Él.- Cómo estás. Se te ve bien.
Ella.- Ay, querido rector, mejor se te ve a ti. Te queda
chulísima esa corbata con esa camisa verde. ¿Sabes? Siempre me encantó el verde
para los hombres, y combinado con amarillo, más. Debes de tener alguna buena
asesora de vestuario.
Él.- Si quieres ese cargo, es tuyo. Está vacante, de verdad.
Estoy muy solo.
Ella.- ¿Tu mujer no te ayuda a elegir las camisas o a
combinarlas con los trajes?
Él.- Imagino que ya habrás oído que llevamos más de un año
separados.
Ella.- En realidad, sí, algo sabía.
Él.- Seguro que en el otro equipo cotilleabais lo vuestro
sobre mi vida, cuando yo preparaba mi candidatura.
Ella.- ¿El otro equipo?
Él.- Claro, en el que eras vicerrectora de profesorado, con
Benito de rector.
Ella.- Ay, no me hables, no sabes lo arrepentida que estoy y
qué horribles fueron aquellos tiempos. Benito no hacía nada más que contar
maldades de ti, y a mí me daba una rabia…
Él.- Pero erais uña y carne. Y mandabas un montón. Hasta
insinuaban algunos que erais amigos especiales.
Ella.- Tonto. Para los amigos especiales tengo mejor gusto,
y Benito nunca fue mi tipo, tú deberías captar mejor ciertas cosas. ¿O no
mereces cierta familla que se te atribuye en algunos círculos?
Él.- Bah, no hagas caso. En realidad desde que Ernestina y
yo rompimos he andado bastante desorientado y tristón. No sabes lo cuesta
arriba que se me hace la vida sin una mujer que me apoye y me entienda.
Ella.- No es eso lo que yo me imaginaba, pero no estaría mal
arreglarlo un poquitín, si es cierto lo que me cuentas.
Él.- ¿Y dices que te gusta mi corbata?
Ella.- Sí, va también con el color de tus ojos. Pero ven,
que tienes el nudo mal puesto.
Él.- Tienes las manos frías.
Ella.- Pero el corazón caliente, como vulgarmente se dice.
Huy, de quién es este pelo de tu solapa.
Él.- Parece tuyo.
Ella.- Pues te lo quito ahora mismo, no vaya a pensar cosas
raras tu secretaria.
Él.- Por cierto, cada día se prolonga más su rato del café.
Ella.- Le he dicho yo que no tuviera prisa para volver, que
tenemos que hablar tu yo largo y tendido. Ya sabes que somos amigas desde que
me pasé los cuatro años en el vicerrectorado aquel. Fueron los peores años de
mi vida, pero al menos conservo alguna amistad en el PAS.
Él.- No lo pasarías tan mal.
Ella.- Ni te lo imaginas. Benito, el rector, era un déspota.
Y para qué contarte de Genaro, el gerente. Este un día hasta se quiso propasar
conmigo.
Él.- Qué sinvergüenza. Lo pondrías en su sitio.
Ella.- Naturalmente. Mira, rector, yo con los hombres que me
gustan puedo llegar a perder la cabeza. Pero a un patán como aquel no le paso
ni una.
Él.- No sé cómo te mantuviste en el cargo.
Ella.- Por Facundo, que quería presumir de esposa
vicerrectora, y por los de mi departamento, que me lo rogaban una y otra vez.
Aguanta, Lupe, me decían, y yo me sacrificaba por ellos, ya sabes cómo soy. A
veces el corazón se me sale del pecho. Hasta Facundo me aconseja que no sea tan
tonta y así de ingenua.
Él.- Cómo está Facundo, por cierto. Dale recuerdos.
Ella.- Está bien, pero últimamente no lo aguanto. Guárdame
el secreto, ¿eh? A veces te envidio en tu estado de divorciado. Me acuerdo de
ti muchísimas veces y me digo: jo, qué bien se lo estará montando mi querido
rector. Estuve por llamarte varias veces y que nos tomáramos unos vinos o algo.
Él.- Antes no me querías tanto, todos decían que tú y el
propio Benito erais los que más me odiabais de todo vuestro equipo.
