Los
que ya vamos teniendo canas pertenecemos a generaciones cargadísimas de
complejos y sitiadas por mil miedos, obsesionadas por la imagen y el no vayan a
pensar de mí que soy un tal o un cual. Aquí hasta el más cafre, reaccionario y
cabroncete se las da de progre y se finge partidario de todas las causas
solidarias, y más si a él no le cuestan un duro. Antes de ir a lo que hoy
quería tocar, déjenme que les cuente la anecdotilla de la jornada. Es de cuando
la última huelga general. A los pocos días, andaba yo por otra universidad del
país y me topé con un colega que me leyó la cartilla en condiciones: por qué
había sido necesario que hiciéramos huelga, qué cantidad de esquirol y
conformista tenemos, cómo él había estado en la manifestación gritando puño en
alto y ataviado con la camiseta correspondiente. En fin, que me dejó convencido
de que menudo representante de las vanguardias proletarias. Se fue y se lo
comenté, todavía bajo los efectos de su retórica, a un amigo común: oye, que
vaya discurso que me ha soltado Fulano sobre la huelga y la necesidad de que
protestemos más y nos la juguemos como sea. Mi interlocutor me miró con ojos
muy abiertos y esto fue lo que me replicó: “¡No jodas! Pero si en esta
universidad, cuando hay huelga, a los profesores que quieren contar como no
huelguistas y que no les descuenten el jornal correspondiente les hacen firmar
en una lista en el rectorado y el tipo este coincidió conmigo justamente al
firmar”. Y añado yo ahora: en las universidades, de esos, a puñados. Es lo que
hay y sobre lo que en el país tenemos y
adónde podemos ir con este percal quería ahora dar algún dato más. Para que
sigamos desanimándonos mientras nos hundimos.
Por
azares de la vida, tengo amigos y parientes que son propietarios de algún
pisillo que alquilan durante el curso a estudiantes. Y también casualmente, van
dos o tres años que, por esto o por lo otro, acabo acompañando a alguno a uno u
otro de esos apartamentos cuando en verano los dejan libres tales inquilinos. Experiencia
aterradora. ¿Quiere usted tener una cierta noción de cómo es una parte de la
humanidad que viene, supuestamente la élite profesional e intelectual,
universitarios de pro? Pues haga esto
mismo y verá cómo se le pudre la poca esperanza que le pudiera quedar.
Bueno,
pero estábamos a otra cosa. Que si decimo lo de caray, cómo está de chunga la
juventud, parecemos viejos. Y que no debemos olvidarnos de cuando fuimos jóvenes
y las que armábamos. En algunos casos, como el mío, súmese que soy muy
desordenado y que mi despacho o mi cuarto de trabajo parecen leoneras
auténticas. Pero hay un puntito fronterizo, un plus ultra que marca dónde se
pasa de la condición humana la de miembro de una piara. El que cocina y come
donde se acumulan grasas y variados restos putrefactos, se ducha y hace aguas
menores y mayores donde queda la huella apestosa de tales labores durante los
meses pasados, el que se sienta en un sofá o sillón que acumula huellas de variados
humores corporales puede que esté rebasando, sin darse mucha cuenta, el límite
de lo humano, o de la humanidad civilizada al menos. La juventud, divino tesoro
y tal, es el tiempo de las grandes fechorías, pero también el de ir cogiéndole
gusto a la vida bien vivida. Si te aproximas a los treinta sin reparar en la
diferencia entre comer en un plato lavado o uno sucio o entre una sábana limpia
y fresca y una que conserva el aroma de los pies de unos cuantos colegas
posiblemente ya no se recuperará ni será nunca capaz de apreciar diferencia
cualitativa entre una pocilga y un restaurante digno o entre un partido de
fútbol de primera regional y una obra de teatro de Shakespeare, o, ya puestos a
darse a algún vicio, entre un calimocho peleón del todo y un gin-tonic con
buena ginebra.
Dónde
se enseña a vivir y cuándo se aprende, esa es la pregunta importante. Nuestra
crisis nacional es económica, ciertamente, pero solo en la superficie. En el fondo
es una crisis moral, intelectual y estética. Lo de la economía a lo mejor se
arregla un poco en cinco o diez años. Lo otro llevará bastante más tiempo y
dejará un rastro perdurable.
Ni
hay que hacer de las anécdotas categoría absoluta ni debemos darnos a las
generalizaciones sin matices, bien lo sé. Tampoco se trata de demonizar a los
universitarios, para nada. Las culpas deben de estar más cerca de nosotros
mismos. ¿Una pista más? Vayámonos a cualquier local en el que haya unas cuantas
familias con niños pequeños, fijémonos en cómo gritan, interrumpen y hacen el
cafre las criaturas, ante la indiferencia o la mirada embobada de sus mayores.
Lo monstruos crecen y se hacen rodeados de adultos incapaces, los cerditos
aprenden de sus progenitores.
Si
usted tiene por casualidad hijos de poca edad, habrá pateado parques infantiles
esta temporada. Es el sitio ideal para liarse a puñetazos con padres y madres,
o para aguantarse las ganas e irse para casa jurando en arameo. Hace unos meses,
estaba yo con Elsa en uno de esos lugares y un pequeño animal la empujó desde
lo alto de un tobogán. Se dio un leñazo considerable mi niña. La incipiente
bestezuela ni se paró a mirar si le había ocurrido algo. Su madre, tampoco.
Pronto voy a solicitar una modificación de las ordenanzas municipales para que
me permitan ir a tales sitios armado y con licencia para matar. Es lo menos que
la ética y el derecho nos deberían permitir.
"[...]es una crisis moral, intelectual y estética. Lo de la economía a lo mejor se arregla un poco en cinco o diez años. Lo otro llevará bastante más tiempo y dejará un rastro perdurable."
ResponderEliminarOh, yeah!
Abstraídos por la mediocridad que nos rodea, la despiadada sustitución de los valores y principios que a los jóvenes nos deben inspirar por los mensajes progrebasura que inundan cualquier comisura, el aborregamiento y el desprecio hacia todo, el minúsculo y coyuntural interés por la política tan tenue y vacío de contenido que generalmente sólo conduce a formar nuevos "voceiros" paleocomunistas sin nada más que rascar. Ay, profesor, ésta mancha no se quita.
ResponderEliminarPD: Sobra decir que suscribo la entrada completamente. Y si, caramba, claro que todos tenemos nuestros vicios. Que todos sabemos que la rubia de la segunda fila está muy curiosa. Que su amiga también. Y que se me va la vista, y que se me vuelve a ir. Que la Escuela de Derecho Libre es muy interesante pero vuelvo a mirar porque hay que ver qué mujer...