Querida
Anabel:
Te
agradezco con toda sinceridad el afectuoso homenaje que al final de tu
comentario haces a aquellas clases de mi juventud ovetense. Disculpa que no
tenga yo un recuerdo personal de ti, después de tantos años –sí, ya son unos
pocos- y de tantas generaciones de estudiantes que han ido pasando.
De
por dónde han ido mis pasos te supongo al tanto por este blog, que veo que
sigues. Gracias. En lo profesional y académico me ha ido bastante bien, en lo
familiar soy afortunado; me apaño para vivir con algo de disfrute, y más que
podría, a lo mejor, si no me venciera este carácter agrio que se me va
poniendo. Sí, con las canas fue llegando la tendencia a despotricar y la poco
recomendable costumbre de molestar al prójimo, incluido el que parte y reparte.
Pero algunos no tenemos ningún derecho a quejarnos de nuestras cosas, aunque
puedan ser muchas y legítimas nuestras quejas del mundo. Unos cuantos hijos de
campesinos u obreros cogimos en su día vientos favorables y pudimos
aprovecharlos para atracar en puertos algo apacibles. Creo que son esos
orígenes los que, sin embargo, no me dejan convivir a gusto con lo que me rodea
o disfrutarlo como si fuera mío y tuviera un derecho innato e inatacable a todo
lo que se me ha dado.
Esa
historia tuya que en tu comentario nos cuentas es de las que me sublevan. Son
los contrastes los que se me indigestan. Se me hace intolerable que las
oportunidades que a unos se les hurtan las exhiban otros con descaro e
inconsciencia. Me indigna hasta la náusea que no compitamos todos en buena lid
y que se nos divida a base de que las condenas para unos se contrapesen con
privilegios para otros.
Son
miles y cientos de miles de historias pequeñas, granos que van haciendo
granero, un granero de podredumbre y corruptelas. Donde quiera que miremos,
veremos trabajadores sacrificados y profesionales honestos, claro que sí,
bastantes, personas que se dejan la salud en el tajo, que sacan adelante sus
vidas y a sus familias con esfuerzo honrado y sin robar a nadie. En todas
partes, por todas partes los hay, obreros, empresarios, profesores, abogados,
jueces, amas de casa, empleados de banca, administrativos, funcionarios
variopintos. Pero hay termitas, muchas termitas que van devorando los débiles
cimientos y que han crecido y se han multiplicado en estas épocas recientes,
favorecidas por el ambiente, en el microclima más propicio. Se ha robado a
manos llenas, en todos los órdenes y a todos los niveles, a escala millonaria y
a pequeña escala. No sé cuántos podrán tirar la primera piedra y si me pongo a
pensar con calma y rigor, seguro que yo tampoco. Los lemas ya sabes cuáles
eran: todo el mundo lo hace, no está mal visto, tonto el último, no vayas de
pureta, nadie te va a decir nada, no te preocupes, que nadie tirará de la
manta, por la cuenta que les tiene a todos, hoy por ti mañana por mí, en el
fondo el sistema me lo debe, salen ganando todos aunque yo me beneficie más,
tienes mucho que perder como te hagas notar por ir de ultrahonesto, no te metas
con los demás, todos somos iguales a la postre, es importante la tolerancia,
los trapos sucios se lavan en casa, nadie te agradecerá tus renuncias, si
quieres prosperar en lo tuyo ya sabes lo que hay, si lo hacen los más jefes y
me lo ponen a huevo a mí a ver por qué yo no, quién soy yo para perjudicar a mi
familia, a mis amigos, a mis compañeros y a cuantos de mí puedan depender…
Mil
y una historias de cada día. Solo hay que estar con la antena orientada para
captarlas en su valor, en su valor negativo. Nada más que hace falta esforzarse
un poco para que lo anormal no parezca normal, y lícito y legítimo lo espurio.
