09 septiembre, 2013

Extraños aquí mismo (Acto primero)

Pues mi última diversión (¿penúltima?) ha sido escribir una obrilla teatral. Fue en Mallorca y en calma. Ya no sabe uno qué hacer para evadirse del deprimente ambiente del país. El impulso lo dio Rosa, amiga de mi casa. Ahora andamos (anda Rosa) buscando actores y actrices para hacer un grupillo y hasta representarla; o lo que sea. Se admiten voluntarios para el casting, zona León y alrededores, conveniente buena presencia y no ser abstemio. 
Son cinco actos y voy a ponerlos aquí, porque hasta a los pequeños les enseñamos que es bonito compartir. Además, la gente estas cosas las lee más si están en el blog que si se las manda uno a casa, como si así fuera más pecado o te estuvieran fisgando en la ducha.
Vivimos en tiempos de piratas, bucaneros y algún que otro mercenario de la peor ralea. Para ellos, y  no para los amigos de este blog, va la siguiente advertencia: esta obrita, sea mala o sea regular, es mía y de quien yo decida. No sé si me explico. Que si alguien la quiere usar para algo decente, va a tener mi autorización, claro que sí, pero que la autorización hay que pedirla. Y que esta obrita ya la tengo registrada de modo que haga prueba en pleito y que, como ya un día de estos me voy a meter en pleitos con algún copión con mucha jeta, pues que cuidadín.
Ya me dirán las buenas gentes qué les parece o qué cambiamos en el guión. Y que a ver si nos juntamos en los escenarios. Lo de que estamos buscando actores o grupo es cierto, que conste.
Ahí va. Se titula "Extraños aquí mismo".

EXTRAÑOS AQUÍ MISMO
Primer acto.

 (Los cinco actos de la obra transcurren en el mismo salón de una casa. Salón de estar burgués, sofá, asientos de una plaza, mecedora, una mesilla de centro y mesas auxiliares)

