24 enero, 2014

Aquí sobra consenso y faltan conflictos



            Esta semana fui amablemente invitado a hablar un rato en un evento sobre mediación familiar. Al anfitrión le advertí que yo de mediación y esas cosas no sabía nada y que, aun reconociendo que mucho de interesante y útil habría en ese y otros de los llamados medios alternativos de solución de conflictos, en realidad me puede el escepticismo, como en tantos temas en este tiempo de creyentes y credulidades. Me contestó el muy amable y considerado interlocutor que al menos estaría yo de acuerdo en la importancia del diálogo y la cultura de la paz. Y no, no estoy de acuerdo con la importancia del diálogo y la cultura de la paz, qué le vamos a hacer, mas en lugar de ponerme a jurar en arameo o despotricar en asturiano con persona tan atenta, le dije que yo hablaría de cosas de Derecho de familia en lugar de sobre mediación y que procuraría ser educado y no dar la nota. De lo de la cultura de la paz y el diálogo podemos tratar ahora aquí un ratillo, sin ánimo de molestar a nadie y buscando desesperadamente la mesura que siempre me acaba faltando.

            Mi opinión es que en España y a día de hoy no falta diálogo, sino que sobra, y no hay carencia de espíritu pacífico y pacifista, sino escasez de conflictos como Dios manda. Lo que en este país nuestro sorprende, y sorprende mucho, no es que la gente ande pegando puñetazos o dando voces o liándose a pedradas, sino que siga el personal tranquilo, ordenado y manso a pesar de la inaudita proliferación de abusos, robos y corrupciones y de que con tamaña abundancia de malandrines e irremediables indecentes se ha quedado un cuarto de la ciudadanía sin trabajo, han bajado los sueldos de casi todos los que todavía trabajan, han condenado a nuestros hijos a emigrar o vivir en la miseria hasta el día de su vejez, nos han dejado a nosotros seguramente sin pensiones de jubilación y han conseguido contaminar de parcialidad y cinismo la mayor parte o todas las instituciones que podrían poner control o hacer justicia, empezando precisamente por la Justicia. Ah, pero en cuanto te alborotas un poco o amagas con darle cuatro voces al chorizo de cuello blanco que te topas en la calle o en el bar, diez bienpensantes ortodoxos te salen con que no levantes la voz y no te alteres, que te va a dar algo, que por qué tomas tanto vino y que si no será que te falta espíritu de diálogo, carácter constructivo y actitud pacífica, dado que nadie es más que nadie y todos somos hermanos en Cristo. Me cisco yo en todas esas consignas de baratillo y en Habermas.

            La evolución de nuestras mentalidades es interesantísima y no estaría de más una gran novela que la reflejara, ya que ciencia social propiamente no tenemos. En tiempos de los abuelos y la dictadura, los que aplacaban eran los curas con su discurso de la conformidad, de la bianaventuranza de los mansos y del premio en la otra vida, para la que ésta era nada más que trámite y prueba. Las familias en casa te lo traducían a un sencillo tú no te metas. El dictador murió al fin, en la cama y bendecido, la Iglesia perdió crédito, las ideologías imperantes aparentemente cambiaron, pero..., en el fondo las mentalidades pervivieron, si bien con nuevas dosis de alienación y falsa conciencia. Aquella función social de orden y de incitación al conformismo y la inacción que antes cumplían la religión y la formación del espíritu nacional pasaron a desempeñarla unos discursos nuevos que parecían modernísimos y el no va más del pensamiento avanzado y del progresismo sin fronteras.

            Ahora ya no se trataba de aspirar a una vida angelical y dichosa después de la muerte y a la diestra del Padre, sino que teníamos que ser como angelitos mismamente aquí. Toda violencia es atroz, y la que más la verbal. Los conflictos son malos por definición y las disputas hay siempre que resolverlas hablando. La crítica puede dañar al otro y si la crítica es feroz ofende a quien seguramente hace el mal por inconsciencia o debido a que no fue amamantado con la leche materna, sino alimentado con biberón. Como algún desahogo hay que darle a nuestras frustraciones y puesto que es evidente que algo de agresividad nos ha de quedar dentro ante tanta injusticia que nos rodea, el discurso dominante de los neocurillas ha ido proponiéndonos chivos expiatorios. Los malos siempre están bien localizados y siempre son otros y lejanos, ya geográficamente lejanos, ya socialmente lejanos. Huy, el horrible horripilante y malísimo del todo es Bush, o los norteamericanos en general, o las multinacionales o los cazadores japoneses de ballenas o quienes comercian con maíz transgénico. Y por aquí cerca, los machistas violentos más que nada. Y animado por esa tribu de los bondadosos justicieros bienpensantes y pacíficos por completo, te manifiestas contra la guerra de Irak o te haces vegetariano para no dar negocio a los que adulteran los piensos de las vacas o decides no volver a comprar un cómic de manga para que se jodan bien los balleneros nipones, todo lo cual puede tener su aquel, no digo que no. Pero, mientras te ves así de activo y activista en tan nobles causas, tragas con carros y carretas en tu colegio o universidad, en tu trabajo, en tu barrio o tu municipio, en tu banco, en tu pandilla, en tu familia, en tu Comunidad Autónoma y en tu país entero. Ah, porque si ahí te pones crítico y moralista, reivindicativo del juego limpio y exigente con los comportamientos ajenos y propios, eres un intolerante, un deslenguado, un violento, un soberbio, un incitador a variados odios y un cómplice de todas las violencias imaginables.

