28 septiembre, 2013

¿Cuánto nos importa la información que nos dan los periódicos?


 (Las imágenes corresponden a obras de Rosa García Morán. Ver aquí y aquí)

                Se ha estado diciendo, seguro que con bastante fundamento, que los propios medios de comunicación no se limitan a informar, sino que constituyen la información, dan valor informativo a lo que comunican y glosan y que, así, determinan qué interesa o no a los ciudadanos que buscan estar informados. De todas las cosas que pasan, el que informa hace su selección e incita nuestro interés. Luego seguimos lo que nos van contando y estamos pendientes precisamente de esos temas.
                Ahora nos topamos con un nuevo fenómeno, el de la pérdida galopante de público para los medios informativos, muy en especial los periódicos. La gente ya no compra periódicos, pero tampoco despunta el seguimiento de la prensa en internet. La explicación más fácil es que la gente ya no tiene interés por la información, o lo tiene cada vez menos. Me cuesta creerlo. La cuestión es a qué llamamos información y de qué se debe o no informar.
                Veo año tras años que mis estudiantes no están al corriente de las últimas noticias de los periódicos, no se ocupan apenas de ese tipo de actualidad. ¿Cargamos contra los jóvenes, empezando por los universitarios? Tendrán sus culpas, tienen unas cuantas, pero esas explicaciones fáciles suelen ser poco fiables. Sólo tiene uno que mirarse a sí mismo. A mí cada vez me resultan más ajenos e indiferentes los contenidos de los periódicos, al menos los de portada y que los medios más destacan. Cuando voy a los periódicos, paso veloz y distante sobre buena parte de la información llamada política, me detengo a veces en otro tipo de noticias referidas a historias de la gente y, desde luego, me deleito con algunas tribunas y unos cuantos columnistas. El placer de la lectura de Manuel Jabois, por ejemplo, lo gozará cualquiera que valore la buena escritura y el estilo chispeante. No es el único, hay un puñado de plumas de gran calidad en la prensa. Creo que, en conjunto, los columnistas de El Mundo se llevan la palma. Pero no nos desviemos. ¿Por qué a tantos, jóvenes y no tanto, ya nos tientan tan pocas cosas de las que los periódicos nos meten por los ojos?
                Es probable que haya ocurrido un divorcio, que se haya cortado aquella pauta, la de que nos interesemos por lo que a los periódicos les interesa. Ya no hacen valer su ley en ese terreno. Los ciudadanos se están liberando de esa imposición, sea para bien o sea para mal. Ahí tendríamos otra buena razón de la caída de los medios escritos de información, de su ruina imparable. Lo que nos dan no nos seduce y de lo que nos interesa no nos hablan apenas.
                Día sí y día también, veo en las portadas de toda la prensa española noticias sobre Artur Mas y la cuestión del llamado derecho a decidir de los catalanes. Debe de hacer meses y meses que no hago ni el menor caso de eso. Cuando lo tratan en la radio, cambio de emisora o pongo un rato de música. En los editoriales de los periódicos dan vueltas a Mas y sus cosas y a las reacciones de tal o cual partido estatal o catalán. Es obvio que no los leo, ninguna gana, cero curiosidad. Naturalmente, tampoco me asomo a lo que se diga y se repita sobre el caso Bárcenas o el caso de los eres andaluces. Los hechos originales los atiendo, claro que sí, pero lo que ayer, hoy y mañana digan este o aquel partido sobre tales temas me trae al fresco. ¿Urdangarín, su infanta, el Rey y la Corte entera? Ruido, ruido y más ruido. Hechos tremendos en la base, pero nula relevancia de tanta tinta una vez que uno ya sabe lo que tenía que saber y que es consciente de que todo ese hablar es una forma de no hacer, un fingimiento de ocupación para que vaya cundiendo el sueño y la apatía, maniobras de despiste, fingimiento de que el tema se trata, pero para que nada se mueva. El agotamiento mediático como vía para la impunidad, en todos los sentidos de la palabra impunidad. ¿Lo que dijo Rajoy en la ONU? Por favor, Rajoy es el paradigma del hablar sin decir y del mentir hasta con los silencios. ¿Cómo puede uno gastarse un cuarto de hora en la lectura de lo que no es más que una exégesis de la inanidad política?  ¿Las últimas declaraciones de Rubalcaba sobre el asunto catalán o sobre las pensiones o sobre el sueldo de los funcionarios? Valen menos que la opinión de mi peluquero sobre ese tema y otros miles. Además, ¿no está el PSOE radicalmente comprometido con el mantenimiento de este régimen político de dominación alienante? Pues no hay más que hablar ni más que leer.
                La deserción de los lectores, hasta de los vocacionales, responde a que vamos descubriendo que vitalmente no nos concierne lo que nos cuentan. Es como si cada día nos bombardeasen con páginas y páginas sobre las andanzas de unas moscas. Hoy la mosca tal se posó en una naranja, ayer la mosca cual recorrió durante una hora los cristales de una ventana, es previsible que este mes se nos metan tres moscas en el garaje… Diablos, tú ya sabes que hay moscas, pero sus peripecias no te resultan nada apasionantes porque no son cosas que te ocupen ni te preocupen, ni te estimulan ni te excitan curiosidad ninguna, todo lo más lamentas no haber comprado un buen insecticida en el súper. Mas, Rajoy, Rubalcaba, la Casa Real, la alcaldesa de Madrid, el ministro de esto o de lo otro son moscas. Cojoneras, pero moscas.
                Otro ejemplo reciente, el jaleo con Gibraltar. Creo que ni tres líneas de letra menuda he mirado desde que el tema saltó. Porque no es tema, no lo es para mí. ¿Por qué? Porque el que me interese presupone que me importa que esa roca y esa gente sean ingleses o españoles, zulús o bantúes. Necesitaría yo fijaciones u obsesiones que no tengo, sentimientos que me son completamente extraños; para empezar, algún tipo de monomanía nacionalista, querencia a los rebaños y morriña de pastores. Es lo mismo con la cuestión de Cataluña. Ni sé qué es el derecho a decidir ni qué norma moral o jurídica lo funda, ni me afecta vitalmente que los catalanes lo ejerzan o no o qué resulte de un referéndum.
                Puestos a dedicarle tiempo a lo materialmente inútil, prefiero leer una buena novela, distraerme con un poema o hasta averiguar qué tal está jugando esta temporada el Sporting de Gijón. Si mueven nuestro interés la utilidad inmediata o el placer o la curiosidad por lo que no conocemos, resulta que ni utilidad ni placer nos reportan ni curiosidad genuina nos satisfacen las pesadísimas informaciones sobre si Mas dijo que el referéndum será en carnaval o sobre si el Ministro de Exteriores amenaza con poner donde Gibraltar una verja con campanillas. Además, algunos, muchos, sentimos que no faltan Estados, sino que sobran. Hace tiempo que pregunto cómo puedo hacerme finlandés, y nadie me responde. Mi mayor sueño político sería ése, que cada cual pudiera elegir su nacionalidad con total independencia de dónde viva o de dónde haya nacido o quiénes sean sus padres. ¿Por qué no puedo yo, vamos a ver, escoger ser noruego o canadiense y someterme a las normas de ese Estado, mientras haya Estados? ¡Mercado libre para la nacionalidad ya! Que se queden con España y con Cataluña y con las informaciones sobre sus anécdotas políticas los de la unidad de destino en lo universal o el proyecto sugerente de vida en común de uno y otro lado.
