Esta
semana fui amablemente invitado a hablar un rato en un evento sobre mediación
familiar. Al anfitrión le advertí que yo de mediación y esas cosas no sabía
nada y que, aun reconociendo que mucho de interesante y útil habría en ese y
otros de los llamados medios alternativos de solución de conflictos, en
realidad me puede el escepticismo, como en tantos temas en este tiempo de
creyentes y credulidades. Me contestó el muy amable y considerado interlocutor
que al menos estaría yo de acuerdo en la importancia del diálogo y la cultura
de la paz. Y no, no estoy de acuerdo con la importancia del diálogo y la
cultura de la paz, qué le vamos a hacer, mas en lugar de ponerme a jurar en
arameo o despotricar en asturiano con persona tan atenta, le dije que yo
hablaría de cosas de Derecho de familia en lugar de sobre mediación y que
procuraría ser educado y no dar la nota. De lo de la cultura de la paz y el
diálogo podemos tratar ahora aquí un ratillo, sin ánimo de molestar a nadie y
buscando desesperadamente la mesura que siempre me acaba faltando.
Mi
opinión es que en España y a día de hoy no falta diálogo, sino que sobra, y no
hay carencia de espíritu pacífico y pacifista, sino escasez de conflictos como
Dios manda. Lo que en este país nuestro sorprende, y sorprende mucho, no es que
la gente ande pegando puñetazos o dando voces o liándose a pedradas, sino que
siga el personal tranquilo, ordenado y manso a pesar de la inaudita
proliferación de abusos, robos y corrupciones y de que con tamaña abundancia de
malandrines e irremediables indecentes se ha quedado un cuarto de la ciudadanía
sin trabajo, han bajado los sueldos de casi todos los que todavía trabajan, han
condenado a nuestros hijos a emigrar o vivir en la miseria hasta el día de su
vejez, nos han dejado a nosotros seguramente sin pensiones de jubilación y han
conseguido contaminar de parcialidad y cinismo la mayor parte o todas las
instituciones que podrían poner control o hacer justicia, empezando
precisamente por la Justicia. Ah, pero en cuanto te alborotas un poco o amagas
con darle cuatro voces al chorizo de cuello blanco que te topas en la calle o
en el bar, diez bienpensantes ortodoxos te salen con que no levantes la voz y
no te alteres, que te va a dar algo, que por qué tomas tanto vino y que si no
será que te falta espíritu de diálogo, carácter constructivo y actitud
pacífica, dado que nadie es más que nadie y todos somos hermanos en Cristo. Me cisco
yo en todas esas consignas de baratillo y en Habermas.
La
evolución de nuestras mentalidades es interesantísima y no estaría de más una
gran novela que la reflejara, ya que ciencia social propiamente no tenemos. En
tiempos de los abuelos y la dictadura, los que aplacaban eran los curas con su
discurso de la conformidad, de la bianaventuranza de los mansos y del premio en
la otra vida, para la que ésta era nada más que trámite y prueba. Las familias
en casa te lo traducían a un sencillo tú no te metas. El dictador murió al fin,
en la cama y bendecido, la Iglesia perdió crédito, las ideologías imperantes
aparentemente cambiaron, pero..., en el fondo las mentalidades pervivieron, si
bien con nuevas dosis de alienación y falsa conciencia. Aquella función social
de orden y de incitación al conformismo y la inacción que antes cumplían la
religión y la formación del espíritu nacional pasaron a desempeñarla unos
discursos nuevos que parecían modernísimos y el no va más del pensamiento
avanzado y del progresismo sin fronteras.
Ahora
ya no se trataba de aspirar a una vida angelical y dichosa después de la muerte
y a la diestra del Padre, sino que teníamos que ser como angelitos mismamente
aquí. Toda violencia es atroz, y la que más la verbal. Los conflictos son malos
por definición y las disputas hay siempre que resolverlas hablando. La crítica
puede dañar al otro y si la crítica es feroz ofende a quien seguramente hace el
mal por inconsciencia o debido a que no fue amamantado con la leche materna,
sino alimentado con biberón. Como algún desahogo hay que darle a nuestras
frustraciones y puesto que es evidente que algo de agresividad nos ha de quedar
dentro ante tanta injusticia que nos rodea, el discurso dominante de los neocurillas
ha ido proponiéndonos chivos expiatorios. Los malos siempre están bien
localizados y siempre son otros y lejanos, ya geográficamente lejanos, ya socialmente
lejanos. Huy, el horrible horripilante y malísimo del todo es Bush, o los
norteamericanos en general, o las multinacionales o los cazadores japoneses de
ballenas o quienes comercian con maíz transgénico. Y por aquí cerca, los
machistas violentos más que nada. Y animado por esa tribu de los bondadosos
justicieros bienpensantes y pacíficos por completo, te manifiestas contra la
guerra de Irak o te haces vegetariano para no dar negocio a los que adulteran
los piensos de las vacas o decides no volver a comprar un cómic de manga para
que se jodan bien los balleneros nipones, todo lo cual puede tener su aquel, no
digo que no. Pero, mientras te ves así de activo y activista en tan nobles
causas, tragas con carros y carretas en tu colegio o universidad, en tu
trabajo, en tu barrio o tu municipio, en tu banco, en tu pandilla, en tu
familia, en tu Comunidad Autónoma y en tu país entero. Ah, porque si ahí te
pones crítico y moralista, reivindicativo del juego limpio y exigente con los
comportamientos ajenos y propios, eres un intolerante, un deslenguado, un
violento, un soberbio, un incitador a variados odios y un cómplice de todas las
violencias imaginables.