            Díganme a mí y aclárenme por si estoy en el error, ¿cómo hago más por la justicia y los parias de la tierra, gritando contra Bush ante la embajada de EEUU o atizándole un puñetazo al director de sucursal que me intenta vender o me ha vendido unas preferentes envenenadas? ¿Cómo es mayor mi compromiso con la equidad en las relaciones sociales y con la igualdad de oportunidades entre mis conciudadanos, doliéndome desde aquí de la pérdida de alguna lengua amazónica o plantándome ante el profesor de la Facultad de Filosofía y Letras que da aprobado general para no corregir exámenes o que se pira la mitad de sus clases? E così via.

            Pero no, el mismo tipo de discurso pringoso que nos divide el mundo  maniqueamente entre buenos y malos nos bloquea la reacción cuando nos damos de bruces con un malo de verdad y de aquí mismo. Ahí la receta es como cuando mi abuela, tú no te metas y piensa que todos somos hijos de Dios. Si seguías agresivo, antes te recomendaban rezar un padrenuestro y ahora te sugieren que profundices en la cultura de la paz o que leas a  Paulo Coelho o que eches un vistazo a la cultura zen o te inspires en el Dalai Lama. Y siempre la disculpa de lo genérico y la huída ante lo concreto. Puedes despotricar bien a gusto contra la banca en abstracto, el capital como concepto o los delitos de cuello blanco como práctica ubicua, pero un día te topas en el restaurante con un banquero delincuente que provocó el suicidio de tu abuela y la ruina de medio barrio tuyo y les dices a tus amigos que mira, ahí está uno y a por él, a lo que te replican que espera, que ha sonado un gong y que pongas los dedos así juntos y para arriba, cierres los ojos y medites sobre la armonía cósmica y la comunión de todo lo viviente. Y mientras tú y los colegas ponéis esa cara de budistas estreñidos, el malandrín se escapó sin pagar la cuenta, tronchándose de risa y decidido a financiar unos proyectos de investigación sobre nuevas formas de convivencia en la sociedad global y, por supuesto, sobre cultura de la paz y diálogo interestelar.

            ¿Estoy acaso defendiendo la violencia y declarándome partidario de la guerra y el exterminio de partes de la población? No, hombre, no me sea usted simple y no me salga con esos jueguecitos para memos que estoy precisamente denunciando en este instante. Liarse a tiros por lo general está mal y pegarle a la gente no suele ser práctica decente. Yo no defiendo eso, sino la mala leche y su expresión consecuente. Una buena dosis de bilis social es necesaria y constituye el único límite eficaz ante la villanía de aprovechados, explotadores y ladrones de altos vuelos. Y de ésos acaban siendo cómplices y compañeros de viaje cuantos llaman al diálogo y a la paz de los apriscos.

            Tampoco interesa perder de vista que tontos útiles los hay por doquier y de distinta laya y que ciertos tipos de violentos les vienen de perillas a los conservadores de la iniquidad y a los que maman del status quo. En cuanto aparecen los niñatos que rompen unas papeleras o queman un autobús, ya tienen los tertulianos en nómina la excusa perfecta para explicarnos que las protestas siempre están movidas por los violentos más sanguinarios que nos quieren violar a nuestras mujeres y comerse a nuestros hijos, amén de robarnos el chalé ya casi pagado.

            Miren lo que pasó las pasadas semanas en Gamonal, el barrio de Burgos. ¿Por qué salió a protestar tanta gente? Porque están hasta el moño de que se sigan dando obras y ganancia a algún constructor corrupto y mil veces procesado, en este tiempo en el que el dinero escasea y la necesidad social es grande. ¿Qué aparece en los medios del régimen? Ninguna noticia, apenas, sobre el constructor de marras y de los apaños municipales, sino extensa referencia a que llegaron unos antisistema que quemaron contenedores y organizaron bronca violenta. Los famosos antisistema son de lo más sistemático. Si yo fuera un beneficiado del régimen este, los financiaría y los mandaría a todas las manifestaciones a romper algo. En cuanto asoman ellos, se fastidió la protesta y ya se van a encargar los periodistas pesebreros de deslegitimar a los disconformes serios y de ocultar sus razonables motivos. Sépase para la próxima vez que salgamos a quejarnos en algún lado: al mismo pilón hay que echar o la misma patada en las posaderas hay que dar al concejal corrupto y al antisistema que va a joder la marrana (o el marrano, ya sé).

