10 septiembre, 2013

Extraños aquí mismo. Segundo acto

Segundo acto.



(Entran Eduardo y Candela)
EDUARDO.- Sigo sin estar convencido del todo, mi amor.
CANDELA.- Y yo, vida mía, te digo que, ya puestos a hacer cabronadas, prefiero estar presente que no que me lo cuentes luego.
EDUARDO.- Pero a lo mejor delante de ti me corto más al preguntar.
CANDELA.- Tranquilo, pues pregunto yo. Y tú mismo me has dicho que, por mucho que interroguemos, no crees que salgan a relucir grandes noticias. Además, así me tienes de testigo del resultado de tu experimentación. Otras veces me dices que no te hago bastante caso en los temas de tu trabajo. Pues ahora te lo hago todo. Y ya está.
EDUARDO.- Bueno, pero me dejas a mí llevar la iniciativa. Tú en un muy discreto segundo plano.
CANDELA.- Claro que sí. No pretendo otra cosa y no voy a quitarle su protagonismo a mi genio. (Se acerca a él y le hace una carantoña que se nota forzada). Yo pongo las copas y atiendo a los asuntos de intendencia, ¿vale?
EDUARDO.- ¿Y la píldora? Tengo que echársela en la copa sin que me vea.
CANDELA.- Pues por eso, yo os pongo las copas con su pastilla ya bien servida.
EDUARDO.- Tengo que darte una.
CANDELA.- Eduardo, cielo, sé perfectamente dónde guardas una caja de tus queridas pastillas. Así que no te molestes. Cuando llegue el momento, yo cojo una y se la disuelvo en su café o lo que tome.
EDUARDO.- ¿Lo sabes? Bueno, te lo habré dicho yo mismo, no me acuerdo. No importa. Lo hacemos como dices.... Candela, eres un tesoro y vales lo que pesas.
(Suena el timbre. Sale Candela a abrir y vuelve al salón con Víctor)
VÍCTOR.- Hola, Eduardo. Aquí me tienes para hablar de tus negocios y ver cómo te haces rico con ese invento alucinante. Hola, Candela, no sabes cómo me alegro de verte.
CANDELA.- Hola, Víctor.
EDUARDO.- Qué tal, Víctor. Gracias por venir. En realidad es sólo por charlar un poco y hacerme unas ideas muy generales. Ya sabes que ese mundo de la economía y las inversiones me es completamente ajeno.
(Se sientan los dos hombres. Candela se queda de pie, algo rígida)
VÍCTOR.- Ya, ya. Pues nada, tú dirás.
EDUARDO.- Tomaremos algo, ¿no? Una cerveza, un café, un vasito de vino…
VÍCTOR.- ¿Qué vas a tomar tú?
EDUARDO.- Yo…, pues… una cervecita.
VÍCTOR.- Pues yo una coca-cola, si tenéis.
CANDELA.- Yo os sirvo, no os preocupéis. Vosotros charlad tranquilos.
(Sale Candela de la estancia a buscar las bebidas)
VÍCTOR.- Así que piensas sacar un dinerete con lo de la píldora de la verdad.
EDUARDO.- Hombre, el laboratorio que quiera comercializarla tendrá que pagarnos o que comprarnos la patente. Y no ha de ser poco dinero, digo yo. Ya nos están llamando muchos para preguntar.
VÍCTOR.- Pues tendré que ficharte de socio capitalista para mi empresa, no me vendría mal una inyección de dinero fresco. La cosa anda chunga.
(Candela va sirviendo las bebidas: la coca-cola de Víctor y la cerveza de Eduardo. Ellos toman los vasos y se disponen a beber)
EDUARDO.- Bueno, salud. Moderado te veo con tu coca-cola.
VÍCTOR.- Salud. Todavía estoy bajo los efectos de vuestra opípara cena de anoche. ¿Tú no bebes nada, Candela?
CANDELA.- Luego me preparo un cafetillo, no es preocupéis. Vosotros a lo vuestro.
(Mientras, han bebido cada uno un buen trago. Se miran los dos mientras beben, se vigilan).
EDUARDO.- Bueno, y aparte de los negocios, ¿qué tal te va la vida, querido Víctor?
VÍCTOR.- Bien, bien, no me quejo.
EDUARDO.- Anda, pillín, algún asuntejo tendrás tú por ahí. Apuesto a que alguna guapa mujer te habrás ligado últimamente. Menudo elemento estás tú hecho, que bien que me lo chiva a mí un pajarito.
CANDELA.- ¡Eduardo!
EDUARDO.- ¡Candela, por favor!
VÍCTOR.- ¿Ligues yo? Para nada, menuda ocurrencia. Ni uno más desde que me casé con Nieves.
(Eduardo empieza a hipar. Candela y Víctor se miran).
VÍCTOR.- ¿Y tú? Anda, que tú sí que te lo montarás bien en la universidad, con tanta becaria, tanta estudiante…
CANDELA.- ¡Víctor!
EDUARDO.- (Hipando) Uf, sí, menudos líos he tenido. Por suerte ya se acabó el asunto con Luisa hace tres años. Un par de cursos estuvimos acostándonos y follando como bestias. Esa mujer es una furia, un ciclón, me agotaba.
CANDELA.- ¡Dios mío!
VÍCTOR.- ¿Así que tuvisteis un tórrido romance la administrativa de tu Departamento y tú y ya se acabó?
EDUARDO.- Sí, se la enjareté a Fernando. Los buenos becarios tienen múltiples tareas, jajaja (Se ríe e hipa).
VÍCTOR.- ¿Y ahora no tienes otro apaño femenino por ahí escondido, alguna otra historia de cama y citas secretas?
EDUARDO.- Pues Nieves, tu mujer.
VÍCTOR.- ¡Hostias!
CANDELA.- ¡La madre que lo parió! No sé si voy a resistirlo.
EDUARDO.- Me gusta más Nieves, con ella es sexo mucho más tierno, aunque también sabe hacérselo en la cama como una auténtica reina (siempre hipando Eduardo. Y se ríe)
