A
la mayoría de las personas que trato les oigo una y otra vez eso de que no
tienen tiempo para nada. Ellas también lo escuchan de mi boca a cada rato.
Queremos decir que las horas y los días no nos alcanzan para tanto que tenemos
que hacer o que nos gustaría. Al oírnos, diríase que nos pueden los ajetreos
cotidianos y que vamos con la vida repleta de actividades insoslayables; tantas, que se nos
quedan la mitad de los propósitos sin cumplir, incluidos muchos de la mayor
importancia. Cuánto trabajaríamos si hubiera ocasión, qué cantidad de libros
devoraríamos, cómo disfrutaríamos de todas esas películas que pasan por los
cines antes de que lleguemos a verlas, cómo viajaríamos por tantos rincones del
mundo que nos esperan en vano.
A
la queja general añade cada uno los matices que más le conciernen, siempre
seguidos de puntos suspensivos: si no estuviera casado, si no tuviera hijos, si
mi marido hiciera más en casa, si mi mujer no pasara tantas horas fuera, si no
trabajara a turnos, si tuviera libres los fines de semana, si no viviera tan
lejos, si no me dieran estas jaquecas, si no hubiera aceptado la presidencia de
la sociedad de festejos, si no tuviera clase a la una, si no debiera cuidar a
mi padre, si los trenes fueran más baratos, si le hubiera hecho caso a mi madre…
Siempre salen uno o varios impedimentos que condensan las causas de la
impotencia temporal, razones para que los días pasen sin que uno ponga mano a
aquello que tanto ansía o que lo llenaría de satisfacciones y puede que hasta
de éxitos, al parecer. O, como cuentan que decía aquel viejo profesor
universitario, qué gran trabajo el nuestro si no fuera por la horita semanal de
clase.
No
mentimos dolosamente cuando así nos expresamos, no suele tratarse de
desfachatez, aunque sí abunde el autoengaño, la coartada piadosa que uno se
busca para sí mismo. En el fondo sabemos que de solteros nuestros viajes eran
todavía menos, que antes de tener niños tampoco íbamos apenas al cine o que
nuestro padre mayor está hasta la boina de que lo cansemos con nuestra
presencia o le vigilemos cada comida como si no tuviéramos mejor cosa que
hacer. Que nuestra pareja nos acompañara más en casa en el fondo nos
molestaría, pues no nos dejaría concentrarnos en el Marca o chatear a gusto con
aquel viejo colega que también es un fetichista de las medias de seda negra.
Por otra parte, durante esas vacaciones, bajas, permisos o moscosos en que no
estamos sometidos al horario imperativo de la oficina o la fábrica, dormimos
como cerdos nuestras doce horas seguidas, más las cinco reglamentarias de
televisión nocturna y el telediario con siesta a las tres, seguido del
documental que nos hace de adicional somnífero ¿Entonces?
Han
cambiado mucho los tiempos y los usos. El tiempo libre existía cuando no se
habían inventado las actividades de tiempo libre y cuando no se multiplicaban
las tareas que no lo son pero que se buscan a conciencia porque lo parecen.
Siempre esperas a tener cuatro días seguidos de asueto para leer aquella novela
o perpetrar los cuatro poemas que un día se te ocurrieron en el bus, pero en la
tarde del último día laborable, recién salido del tajo, te tomas apresurado la
pizza del congelador y sales para Ikea como alma que lleva el diablo, para
volver cargado de artilugios que ni necesitabas ni sospechabas que existieran,
pero que te tendrán ocupado veinte o treinta horas a base de consultar
nanográficos suecos y meter tornillos como vil inmigrante búlgaro. O te pones a
hacer mermelada de ciruela porque tus suegros te trajeron quince kilos de la
finca, aunque nadie coma mermelada en tu casa y jures a los amigos que tu
verdadero deseo era redactar aquel artículo para la revista el Colegio de
Aparejadores que tienes tan bien pensado desde hace tanto. Eso de las
estanterías nórdicas y las confituras de ciruela japonesa sumado a las veinte
fotos que vas a colgar en tu facebook y a que contestarás noventa correos
electrónicos y enviarás por propia iniciativa otros tantos, unos para
preguntarle a Puri si ya se le pasó la lumbalgia y otros para que Anselmo te relate
qué tal picaron las truchas la semana pasada o si ya se tiró a la asistenta.
