Nos cuentan ahora sabios neurobiólogos que circulan
por el mundo que “sonreír es un gesto universal que aporta múltiples beneficios
y que puede ayudar a proteger la salud física y mental”.
Cuidado con estas afirmaciones científicas. La
sonrisa y la risa son parientes muy próximos pero, si nos ponemos serios y
pensamos sobre ambas, pronto llegaremos a la conclusión de que se trata las más
de las veces de expresiones corporales sencillamente antitéticas.
Porque la risa es una ostentación de contento, de
que algo ha hecho gracia y ha desatado en nosotros regocijo, el júbilo que nos
trae una ocurrencia inteligente o una observación plena que nace en los
hondones de la sensibilidad humorística. Se la llama también risotada o
carcajada cuando se produce de forma ruidosa y aparatosa. Mi criterio es que no
hay diferencias objetivas entre ellas, sí las hay subjetivas pues es el agente
reidor quien confiere a su manifestación la cualidad de risa o de risotada, un
aumentativo que no altera la sustancia de lo que estamos analizando.
Es verdad que existe también la risa sardónica pero
ello se debe a que siempre, aun en las manifestaciones festivas más levantadas,
hay un aguafiestas que simboliza su rencor apropiándose con malas artes de
signos ajenos. El que ríe sardónicamente es simplemente un ladrón de risas, un
violador de la ingenuidad.
La sonrisa es otra cosa bien distinta. Porque así
como la risa es de interpretación sencilla y espontánea, la sonrisa es lo más
enigmático del mundo y ahí está la Gioconda, quieta, contemplativa, desconfiada
y misteriosa desde hace siglos en el museo del Louvre como testimonio
definitivo de lo que vengo sosteniendo. Y es que si la risa libera a quien la
emite y también distiende a quien la oye, la sonrisa, por ese su ser
anfibológico y oscuro, propende a embarazar, a cohibir, a crear ondas
concéntricas de arcanos.
Quien se ríe transmite sin más alborozo; quien
sonríe, al asperjar ambigüedad a su alrededor, emite mensajes de desasosiego.
Quien ríe genera confianza, quien simplemente sonríe se disfraza de esfinge
mitológica y remota, aquella que cantaba sus enigmas. Cuando estoy de buen
humor y riéndome para mis adentros, pienso que quizás la sonrisa es la forma de
llorar que tienen las personas afables y a las que no les gusta molestar.
Adviértase además que, cuando la sonrisa es inofensiva, entonces surge la
sonrisa profesional, la del artista, la del hombre público, la del vendedor: un
alarde de fingimiento y de doblez.
En fin, la prueba de todo lo que torpemente vengo
describiendo es que uno se mea de risa, revienta de risa, se parte, se troncha
y hasta se muere de risa pero nadie llega hasta esas explosiones por una
sonrisa.
La sonrisa tiene a lo más aroma a confidencia y se
asemeja a un volar fugitivo de susurros. La risa tiene la color gallarda y
subyuga cuando estalla en la boca de esa mujer henchida de armonías.
En la noche de ayer Philippe Asencio, director de campaña del diputado por el Front Nationale Gilbert Collard, fue agredido por una treintena de activistas de la izquierda radical, quien al reconocerlo como afin al FN dieron con él en el suelo pisoteándolo con saña sin que nadie de los presentes hiciera nada por evitarlo.
ResponderEliminarFue trasladado de urgencia al centro hospitalario donde se recuperó tras perder el conocimiento durante veinte minutos por las patadas recibidas.
Han sido presentadas dos denuncias; por violencia callejera y por omisión de socorro a persona necesitada.
Nuestro apoyo a Philippe Asencio deseándole una pronta recuperación.