El
acto, sencillo y con cierto aroma de improvisación, resultó emocionante y, para
muchos, inolvidable. Los padres felicitaban a sus hijos con lágrimas en los
ojos, y también daban palmadas y parabienes a los retoños ajenos, los chavales
se sonreían unos a otros, el decano estaba pletórico y al vicerrector de turno
se lo veía exultante y repartiendo palabras amables de grupo en grupo. Había también
unas cuantas abuelas que lloraban, hermanos pequeños que correteaban y formaban
pequeñas pandillas para jugar al pilla-pilla, profesores que fueron capaces de
mantener el gesto adusto hasta la hora de los canapés, cuando al fin dejaron
que se vertiera su generosa humanidad en bromas, vino y montaditos de tortilla
y gambas a la gabardina.
La
idea fue de la vicedecana de estudiantes, María Priscila Rejón, quien para la
ocasión había cambiado el chándal y las playeras por un traje chaqueta de color
pistacho y unos zapatos con tacón que la hacían caminar como si se moviera
sobre zancos. Pronto se convenció todo el equipo decanal de la bondad de la
iniciativa y pensaron primero en algo más ligero, una conferencia de fin de
curso seguida de unas palabras del decano y el vicerrector. Pero al Vicedecano
de Calidad y Grados se le ocurrió que las familias querrían estar presentes y
que se trataba de una magnífica oportunidad para promocionar la Facultad y
exponer sus brillantes resultados. Así que se prescindió del conferenciante,
que iba a ser un catedrático de Historia del Derecho de la casa que pensaba
hablar sobre el régimen de los rebaños ovinos en los primeros asentamientos de
la Reconquista, y se incorporó una actuación del coro universitario, que
interpretó un par de piezas breves del cancionero local y terminó con el
Gaudeamus. Antes, se entregó a cada alumno un pequeño obsequio consistente en
un pin con el escudo de la universidad y un diploma sencillo, a modo de
recordatorio. También se leyó el nombre de los profesores, para que, de uno en
uno y puestos en pie, recibieran el sentido aplauso de la concurrencia.
No
era más que el fin del primer curso del Grado en Derecho, pero había que
resaltar el notabilísimo hecho de que todos y cada uno de los ciento veinte
estudiantes matriculados habían aprobado cada una de las asignaturas. El
decano, doctor Abel Paraíso, profesor Titular de Derecho Financiero, en su
discurso bien leído puso el mayor énfasis en esa afortunada circunstancia.
Felicitó sentidamente a cada uno de los once docentes por su entrega y su amor
al oficio académico y se explayó en la glosa de los méritos de los chavales y
las chavalas, como familiarmente los llamó en su bien trabada pieza oratoria.
Porque, como él mismo recordó, si ya constituía un hito que todos y cada uno,
con ser novatos y sentir, sin duda, los rigores de la exigencia universitaria,
habían superado cada una de las difíciles materias, ese logro se convertía en
memorable al considerar que el promedio de las calificaciones era de notable y
que el sesenta por ciento de los discentes habían llegado al sobresaliente en todas
las asignaturas.
El
doctor Paraíso puso un nudo en las gargantas del auditorio al recordar algunos
casos particulares. Como el del alumno don Kenny Altamira Seisdedos, que había
pasado nueve meses a la vera de la cama de su abuela enferma y atendiéndola sin
desmayo, y a cuyo domicilio los profesores habían ido acudiendo, primero para
entregarle los diversos materiales, y al final para llevarle los exámenes e ir
resolviendo con él las preguntas de los tests, en ejemplar manifestación de
tutoría personalizada y de interacción dinámica. O el de la estudiante doña
Rebeca Candanal-Twisted Gómez de Aro, jugadora de la selección autonómica
de baloncesto, para quien el profesorado
elaboró programas adaptados a sus intereses deportivos y exámenes con preguntas
que versaban sobre las muy importantes relaciones entre Derecho y deporte. Así,
el responsable de Teoría del Derecho le encargó un pequeño trabajo sobre las
reglas del básquet y su evolución desde las olimpiadas de Barcelona, el de
Derecho Penal le encomendó un par de lecturas sobre las lesiones deportivas
como lesiones no punibles, la catedrática de Historia del Derecho le solicitó
que estableciera al menos cinco diferencias y cinco coincidencias con los
juegos tradicionales de la Comunidad Autónoma, con particular atención a la petanca,
y el titular de Derecho Internacional le sugirió que explorara la prensa
deportiva para elaborar un dossier con noticias sobre competiciones deportivas
internacionales y su incidencia positiva sobre la paz entre los pueblos. Y qué
decir del caso del estudiante don Ariel Albacete Navajas, que siempre había soñado
con ser piloto de Fórmula 1 y se negó durante tres meses a pisar la Facultad,
como protesta porque su padre lo había matriculado en Derecho. Al bueno de
Ariel se le terminó la reticencia y se le fue imponiendo una incontenible
vocación de jurista cuando sus primeros profesores, con sensibilidad y mano
izquierda, lo colocaron en equipos de trabajo que lo exoneraron de todo
indeseado esfuerzo y le granjearon un notable tras otro, hasta que se convenció
de que en la materia jurídica se combinan magistralmente el rigor con la
emotividad, la adustez de los códigos y las teorías con el respeto a la identidad
y el libre desarrollo de la personalidad del estudiantado.
