Qué país, señor, qué país. Me pasó hace justamente una hora. Iba con Elsa, mi hijilla, por el centro de la ciudad, y ella insistía en que tenía sed y quería agua. Me dije y le dije: entremos en un bar y así yo me tomo también mi cafecito de media tarde. Allí mismo había un mesón con muy buena pinta y un café pequeñito de aspecto humilde. Haciendo una de mis cien idioteces diarias, opté por este último, de acuerdo con mi vieja teoría de que hay que apoyar al débil y darle vidilla al que anda en desventaja. En la barra una chica de veintitantos años. Ningún cliente más. Elsa y yo nos sentamos en una mesa del pequeño local y bebimos nuestras consumiciones. Cuando yo estaba pagando, la niña, que enredaba según su condición, se cayó. Exclamación de la camarera, sonriente:" !Ay, ten cuidado, guapa, que está el suelo hecho una guarrería!". Efectivamente, me fijé bien y había en él restos de todo tipo y manchas con mucha solera.
Cuando salimos, la chica volvió a acodarse sobre el mostrador, con la mirada perdida y el gesto plácido. Limpiar aquella pocilga no entraba en sus planes. Y yo volví a jurarme que nunca más me dejaría llevar por estúpidas conmiseraciones.
Acabo de recordar también que hace unos días fui al Fnac a comprar un cable de esos raros para conectar aparatos. Cosas de las que yo no entiendo nada. Como las cuatro de la tarde, pocos clientes y dependientes ociosos. Le pregunto a uno y, perezoso y somnoliento, me señala con el dedo hacia allá y dice: "Eso está por aquel lado, en la quinta estantería". Ningún amago de acompañarme. Voy y veo que los dichosos cables son muchos y con diferencias que para mí resultan incomprensibles. Le digo a otro vendedor que cuál será. Respuesta: "Cómo quiere que yo lo sepa". Yo: "Pues yo también lo ignoro, creí que usted podría ayudarme". Él: "Pues venga con todos los datos la próxima vez y búsquelo mejor".
Acabé pensando que lo de la reforma laboral en unas cosas se pasa y en otras no llega. A todos esos tipos ha de ser posible echarlos a la prostituta calle por las buenas, sin indemnización y con una suela marcada en el culo. Otra cosa es a los que trabajan, y cuestión distinta es también que a los propiamente trabajadores habría que garantizarles un salario mínimo que sea digno, amén de otros derechos básicos y tal.
En fin, que da igual.
Cuando salimos, la chica volvió a acodarse sobre el mostrador, con la mirada perdida y el gesto plácido. Limpiar aquella pocilga no entraba en sus planes. Y yo volví a jurarme que nunca más me dejaría llevar por estúpidas conmiseraciones.
Acabo de recordar también que hace unos días fui al Fnac a comprar un cable de esos raros para conectar aparatos. Cosas de las que yo no entiendo nada. Como las cuatro de la tarde, pocos clientes y dependientes ociosos. Le pregunto a uno y, perezoso y somnoliento, me señala con el dedo hacia allá y dice: "Eso está por aquel lado, en la quinta estantería". Ningún amago de acompañarme. Voy y veo que los dichosos cables son muchos y con diferencias que para mí resultan incomprensibles. Le digo a otro vendedor que cuál será. Respuesta: "Cómo quiere que yo lo sepa". Yo: "Pues yo también lo ignoro, creí que usted podría ayudarme". Él: "Pues venga con todos los datos la próxima vez y búsquelo mejor".
Acabé pensando que lo de la reforma laboral en unas cosas se pasa y en otras no llega. A todos esos tipos ha de ser posible echarlos a la prostituta calle por las buenas, sin indemnización y con una suela marcada en el culo. Otra cosa es a los que trabajan, y cuestión distinta es también que a los propiamente trabajadores habría que garantizarles un salario mínimo que sea digno, amén de otros derechos básicos y tal.
En fin, que da igual.
Supongo que su hijilla de usted, más que callarse, se habrá caído... y espero que se encuentre bien y del todo repuesta.
ResponderEliminarSí, diantre, se caYó, se caYó.Cada día estoy más atontado.
ResponderEliminarSer un maleducado no tiene excusa, pero si explicación.
ResponderEliminarEsos señores que trabajan en la FNAC son titulados superiores, normalmente licenciados, a los que les han hecho pasar unos procesos de selección humillantes y absurdos, sin ninguna formación específica, con unas condiciones de trabajo realmente miserables y a los que, sobretodo, hagan lo que hagan y se esfuercen lo que se esfuercen, van a despedir a los seis meses.
No hace falta despdir al que no lo haga bien, basta con que la empresa premiase ligeramente al que hace bien su trabajo, aunque sea manteniendo su empleo, porque si no, el que se esfuerza lo más mínimo está perdiendo el tiempo.
Su entrada, estimado profesor, es el más fehaciente ejemplo de la falta de productividad en un puesto de trabajo, algo de lo que, desgraciadamente, en España sabemos un cuánto. ¡Eso sí es para huelga general!
ResponderEliminarEstudiante de la facultad.