Díganme
a mí y aclárenme por si estoy en el error, ¿cómo hago más por la justicia y los
parias de la tierra, gritando contra Bush ante la embajada de EEUU o atizándole
un puñetazo al director de sucursal que me intenta vender o me ha vendido unas
preferentes envenenadas? ¿Cómo es mayor mi compromiso con la equidad en las
relaciones sociales y con la igualdad de oportunidades entre mis conciudadanos,
doliéndome desde aquí de la pérdida de alguna lengua amazónica o plantándome
ante el profesor de la Facultad de Filosofía y Letras que da aprobado general
para no corregir exámenes o que se pira la mitad de sus clases? E così via.
Pero
no, el mismo tipo de discurso pringoso que nos divide el mundo maniqueamente entre buenos y malos nos
bloquea la reacción cuando nos damos de bruces con un malo de verdad y de aquí
mismo. Ahí la receta es como cuando mi abuela, tú no te metas y piensa que
todos somos hijos de Dios. Si seguías agresivo, antes te recomendaban rezar un
padrenuestro y ahora te sugieren que profundices en la cultura de la paz o que
leas a Paulo Coelho o que eches un
vistazo a la cultura zen o te inspires en el Dalai Lama. Y siempre la disculpa
de lo genérico y la huída ante lo concreto. Puedes despotricar bien a gusto
contra la banca en abstracto, el capital como concepto o los delitos de cuello
blanco como práctica ubicua, pero un día te topas en el restaurante con un
banquero delincuente que provocó el suicidio de tu abuela y la ruina de medio
barrio tuyo y les dices a tus amigos que mira, ahí está uno y a por él, a lo
que te replican que espera, que ha sonado un gong y que pongas los dedos así
juntos y para arriba, cierres los ojos y medites sobre la armonía cósmica y la
comunión de todo lo viviente. Y mientras tú y los colegas ponéis esa cara de
budistas estreñidos, el malandrín se escapó sin pagar la cuenta, tronchándose
de risa y decidido a financiar unos proyectos de investigación sobre nuevas
formas de convivencia en la sociedad global y, por supuesto, sobre cultura de
la paz y diálogo interestelar.
¿Estoy
acaso defendiendo la violencia y declarándome partidario de la guerra y el
exterminio de partes de la población? No, hombre, no me sea usted simple y no
me salga con esos jueguecitos para memos que estoy precisamente denunciando en
este instante. Liarse a tiros por lo general está mal y pegarle a la gente no
suele ser práctica decente. Yo no defiendo eso, sino la mala leche y su
expresión consecuente. Una buena dosis de bilis social es necesaria y
constituye el único límite eficaz ante la villanía de aprovechados, explotadores y
ladrones de altos vuelos. Y de ésos acaban siendo cómplices y compañeros de
viaje cuantos llaman al diálogo y a la paz de los apriscos.
Tampoco
interesa perder de vista que tontos útiles los hay por doquier y de distinta
laya y que ciertos tipos de violentos les vienen de perillas a los
conservadores de la iniquidad y a los que maman del status quo. En cuanto aparecen
los niñatos que rompen unas papeleras o queman un autobús, ya tienen los
tertulianos en nómina la excusa perfecta para explicarnos que las protestas
siempre están movidas por los violentos más sanguinarios que nos quieren violar
a nuestras mujeres y comerse a nuestros hijos, amén de robarnos el chalé ya
casi pagado.
Miren
lo que pasó las pasadas semanas en Gamonal, el barrio de Burgos. ¿Por qué salió
a protestar tanta gente? Porque están hasta el moño de que se sigan dando obras
y ganancia a algún constructor corrupto y mil veces procesado, en este tiempo
en el que el dinero escasea y la necesidad social es grande. ¿Qué aparece en
los medios del régimen? Ninguna noticia, apenas, sobre el constructor de marras
y de los apaños municipales, sino extensa referencia a que llegaron unos
antisistema que quemaron contenedores y organizaron bronca violenta. Los
famosos antisistema son de lo más sistemático. Si yo fuera un beneficiado del
régimen este, los financiaría y los mandaría a todas las manifestaciones a
romper algo. En cuanto asoman ellos, se fastidió la protesta y ya se van a
encargar los periodistas pesebreros de deslegitimar a los disconformes serios y
de ocultar sus razonables motivos. Sépase para la próxima vez que salgamos a quejarnos en algún lado: al mismo pilón hay que echar o la misma patada en las
posaderas hay que dar al concejal corrupto y al antisistema que va a joder la
marrana (o el marrano, ya sé).
