitió en Alemania el Ministro de Exteriores porque también había plagiado una parte de su tesis. ¿Se lo imaginan en España? Un héroe. Le darían el premio al libro mejor copiado o algo así. Y una reelección. ¿Y recuerdan, de hace bastante más, a aquel ministro de defensa alemán al que hicieron dimitir porque mientras había una crisis internacional él estaba en Mallorca con una amiga y salieron en la prensa unas fotos suyas en la playa?
Aquí al Rey lo cazan cazando en el centro de África, invitado por un supermillonario seguramente problemático y matando elefantes, mientras el país se va al hoyo a paso acelerado y en una de las semanas de mayor crisis y mayor riesgo de hecatombe en las cuentas, y los más atrevidos comentan que por qué no abdica. En su hijo, claro. Si fuera presidente de la nación le pediríamos que dimitiera y no dimitiría. Pero se iría arreglando todo y entre todos para que los bártulos más adelante pasaran a su hijo o a otro hijo de alguno de por ahí. ¿Tanto importa que el cargo se herede por vía consanguínea o colateral?
Preocuparse de la forma jurídica de la Jefatura del Estado cuando el pueblo está como está y es como es, resulta tan pueril y desnortado como operase la nariz o meterse un poco de botox en los belfos viudos cuando uno tiene un cáncer terminal por habérselo fumado todo. Para morir más guapo. En esas andamos.
Botswana está en el sur de África, no en el centro. No es que tenga mucha importancia para el caso pero es que la geografía es mi debilidad.
ResponderEliminarUn saludo.
Monarquía sin rey o república sin presidente, total uno y otro pintan lo mismo que Pichorras en Pastriz. Si aplicamos lo del órgano y la función al supuesto la afuncionalidad y la prescindibilidad derivan en atrofia y posterior desaparición.
ResponderEliminarEl presidente del gobierno puede asumir las funciones de jefe del estado en tanto dure su mandato. Si se considera precisa una figura más estable se puede designar a un pintamonas que domine varios idiomas, tenga encanto y don de gentes, cuente chistes picantes a las señoras, sepa regalar los oidos y no abandone en ningún caso una diplomática superficialidad.
Es usted muy ingenioso, pero en este caso sus argumentos son poco convincentes. A no ser que también sea indiferente entre una democracia y una dictadura, porque total en España vamos a elegir a unos inútiles como gobernantes...
ResponderEliminarComo provocación está muy bien, pero nada más.
Cuánta razón.
ResponderEliminarLo que estaría muy bien sería que hubiese mejores vías para que no sean "los intocables", más responsabilidad. De arriba a abajo: primero desde el Rey al concejalucho. ¡Qué respondan ante sus actos!
Tantos inviolables en un país con tanta ciudadanía violada...
"Panem et circenses".
Sr. Gauffre, y nada menos!. No creo que un blog sea el lugar adecuado para convencer. Entiendo que es el lugar donde se "provoca". El Prof. García Amado consigue, al menos en mí, que cada día cuando me miro en el espejo, me diga que no soy tan guapo como creía, ni tan listo. Que somos lo que somos. En un anterior post sobre Repsol y Argentina lo dejó claro. Ellos tienen a Perón y nosotros...
ResponderEliminarFigueras, Pi y Margall, Salmerón, Castelar; Alcalá Zamora, Azaña. ¿Es todo lo mismo?
ResponderEliminarMe parece, me parece, que alguien está entendiendo que con este post defiendo la monarquía o ataco a la república. Y no es el caso. Un monárquico racional, si cupiera, tendría que admitir que puede haber reyes nefastos, igual que un republicano racional debe considerar que pueda haber nefastos presidentes de la república. Con lo que mi orden de prioridades sería así:
ResponderEliminar- En sede teórica, es más razonable y legítima la república, bastante más.
- En el plano práctico, lo más importante es que el Jefe de Estado sea honrado e intelectualmente solvente.
Mi tesis es que en España no parece fácil que se cumplan esos requerimientos prácticos. Con lo cual me viene una pereza tremenda a la hora de hacer teoría.
Capisce?
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