25 octubre, 2012

Miles de ciudadanos con hemorroides piden autodeterminación y un Estado independiente



            Al principio parecía una broma, una chanza de algún grupo excéntrico, pero el movimiento conocido por las siglas (AE, almorrávanos por su Estado) va cobrando tal pujanza, que en las altas esferas de la política nacional las sonrisas se tornan en gesto preocupado y silencio prudente.

            Primero fue una inquietud imprecisa, un malestar inconcreto; más tarde un sentimiento de común pertenencia y una reclamación al unísono. Acá o acullá se encontraban individuos que sufrían por causa de las almorranas y comentaban sus padecimientos y compartían sus quejas: que si no se esfuerza bastante la investigación médica de este país para atajar sus males con medicamentos eficaces o cirugías poco invasivas, que si su mucho sufrir debería compensarlo la normativa laboral con descuentos en el horario de trabajo o, desde luego, el sistema fiscal con rebajas de impuestos y exenciones adecuadas, que si eran constantemente señalados con el dedo burlón de los conciudadanos y tenidos en menor consideración humana por causa de su dolencia, que si en ambulatorios y centros de salud les tocaba compartir trámites y esperas con enfermos con ellos poco comparables, como los que iban por una simple gripe o un vulgar catarro. Era un inconformismo difuso, pero muy extendido.

            Fueron apareciendo líderes y se organizaron movimientos reivindicativos, si bien un tanto desunidos y dados a las facciones y las disidencias. Los hubo que abogaron por la acción directa o la desobediencia civil, mientras que otros, más posibilistas y mejor integrados en los parámetros constitucionales, intentaron crear un partido político (conocido como el PATRÁS), con miras a convertirse partido bisagra entre el PP y el PSOE, pero no quiso la suerte electoral que lograran su propósito, ya que les tocaron tiempos de mayorías absolutas de los partidos dominantes, conocidos como los partidos sanistas.

            La nueva etapa empezó con el advenimiento de un verdadero líder, todo carisma y arrojo, Indalecio Caudal. A él le correspondió la unificación del movimiento hemorroidal y él fue quien dotó de sustancia teórica y sentido de grupo a los ciudadanos con hemorroides. En su obra canónica, Diez tesis sobre la nación hemorroide, desarrolló seis tesis que marcaron el panorama político del país y pusieron un antes y un después en la historia del Estado.

            En primer lugar, se subrayó el carácter transversal de la nación hemorroide, de los que, desde entonces, pasaron a ser popularmente conocidos como los almorrávanos. Quiere decirse que, si definimos como nación propiamente dicha o auténtica a la integrada por quienes poseen un rasgo identitario bien tangible, nación serían los que portan indeleblemente una almorrana bien marcada, al margen de que vivan en cualquier parte del Estado español o en una u otra de sus comunidades autónomas.

            Por razón de esa identidad transversal, y es la segunda tesis, cuestiona el señor Caudal la esencia de las naciones establecidas y de los nacionalismos al uso. “Catalanes, gallegos, vascos, extremeños, andaluces, asturianos, murcianos, riojanos o los españoles mismos se dicen nación sin tener en común verdaderas señas distintivas, pues en cada uno de esos grupos pseudonacionales los hay rubios o morenos, altos y bajitos, inteligentes y tórpidos, mujeres y hombres, arquitectos o carteros, simpáticos y sosos, o, incluso, que hablan una lengua u otra o que hasta dominan varias, y bien se ve, con todo eso y más diversidades que cabría enumerar, que lo que hace a tales naciones presuntas no es más que el hecho circunstancial de vivir en este o aquel territorio, sin nada que los ponga a comulgar en una común empresa de resultas de una señal compartida y bien arraigada. No puede ser la nación un mero sentimiento de pertenencia, un quererse de allí o con aquellos, sino un padecer idéntico, fruto de un mismo estigma, un estigma que, con la contundencia de lo físico, sea imborrable y perentorio, marca que no necesita adoctrinamiento, señal al margen de toda ideología”. Hasta ahí las palabras decisivas de Indalecio Caudal en la mentada obra.

            La tercera tesis viene a demostrar que el pueblo hemorroico se halla discriminado en un Estado que no ha tomado conciencia de sus dificultades en el obrar y sus peculiaridades en el sentir. En un sistema jurídico-político que presume del trato igual de todos los ciudadanos se hace de menos a los así diferentes y se ciegan los cauces para el ejercicio real de sus derechos, de los derechos que corresponden a la naturaleza colectiva y comunitaria del grupo y, por extensión, a las necesidades de sus miembros. Los mismos modelos de sillas para todos, iguales sofás, comunes los asientos en los medios de transporte, y hasta tazas en los excusados cuyo diseño no considera más que a los de convencional retaguardia.

