10 marzo, 2013

Clases para "ligar". Por Francisco Sosa Wagner



Ahora que estamos a vueltas con la reforma de las administraciones locales es ocasión de recordar que son varios los ayuntamientos que ofrecen cursillos a los jóvenes de su territorio para aprender a ligar. Uno, en su infinito atolondramiento, creía que era esta una inclinación innata en el ser humano, la de seducir y ser seducido y que por ello no necesitaba de explicaciones ni de adiestramiento municipal. Tan solo práctica: me miras, te miro, me hablas, te hablo, quedamos, charlamos ... y por ahí hasta que se fragua el ligue que es, según el DRAE, “entablar relaciones amorosas o sexuales pasajeras”. Pues se entiende que, cuando dejan de ser pasajeras y se convierten en estables, entonces ya estamos ante el matrimonio en sus diversas formas: por lo canónico, por lo hipotecario, por lo contencioso ...

Si esto es así ¿a qué viene la necesidad de organizar cursillos especializados? En una de esas ofertas se asegura que se enseñará a hacerlo “de forma sana” y combatiendo “los estereotipos”. Resulta difícil comprender lo primero porque lo contrario de sano es insano y la pregunta es ¿puede haber algo de insano en el acercamiento entre dos personas con esos fines amorosos o sexuales de que habla la Academia? Todo lo contrario, parece la forma más normal de adentrarse en el intercambio de esos regalos etéreos, ansiosos, a la vez signos y semillas, que son los prolegómenos del amor. Es el momento en que se soplan las ilusiones para hacer con ellas burbujas y se experimentan los abandonos, el momento de caer en una exaltante languidez, de aspirar aromas, de hilar cosquillas, de desfrenar los labios.

Lo de “combatir los estereotipos”, sin embargo, ha de celebrarse porque nada le conviene más a la sociedad y a quienes somos sus víctimas que cultivar la lucha denodada contra el estereotipo y declarar la guerra al lugar común, tumba donde yace sepultado el ingenio. Pero precisamente si hay un espacio donde los tales estereotipos han de conservarse como las monedas más valiosas y seguras es en el campo del ligue y de las relaciones amorosas. Pues en ellas, el Amor, estatua gozosa y riente, preside los diálogos más repetidos del mundo, los más manoseados y sobados, los que han recorrido siglos, continentes, imperios, reinados y pontificados. Pues para él, para el Amor, las estaciones, el clima o los meses no son sino pingajos despreciables, desechos sin relieve ...

Es en el interior de esa estatua imbatible  donde se guardan -como en un cofre- las mismas palabras que resuenan desde los lejanos tiempos en los que empezaron a cantar los ruiseñores y a florecer las rosas entre espinas. Son palabras eternas, como eterno es el rumor del agua, como eterno es el ceño fruncido de las tempestades o del clamor de los vientos, pues las palabras de dos enamorados son palabras sin principio ni fin (en eso consiste “lo eterno”), palabras que tienen algo del murmullo incansable de la caracola. 

Por tanto se verá que es una estafa lo que anuncian los ayuntamientos. Es posible que la juventud haya perdido en formación, en lecturas y en conocimientos, consecuencia de las reformas de los gobiernos, esas sepulturas donde parece enterrado definitivamente el buen tino, todo eso es probable. Pero no es posible que la ignorancia de los jóvenes haya llegado al extremo de tener que enseñarles los primeros palotes del acercamiento amoroso y de sus trucos, del “coqueteo” como se decía antes de inventar la palabra esta del ligue.

Señores municipales: el ligue, el coqueteo, el amor son versos de un poema que el Ayuntamiento es incapaz de recitar. Es inútil buscar a un “monitor” de ligue como es inútil buscar un soneto entre las cláusulas de la concesión de la recogida de basuras. 

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