(Entran los personajes en el salón, en conversación amistosa y alegre. Están contentos y satisfechos. Acaban de cenar y van a brindar por un éxito del anfitrión).
RUFINO.- Extraordinaria cena. Y memorable. Somos privilegiados por haber comido tan bien y  por la primicia. ¡Esto es histórico!
CANDELA.- No me digáis que no tengo un maridazo. Científico de primera y gran cocinero. El cordero lo preparó él.
EDUARDO.- Y todo lo demás lo hizo Candela. Qué sería de mí sin esta mujer.
VÍCTOR.- Sí, lo bien que cocináis ya lo sabíamos, y que sois un encanto de pareja, pero lo de la pastilla es la noticia del siglo. A ver, yo quiero detalles, tengo mil preguntas para ti, Eduardo.
DEYSI.- Parece de novela. De novela de ciencia ficción. Me siento como en una película, os lo aseguro. ¡La píldora de la verdad, no puedo creerlo! No sé si voy a poder resistir mucho tiempo sin desvelar este secreto a todos los amigos de mi país. ¿Se lo puedo contar al menos a mi madre y a mis hermanos?
FERNANDO.- Es secreto, bien claro nos lo ha dejado el doctor Eduardo. Aunque lo que está a buen recaudo es la fórmula, ésa la conoce sólo el doctor Eduardo. Yo me conformo con haber sido miembro de su equipo investigador, aunque no sea más que como humilde becario brasileño.
LUISA.- Tú de humilde tienes poco, corazón. A mí lo que me da envidia es que Eduardo se va a hacer millonario con su hallazgo. ¿No se caerá algún dinerillo también para esta humilde administrativa de su Departamento que lleva años aguantando las paranoias de los investigadores y los cabreos cuando los experimentos no salen o cuando se acaba el dinero para las pruebas?
CANDELA.- Ja, quéjate tú, que sólo aguantas a Eduardo y compañía por las mañanas. Si yo os contara lo duro que es el día a día al lado de un genio que no piensa más que en sustancias y reactivos, y que si redacta un proyecto, que si escribe una memoria, que si viaja a un congreso en el Quinto Pino, que si se va a un tribunal para no sé qué, que si no viene a comer porque anda pendiente de que salgan unos datos… Y cuando está en casa, entre estresado o hecho polvo. Menudo chollo de marido, ya ves. Pero también estoy orgullosa de él, y hoy más que nunca, claro que sí.
NIEVES.- No pienses que estamos mucho mejor las demás con nuestras medias naranjas. Mírame a mí con éste (señala a Víctor). Como si fuera fácil la vida junto a un empresario que está a todas horas dale que te pego con la contabilidad y que si el personal, que si los proveedores, que si Hacienda... No sabéis cómo se pone este marido mío cuando no le cuadran los números o le da porque viene la crisis y vamos a tener que vender la casita de la playa o cerrar la mitad de las tiendas.
EDUARDO.- Eh, eh, ¿os parece bonito sacar en este momento los trapos sucios de cada casa? Estamos de celebración y estamos juntos hoy aquí porque sois mis amigos y quiero compartir con vosotros esta satisfacción tan grande y este momento tan especial de mi vida profesional y personal.
RUFINO.- Eso, brindemos, brindemos.
(Eduardo y Candela van llenando las copas de cava).
DEYSI.- Oye, no nos habréis echado una pastillita de ésas en el cava para que empecemos a soltar secretos, ¿verdad?
FERNANDO.- Je, je, no sería mala cosa. Yo me apuntaría a escucharte unas cuantas confidencias, guapetona.
CANDELA.- Qué cosas tenéis. ¿Acaso os imagináis a Eduardo usando a sus amigos como cobayas?
VÍCTOR.- Pues claro que no, mujer. Eduardo, vamos a brindar por ti y por tus éxitos y por lo orgullosos que estamos de ti y de que nos honres con tu afecto. Pero tendrás que decir unas palabras.
