Si
hay un grupo profesional que tiene en la opinión de los que se dicen pensantes
un estatuto contradictorio y paradójico es el de los empresarios. Cuando la
intelligentsia se pone reivindicativa o se apunta a reclamaciones o cuando el
sindicalismo protesta, se les llama empresarios y se dice que los empresarios
son tal y cual y que las empresas explotan, manipulan, coaccionan y abusan.
Pero las mismas gentes dejan de denominarlos empresarios y pasan a decirles
emprendedores cuando se trata de explicar que nos hace falta inversión privada
productiva o que se necesitan empresas para que haya donde trabajar, sobre todo
ahora que parece que el Estado ya no tiene para hacernos a todos funcionarios o
contratarnos en plan confianzudo.
Esto
es una esquizofrenia total. Deja uno la pancarta contra los despidos o para de
debatir con el empresariado que demanda abaratamiento de la mano de obra y
aligeramiento de los compromisos contractuales con sus empleados y se va a un
curso universitario de introducción al “emprendimiento”
o a una sesión sobre puesta en marcha de iniciativas “emprendedoras” o sobre
nuevas estrategias para hacerse “emprendedor”. Por la mañana repasamos los
textos de don Carlos sobre la plusvalía y el proceso de concentración del
capital y de tarde especulamos sobre las vías para hacer con unos dineros
montando una franquicia de ludotecas en los campus universitarios o una cadena
de tiendas de lencería sostenible. Los mismos a los que tildamos poco menos que
de chorizos cuando los vemos de empresarios del ladrillo, los exaltamos con
amorosa pasión cuando los encontramos de presidentes del equipo de fútbol de
nuestros amores, equipo con estatuto de sociedad anónima y dado a todo tipo de
negocios, blanqueos y variados apaños.
La locura.
No
estaría de más que nos sentáramos un rato con la cabeza fría y que buscáramos escape
para otro más de nuestros callejones sin salida, como es que sin empresarios y
empresas vamos de cráneo, eso por un lado, y, por otro, que muchos de nuestros
empresarios de tronío son unos auténticos asaltantes de caminos, unos gandules
de cuenta y unos delincuentes sin atenuante. La cuestión no es tanto de doctrina
económica o de teoría de la lucha de clases, creo yo, cuanto dependiente de un
factor nativo e idiosincrásico. En un país con tanto sinvergüenza por metro
cuadrado y con semejante propensión a la ley del embudo, a ver a cuento de qué
nos iba a salir virtuosa la patronal.
Se
nos está cayendo todo y hasta los palos del sombrajo, pero ya escuece también
la cantidad de “emprendedor” que ayer mismo era señalado como ejemplo de
iniciativa, triunfo y mérito productivo y que ahora se nos enseña con el culo
al aire, delincuente obvio, cretino completo. Si en aquellos tiempos pretéritos
de Felipe González se comentaba, no sin razón, que los que ocupaban las más
simbólicas instituciones del Estado andaban o procesados o camino ya del
trullo, desde el Banco de España hasta el BOE, pasando por variados
ministerios, ahora se suma la evidencia de que buena parte de los grandes patronos
son una perfecta podredumbre y se gastan también moral doble, doble
contabilidad y variadas mañas criminales. Dirá alguno que no es sorpresa, pero
deberían por lo menos escandalizarse los que los adoraban, los ponían de ejemplo
y los sentaban a su mesa o se sentaban en las suyas.
El
último caso, el de hoy o del que hoy leo
es el del dueño de Esabe, empresa de seguridad. Otro que se la viene dando con
queso no solamente a sus trabajadores, que tendrán disculpa aunque no sepamos
si los sindicatos no podrían controlar un pelín, sino que ha timado a la
Seguridad Social, a Hacienda y al lucero del alba. Ahora está desaparecido y
volverá con custodia de bufetes, haciéndose el mártir y echando la culpa al
maestro armero o a cualquier fabulosa conspiración. Es más, ahora de este
cuentan los periodistas que ya sabía todo el mundo que era un perfecto
cantamañanas y un zoquete con ínfulas. A buenas horas, mangas verdes. Aquí,
cuanto te pillan con las manos en la masa y sin remisión, te caen encima los
cien mil hijos de san Luis, pero antes Luis y su prole querían ser hijos tuyos,
te llamaban papá y te doraban la píldora a base de bien. Los reportajes a toro
pasado son como el amor retroactivo, haberlo dicho a tiempo y no me hubiera
metido a puta.