                Si tantas cosas de primera página a diario me caen lejanas a mí, qué puedo esperar de jóvenes menos contaminados o de conciudadanos menos dados a la letra impresa. Alguno dirá que es suicida este desinterés, ya que lo que hagan Rajoy o Rubalcaba o lo que pase con Mas y las tropas nacionales acabará afectándome. Sí y no. Puedo reconocer que me afecte algo todo eso, pero no hay en ello razón para que me interese leer vacuidades diarias y variada casquería sobre dichos temas. También me afectará en algo la cantidad de polen que haya en la atmósfera la primavera próxima y no me dedico por eso a leer a diario sobre la evolución previsible de los álamos o los rododendros. Tocará mi bolsillo el cambio que haya en los precios del atún la próxima temporada, pero no me veo buscando información a diario y todo el año sobre los bancos de esos peces y sobre si se están poniendo bien gorditos o se quedan flacuchos.
                Cada cual tiene sus placeres, y de ellos les gusta saber. Por ejemplo, a mí me da mucho gusto estar al tanto de las novedades literarias. Me puse el otro día con la última novela de Vargas Llosa, Un héroe discreto, y apenas pude dormirme durante tres noches seguidas, hasta que terminé la lectura de esa maravilla. No sé a qué clase de pervertidos puede darles gusto la información sobre las últimas declaraciones de Elena Valenciano o de Dolores de Cospedal. Por otro lado, cada quien se ocupa o debería preocuparse de lo que repercuta en su pan o el de sus hijos. A eso voy ahora. ¿Tienen alguna razón mis estudiantes de primero de Derecho, mismamente, para procurar estar al corriente de la vida política de este país, en los términos cutres en que se desarrolla en el día a día? No. ¿Por qué? Porque ellos en el fondo saben que tendrán que buscarse la vida aquí o en la Conchinchina, seguramente en la Conchinchina, y que para tener futuro más les vale emplear su tiempo en aprender ruso o en hacer macramé.
                No estoy lanzando una llamada a la indiferencia política y menos la de los jóvenes. Pero leer estos periódicos nuestros y saber de esas cosas que nos narran no tiene nada que ver con la política. Es como empollarse el Hola, pero menos entretenido. Entre las portadas de El País o las del Marca, entiendo y casi aplaudo que les atraigan más las del Marca. Cristiano Ronaldo tiene más glamour que Rajoy y dice menos mentiras. Lo de aquí ahora no es política, noble palabra, es alienación entintada. La prensa pone realce a la banalidad cínica. La catadura de estos políticos y de esta política merecería el silencio. Los periódicos todavía no se han dado cuenta. Por eso estamos ignorando a los periódicos. Primero no escuchamos esa palabrería pueril, después dejamos de votar(los), algún día nos pondremos a hacer algo. Al tiempo.
                Tengo un hijo mayor en EEUU y una hija pequeña en casa. Si pienso en su presente y su futuro, veo todavía más justificada mi indiferencia por lo que sale hoy mismo en los medios informativos. A ellos no les afectará nada que Mas haga el referéndum o que Cataluña sea independiente o mediopensionista o que Gibraltar pase a España o sea reconocido por la FIFA. ¿Cómo que no?, me replicará alguien, son cosas que pueden tener efectos económicos sobre eso que llaman el conjunto de los españoles. Pues será, pero quién me dice a mí que mis hijos van a vivir en España o depender de esta pamplina de Estado. Uno seguramente ya no va a volver, salvo de veraneo y a gastarse unos dólares, la otra es perfectamente posible que tenga que irse o que lo quiera. Si me hace caso a mí, se marchará con viento fresco. ¿Que los catalanes hablen un día solo catalán y los de Guadalajara sólo castellano? Allá cada uno, por mí como si adoptan el checo como idioma oficial en Murcia. Elsa va a verse y chatear durante su vida con alcarreños, catalanes, murcianos, rusos o checos y se van a entender en inglés. Y si alguno no entiende al otro porque nada más que sabe checo, pues que se joda, quién le manda montárselo de medieval en el siglo XXI.
