Hace unos días sucedió la gran
desgracia de Ceuta, cuando varios inmigrantes africanos intentaron cruzar a
nado la línea fronteriza entre Marruecos y España y varios de ellos murieron
ahogados. Es muy triste y lamentable el suceso y nos puede dar para hablar largo
y tendido sobre docenas de asuntos importantes. Pero lo que me resulta
llamativo es lo siguiente. He visto a algunas personas de talante progresista,
o que por tales se tienen, lamentarse de ese efecto cruel de las fronteras y
pedir, o poco menos, que no se reprima a los que, buscando una vida digna,
intentan cruzarlas. En mi modesta condición de poco amigo de los estados-nación
y de simpatizante del cosmopolitismo, puedo estar muy de acuerdo con ese deseo
de fondo, si bien para no caer en el caos absoluto, en xenofobias violentas y
en disturbios de mil tipos, habría que ir constituyendo ese Estado mundial en
el que rigiera la igualdad de derechos entre todos sus ciudadanos, los
ciudadanos del mundo, y el derecho de cada uno a la libertad de movimientos
dentro de todo el territorio… mundial.
Pero da la casualidad de que
algunos de ésos de aquí que parecen estar contra las fronteras y contra la
represión de los que quieren cruzarlas sin papeles, simpatizan bastante con
variados nacionalismos. Habrá de todo, pero estos amigos de los que hablo, que
son o se tienen por progresistas y bien a la izquierda, no ven modo de acogerse
al nacionalismo español, pero sí regalan sus simpatías al nacionalismo vasco,
catalán, gallego… Muchos de ellos desean o no juzgarían con malos ojos que
Cataluña o el País Vasco se convirtieran en estados independientes. Y ahí viene
mi pregunta: si el objetivo se cumpliera y, pongamos, Cataluña fuera Estado
soberano y perfectamente independiente, ¿tendría fronteras? Simbólicamente o
jurídico-formalmente sí, por supuesto, no puede ser de otra manera. Pero
preciso más la cuestión: ¿esas fronteras las podría atravesar en perfecta
libertad y sin ser rechazado cualquiera que sin los correspondientes permisos
de ese estado quisiera entrar, sin rechazado incluso por la fuerza cuando por
la fuerza se hiciera el intento de pasar?
Si esos amigos me contestan que
sí, que en efecto, que podría entrar quien lo quisiera y que se abstendrían los
encargados de la vigilancia fronteriza de usar, para impedirlo, cualquier medio
represivo y hasta abrirían las puertas de par en par para que nadie tuviera que
arriesgarse a morir al ir a nado de una playa extranjera vecina a una playa
catalana, mi admiración será total, pero mi perplejidad todavía será mayor.
No conozco ni se me ocurre que
pueda haber ningún estado soberano que no limite la entrada de extranjeros por
sus fronteras, especialmente de extranjeros que quieran quedarse y que no
lleven dinero, sino que vayan a intentar ganarlo. Porque los Estados se hacen,
entre otras cosas, para eso, para que se pueda diferenciar en derechos a los
nacionales y a los extranjeros y para que los extranjeros no puedan estar a su
antojo, cuando les dé la gana y sin control ni límite en ese territorio que es
de los nacionales, que para eso son nacionales y están encantados de serlo y
pelearon por eso.
¿O es que si es el Estado español
el que no deja pasar a los senegaleses, por ejemplo, es un Estado malvado e
inhumano, mientras que si fuera el Estado catalán o vasco no habría nada que
decir?
Insisto, a mí me agradaría que
mis hijos o mis nietos en si día vivieran en un mundo sin fronteras y donde las
naciones, sean lo que sean, no fueran estados, un mundo donde no hubiera
extranjeros y nadie fuera tratado como tal en lugar alguno, donde la ley, bien
justa y respetuosa con cada individuo, fuera la misma para todos y a todos
tratara ecuánimemente, aunque bien sé que lograr ese sueño no es labor de un
día. Por tanto, no estoy defendiendo las fronteras ni las soberanías estatales
que las necesitan ineludiblemente. Lo que me planteo es nada más que esto: ¿se
puede estar contra las fronteras españolas o francesas o belgas o finladesas y,
a la vez, ser partidario del nacimiento de un nuevo Estado soberano? ¿Se puede
querer algún Estado nuevo y, al tiempo, pensar que en él no habrá extranjeros
ni serán reprimidos los que intenten entrar a buscar mejor vida, sean mil o
sean un millón?