Ya sé que no es necesario a estas alturas y que no será la mejor medicina para
tu decaimiento, pero permíteme que, a boleo, saque conversaciones y detalles que
recuerdo de estas últimas semanas en mi ambiente. Supe de un funcionario, no
importa de qué rama, que tuvo un pequeño encontronazo con su superior. Al día
siguiente me contaron de él: pequeño roce con el coche en una rotonda,
cervicales, of course, “baja hasta octubre por lo menos, y eso si le pasa el
enfado”. Con esas palabras me narró la situación una persona enterada y nada
sospechosa de poner o quitar.
En
mi universidad, al lado de esos esforzados docentes e investigadores a los que
no es preciso que vuelva a referirme, conozco algunos que no dan maldito golpe,
nada de nada, y que en sus clases, día sí y día también, cuentan la mili o
comentan el partido del domingo o piden a los estudiantes que conversen sobre
alguna peregrina noticia del periódico de ayer. Y no pasa nada, están
blindados, el sistema no solo los tolera y no los depura, sino que, hurgas un
poquito, y descubres que tienen padrino, madrina y perrito faldero. En la
universidad, por cierto, los aparcamientos de profesores están muy vacíos estas
semanas, aunque no estamos de vacaciones. Algunos se quedan a trabajar en casa
en sus libros y artículos, de eso no me cabe ni la más mínima duda, y otros
andan por ahí en misión académica, a sus conferencias o labores
político-burocráticas. Otros no. Otros se están tocando los cojones y los ovarios,
sencillamente. Y les oyes decir cada dos por tres: intolerable que no nos
paguen más, insufrible que alguien pretenda que tengamos algunas clases por las
tardes, inadmisible que nos pongan más horas de docencia. ¿Docencia? En el BOE
de hace pocos días salía una bajada de pantalones del Ministro de Educación ante
los rectores. Pues, ¿sabes?, el Ministerio pretendía que los que no tengan
acreditada investigación en los últimos lustros den más clases, al menos. Sí,
técnicamente no estaba muy lograda la norma, seguramente, pero se trataba de
que algunos pasaran de 24 créditos de docencia a 32 por curso. Multiplica por
diez y te salen las horas de clase: que los menos investigadores explicaran 320
horas en vez de 240 (también se rebajaba a 180 horas a los más laboriosos,
supuestamente, en lo de investigar). Los rectores pusieron el grito en el cielo, oh cielos,
por tamaña ofensa a su gente, a su votantes principales, y el Ministro dijo que
bueno, que era una idea, pero que hagan lo que quieran. Autonomía
universitaria, sublime invento.
Santos
no deben de quedar y yo tampoco lo soy. No hay cielo ni paraíso para los santos
ya. Mañana, miércoles, tengo una charla en un curso en Avilés, en nuestra Asturias del alma, y de allí me voy a Galicia a la playa, hasta el
domingo. Espero que no llueva. No, no estamos de vacaciones, que yo sepa. No me
hago bueno porque otros sean peores, tampoco es eso; pero hay compañeros en mi
universidad que no aparecen desde hace un mes o dos o tres y no es porque estén
de permiso oficial o encerrados en alguna biblioteca culminando una sesudísima
investigación. Malos, lo que se dice malos, somos cuando denunciamos que en no
sé qué facultad el decano es (era) vitalicio y sin eleccciones o que fulano plagia hasta el DNI
del vecino. Reglas sí hay, y terminantes, pero no son las que cualquier ingenuo
ajeno al cotarro pueda creer. Son al siciliano modo; o al calabrés estilo.