                Gustará o no gustará, pero las fronteras van camino de desaparecer, al menos en sus efectos sociales. La referencia vital y geográfica de todo el que tenga menos de treinta años, o más pero con dos dedos de frente, es el mundo. En el mundo cada cual hará su vida y trabará sus relaciones de todo tipo. Por eso lo que interesa es el mundo, no lo que declaró ayer sobre el paro el presidente de una Comunidad Autónoma o el alcalde de Segovia. Porque, bien pensado, ¿por qué ha de ser más interesante y merecer atención mayor lo que declare sobre cualquier cosa el Presidente de Galicia, la Ministra de Empleo o el alcalde de Lalín que lo que diga yo u opine mi amigo peluquero?
                ¿Entonces de qué deberían ocuparse los periódicos para no perder clientela? De otras historias. A nuestro alrededor están pasando sin parar cosas interesantísimas, pero los periodistas no se enteran, ellos andan acompañando a Rajoy en sus viajes por si un día dice que desayunó cereales y eso se vuelve noticia de portada. ¿Acaso no ha estado media España viendo con fruición en la tele aquel programa de Españoles en el mundo? ¿Por qué atraía? Porque eran historias infinitamente más llamativas y curiosas que toda la vida entera de Rubalcaba o Rajoy, quienes se la han pasado haciendo frases para disimular que no son nada, nada.
                En mi Universidad, mi colega de Derecho Penal y yo organizamos hace pocas semanas un seminario estupendísimo sobre presunción de inocencia, con conferencias y charlas de unos expertos de tomo y lomo. A ningún periodista se le ocurrió que ahí podía haber tema, ningún periódico local dijo esta noticia es mía o aquí cabe una entrevista que tendrá lectores. No, seguro que andaban todos pendientes de si el alcalde de León se rascaba el juanete o si van a cambiar el concejal encargado de parques y jardines o si la presidente de la Diputación se habrá echado otro novio o seguirá con el mismo. Los periodistas ya no saben mirar alrededor y, para colmo, piensan que al lector sí le importa lo que dijo un concejal sobre la próxima siembra de margaritas y no le interesa que le explique un experto qué es eso de la presunción de inocencia o cómo era la vida en esta tierra leonesa cuando estaban aquí las legiones romanas.
                Para terminar con el tema de los periódicos y su crisis, permítaseme una chulería final. Déjenme a mí (y como digo a mí, digo a muchos) a los mandos de un diario durante un año, con posibilidad de determinar los contenidos y poder para buscar colaboradores. Me apuesto unas cenas a que las ventas no bajan, suben, y suben bastante. De las cosas de la Diputación o del PP o del PSOE, una paginita sola, tras la sección de deportes. El resto, contenidos que a la gente afecten y gusten. Noticias, puras noticias, pero que lo sean de verdad, no estos simulacros con los que se aparenta que algo sucede mientras nada pasa. Y unos toquecitos artísticos y literarios, por qué no. ¿Acaso los periódicos de antaño no publicaban maravillosos novelones por entregas? Si hablamos de lo que yo tengo cerca, León, ¿no tiene León la más exquisita lista de grandes novelistas actuales en castellano? Miren: Andrés Trapiello, Julio Llamazares, José María Merino, Luis Mateo Díez, Juan Pedro Aparicio… Pues como si nada. Los periódicos de esta tierra se extienden sobre lo que le dijo en el Ayuntamiento o la Diputación el del PSOE al del PP o el del PP al de IU. Apasionante y didáctico a más no poder.
                Mueren los periódicos, sí y es triste. Pero no es culpa nuestra, es suya. No han querido ver que deseamoss que nos informen y que nos entretengan, que nos ilustren y nos enseñen lo que pasa por ahí, no que nos den la matraca sin parar con naderías que ya a nadie engañan y que ni el más degenerado se toma en serio.