No,
no, no, ni paz ni diálogo ni tolerancia ni terapias alternativas, lo que
tenemos que hacer es enfadarnos como la ocasión merece y cantarle las cuarenta
al lucero del alba. Al grito de todo el mundo es bueno se nos han colado en
todas partes los más viles, al hilo de la tolerancia nos han dejado con el culo
al aire unos tipejos a los que nunca debimos tolerar, mientras buscábamos
el diálogo y los acuerdos nos han marcado las cartas los tahúres y nos han
convertido la partida en una timba de la peor especie. Y nosotros, tan
tontitos, andamos pensando cómo retomar las negociaciones, cómo restaurar la
deliberación y de qué forma convivir amigablemente con la pluralidad. Ganaremos el cielo y será merecido, ciertamente.
estoy de acuerdo, antes practique eso de la tolerancia, peor no funciona no entienden hay que ser un poco mas duros, claro en los terminos en que usted lo expone.
ResponderEliminarCreo que la izquierdona (sirva este palabra como sentido homenaje a aquel gran político, forofo de Mahler, a quien debemos la palabra "derechona" y que cuando se emborrachaba de demagogia mitinera se transfiguraba en una suerte de híbrido entre Lenny Bruce y Chiquito de la Calzada) debería plantearse seriamente constituir una especie de Conferencia Episcopal Progre, con sus Roucovarelas, sus neocurillas trabucaires, sus nihil obstats...y claro está, con la escuela nacional-constructivista, el equivalente perfecto de la escuela del nacional-catolicismo,
ResponderEliminarobra de los sumos sacerdotes Marchesi, Coll, Rubalcaba, Maravall y Solana (esto si que es una quinteto de la muerte y no el de la película de McKendrick), a quienes debemos el esplendoroso Nuevo Hombre logsiano, tan bien descrito por usted en su polémico post del otro día.
La idiotez en forma de cuadradito amarillo que pulula estos días por whatsapp es otro buen ejemplo de que no sobran problemas pero sí muchos idiotas...
ResponderEliminarEl consenso es un concepto religioso y en política es contrario a la libertad de pensamiento
ResponderEliminarJosé Juan:
ResponderEliminarYo no veo el consenso a partir de dogmas y verdades reveladas. De la misma forma tampoco entiendo la política sin él, al menos la política que me gustaría ver en la sociedad en la que vivo.
De otra manera, la falta de reconocimiento del otro es el principal obstáculo de una sociedad moderna (en el sentido de opuesta a lo clásico) y la causa de la mala gestión del conflicto que se produce a diario en ésta al menos, como en otras.
El otro, siempre el otro, pero aún así (ya sé que me repito pero hay cosas que se deben recordar a diario como a César le recordaban que era mortal)
Si bien el consenso político es una entelequia, como el contrato social lo pudiera ser a su vez -y lo siento sr. Rousseau, no volverá a ocurrir- también, como me ha descubierto De Lucas este año, es requisito indispensable de una sociedad y objetivo constante en su construcción (Durkheim y su organismo solidario o Parsons y su acción social, por ejemplo) y definirlo como contrario a la libertad de pensamiento es suponer que dicha libertad no tiene mayor fin que la acción individual, como si del pensamiento individual no pudiera derivarse una acción plural, conjunta, social. Cuando, en realidad, bien pudiera ser al contrario: justamente donde mejor se encuentra reflejada esa libertad individual es en la acción social porque "solo una sociedad libre será capaz de producir ciudadanos libres", así lo opinó Dewey y así lo comparto ahora yo.
Es la misma acción social que el Derecho intenta evitar con esa tontería tan repetida en las aulas y que nadie se cuestiona de "la libertad no es absoluta porque acaba donde empieza la del otro" pues no, la libertad EMPIEZA con la del otro, la libertad es la tuya y la de los otros y la libertad es lo único absoluto porque sin libertad así entendida no hay NADA (o lo que tenemos ahora que viene a ser lo mismo)
Por tanto, no me parece tanto una cuestión de demoler el escaso consenso que se encuentre como de procurar que la gestión de los conflictos se resuelva buscándolo entre ciudadanos con criterio que adopten una postura crítica desde la razón y el reconocimiento mutuo en una sociedad libre (entendida como aquella capaz de producirlos)
Que las estructuras de poder se mantengan incólumes no me parece tanto cuestión de felices consensuados como de inanes y mansos, amedrentados y obnubilados "pensionistas sociales". Es inevitable no hacer referencia a la teoría de la indefensión aprendida de Seligman para explicarlo mejor (la de vueltas que hay que dar para no usar Foucault, Perplejo, pero todo sea por el consenso)
Entiendo pues que, el artículo -magistral- del profesor, en una primera aproximación parece reclamar menos consenso y más conflicto pero lo hace como metáfora de más acción social y más solidaridad, es decir, de más libertad -en la aproximación que he comentado, claro-.
O, al menos, así lo he entendido yo. Tampoco me haga mucho caso.
Un saludo o dos.