Pobre
universidad, siempre la traigo a colación porque, con mis limitaciones y mis
anteojeras, es lo que mejor conozco, casi lo único. Pero fíjate, hasta estoy
medio convencido de que, de promedio, las universidades deben de ser de las
instituciones más honestas y que mejor funcionan, a pesar de la pinza que les
hacen ministros, consejeros autonómicos y rectores. Cómo estará, pues, el mundo
por ahí. Tengo un amigo extraordinariamente competente y experto que es alto
funcionario municipal en una provincia que no es esta en la que vivo. Pobre
hombre, cometió el error de no dar de paso unos gastos muy cuestionables de un
amiguete del Presidente de la Diputación. Le han bajado el sueldo, lo han
colocado en un rincón, se ciscan en sus muertos a diario y está avisado de que
al mínimo gesto torcido, le abren expediente y acaban de buscarle las vueltas. Le
iba bien gracias a sus grandes conocimientos técnicos y pensaba, el incauto,
que lo querían por eso. Por eso dejaron de quererlo y cayó en desgracia. Le
quedan dos telediarios.
Vivo
en León, pero estoy seguro de que no será diferente cualquier otro lugar. ¿Te
acuerdas de que en el Ayuntamiento de León había un funcionario en nómina y
cobrando a tocateja, pero que llevaba unos diez años sin aparecer por su puesto
de trabajo, pues era alcalde de otro municipio cercano? Sí, del municipio en
que yo vivo. El escándalo lo soltaron los periódicos locales y dio para varias
semanas. Pero no pasó nada. Empezó a ir por allí y a fichar un poco, y todos tan
amigos. Ni devolvió lo indebidamente percibido ni se exigió responsabilidad a
nadie. Obviamente, los fiscales de aquí nada tenían que decir, pues eso no debe
de ser ni apropiación indebida ni malversación de caudales públicos ni cosa
ilícita o que merezca la pena. No vas a comparar con la gravedad de darle unas
voces a la parienta o atizarle un azote al niño que tortura al abuelo. ¿Conoces
a alguien que en alguna parte de este país haya tenido que devolver lo
indebidamente percibido y que no sea un pobre mindundi que cobró un día de más
del paro o que se equivocó al hacer la declaración de la renta?
El
Diario
de León cuenta ahora mismo, en portada de su edición digital, que el
Consejero de Economía y Empleo de Castilla y León ha sacado de la chistera una
norma por la que se prorroga hasta el 2015 el cargo de los consejeros de Caja
España o como carajo se llame ahora, de los consejeros políticos (ya sabes,
partidos, sindicatos y empresarios de aquella manera, todos de marca MiAmol)
que, según la Ley de Cajas promulgada en tiempos de Zapatero, ya tenían que
estar fuera o estar saliendo. Y todos contentos y aquí no ha pasado nada porque
no pasa nada nunca, viva la madre superiora. Será por lo de la economía y el
empleo.
A
la Munar, la canalla balear, le han caído cinco añitos, noticia de ayer.
Le compensa, eso seguro. El Dioni era un aficionadillo lamentable, aunque no
más hortera. Y no es que sea yo partidario del ensañamiento penal ni de
punitivismo desmedido. Pero, caramba, a una pobre “mula” que intente pasar por
Barajas medio kilo de droga metida en el trasero le cae más trullo. Es lo de la
proporcionalidad de las penas, asunto muy interesante para cuando queramos
arrancarnos los cuatro pelos restantes. Si mañana me cazan a mí en el ordenador
unas fotos de críos en pelotas, estoy acabado y a ver quién me escribe o me
manda donuts mientras dure todo el tiempo que me espera entre rejas. Si soy
alto cargo en cualquier lado, he enchufado a ochenta parientes o doscientos
amigos, he cobrado tropecientos mil euretes al año, me he llevado unos kilos en
comisiones y, de paso, he arruinado para décadas la institución en cuestión, a
lo mejor me procesan o a los mejor no, pero casi seguro que no, aunque las
pruebas de mi latrocinio estén en los papeles más claras que las fotos aquellas
en mi disco duro. Por lo de la presunción de inocencia bien entendida, cómo no.
Inocencia también cobra por veinte minutos y la cama, señor fiscal. Justicia
divarina.