Hay
que cuidarse de las generalizaciones y del todos son unos tal y unos cual, ya
hablemos de políticos, de empresarios, de funcionarios o de lo que se quiera.
Pero la prudencia no debe impedir que veamos que la crisis mayor de las muchas
que arrastramos es una crisis moral, la crisis de una sociedad farisaica que ha
encumbrado en múltiples peanas a una panda de tahúres e indocumentados. Al que
tenía dinero o poder le poníamos la alfombra roja, nos disputábamos su mimo y,
si se dejaba, lo hacíamos doctor honoris causa o presidente honorario de
entidades benéficas o de sociedades humanísticas. Manda narices. Y ahora se nos
queda cara de tontos y no nos explicamos cómo resultó tan ruin empresario el
que teníamos por ejemplar emprendedor. Estamos como cabras.
De
momento nos queda poco más que la policía, unos cuantos fiscales y unas docenas
de jueces. No sé cómo digeriremos ideológicamente el dato, pero si no fuera por
ellos ya serían escasas las diferencias con el franquismo de la doble moral, el
estraperlo y la represión de los más humildes. Dicen que fue un fracaso la
Transición y ya se ve que sí. Pero no por la impunidad de los de antes, que si
se quiere también, sino por la impunidad y el descaro de los de ahora. A
aquellos los amparaba un general y a estos los aúpa nuestra idiocia. Así que
sigamos pensando que el principal problema del país es el referéndum catalán.
Ya ves tú, con todo lo que nos cuelga en cualquier lado y con lo que tienen en
casa los catalanes mismos.
Mi cuarto a bastos, aprovechando el domingo calmo y lluvioso.
ResponderEliminarTodos somos empresarios en sentido lato, creo yo, en cuanto mostramos iniciativa, concebimos proyectos, tomamos decisiones sobre recursos escasos, implicamos a otras personas...
La actividad empresarial en sentido específico funciona honorablemente en la encrucijada de dos impulsos:
- interno: el empresario tiene que estar moderadamente preparado en lo económico y en lo legal (nada de maestrías paparrucheras y altisonantes, formación básica es suficiente), y tiene que ser honesto,
- externo: la actividad empresarial tiene que estar moderada mas sabiamente reglada. No sólo en las acciones, sino en las dimensiones. Los ejemplos que señala Vd., y que no son los peores, vienen de que nuestra sociedad ha permitido que se creen monstruos de poder (superior a los estados mismos) que devastan tanto la convivencia como el substrato de la misma, es decir el planeta.
En cuanto a la transición - qué decir. Por supuesto que es una mierda pinchada en un palo. Curioso que el país del "dime de qué presumes..." haya habido tanta gente sencilla (aquéllos con el mejor instinto político) que no se haya escamado ante tanto autoelogio y autobombo de nuestra clase dominante.
Ha funcionado toda sobre el meme de 'aquí no ha pasado nada'. Ha desperdiciado tercamente toda ocasión de reforma real, estructural, y se ha concentrado sobre el aire caliente y las baratijas de colores. Ha ignorado obcecadamente ejemplos históricos reales que podrían haber servido de inspiración al menos parcial. ¿Para qué?
Al final, la frase que describe mejor la transición tiene un autor que era mala persona pero buen político, en la acepción maniobrera e intrigante del término: "está todo atado y bien atado...".
Hoy, a finales de 2012, basta mirar el coeficiente de Gini, los datos del paro y de la pobreza, para darse cuenta de que todo está incluso mejor atado todavía.
Salud,