Mi
entrada aquí de la semana pasada, la titulada “Un
viaje muy sorprendente”, era una broma con pretensiones de modesta
literatura humorística. No se me pasaba por la cabeza que alguien pudiera
tomárselo en serio y pensar que podía ser cierto de pe a pa lo que narraba,
nada menos que esto: que en un viaje transoceánico se me había sentado al lado
el Presidente del Gobierno y se había puesto a contarme que viajaba a
Latinoamérica a encontrarse con un “ligue” que se había procurado vía Internet
y que el servicio secreto del Estado le había organizado el viaje para que lo
hiciera en agradable compañía. Para colmo, el Presidente me lo decía a mí y me
presentaba a la chavala al llegar, la cual me conocía.
Pues
bien, más de cuatro personas y de distintos ambientes, incluido el ámbito
universitario, me han preguntado con toda seriedad si era real la historia y si
en verdad había ocurrido como yo la relataba. Al principio pensé que me
devolvían la broma, pero luego fui captando que no, que había gentes dispuestas
a creer que la historia podía ser verdadera y que yo daba cuenta de ella con
fidelidad a los hechos. Me respeto y afecto a todos los que se lo creyeron, pero tenemos que hablar un poco.
Hoy
mismo, una persona muy cercana y que forma parte del profesorado de mi
Universidad me dijo que se había encontrado al Decano de su Facultad, al que le
acababan de pintar el despacho los operarios que para la Universidad hacen ese
tipo de labores, y que el tal Decano le había explicado que la pintura y los
pintores los pagaba él de su bolsillo, para evitarse las esperas y las
burocracias. Añadió que puede que fuera ésta la primera vez que no creía algo
que dicho compañero, el Decano, le decía. Yo reaccioné recordándole cuántas
trolas ese mismo hombre había soltado en los últimos años y cómo yo una y mil
veces había insistido en que eran mentiras gordísimas y evidentes, en ocasiones
mentiras inocentes y tontorronas y otras veces no tan inocentes o gratuitas. Tengo
comprobado que es sumamente difícil convencer a alguien de que le dice sin
parar mentiras un compañero con el que a menudo se encuentra y habla, aunque
las falsedades sean de tomo y lomo y hasta el niño más inexperto debiera
captarlas a la primera. Debe de ser ésa la razón por la que hay amables
lectores de este blog que creen que en mis entradas digo verdad aun en los casos que palmariamente estoy de broma o
escribiendo un cuento que pienso que todos van a leer así, como un cuento, como
mera literatura. Me he acordado, por cierto, de otra oportunidad en que me
inventé una broma similar y se le tomaron muchos al pie de la letra. Me refiero
a aquella entrada que se titulaba “Rosita”.
¿Qué
nos está pasando? De vez en cuando algún querido pariente o amigo me informa de
cosas peregrinas, como que, pongamos con algo de caricatura, si uno come
coliflor muy a menudo le saldrán granos en las posaderas o que el untarse las
manos con jugo de remolacha aumenta el apetito sexual. Yo qué sé, mil y una
historias raras. Siempre reacciono de la misma forma al verlos tan convencidos,
pregunto de dónde han sacado esa información. Y por lo general me contestan que
lo dijeron en la tele o en un programa de radio. Puede ser, incluso, que se
trate de un programa humorístico o de bromazos. Es igual, lo dicen en
televisión, no importa el tono, y vale como palabra de Dios. Estamos perdiendo
dos habilidades entre sí relacionadas, el sentido crítico y la capacidad de
análisis. Somos carne de cañón, seres manipulables y crédulos, pero con el
aditamento de la trivialidad. Antes al menos nos engañaban hablándonos de
infiernos, diablos y ángeles, luego perdimos esa fe y empezamos a creer en los
marcianos, ahora, asumimos a pies juntillas cosas tales como que si te comes
cinco sardinas tendrás una erección más duradera esa noche. Ver para creer,
increíble cómo creemos. Vamos a peor, de lo metafísico a lo patético.
Cierto
que pasan cosas raras, y verdad también que, como alguien me ha comentado estos
días, hacen tantas cosas raras los políticos y son tan poco de fiar, que por
qué no vamos a tomar por rigurosa aquella historia mía de que Rajoy se iba a
Medellín a pasar cuatro días con una señora de allá y fingiéndose fabricante de
paneles solares. Pero yo diría que tiene que haber un límite para nuestra
credulidad y que esto funciona al revés: el que estemos tan dispuestos a
creernos cualquier cosa, hasta sin reparar en quién la cuenta y cómo, es lo que
permite que nos hagan de todo y que todo nos parezca normal. En el momento en
que hasta lo más chocante lo tomamos por posible y asumible estamos dando el
visto bueno a que nos hagan cualquier cosa sin que ni nos sorprenda ni nos
importe. Arriamos nuestra perspicacia intelectual y nuestros reparos morales y
desde ese mismo momento estamos inermes ante cínicos y sinvergüenzas y nos tornamos
claque conformista, espectadores dóciles. Seguramente se halla ahí la
explicación para que nuestros políticos actúen como actúan sin que se nos
altere el voto ni mengüe nuestra sumisión. Mañana sale en un periódico que tal
ministro levitó, literalmente, o que fue trasladado a Torrelodones en un
platillo volante manejado por venusinos, y lo comentamos en el café como una de
las cosas raras que normalmente pasan y hasta tenemos nuevas razones para
votarlo o para cenar más acelgas.
