Entre
las renovaciones del lenguaje feminista que van haciendo falta, pues muchas
nobles metas anteriores ya se han conseguido o vienen en camino, está la
crítica del testaferrato de dama. Va quedando tan rancio y demodé, que sólo se
compara con lo del joven pijo y embarretinado que le enseñaba a la novieta los maletines con el
dinero del papá patriota que transportaba a Andorra, y que al acabar le soltaba
a ella la pregunta típica:¿te gustó?
La
testaferra es esa señora a la que muchas veces no se le conoce más labor que
aguantarle al marido el aliento y el carmín de la camisa, pero que acaba con
medio extrarradio a su nombre, un prodigio inmobiliario de mujer, o como
accionista de empresas cuyas iniciales desconoce o con sede legal en islas de
mares ignotos.
La
testaferra firma escrituras de compra y de apoderamiento sin quitarse la mascarilla
de pepino o mientras con la otra mano se pone crema en las ingles, y recibe de
los bancos cartas a su nombre que no abre nunca porque no le parecen románticas
y de los números se ocupa Manolo, y de los numeritos. Lo de esa mujer es un
esfuerzo denodado por no saber, y no desentonaría en cualquier informe Pisa de
por estos pagos, vive con la mente al día mientras se broncea el alma o se mete
botox en los labios y la conciencia o comenta de sus cartucheras con otras señoras de firma de similar amplitud. Presume de tener amigas que tampoco saben y
cuñadas que tampoco son ni parecen, pero a su Emilio no le reprocha ni las demoras ni los
procesos, cuando llegan. Ella es la que se queda segura y con el patrimonio a
buen recaudo hasta que él vuelva y decida fundar un partido local o hacerse
nacionalista de algún sitio y mientras en las noches ventosas las llaves de las
cajas de seguridad tintinean tras las puertas igual que si los jueces fueran
sonsos o los policías se hubieran desmoralizado y porque no sé dónde vamos a
parar en este país en que cualquier arribista se apropia debida e indebidamente
como si se hubiera casado con alguien de buena casa, hija.
La
testaferra emite un tique mental después de cada polvo y a los hijos los tiene
más por mandarlos a un colegio bueno que por amor, y porque en lo público hay
mucho inmigrante y abundan los mal hablados. Empieza a sentir algo en verdad la
primera vez que tiene que ir sola al banco porque el hombre está con la
preventiva, y cruza las piernas mientras el director le mira la libreta o
teclea algo como si le percutiera el clítoris y ella nota un pequeño mareo, un
vahído, un incontenible deseo, irrefrenable ansia de tomarse un vaso de Perrier
y luego desnudarse sola y deshacerse de unas obligaciones al tuntún, como
poseída y vulgar o como si un día volviera a la sucursal del centro y le
agarrara al director por los güevos sabiendo que él no va a gritar y que ella
puede apretar y apretar con la fuerza de quienes tienen todo sin ser nadie, de los que pululan sin existir, existen sin sustancia, son sin haber sido y poseen
porque los poseyeron.
La
testaferra es puta santa, ramera fina con frigidez contable, interdicto vitalicio, noble esposa
sacrificada que nunca conocerá a un hombre como papá ni amará a ninguno como a
ese chico que todos los días observa en el gimnasio mientras suda y se dice que
no sé cómo se las arregla Puri para ser tan perra.
Sospecho que esto puede ser tildado de leso infantado.
ResponderEliminarComo siempre, impecable.
¡Jajajaja, qué tremendo, qué manera de repartir!
ResponderEliminarExcelente análisis y sospecho que certero.
¡Qué demoledor es el humor así a quemarropa!
No me canso. Ha estado fino hasta en lo de Puri la tan perra ¡Jajajaja!
Preparémonos para incluir los datos del hijísimo en el listado:
ResponderEliminarhttp://www.elindultometro.es/index.html