Durante
la ceremonia, el Vicerrector de Estudiantes, doctor Clemente del Bayo y de la
Higuera, leyó una muy sentida carta del Rector, quien antes que nada se
disculpaba por tener que hallarse ese día en Hawái, en la decimoctava reunión
de la Liga de Universidades del Siglo XXI, y que seguidamente felicitaba
efusivamente a los estudiantes, a sus familias, a la Facultad y a los
profesores, al tiempo que hacía votos para que los éxitos de este año no fueran
flor de un día y para que tanto los estudiantes de esta promoción en marcha
como los de todas las venideras culminaran sus estudios sin la mancha afrentosa
de un suspenso o sin las dudas indebidas que en un expediente académico pone
una calificación de “no presentado”. A este propósito, explicó el Vicerrector
que estaba muy avanzada la elaboración de un reglamento para que tres “no
presentado” en una materia se convirtieran automáticamente en un aprobado alto,
con efectos retroactivo sobre la primera convocatoria, quedando así borrada
toda discriminación para aquellos estudiantes que no podían o no deseaban
concurrir a exámenes, pruebas o cualesquiera evaluaciones continuas o
discontinuas.
A
la hora del vino español, los padres y madres hacían corrillos para
documentarse sobre las salidas que más convendrían a esos hijos suyos que los
llenaban de orgullo. Muchos deseaban la judicatura como destino para sus vástagos,
pero tampoco escaseaban los que preferirían verlos de notarios, registradores
de la propiedad, embajadores ante la Unión Europea o socios de Garrigues o
Cuatrecases. Cada tanto, uno de los jovenzuelos se acercaba a su progenitor
para recordarle lo del Audi, el BMW, el Mercedes o, los más modestos, el Seat
León, y acabó sonando un murmullo acompasado de respuestas de este cariz: sí,
hijo mío, te lo has ganado, mañana mismo nos vamos al concesionario, estoy muy
orgulloso de ti.
Para
el día siguiente el equipo decanal tenía programada una reunión a fin de poner
en marcha el papeleo y las solicitudes para que el próximo curso la cuota
máxima de alumnos de primera matrícula en el Grado en Derecho pasara de los
ciento veinte actuales a doscientos cincuenta o trescientos. El futuro de la
Facultad parecía asegurado, prometedor incluso, y todos se alegraban de corazón
por el despampanante futuro que a la vuelta de la esquina aguardaba a sus
titulados.
Amigo Toño, describes la autocomplacencia con palabras inigualables. He tardado en en coger el verdadero sentido de la entrada, Y claro, ¡que viva el vino español, coño!
ResponderEliminarviva ESPAÑA¡¡¡¡ VIVA EL REY¡¡¡
ResponderEliminarIñaki urdangarin for ministro de economía y hacienda Ya¡¡¡¡¡
En pro de la democracia y el estado de derecho español: Amnistía implícita para todos los cleptócratas de este País un paso al frente y a luchar todos unidos, como leales ciudadanos, de la paz celestial y en pro de la integridad de españa, porque ESPAÑA tiene potencial y el que incumpla la mínima regla protestando, a la carcel¡¡¡¡
Magnífica sátira. Coincido plenamente. Como colega humilde tuyo, Toño, sufro a diario los devastadores efectos de la deseducacion de los universitarios, su falta de cultura, legítima aspiración a la superación personal y cutrez intelectual. He decidido tomármelo con calma por aquello de las edades de riesgo, pero cualquier día me da el soponcio. La última: un correo de un " universitario" que escribe "soi" y "halla", del verbo haber.
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