Ella.- Habladurías. Cuando Benito se ensañaba contigo,
¿quién crees que era la única que te defendía y que daba la cara por ti? Creo
que en el fondo estaban todos locos de celos porque eres mucho más inteligente que
ellos y tienes ese porte tan bueno, no sé, algo…
Él.- Pero en la campaña me machacabas tú más que ninguno.
Ella.- Ay, no me seas niño, mi rector. Ven, que se te ha
vuelto a torcer la corbata. Como te sigas sulfurando con esas bobadas de antes,
vas a necesitar un masaje o así.
Él.- ¿Qué decías que te gustaba, la camisa o la corbata?
Ella.- Las dos cosas, las dos cosas. Y lo principal es cómo
lo llevas. Has adelgazado un poco, pero se te ve más ancho de hombros.
Él.- Me doy mis palizas en el gimnasio.
Ella.- Ah, como yo. ¿También haces pesas? A ver esos bíceps.
Él.- Toca, toca.
Ella.- Me encantan los hombres musculosos, pero así como tú,
talmente, sin pasarse.
Él.- Me alegra mucho que ahora nos entendamos bien.
Ella.- También yo me alegro, no te puedes hacer una idea de
qué infierno era este rectorado antes de tu llegada. Yo se lo decía a Facundo
muchas veces, ojalá gane el nuevo candidato y Benito se vaya a la porra, aunque
yo me quede sin cargo. Ya sabes que lo único que a mí me ha preocupado siempre
es servir a la universidad, aunque sea a costa de sacrificar mi bienestar. Como
tú.
Él.- Sí, pensamos igual.
Ella.- Me tomaría una cerveza contigo ahora mismo. No sé por
qué me ha dado ese capricho de repente.
Él.- Aquí no tengo, pero si te apetece, salimos un día de
estos y nos tomamos unas copas.
Ella.- Menuda ilusión me haría, pero pueden vernos y la
gente es muy mala, ya lo sabes. Todavía me acuerdo de las infamias que soltaba
el antiguo rector.
Él.- Bueno, discretamente. Tomamos algo con discreción.
Ella.- O a lo mejor un día que tengas que ir a Madrid y
coincidamos por casualidad.
Él.- El día dieciocho voy, fíjate qué coincidencia.
Ella.- Pues voy a mirar luego mi agenda para ver si la
casualidad es completa. Estaría genial.
Él.- Me encantaría. Mis amigas siempre me dicen que en
Madrid tengo un no sé qué.
Ella.- Fíjate cómo se nos ha pasado el tiempo y todavía no
te he contado qué asunto me trajo a verte, además de la amistad y la simpatía
que te tengo desde siempre.
Él.- Cuéntame.
Ella.- Es por lo de la titularidad que vais a convocar para
Palmira, la de mi Departamento. Creo que no se la merece, aunque a muchos los
tenga bien engañados.
Él.- Algo ya sospechaba yo, pero dime, dime.
Ella.- No sé si explicártelo ahora, es un poco delicado. ¿No
prefieres que lo hablemos en Madrid el dieciocho?
Él.- Sí, mejor, así no nos interrumpen. Estaré expectante.
Ella.- ¿Puedo pedirte una cosa?
Él.- Todas las que quieras.
Ella.- Lleva esta misma corbata, anda. Mira, se te ha vuelto
a torcer. Te la enderezo y quedamos.
Genial el texto. Lo clavas, Rector.
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ResponderEliminarGenial. Soy de Brasil y me interesa el tema este de la corrupción universitaria. No es privilegio español, por supuesto.
ResponderEliminarYa de contarnos parte podría contarnos los nombres, así no nos quedabamos con la duda.... Niko17
ResponderEliminarQue cosa tan simpática, si no fuera porque me da la sensación de que hay una gran carga de envidia, será que no le sacan la "titularidad" a alguien que no tiene carga docente y es el requisito que se pide? igual, no quiero pensar mal, puede ser incluso pariente del Sr Doctor? pero seguro que no, uf hay veces que se me............ la cabeza, seguro que es la enfermedad.
ResponderEliminarEs la profesión más antigua del mundo... Se sabe de muchos/as opositores/as que se pasaron por la piedra a Catedráticos de disciplina y acabaron cargados/as de mucha calidad investigadora y docente y revestidos/as de una pátina de prístina moral con la que pronunciarse acerca de lo poco o nada cualificados/as de otros/as docentes/as...
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