Cuando
mi padre terminaba una labor del campo, un día cualquiera, se sentaba a liar un
cigarrillo de Ideales, y en cuanto lo agotaba, se marchaba a hacer alguna
otra tarea, pues no tenía nada más en qué entretenerse, salvo que se muriera
alguien y hubiera funeral con vinos o que fuera sábado al atardecer y tocara acercarse
al bar a echar la partida. Si fuera hoy, a lo mejor las vacas lo reclamarían a
mugido limpio mientras acababa de mirar en internet los resultados de la liga
inglesa o hasta que dejara de hablar por el móvil con su primo de Albacete, que
le está contando que ayer perdió un tren y mientras esperaba el siguiente una
señora se cayó en el andén y se hizo un esguince y no veas cómo gritaba.
Yo
mismo ando perplejo cada vez que llega un verano, pues me he prometido a mí
mismo hacer un montón de cosas que he ido dejando y resulta que me faltan las
horas ahora que tengo más. En qué se me irán los ratos. Pues en que me apuro
menos porque es menor mi prisa. Me levanto algo más tarde, me enchufo a las
lecturas de internet sin que el reloj me limite, doy conversación al que me la
busca, sucumbo al sopor digestivo… y me prometo que mañana me organizo y que ya
verás. Cuentos chinos.
La
diferencia capital es que hoy en día siempre tienes la sensación de estar
haciendo algo mientras pierdes el tiempo o lo torturas, pues la inactividad de
esta época es sumamente activa. Antes, parar era quedarse parado, pero
actualmente dejar de hacer cuanto valga la pena supone meterse en un trajín
imparable. Nunca hemos sido tan improductivos a base de tantísimo ajetreo,
nunca hemos estado más quietos que ahora que nos movemos tanto, jamás se hizo
tanta cosa que de tan poco sirviera. Pero vale para engañarse y creerse
ocupadísimo y de lo más estresado. Fíjate que todavía tengo sin contestar
varios e-mails de ayer y que hace más de una semana que no pongo nada en mi
twitter, imagínate cómo andaré de agobiado. Y, encima, aun me falta redactar
la memoria del último proyecto de investigación, actualizar la guía docente de
mi asignatura y comprar el regalo para el cumple de Consuelines.
El
tiempo solamente lo aprovecha, en vez de asesinarlo vilmente, aquel que se
vuelve medio asocial, ajeno a los guiños de los demás ociosos atareados e
intolerante con las añagazas de esta sociedad de aburridos y escapistas. El que
quiere puede, pero hay que querer. Basta invertir los términos del
razonamiento: en lugar de dedicarse a cuanta pendejada se nos insinúe y esperar
que sobre algo de tiempo para lo de uno, todo el tiempo para uno y media horita
diaria para las quimeras sin seso ni razón de ser. ¿Qué no le respondes a aquel
que te escribe para que le comentes en qué concesionario mercaste tu último
coche y que si te hicieron buen precio? Pues que se joda y que se compre una
muñeca hinchable para conversar por las tardes. ¿Que te dice la conserje que ya
puedes ver en youtube el reportaje de la última fiesta con los niños? Que les
den a los niños y a ella. ¿Qué expone en un salón de la Caja de Ahorros un
primo del becario y que vamos a ir todos y luego a lo mejor nos tomamos unas
cañas y puede que hasta acuda uno que enseña Historia del Arte en Valladolid?
Vale, que se tomen una a mi salud después de contemplar los adefesios y
mientras soportan a los pedantes de guardia.
No
es que no se pueda acudir a determinadas citas o cultivar determinadas
amistades, naturalmente que no es eso. Pero el que no selecciona, se apunta a
cualquier cretinez y no deja pasar ocasión para que el tiempo se esfume a lo
tonto, que no se queje luego y, sobre todo, que no se engañe: a los demás no
los engaña. No es que ande falto de tiempo, es que ni encuentra cosa útil que
hacer ni tiene donde caerse muerto.