EDUARDO.- Mis amigos queridos, levanto mi copa para daros las gracias. Os agradezco que estéis hoy aquí conmigo y con Candela. Hoy estamos de buenas y cuando las cosas van bien es fácil compartir alegrías, eso lo sabemos. Por eso mi gratitud hacia vosotros es mayor, porque los viejos amigos lleváis mucho tiempo soportándome, también en las épocas malas. Eso vale igualmente para Luisa, que me libra día a día de papeleos y me hace fáciles todas las mil burocracias. Y para Fernando, que hoy aquí representa a mi equipo y que, además, ha sabido en poco tiempo ganarse el corazón de todos nosotros; y de alguna que yo me sé puede que algo más que el corazón. (Risas) De de mi mujer qué os voy a decir, no tengo palabras, y tampoco hacen falta a estas alturas y después de veinte años de matrimonio y hasta con los hijos crecidos y volando a su aire. Así que ¡por vosotros, por todos vosotros y por la amistad!
TODOS.- ¡Por Eduardo!
VÍCTOR.- Y por Candela, qué caray.
RUFINO.- Por todos vosotros.
NIEVES.- Por la ciencia y el progreso. Por nuestro futuro Premio Nobel.
VÍCTOR.- Por la madre que nos parió a todos. Os quiero. Y por ti ante todo, Eduardo, amigo.
(Brindan, van entrechocando las copas y beben).
NIEVES.- Yo estoy muerta de curiosidad. Eduardo, no has querido explicarnos casi nada durante la cena, sólo el notición, a secas. ¿De verdad has inventado la píldora de la verdad? Anda, cuenta, cuenta.
EDUARDO.- Disparad vuestras preguntas. Es el momento. Os aclararé lo que pueda, menos la fórmula, claro.
VÍCTOR.- Me parece que lo que todos queremos saber es cómo funciona la pastillita de marras. ¿Es una pastilla, una simple pastilla?
EDUARDO.- Un pastilla, sí, una píldora perfectamente soluble en cualquier líquido. No tiene sabor, te le echan en la bebida que sea y no te enteras. Y al minuto cantas hasta La Traviata. Lo que no hemos podido corregir es lo del hipo. Bajo sus efectos se tiene hipo y no sabemos por qué. Es lo único que nos falta por afinar, pero espero tenerlo corregido en poco tiempo.
DEYSI.- ¿También se puede echar en el café?
RUFINO.- Ya ha dicho que en cualquier bebida, Deysi.
DEYSI.- Papi, déjame preguntar mis cosas como cualquiera.
LUISA.- ¿Y notas algo raro después de tomar el café o lo que sea con la pastilla dentro? ¿Te pones a contarlo todo como en el confesionario?
CANDELA.- Anda, como si en el confesionario se contara mucho.
EDUARDO.- Bueno, no nos dispersemos, un poco de orden. Os resumo el asunto. Quien ingiere la píldora no muestra ningún signo externo, no se le nota nada raro. Lo único es que durante los cinco o diez minutos que dura el efecto se bajan por completo las defensas que nos hacen discretos. Eso tiene una explicación bioquímica que supongo que no os importa en este momento. El caso es que, bajo el efecto, tú hablas con toda normalidad, interactúas con los demás como siempre, pero a todo lo que te pregunten vas a contestar con absoluta sinceridad y sin ninguna inhibición, sin tapujos, a pelo. Es como lo del famoso suero de la verdad, pero mucho mejor desarrollado y más seguro y eficaz.
RUFINO.- O sea, que respondes sin reservas a cualquier cosa que te pregunten sobre tu vida o tus experiencias, pero en lo demás no se te nota nada de particular.
EDUARDO.- Así es. Bueno, salvo lo del hipo. Tu comportamiento es perfectamente normal, estás como estamos nosotros aquí ahora, hablando tan campantes. Ni se te ve como borracho ni mareado ni adormilado ni nada de eso. En realidad, todos podríamos haber tragado hace un momento la sustancia disuelta en el cava y nadie se apercibiría de ningún cambio.
FERNANDO.- Salvo que uno le preguntara al otro algo delicado o algún secreto. Entonces al interrogado lo veríamos explayarse a lo grande.
LUISA.- Me estoy mosqueando. Alguien debería empezar a preguntar cosas, por si acaso.
FERNANDO.- A ver, tú misma. ¿Me quieres, Luisa?
LUISA.- No, imbécil.
FERNANDO.- Ya veis. No dice la verdad. No había nada en el cava; al menos en el de Luisa.
LUISA.- Eres un creído y un poco cretino.
FERNANDO.- Lo dicho. Podemos hablar tranquilos. El doctor Eduardo es de fiar y no se está aprovechando de nosotros para sus experimentos.
DEYSI.- Además, Eduardo ha bebido de la misma botella. No hay problema.
VÍCTOR.- Yo sigo con mi curiosidad. Después de tomar la pastilla y sincerarte a lo bestia con tus interrogadores, cuando se te pasa el efecto, te quedarás hecho polvo por haberte ido de la lengua, digo yo.