7 comentarios:

  1. Los periódicos se han echado en los brazos de quienes todos sabemos. La primera excusa fue que tenían que mantener la publicidad comercial. La segunda, que tenían que mantener la publicidad institucional. La tercera, que tenían que combatir el crecimiento desorganizado de internet...
    La cuarta...
    ¿Suena niemölleriano, verdad? Pues lo es.

    Y al menos parte de la gente está reaccionando. A la mierda con ellos, ya veremos con qué los sustituimos, pero por el momento - ¡a la mierda con este mixto de pensamiento único y tomadura de pelo!

    Como en algunas otras cosas de la contemporaneidad, Italia es un excelente laboratorio. La televisión y la prensa escrita de allí han quedado totalmente en evidencia por su tratamiento al Movimiento Cinco Estrellas, la única novedad política significativa desde el final de la guerra fría. Cierto que no son perfectos -son sólo un experimento, son un precursor, lo de veras interesante es lo que pueda venir después- pero a ellos el honor de ser los únicos que denuncian claramente, sin descanso, las mamarrachadas del statu quo de corrupción y negociete que se han comido Italia, como se están comiendo tantos países del llamado 'primer mundo'. Y claro, todos se le han abalanzado encima. Como decía uno de los numerosos columnistas independientes que tiene el país (todos fuera de los medios tradicionales, todos con su propia bitácora o asociación de los mismos), "si durante los últimos veinte años los medios hubiesen aplicado a los partidos políticos el mismo control al que han sometido al M5S en los últimos seis meses, esto sería Noruega".

    Así que dé la enhorabuena a sus estudiantes, estimado. Sólo de su generación puede venir algo positivo, si lo quieren, y si están dispuestos a currárselo, probablemente a sangrárselo (las generaciones precedentes, egoístas y pusilánimes, les hemos fallado de una forma que bordea lo criminal). Un primer paso es rechazar esa bazofia mal llamada prensa.

    En alternativa, organice seminarios interdisciplinares que enseñen a leer la prensa. Si estuviera en León me apuntaba a colaborar. Seguro que encontrará gente muy buena dispuesta a hacerlo.

    Salud,

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  2. Como habitualmente, profesor, define con acierto el perfil del político medio: ígnaro exégeta de lo inane, de rodillas en canal y tragaderas al pairo (votado pero no agitado, vaya a ser pues que) también vale para la política media, que el poder pone igual que pone, que va poniendo.
    También me gusta que me recuerde, que no me olvide,aquello de que a la sombra de un cine de verano siempre dan una de romanos, pero siempre, porque yo tampoco me engaño con el ruido y los romanos.

    Si tengo que discrepar en un punto: alguien debería legislar al respecto de obligar ciertas lecturas (como la del enorme De Lucas, mejorando lo presente) a punta de pistola, y que San Kelsen no nos lo tenga en cuenta. Si bien el resto de la prensa merece poco menos que un repaso de puntillas, por localista y pacata, tampoco el panorama cultural, esos intelectuales escondidos, ermitaños, huídos hasta la sobriedad (que ya es huir, joder...) acompaña ni permite alegrías...
    Por resumir, hay mucha gente en el cine, quizá porque todo el patio de butacas es una enorme fila del manco, y poco bucanero al asalto de la palomitera que siempre ha sido de la más interesante cosa para hacer en un cine de verano que se acaba o se va acabando. Pero eso no le quita ni un rizo a su mirada (de ella)

    Sobre lo del periódico, optimista le veo, si no suicida casi distanásico, como de perfil. Yo no sé si resultará provechoso un verano sin cines, sin mancos enfilados con premeditación y alevosía en esas distancias cortas del amor, es tan corto el amor y tan larga su mirada (de la palomitera) aunque igual nos daban subvención; es que sin eso, o un observatorio mismo de algo que suene moderno, pues no sé...y luego lo de leer un papel, si aún fuera digital, leve, diríase que al viento de las cosas que no huelen pero van oliendo...todo es mirarlo, pero, aunque, sino.

    Sus hijos se van, se han ido o se están yendo. Un poco como los que nos quedamos, que ya nos fuimos o yo que sé lo que coño hicimos (lo digo por lo que comenta "un amigo") Es esta maldita realidad aumentada, agigantada, depredadora, que nos persigue hasta las novelas del premio planeta y más acá insistente como el cabo de Buena Esperanza.