Puede que esté un servidor muy
obcecado y no sepa ver la profunda congruencia de tales amigos nacionalistas
que defienden la libre inmigración declarada o tácitamente consentida (por
ejemplo, poniendo muros en la línea fronteriza, pero no evitando que los que
quieran los salten sin peligro para su integridad física). Si es así, ruego explicación
y que, quien tenga paciencia, me aclare esta duda. Quedaré muy sinceramente
agradecido, palabra de honor.
Sucede que el nacionalismo camina de espaldas y con los ojos vendados.
ResponderEliminarComo ideología, siguiendo a Althusser, podemos ubicarlo en la mente de sus seguidores y verlo realizarse en la medida en que sea utilizado por ellos en los usos sociales. ¿Quiere decir ésto que no existe o que no tiene una sólida consistencia, que no podemos considerarlo manifestación política?
Bueno, una ideología es una relación imaginaria que establecemos con la realidad. Es decir, se origina en el sujeto (en su mente) y se intenta aplicar a la realidad, no precisa de un poder, ni el poder interviene o interactúa con la ideología necesariamente. Una política, sea cual sea la definición que adoptemos, sí que necesita ese poder porque o bien es fruto, consecuencia, del mismo o se desarrolla junto al poder o es una función del Estado, que es el poder.
El problema lo encontraremos en el propio Estado. Los Estados actuales ya no pueden ser considerados Estados redistribuidores porque en ellos los órganos de poder político-jurídicos están supeditados al poder económico y éste solo se dirige por la ganancia, por la ley del capital.
El Estado no negocia los conflictos de la sociedad, no interviene en ella. El Estado solo administra la inseguridad y el miedo, es un Estado meramente policial donde las formas de dominación y control son la política (entendida como ejercicio del poder)
Colocar aquí el nacionalismo subvierte el sentido expuesto antes (del sujeto a la realidad) porque la política tiene el sentido contrario (parte de una realidad aparente y trata de que el sujeto la admita como real) El estado actúa de espaldas a los sujetos, no es receptivo ni conciliador.
Ésto supone el fin de la ideología. Un Estado catalán independiente acabaría con la ideología del nacionalismo catalán.
Entre otras cosas, éste es el mayor impedimento que yo le veo a los nacionalismos, que aunque anuncian un pasado mejor al que hay que tender, cuando lo alcanzan se extinguen. Yo les llamo ideologías de paso, también se puede entender que las políticas nacionalistas son mentira, simplemente. Los partidos nacionalistas están supeditados al suicidio ideológico porque, en realidad, están igual de subordinados a los intereses económicos cuyo fin es un marco que les posibilite mayores ganancias (o menos reparto)
Sirva lo anterior para el caso catalán. Para los demás casos, como bien apunta usted, profesor, habría que cambiar antes el concepto de Estado, e incluso el de política. Que no digo que no pueda ser, pero sería en otro mundo, en éste no lo veo, de ahí mi escepticismo hacia los nacionalismos en general y hacia el cuento chino catalán en particular.
PD: Aún así, que hagan lo que les parezca, ojo.
Es bastante sencillo. Marketing: captar clientes ingenuos para obtener una masa crítica y unos objetivos concretos. Una vez logrado, cualquier parecido con lo anunciado es mera coincidencia, pero ya no te devuelven el dinero.
ResponderEliminarSaludos.
Vamos a ir un poco más allá, desarrollando la idea que intuyo en el texto del profesor:
ResponderEliminarLos nacionalistas catalanes no quieren un Estado catalán, éso es lo que quieren los políticos nacionalistas catalanes. Los nacionalistas (ideológicos) querrían otro Estado, conciliador, donde la política se defina por sí misma y no como el ejercicio del poder.
La resaca post constituyente, si se realizare, hará que se derive hacia un Estado totalitario y que se frustren las expectativas de los que ahora vitorean a esos políticos. De otro modo, las masas (ahora) nacionalistas serán el enemigo, los disidentes, del nuevo Estado catalán.
Ahí lo dejo. Me apunto la fecha.
Coño ya podía avisar que el libro no está todavía disponible en librerías, al menos en La Universitaria. Me he quedado de "mono".
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