EDUARDO.- Ahí está la gracia. El sujeto no se acuerda luego de nada de lo que contó, aunque recuerde todos los demás detalles de la conversación y del momento. Al revertir el efecto de las sustancias que nos ayudan a mantener nuestros secretos en situación normal, se consigue que el sujeto experimental tampoco recuerde después que sacó a pasear sus secretos más íntimos. La revelación del secreto queda en secreto para la propia persona que lo reveló, por así decir.
RUFINO.- Horrible. Da un miedo del carajo. Los demás saben de ti y tú no sabes que saben eso que tú mismo les contaste.
EDUARDO.- Así es.
RUFINO.- Pues acojona, insisto.
EDUARDO.- Ya, pero piensa que cuando la sustancia se comercialice habrá que regular estrictamente su venta. Es apropiada para ciertos ámbitos en los que importa mucho saber lo que alguien hizo o lo que alguien piensa, por ejemplo en la investigación criminal o, quizá, en ciertos procesos de selección de personal para puestos delicados. No creo que se permita el uso en la vida cotidiana. Aunque todo eso ya no es cosa mía. Nosotros hemos patentado la fórmula y ahora empieza un proceso legal y de comercialización que es complicadísimo, pero que ya no es de mi incumbencia. A nosotros lo único que nos falta es recibir la pasta del laboratorio que nos compre los derechos.
RUFINO.- Bueno, interesantísimo, pero yo tengo que irme. No quiero ser aguafiestas, pero anoche tuve guardia y mañana vuelvo al tajo a las ocho.
NIEVES.- Y a nosotros se nos van los chavales de campamento y se levantan a las siete.
LUISA.- Creo que nos marchamos todos. Los anfitriones tienen cara de cansados, y es normal.
CANDELA.- La verdad es que llevamos unos días de mucha agitación y Eduardo está durmiendo fatal esta temporada. Los nervios, supongo.
FERNANDO.- Yo creía que habría unos bailes por lo menos. O algo de musiquita tranquila. Me había traído canciones de Maria Betania y de Chico Buarque.
LUISA.- Pues me las pones a mí ahora en el coche. Hale, vamos, pesado.
EDUARDO.- Tranquilo, Fernando, vamos a organizar una fiesta de otra manera dentro de poco. Esto dará para más de cuatro celebraciones. Prometido.
(Van saliendo en parejas. Besos de despedida. Se quedan solos Eduardo y Candela. Se sirven otra copa de cava)
CANDELA.- Qué gracia, hubo un momento en que se pusieron nerviosos al pensar que a lo mejor les habías puesto la famosa píldora en la bebida.
EDUARDO.- ¿Y tú no?
CANDELA.- ¡Anda ya! Yo estoy impresionada todavía. Por más que me lo cuentas, no acabo de asimilarlo. ¡Una manera tan sencilla de enterarse de los secretos de los demás!
EDUARDO.- Pues aún no te he contado lo mejor.
CANDELA.- Sorpréndeme, si todavía puedes.
EDUARDO.- He quedado mañana aquí con Víctor. Le he puesto un pretexto para hacerlo venir aquí mañana un rato y que hablemos. Hago como que me interesa su asesoramiento económico para la explotación del invento, pero voy a experimentar con él.
CANDELA.- No. No me digas... No, Eduardo, eso no se puede hacer. ¿Estás pensando en darle la píldora y preguntarle cosas? No tienes derecho, Eduardo, eso no se hace a un amigo. Tú no eres así de cabrón.
EDUARDO.- La experimentación científica tiene sus servidumbres, querida. Necesito comprobar que funciona en serio y, la verdad, he de saltarme alguna norma para poner a prueba el producto. Normas legales y hasta normas de amistad. Pero no saldrá de estas cuatro paredes lo que Víctor me cuente. Si acaso, te lo diré a ti, si tienes curiosidad, y quedará entre tú y yo.
CANDELA.- Eduardo, en serio, eso no se hace, y menos con amigos. ¡Acaban de brindar todos por ti, y Víctor el primero!
EDUARDO.- Con algún amigo más reciente que Víctor ya he probado, jeje. El otro día lo hice con Fernando y funcionó a las mil maravillas. Confirmó que está enrolladísimo con Luisa.
CANDELA.- Eso ya lo sabíamos.
EDUARDO.- Ya, pero no sabías que está al mismo tiempo con dos más y que una de ellas es Rebeca, la catedrática de Biología Vegetal, ésa que siempre va tan apretada, la que fue vicerrectora con Fidalgo. ¿La recuerdas? La vimos hace poco en...