Somos
contrafácticos. Contrafácticos dolosos. Lo que no queremos ver no lo vemos, y
no hay tutía. No merece la pena porfiar con el ciego voluntario. Preferir la
fantasía ajena es una opción vital, es elección la de negarse a ver la mentira
en quien con evidencia nos miente, ya que el saberlo mentiroso nos pone en
situación más comprometida. Si yo asumo que Fulano me está contando una patraña
con pleno propósito de engañarme, tendré que mandarlo a tomar vientos o, como
mínimo, esquivarlo en el futuro. Es más cómodo jugar a que todo es verdad y que
ése que por hablarnos es tan majo no nos hablará para tomarnos por tontos. Si
además tiene algún tipo de poder o autoridad sobre nosotros, más razones para
bloquear el sentido crítico y jugar a que somos amigos leales él y yo y que
cómo no va a ser verdad que ayer estuvo en París con una famosa actriz, aunque
lo hayamos visto ayer mismo en el Carrefour empujando el carro de la compra. Y
no digamos si ese trolero nos halaga y, al tiempo que nos inunda de falsedades
y fantasías enfermizas, sazona su discurso con requiebros u homenajes. A más de
una le dice un falsario de ésos que está tan guapísima y deseable como Jessica
Alba, con la que precisamente estuvo él ayer desayunando en Nueva York, y se
queda la interlocutora con el piropo y no repara en cuán poco ha de valer el
halago de un chiflado de semejante calibre, pues esa clase de cantamañanas son narcisos
y pajilleros y sólo a sí mismos se quieren y desean. Y digo a más de una a
posta, pues las mujeres suelen ser las víctimas predilectas de semejantes cabezas huecas, no porque ellas
sean más tontas que los varones, sino porque ellos las consideran así y se ensañan
más con ellas.
Lo
que personalmente más lamento es que no soy capaz de tramar mentiras en el día
a día, por ejemplo en mi Facultad, aun cuando la imaginación me dé para
escribir aquí historietas inventadas. No sé por qué tengo en eso que ser menos
que más de cuatro colegas que he conocido, incluyendo algún rector. Ése va a
ser un objetivo mío para el año que viene, el empezar a obrar como tales gentes
y a atiborrar de embustes a mis compañeros. Ha de ser divertido. Además,
comprobado está que cuanto más engañas, más te quieren y más te votan, si es
voto lo que buscas (no es mi caso). Ah, y por cierto, voy a encargar mañana
mismo que me pinten el despacho, pero a mi costa y para ahorrarle dinero a mi
Universidad. Luego a lo mejor decido también pagarles sus matrículas a todos
mis estudiantes y, si me sale bien, hasta puede que asuma personalmente las
nóminas del PAS. ¿Ven? Todo es ponerse y coger carrerilla. En cuanto suelte una
docena de gilipolleces así seguro que hasta me aclaman para rector y que me
sonríen incluso las chicas peor encaradas, ésas que ahora apenas me saludan
porque nunca les he mentido.
Por cierto, ayer el Ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, dijo que en España los salarios están subiendo. Lo dijo en el Congreso de los Diputados. Hoy, muchos periodistas comentan que el Congreso fue ayer mancillado por unas señoras activistas que se despelotaron.
ResponderEliminarPues sí, profesor (aunque otros):
ResponderEliminarDe la verdad posmodernista como perspectiva, la verdad que no existía en la Historia, que era la Historia propiamente, hemos pasado a la virtualización de la verdad como expectativa, propia de las sociedades del espectáculo en un suspiro. Me parece normal teniendo en cuenta que hoy en día hasta el dvd se actualiza cada semana pero aún así.
Creemos lo que esperamos creer, lo que debemos creer es aquello que creemos creer. En realidad es metacreencia y nosotros metacrédulos (o metacreídos porque cuando)
¡Qué lejos y qué fácil era el deber ser y la moral de pisos de hace apenas unos post! Ahora todo es deber creer y moral motorizada, con el permiso de Schmitt, aunque véte a saber...
Los griegos, esos señores que calcularon la distancia entre la Tierra y la Luna con dos palitos, no se tomaban tantas molestias con esta manía de la verdad. Claro que ellos no tenían un congreso de los diputados, o no tenían periodistas (nunca lo sabremos pero)
Lo del Congreso es diferente, ahí la verdad ha sido un bigote con pistola y es ahora unos senos con politono...no es lo mismo. No es lo mismo.
Un saludo verdadero, créanme.
Pues ya que se pone a pintar su despacho podría haber pintado algún otro.... en fin.... por cierto, puestos a ser tan honestos, tan verdaderos, tan sinceros, y tan paladines de la libertad de expresión que usted reivindica en su duroblog.......me pregunto por que borra tan raudo los comentarios que no le interesa que leamos y que, para su tranquilidad, también leemos... tiene que estar un pelín mas atento hombre!!!!!
ResponderEliminarOiga, Anónimo, no borro comentarios jamás, eso lo puedo asegurar por mis muertos y mis vivos. Jamás.
ResponderEliminarMejor dicho, creo que en toda la historia de este blog, que ya va larga, he borrado unos cinco comentarios. En una ocasión había ofensas graves para otro comentarista y él me pidió que borrara el comentario en cuestión. Otras dos o tres veces había algún insulto grave hacia alguna persona, ni siquiera hacia mí. Y punto. También he borrado alguna vez lo que era pura publicidad. Y NADA MÁS. Si usted o alguien ha hecho alguna vez un comentario que no ha visto en el blog, será por alguna jugarreta técnica que no tiene que ver conmigo.
Me creerá o no, pero eso es estrictamente así.
Vaya, hombre...
ResponderEliminarNo mucho se le cree que la "historieta" del Presidente sea una mentirilla.
Lo que sucede es que, nos guste o no, los "jefes" no son del todo tolerantes con las "historietas" que uno anda divulgando, sobre todo si son comprometedoras para los altos funcionarios adúlteros.
Pero bueno, todo sea por conservar el huesito.
Saludos, doctor.