VÍCTOR.- (Sobreponiéndose con esfuerzo. Se levanta y pasea nervioso por la estancia mientras habla).- Así que con Nieves, con mi mujer. ¿Y lleváis mucho tiempo viéndoos a escondidas?
EDUARDO.- Cinco o seis años, no me acuerdo bien.
CANDELA.- Estuviste alguna temporada con las dos a la vez, según mis cálculos, con Luisa y con Nieves. Bueno, con las tres, que yo también contaré, supongo.
EDUARDO.- Contigo es distinto, mi amor. Tú eres mi esposa y te quiero con el corazón. Son muchos años de vida muy grata juntos.
CANDELA.- Vida muy grata juntos, menudo hijoputa estás tú hecho.
VÍCTOR.- Así que tenías a Nieves y a Luisa a la vez. Además de a tu mujer, claro.
EDUARDO.- Era mucha tralla y mucho estrés. Por eso me quité de encima a Luisa. Con Nieves es distinto, nos entendemos mejor en muchas cosas. Y uno también va teniendo sus años y hay que dosificarse, qué caramba (Tiene un nuevo ataque de risa mezclada con hipo).
VÍCTOR.- Y querías darme la pastilla a mí hoy e interrogarme. ¿Se puede saber por qué?
EDUARDO.- Me lo pidió Nieves. Anda celosona contigo.
VÍCTOR.- ¿Que Nieves te pidió que me sometieras a la prueba de la pastilla y que me sonsacaras? ¿Qué coño sospecha Nieves?
CANDELA.- ¡Víctor, ten cuidado, por favor te lo pido!
EDUARDO.- A tu mujer le ha dado por pensar que estás liado con Deysi. El otro día se me echó a llorar en el hotel al que vamos y no tenía consuelo, la pobre.
CANDELA.- Ah, mira, la pobre. Sufre si le ponen los cuernos, fíjate qué sensible es la Nieves de las pelotas.
VÍCTOR.- Pues menuda patochada, cómo voy yo a tener esa clase de tratos con Deysi. Además, es la mujer de Rufino y Rufino es amigo mío desde que éramos críos.
CANDELA.- Otro que tal. Lo que hay que oír.
EDUARDO.- Pues yo no sé, eso te iba a preguntar a ti, Víctor, que si es verdad que te ves a escondidas con Deysi. Nieves dice que muchas veces vuelves a casa apestando a ese perfume de pachuli que Deysi usa y que te ha pillado algún mensajito equívoco con ella. Ah, y que una vez te encontró en un cajón tuyo un paquete envuelto de regalo, que lo abrió para fisgar, creyendo que era para ella, y vio que era un juego muy atrevido de ropa interior, con una dedicatoria para Deysi de lo más picante (Nuevo ataque de risa e hipo).
VÍCTOR.- Esto es la leche. Me entero de que mi mujer me la pega contigo, de que teme que yo la engañe con otra y de que, encima, te pide que me apliques la mierda esta de la pastilla de la verdad. Me cago en todo.
CANDELA.- Ya, tú cágate, pero ¿estás también con Deysi o no estás?
VÍCTOR.- ¿Ahora tú con el mismo cuento? ¿Te crees que también yo me voy a poner aquí con el hipo? Haberme echado la píldora a mí en la coca-cola si querías tú jugar a eso. No tengo nada con Deysi, ¿está claro?
EDUARDO.- Entonces puedo tranquilizar a Nieves, ¿verdad?
VÍCTOR.- Claro que sí. Que se relaje mi mujer. Y luego que te dé las gracias y te eche un buen polvo.
EDUARDO.- Uf, ya se me está pasando el hipo. Qué curioso, no tendría que haber tenido hipo yo precisamente. Serán casualidades.
(Candela y Víctor se hacen señas de que hay que cortar las preguntas)
VÍCTOR.- Bueno, tengo que irme. Ha sido una reunión muy productiva, ya lo creo que sí.
CANDELA.- Sí, mucho. Ya te comentaré yo a ti un par de cositas.
EDUARDO.- Gracias por tu visita. Se nos ha ido el santo al cielo, pero ya hablaremos de pasta otro día.
VÍCTOR.- Sí, otro día. Nos veremos pronto.
(Eduardo da un abrazo a Víctor como despedida. Víctor intenta darle un beso de despedida a Candela, que le aparta la cara. Mutis de Víctor).
EDUARDO.- ¿Qué te ha parecido? Majo este Víctor, ¿verdad?
CANDELA.- Majísimo, claro que sí. Y tú, igual de majo. Sois todos unos cielos de hombres.
EDUARDO.- Bah, perdona que le preguntara esas bobadas sobre Deysi, es por experimentar simplemente. Además, resulta que no hay ningún lío entre ellos. Lo que yo pensaba. Lo que me extraña es que la pastilla no le dio hipo. Tal vez esta versión mejorada que ahora usamos ya no tiene ese efecto raro.
CANDELA.- Será eso.

5 comentarios:

  1. Aplausos, para el papel de Eduardo el profesor Díaz y García Conlledo, por favor, que lo bordaría.

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  2. Pero si los que estan "under the influence". No recuerdan nada, como recuerda Eduardo que le pregunto a
    Victor sobre Daisy ?

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  3. Anónimo, puede ser una trampa estamos en el nudo.
    Por cierto, ¿está basado en hechos reales, los personajes son ficticios?

    Siguiente, por favor.

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  4. Sin duda esta obra merece ser representada......

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