CANDELA.- Te lo repito, Eduardo, a Fernando que le den morcilla, pero no me parece bien que le prepares esa encerrona a Víctor y no quiero ser cómplice de esos manejos tuyos. Si tú lo llamas ciencia, yo lo llamo vil cotilleo, comadreo de la peor especie.
EDUARDO.- Bueno, bueno, no te diré más.
CANDELA.- Y tampoco sé por qué has tenido que elegir al bueno de Víctor. ¿Qué te ha hecho para que lo uses de conejillo de indias y te inmiscuyas en su vida a traición y sin ningún derecho?
EDUARDO.- Eso fue el azar, Candela, el azar.
CANDELA.- ¿El azar? ¿Qué azar?
EDUARDO.- Hice un sorteo yo solo para ver a qué amigo le caía la china, y le tocó a él. Pero vuelvo a decirte que no pasa nada. Ni voy a contarle a nadie lo que me diga, ni a ti, si no quieres, ni creo que tenga el bueno de Víctor ningún secreto excitante. Ya lo conoces, su negocio, sus casas, su familia y un par de gin-tonics cuando lo invita alguien. Seguro que los había mejores en la lista, pero salió él.
CANDELA.- Ah, pues si valen igual lo sosos, haberte tomado tú la pastilla y te interrogaba yo misma. Mucha cara le estás echando tú.
EDUARDO.- Vale, vale. Me voy a la cama. Mañana tal vez veas las cosas de otro modo. Estamos muy cansados.
CANDELA.- Yo me quedo un momento recogiendo esto y relajándome. Enseguida voy.
(Eduardo se retira. Queda Candela, que deja pasar un ratillo y saca su móvil. Llama).
CANDELA.- Víctor. Soy yo, Cande. Perdona que te llame así, ya sé que no podrás hablar, disimula sólo un momentín... ¿Que está Nieves en la ducha? Mejor… No, calla, idiota, no es eso… Te resumo rápido. La cita aquí en casa mañana con Eduardo es una trampa, va a darte la píldora de la verdad sin que te enteres... Pues dice que lo echó a suertes entre sus amigos y que saliste tú y que tiene que experimentar más y no sé qué... Pues claro que me preocupa, imagínate... Déjate de juramentos, Víctor, Eduardo es así, y punto. Seamos prácticos... Sí, calla, yo te digo cómo lo vamos a hacer. Voy a convencer a Eduardo para que me deje estar presente... Calla, por favor, déjame hablar... No, ven, no pongas disculpa, Eduardo se va a joder, por cabronazo y mal amigo... ¿Que cómo? Lo convenzo para que me deje a mí serviros las copas y le pongo la píldora a él, con un par... ¿Que cómo lo voy a convencer? Víctor, por favor, ¿te parece que está la situación para escenitas de celos, y a estas alturas? Es mi marido, coño... Vale, pues hasta mañana.
(Se atusa. Va hacia el pasillo que lleva a la habitación)
CANDELA.- Eduardo, ¿duermes?


6 comentarios:

  1. Buenas tardes, profesor. Gracias por continuar con su blog. Debería aprender el ABC, periódico que, durante varios días de julio, no llegó a Molina de Aragón. Usted sí que llega, a todo el mundo. Por favor, donen sangre, también en Ávila, por favor.

    Un saludo.

    David.

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  2. Muy bien, muy bien, lo mejor...las ganas de seguir leyendo que le quedan a uno.

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  3. Profesor, justamente por lo que avisa en su introducción yo puse en mi blog una licencia "creative commons".
    Es cosa bien sencilla y aparenta utilidad por aquello de las copias y las distribuciones:

    http://es.creativecommons.org/blog/licencias/

    Lo que no sé ya es la utilidad cierta de hacerlo así e igualmente estoy haciendo el tonto...

    En cuanto al vodevil, me tiene con las palomitas y la coca-cola pegado a la pantalla.

    Un saludo.

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  4. Veamos, ¿ésto cómo va, cada día un acto o según la aceptación popular?
    Me refiero a un acto de la obra, ojo, que le veo venir.
    Me gusta pero quiero leerlo de un tirón, jopé.

    Un cordial saludo.

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  5. Aprecio una clara influencia de las primeras escenas de "Cuatro corazones con freno y marcha atrás".

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