            Sentado, así, que los almorrávanos son nación con identidad específica y que, faltos de reconocimiento y vías de expresión, están condenados en este Estado a la discriminación y a variadas opresiones, la tesis cuarta surge con lógica necesidad: no queda más camino que uno de estos dos: o el pacto fiscal o la autodeterminación. Si vascos y navarros tienen constitucionalmente reconocido un régimen fiscal y financiero favorecedor, el famoso Concierto, pese a que, como ya se ha dicho, vascos y navarros los hay de todos los colores y en las más variadas combinaciones, con mucha más razón será la nación de los almorrávanos acreedora de un trato similar, por ser más densa su identidad y hallarse socialmente peor tratados sus integrantes. A lo que se suma, y es otro dato capital, que los homorroicos pagan impuestos como los demás y sin que a ellos reviertan servicios y prestaciones públicas proporcionadas a su aportación a las arcas comunes.

            La tesis quinta desarrolla la alternativa: si el Estado no se aviene a la negociación y al pacto, si la búsqueda de consensos razonables no es atendida por causa de la cerrazón de una élite política y social que se siente a gusto porque se sienta sin dificultad, no restará otra salida que la autodeterminación de la nación hemorroidal. Se organizará un referéndum para que libremente pueda cada almorrávano manifestar si desea permanecer en este Estado que pisotea sus derechos y desatiende sus legítimas pretensiones o si prefiere que nazca un Estado nuevo y suyo, del que será territorio propio la casa de cada uno y que se aglutinará en el espacio virtual que en estos tiempos permiten las tecnologías y los sistemas de comunicaciones. Por lo pronto, ya está en tramitación una nueva extensión para los nombres de dominio en internet, el “punto hem”.

            Por fin, la sexta y última tesis se dedica a atacar la más insidiosa de las objeciones que a las demandas nacionales de los almorrávanos ponen los grandes partidos y las oligarquías dominantes, la de que, por esa regla de tres, también podrían quererse nación independiente los enfermos de cirrosis, los alérgicos al polen o los depresivos, pongamos por caso. A este respecto, puntualiza el líder Caudal que no es la enfermedad en sí lo que da sentido a su nación, pues enfermedad propiamente no es, sino física peculiaridad o fisiológico distintivo, por lo que compararlos con variados enfermos no es más que una perversa artimaña para diluir su identidad en una nebulosa comunión con los más dispares. En segundo lugar, y aun entrando al juego del argumento sanitario, no son las hemorroides padecimiento mortal ni que acorte la vida de quienes los portan, y de ahí que, mientras sí pueden de consuno fungir establemente como nación autogobernada, no sucedería lo mismo con quienes, por desgracia, no cuentan con un horizonte de vitalidad duradera, como sucede con los que sufren cáncer de páncreas, angina de pecho o infarto grave. Tercera razón, mientras que la presencia de la almorrana es comprobable sin margen para la duda, admitir que como nación operen otros que no llevan señal externa que los identifique, como sería el caso de depresivos o hipertensos, significaría abrir de par en par las puertas al fraude de ley y el abuso de derecho, a la vil impostura y al café para todos. Y, muy principalmente, mientras que los modos de vida actuales han dado lugar a una avalancha de novedosas enfermedades sin antecedente histórico claro, las hemorroides ya estaban en el hombre primitivo, como enseña la investigación paleontológica, y de heroicos hemorroicos ya da cuenta la historiografía de los pueblos antiguos, desde China hasta las tribus precolombinas, desde Cartago hasta los primeros clanes que ocuparon la estepa siberiana.
 
            Las espadas están en alto y hasta hay quien oye ruido de bisturíes. Para el próximo domingo están convocadas manifestaciones de almorrávanos en todas las capitales de provincia y si, como se espera, la asistencia es masiva, la independencia de la nueva nación resultará imparable, por mucho que Rajoy se siga negando a hablar por teléfono con Indalecio Caudal y aunque el PSOE se mantenga en una estudiada ambigüedad. Comisiones Obreras y UGT harán un llamamiento a los trabajadores y las trabajadoras con hemorroides, aunque todavía no han decidido para qué los van a llamar. Islandia, Costa Rica y las Islas Feroe ya han anunciado que enviarán observadores cualificados. La presión diplomática hace más insostenible la situación.

            Seguiremos informando.

2 comentarios:

  1. http://euobserver.com/institutional/117998

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  2. Muy bueno el artículo como siempre. Es evidente el artificio de la construcción nacionalista pero ¿podría ser la nación un multivitaminado y mineralizado derecho de propiedad? ¿es inevitable la creación de un Estado, es decir, tiende la geografía política a la multidivisión constante, a la entropía ansiosa? ¿Acaso una vez liquidado el cesaropapismo solo nos quedan los hombres y sus banderas? ¿Dónde acabará esta manía tan de primatetribalmachoalfa de la posesión sobre las mujeres, las cosas, los animales, de parcelar los promocionales y verdes valles y ponerles nombre que nos recuerden a algo?
    Cuántas preguntas para este buen fin de semana. Un abrazo.

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