    Mueren los periódicos pero queda la lectura. A nosotros, los lectores ódicos y perios, nos tocará explicar porque tanto analfabeto, exégeta de lo inane, legisló a cascoporro leyes antitabaco proAdelsson, indultos proamiguetes, discursos reales proelefantes (pero lo siento y no volverá a ocurrir) leyes de eficiencia sanitaria procomisiones y de transparencia proboatiné (con derogación de zapatillas botella of course)

    A nosotros, los lectores prensiles que esto escribimos y vimos. No sé si habrá algún argentino contumaz que aún nos pida explicaciones para entonces porque los del coño sur, ya se sabe...

    No me canso. Un saludo.

    Un amigo:

    El Estado moderno es ya un campo de concentración. Nos queda la duda de la calidad del alambre. Los más afortunados pueden ir a destinos temporales y asépticos, másmenos higiénicos,como una lavandería, mientras que otros no salen de las duchas...que solo blanquean y privatizan.

    Otro saludo.

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  3. Por supuesto, aunque huelgue decirlo, hemos sido lectores prensiles de pulgar oponible. Espero que así se entienda, de la tienda en casa, mejor.

    Más saludos. Es la guerra...

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  5. Me alegra leer este post, muy en línea con la reflexión que hacía yo hace unos meses en "Adiós a los medios", donde yo añadiría que los medios no sólo son aburridos y ajenos a nosotros, sino incluso peligrosos y perversos.

    "(Los medios) no sólo hacen mal su función principal (informar con rigor, moderación y escepticismo), sino que su labor social es contraproducente: dan la imagen de que todo el mundo es inculto, zafio, mangante, rancio, maleducado, envidioso y estúpido, expandiendo el malestar a todos los niveles: en las conversaciones, en los comentarios de los periódicos, en las redes sociales.

    ¿Acaso en su quehacer diario oyen ustedes hablar de algo que no sea el paro, la corrupción, los políticos, deportes y demás basura?

    ¿Por qué tenemos que ser nosotros los que dediquemos horas y horas a buscar fuentes alternativas, en vez de acudir a una fuente generalista y muy solvente, sobre todo si ha sido pagada por nuestros bolsillos?"

    Como bien se comenta aquí, no sólo es normal, sino incluso higiénico, que la prensa generalista y los medios tradicionales cada vez sean más ignorados.


    Saludos.

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  6. Suelo leerle con agrado, aunque si una vez hice comentario, fui muy parco en él. Discúlpeme que en esta ocasión no lo sea tanto. En esta entrada mezcla usted muchas cosas con su crítica a la prensa. Se despacha con desdén en relación con las naciones hasta el punto de deslizarse a la hoy utópica pretensión del mundialismo. Me ha recordado usted el mantra mundialista de la COMINTREM base de la conducción de su propaganda en el pasado siglo, fracasado en la I guerra al dirigirse al obrero y transformado tras la segunda, en la búsqueda de tontos útiles entre los que ellos concluían que dirigían o influenciaban las sociedades occidentales: “La política, la Universidad, los intelectuales y la iglesia”. Muchos de esos tontos útiles, o discípulos de ellos, nos los disfrutamos usted y yo hoy en este comienzo del siglo XXI.
    En mi opinión, todo lo que el hombre organiza muere. Supongo que también lo harán las naciones algún día. No hay más que retraer la mirada a la historia de la humanidad. Pero hasta llegar a ese mundialismo utópico hoy por hoy, algunas se destruirán prematuramente y lo harán, como el hijo mal formado o casquivano, dilapidando el patrimonio. Patrimonio que en su mayor parte es heredado y conseguido con no poco esfuerzo por sus antecesores.
    Mucho me temo que efectivamente España está enferma. Su enfermedad es grave. No son pocos los virus y las bacterias que alimentan la patología y en estas circunstancias, no creo conveniente que personas de su indudable formación, bien por aburrimiento o por inconformismo, ambos sentimientos comprensibles hoy para cualquiera que tenga dos neuronas libres, tire la casa por la ventana.
    Un saludo afectuoso

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  7. Siempre en tema, dos ideas recientes de Seymourcito Hersh.

    Salud,

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