            No, no, no, ni paz ni diálogo ni tolerancia ni terapias alternativas, lo que tenemos que hacer es enfadarnos como la ocasión merece y cantarle las cuarenta al lucero del alba. Al grito de todo el mundo es bueno se nos han colado en todas partes los más viles, al hilo de la tolerancia nos han dejado con el culo al aire unos tipejos a los que nunca debimos tolerar, mientras buscábamos el diálogo y los acuerdos nos han marcado las cartas los tahúres y nos han convertido la partida en una timba de la peor especie. Y nosotros, tan tontitos, andamos pensando cómo retomar las negociaciones, cómo restaurar la deliberación y de qué forma convivir amigablemente con la pluralidad. Ganaremos el cielo y será merecido, ciertamente.

5 comentarios:

  1. estoy de acuerdo, antes practique eso de la tolerancia, peor no funciona no entienden hay que ser un poco mas duros, claro en los terminos en que usted lo expone.


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  2. Creo que la izquierdona (sirva este palabra como sentido homenaje a aquel gran político, forofo de Mahler, a quien debemos la palabra "derechona" y que cuando se emborrachaba de demagogia mitinera se transfiguraba en una suerte de híbrido entre Lenny Bruce y Chiquito de la Calzada) debería plantearse seriamente constituir una especie de Conferencia Episcopal Progre, con sus Roucovarelas, sus neocurillas trabucaires, sus nihil obstats...y claro está, con la escuela nacional-constructivista, el equivalente perfecto de la escuela del nacional-catolicismo,
    obra de los sumos sacerdotes Marchesi, Coll, Rubalcaba, Maravall y Solana (esto si que es una quinteto de la muerte y no el de la película de McKendrick), a quienes debemos el esplendoroso Nuevo Hombre logsiano, tan bien descrito por usted en su polémico post del otro día.

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  3. La idiotez en forma de cuadradito amarillo que pulula estos días por whatsapp es otro buen ejemplo de que no sobran problemas pero sí muchos idiotas...

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  4. josé juan martínez navarrovie ene 24, 11:04:00 p. m. 2014

    El consenso es un concepto religioso y en política es contrario a la libertad de pensamiento

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  5. José Juan:

    Yo no veo el consenso a partir de dogmas y verdades reveladas. De la misma forma tampoco entiendo la política sin él, al menos la política que me gustaría ver en la sociedad en la que vivo.

    De otra manera, la falta de reconocimiento del otro es el principal obstáculo de una sociedad moderna (en el sentido de opuesta a lo clásico) y la causa de la mala gestión del conflicto que se produce a diario en ésta al menos, como en otras.

    El otro, siempre el otro, pero aún así (ya sé que me repito pero hay cosas que se deben recordar a diario como a César le recordaban que era mortal)

    Si bien el consenso político es una entelequia, como el contrato social lo pudiera ser a su vez -y lo siento sr. Rousseau, no volverá a ocurrir- también, como me ha descubierto De Lucas este año, es requisito indispensable de una sociedad y objetivo constante en su construcción (Durkheim y su organismo solidario o Parsons y su acción social, por ejemplo) y definirlo como contrario a la libertad de pensamiento es suponer que dicha libertad no tiene mayor fin que la acción individual, como si del pensamiento individual no pudiera derivarse una acción plural, conjunta, social. Cuando, en realidad, bien pudiera ser al contrario: justamente donde mejor se encuentra reflejada esa libertad individual es en la acción social porque "solo una sociedad libre será capaz de producir ciudadanos libres", así lo opinó Dewey y así lo comparto ahora yo.

    Es la misma acción social que el Derecho intenta evitar con esa tontería tan repetida en las aulas y que nadie se cuestiona de "la libertad no es absoluta porque acaba donde empieza la del otro" pues no, la libertad EMPIEZA con la del otro, la libertad es la tuya y la de los otros y la libertad es lo único absoluto porque sin libertad así entendida no hay NADA (o lo que tenemos ahora que viene a ser lo mismo)

    Por tanto, no me parece tanto una cuestión de demoler el escaso consenso que se encuentre como de procurar que la gestión de los conflictos se resuelva buscándolo entre ciudadanos con criterio que adopten una postura crítica desde la razón y el reconocimiento mutuo en una sociedad libre (entendida como aquella capaz de producirlos)

    Que las estructuras de poder se mantengan incólumes no me parece tanto cuestión de felices consensuados como de inanes y mansos, amedrentados y obnubilados "pensionistas sociales". Es inevitable no hacer referencia a la teoría de la indefensión aprendida de Seligman para explicarlo mejor (la de vueltas que hay que dar para no usar Foucault, Perplejo, pero todo sea por el consenso)

    Entiendo pues que, el artículo -magistral- del profesor, en una primera aproximación parece reclamar menos consenso y más conflicto pero lo hace como metáfora de más acción social y más solidaridad, es decir, de más libertad -en la aproximación que he comentado, claro-.

    O, al menos, así lo he entendido yo. Tampoco me haga mucho caso.

    Un saludo o dos.

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