Bueno,
y dicho esto, voy a darme un bañito y luego me jugaré un buen partido de pádel
con mi vecino. Más tarde prepararé algo de cena, tomaré unos chupitos de orujo
gallego con mi santa y le contaré alguna verduscada y a ver cómo respira. Pero
porque quiero y me da la gana y sin llorar luego porque no logré escribir esta
tarde un capítulo sobre la esencia de las normas eidético-constitutivas o sobre
los derechos fundamentales de los tuertos del ojo izquierdo. Que ya ves tú qué
problema.
Huy, me has robao un tiempo precioso haciéndome leer 3 veces el mismo comentario. jajajajaja
ResponderEliminarTres cordiales saludos.
Aprovecho para recordar al maestro Gregorio Peces Barba, ponente y " padre " constitucional y creador de la prestigiosa universidad Carlos III, así como catedrático jubilado de filosofía del Derecho. socialista democrático convencido, socialdemócrata de pro de orígenes democristianos, acabó pidiendo una separación más clara iglesia-estado y una extensión de las libertades civiles y derechos fundamentales a grupos discriminados secularmente. Gran jurista y estadista, sin duda, único ponente de la constitución española por el partido socialista obrero español,organización desfigurada por zapaterismos, liberalismos sociales, anti obrerismos, turnismos en el poder, reformas y ajustes, recortes también.
ResponderEliminarPor cierto, gracias por su tiempo, ah, y suerte en el padle.
ResponderEliminaruna vez hice un curso de esos larguísimos, cuando era aún tan joven; y iba por módulos. La psicóloga nos decía nunca, jamás se pierde el tiempo.
ResponderEliminarMuchas veces pensé en eso, y creo que tenia razón, nunca pierdes el tiempo;porque vives.
Y vivir es un esfuerzo, tener ilusión, creer en el futuro, ilusionarte, amar; sortear a los demás. Sobrevivir a quiénes te rodean. Nunca pierdes el tiempo porque vives, y consumes tu tiempo de existencia limitado. Y luego eres lo que hiciste de joven, y también lo que te dejaron ser siendo muy joven. Porque más que nada, en esos años en cuando se decide tu vida, luego vives esa continuidad; porque el presente es solo el pasado y al pasar los años ..estás cansado y si de joven no te dejaron hacer tal o cual cosa; espera superar los treinta..ya no tiene caso. Nunca se pierde el tiempo, vives tu tiempo limitado; apenas un suspiro. Si el azar te trajo gente potable y si el azar te hizo nacer en x lugar..y si si..nunca pierdes el tiempo.
hace poco en documentos tv. vi los documentos de los niños muy pobres de un barrio de marruecos dedicados a la basura, las esperanzas de los niños tan pobres, sus pocas expectativas de vida..
yo pienso eso, nunca se pierde el tiempo; cada uno consume su tiempo limitado dentro de unas coordenadas.
y?
ResponderEliminarEsto ya es el colmo de los colmos, por opinar te joden y no es una sentencia inventada por Garciamado :
ResponderEliminarLa presión pública ha conseguido su fin. Expulsar a la atleta Voula Papahristou de la representación griega en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
Papahristou publicó hace unos días en su cuenta oficial de Twitter un comentario en el que se burlaba de los inmigrantes africanos, además de expresar su apoyo a un partido de extrema derecha.
El tweet no fue bien acogido por sus compatriotas. Desde que el comentario fuera publicado, la red social estalló en críticas y exigencias de cese para la atleta. "Papahristou no nos representa y no queremos que esté en los Juegos Olímpicos". Estos eran algunos de los comentarios de la población griega en Twitter.
Finalmente, el Comité Olímpico Griego ha decidido apartar a Papachristou de la representación griega en los Juegos Olímpicos, noticia muy bien recibida por los twitteros griegos.
freisler
ResponderEliminarno conozco el caso
pero parece ser apología del racismo
ya tenemos unos precedentes como para permitir ese tipo de cosas
que tal si alguna mente maleable le da por pensar que es superior y blablabla
acabáramos
que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.