Bueno,
querida Anabel, no es justo que te haya tomado como pretexto para mi enésimo
desahogo estéril. Me gustaría tener ánimos para darte, pero sería de un cinismo grande. Invitarte a esperar tiempos mejores sonaría a escarnio en estos tiempos,
que son indudablemente mejores que los que aguardan a la vuelta del año. Te
ofendería si tratara de consolarte con el argumento de que serán o seremos
muchos los que te igualen esta temporada en la desazón y la falta de salidas.
Por ejemplo, la mayor parte de esos pobres chavales que veo en las aulas. Es
una pena que no puedas irte pitando de España, pues esta temporada es el único
consejo leal que se me ocurre para los buenos amigos que no se conforman con
ver cómo la miseria se acerca perfumada de injusticia. Nada más me queda que
desearte suerte, un buen golpe de suerte, y te la deseo de corazón.
Que
sepas al menos que en León tienes un amigo, aquel joven profesor de antaño que
se va haciendo un viejo profesor cascarrabias y que cada día en su trabajo sufre
más al llamar principios a las mentiras y normas a los instrumentos del universal
pelotazo. A lo mejor nos vemos algún día en las calles, cuando toque salir a
las calles en serio y en la debida compañía. Y, si pasas por León, sabes dónde
encontrarme, donde siempre y haciendo lo de siempre, mientras se me permita,
que quién sabe.
Un
fuerte abrazo.
Juan
Antonio.
¿A qué te refieres exactamente con " En el BOE de hace pocos días salía una bajada de pantalones del Ministro de Educación ante los rectores"?
ResponderEliminar¿Ya no es de obligado cumplimiento el tema de los 32 créditos?
Soy profesora asociada y ese tema me afecta porque como muchos profesores pasan a tener más horas de docencia, los asociados ...
Estimada anónima/asociada:
ResponderEliminarCreo que me colé un poco, aunque no sobre el fondo: no era BOE, sino una nota del Ministerio, de fecha 2 de julio. Se titula "Nota sobre el régimen de dedicación del profesorado universitario".
Puedes verla aquí, por ejemplo: http://dchj.ua.es/es/documentos/-gestadm/nota-ministerio.pdf
O aquí: http://web.ua.es/es/ugt/documentos/regimen-profesorado-universitario.pdf
Suerte.
¡Gracias!
ResponderEliminarNo tenía conocimiento de esa nota. Su contenido es interesante ... aunque lo cierto es que nuestra situación pende de un hilo. Y eso, siendo muy optimistas.
Estupenda carta. Pero no se engañe. He trabajado (he tenido la gran suerte) en siete empresas diferentes durante 20 años, desde diarios a Diputaciones, El Ejército, Cámaras de Comercio, chiringuitos empresariales, prácticamente, de entidades cañís ya solo me queda la iglesia. Lo peor, más desorganizado y cínico... La universidad pública.
ResponderEliminarYo ya había leído esa nota y no salgo de mi asombro. Resulta que el asunto de los 32/16 créditos está recogida en una ley orgánica (la LOU), con el verbo "deber" (deberá tal y cual). Y ahora viene el ministerio a decir que bueno, que las universidades se organicen como quieran (con tal de que no les pidan dinero, claro), que es sólo una idea.
ResponderEliminarYo pregunto, profesor, ¿qué valor tiene esta nota? Gracias.
Eso sí, tengo claro que el origen de la nota fue la presión de los rectores, a los que les tocaría en su mayoría lidiar con los 32 créditos siendo eminentes catedráticos.
Hoy mismo me aseguran que en una Universidad pública de nuestro país el día 27 de diciembre de 2011 se "firman" dos plazas (al firmarse ese día, ya no son del 2012) cuya convocatoria se publica en el boletín oficial de la taifa correspondiente ya en el 2012: una es para el hijo de un Vicerrector; la otra para la querida de otro Vicerrector; para amparar esta basura se esgrime la sacrosanta autonomía universitaria. Vaya porquería, ¿no?
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